Buscando a Debra Winger (Searching for Debra Winger, Rosanna Arquette, 2002)

No ocurre siempre ni en todas partes, o al menos no del mismo modo, pero el cine tiene una irritante insistencia por amortizar actrices a medida que van cumpliendo años (por más que haya un buen puñado de casos en que sucede justamente al revés; son los años cumplidos los que traen el éxito cinematográfico a grandes actrices hasta entonces ignoradas o dedicadas al teatro o la televisión) y dejan de representar la imagen idealizada de juventud y atractivo sexual que se supone que atrae el interés del público (masculino y femenino) y la taquilla.

Con el pretexto de encontrar respuesta a la pregunta de por qué la exitosa Debra Winger abandonó su profesión de actriz cuando se encontraba en la cima de su carrera, Rosanna Arquette indaga en este documental por las razones por las que el cine abandona a tantas de sus actrices, por qué rechaza aprovechar su experiencia y su talento creando historias profundas y complejas que puedan estar protagonizadas por mujeres interesantes e inteligentes, por qué se desestiman tan a menudo perspectivas tan enriquecedoras y necesarias en aras de la infantilización masiva y de los clichés de la eterna juventud. El testimonio de actrices como Jane Fonda, Holly Hunter, Whoopi Golberg, Sharon Stone o Melanie Griffith, entre muchas otras, arroja luz sobre esta cuestión, así como acerca de lo difícil que resulta a menudo compaginar la vida familiar con la vorágine de la industria del cine, de los costes personales y profesionales que puede implicar la lucha por mantenerse a flote en ambos frentes.

Diálogos de celuloide – Balas sobre Broadway (Bullets over Broadway, Woody Allen, 1994)

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DAVID: Os digo que han leído mi obra… les ha encantado. Pero están asustados.

FLENDER: Eso es irrelevante. Irrelevante.

DAVID: No es irrelevante.

FLENDER: Lo que sostengo es… es que no hay un solo artista auténtico que haya obtenido reconocimiento en su época.

LILI: No lo entiende.

DAVID: ¿No? ¿Ninguno?

FLENDER: ¡No! No, no, no.

DAVID: ¡Flender!

RITA: Cierto. Eso es cierto. Muy cierto.

FLENDER: Piensa, piensa, esto… en Van Gogh, o… o en Edgar Allan Poe.

RITA: Exacto.

FLENDER: Poe, eh, murió pobre y aterido con su, con su gato arrebujado a sus pies.

DAVID: Oh.

RITA: Eso mismo, David. No te rindas. A lo mejor la producen cuando hayas muerto.

FLENDER: ¿Sabéis…? Yo… yo… yo nunca he estrenado una obra, y he escrito una al año durante los últimos veinte años.

ELLEN: Eso pasa.

RITA: Sí, ya pasa.

DAVID: Sí, pero eso es porque eres un genio. Y la prueba es que todo el mundo, tanto la gente corriente como los intelectuales, opina que tu trabajo es incomprensible. Eso significa que eres un genio.

RITA: Claro.

RIFKIN: Todos tenemos nuestros momentos de duda. Yo pinto un cuadro cada semana, le doy un vistazo y acto seguido lo rasgo con una hoja de afeitar.

LILI: Porque no tienes fe en tu obra.

RITA: Te ves impelido a hacerlo.

FLENDER: Bueno, en tu caso es una buena idea.

ELLEN: Yo creo en tus obras, David. Siempre he creído en ellas.

DAVID: Sí, claro, cree en mis obras porque me quiere. Pero…

ELLEN: No. Y también porque eres un genio.

DAVID: Pero… porque hace diez años yo… yo… yo saqué a esta mujer de una hermosa vida de clase media en Pittsburgh y a cambio le he dado una vida miserable.

RITA: Oye, Ellen, no lo dejes. Al fin y al cabo es un buen hombre. Las mujeres cometemos el error de enamorarnos del artista. Eh, chicos, ¿me escucháis?

DAVID: Sí. Sí, te escucho.

RITA: Nos enamoramos del artista, no del hombre.

FLENDER: Yo no creo que eso sea un error. ¿Por qué iba a ser un error?

LILI: Son inseparables. Son inseparables…

RITA: Es lo mismo. El artista hace al hombre.

FLENDER: Creo que ella tiene razón, son inseparables. No, no.

RITA: Lo siento.

FLENDER: Esto, esto, supongamos, supongamos que se quema un edificio …

DAVID: Sí.

RITA: Sí.

FLENDER: … y, y tu entras corriendo y sólo puedes salvar una cosa … Sí… elegir entre, entre el último ejemplar de las obras completas de Shakespeare y un ser humano anónimo.

DAVID: No se puede.

RITA: Pero eso…

FLENDER: ¿Qué harías? ¿Qué haríais?

DAVID: No se puede privar al mundo de esas obras.

LILI: ¡No! ¡Ni hablar! Es de locos. No puedes comparar la vida de los seres humanos con sus obras.

FLENDER: Exacto.

ELLEN: Es un objeto inanimado.

FLENDER: No es un objeto inanimado. Es arte. El arte es vida… tiene vida. Continuar leyendo «Diálogos de celuloide – Balas sobre Broadway (Bullets over Broadway, Woody Allen, 1994)»