Cine en fotos: Rock Hudson

El hombre esencialmente gris, o del tipo Rock Hudson, es un perfecto catálogo de ausencias, y sobresale más por lo que no es que por lo que es. A saber, no es duro, no es blando, no es divertido, no es serio, no es audaz, no es timorato, ni frío, ni seductor… y no siendo nada de esto, resulta complicado averiguar qué es realmente. Lo más que se puede uno aproximar a él es que, no siendo tampoco ni salado ni dulce, viene a acercarse peligrosamente a lo soso. Suele tener, sin duda, lo que se llama buena planta, y como ella, una planta, se comporta en no pocas ocasiones.

A pesar de su grisura, el hombre Hudson tiene la virtud de que puede maquillarla durante un cierto tiempo, y así, por unos instantes, podría hacerse pasar por el modelo Grant, pero inmediatamente cualquier gesto delatador lo vuelve a colocar en su sitio, esto es, un Gigante de entretiempo.

Le ocurre al hombre Hudson algo parecido a lo que le ocurrió a los Beatles, que se disolvió a finales de los sesenta y que, como ellos, una vez disuelto ganó gloria futura, pero la historia siempre lo acabará dejando en un lugar ciertamente melodramático.

Y es ahí, en el melodrama, en el único género cinematográfico en el que usted lo podrá colar con una cierta garantía. Mínima, pero cierta. En películas como Solo el cielo lo sabe o Escrito sobre el viento, donde adquiere entre los tonos pastel de Douglas Sirk un más que aceptable color que oponer a su gris esencial. En cambio, con la comedia, que tal y como se dijo funcionaba para todo el mundo, con él será poco menos que fatal, pues películas como Pijama para dos le harán sentirse tan ridículo como un pollo mojado.

(Oti Rodríguez Marchante, Tres para la dos. Editorial Nickel Odeon, 1992)