La tienda de los horrores – La guarida

Cuando uno se sienta a ver una película de terror, espera que la sensación de desasosiego y tensión que provocan las peripecias de los protagonistas sean causadas por un guión interesante, unos golpes de efecto bien trabajados, alguna que otra sorpresa en forma de susto y, a poder ser, una solución final que evite los tópicos de los caminos más trillados. Nada de eso ocurre en La guarida, engendro filmado por Jan de Bont, responsable de cosas como Speed o las chorradas de Tomb Raider y Lara Croft, entre otros desaguisados, en 1999. Sin embargo, la película acojona, sí, resulta pavorosa… de lo mala, mala que es.

La premisa no puede ser más tópica: mansión gótica de estilo victoriano, con cienes y cienes de años de antigüedad y en la que en el pasado ocurrió alguna clase de hecho luctuoso que remite directamente a fenómenos extraños (esto es, de irse pencas abajo) que haría las delicias de Iker Jiménez… El caso es que un listillo profesor universitario, David Marlow (Liam Neeson, que no se sabe qué narices está haciendo en este bodrio), se propone realizar un estudio sobre la naturaleza del miedo y del poder de la sugestión para despertar el terror, y para ello contrata a un grupo de voluntarios que se presten a pernoctar en el susodicho inmueble para pasarlas canutas con ruiditos, sensaciones de presencias extrañas, escalofríos, temblor en los menudillos y demás mieditis aguda. El grupo lo conforman tres estereotipos: el gracioso (Owen Wilson, actor, o lo que sea, incapaz de aparecer en un film que no sea una idiotez supina), la buenorra (Catherine Zeta-Teta-Jones -antes de que se cabreen los/las sensibles, aclararemos que, si una actriz conforma su carrera a golpe de enseñar muslamen, no puede pretender que se la tome por actriz del método o por musa shakespeariana, que se la juzgue de otro modo que aludiendo a sus atractivos anatómicos convenientemente recauchutados en el quirófano-), bisexual confesa, para más inri (¿qué sería del terror sin sus gotitas de morbo erótico posteriormente eliminadas sin dejar rastro del guión?), y la chica feúcha y sensible (Lili Taylor, antaño tierna y sensible Ann en Cosas que nunca te dije, de Isabel Coixet, para llevársela a casa y abrazarla como un peluche en aquella película…). El cuarteto maravillas empezará a comprobar en sus propias carnes en qué consiste la naturaleza del miedo cuando se den cuenta de que nada de lo que está ocurriendo está previamente preparado por el responsable del estudio para tomar sus notitas y hacer sus estadísticas y gráficas, sino que el canguelo proviene de la propia historia de la casa, una cosa de asesinatos, cuerpos sepultados entre sus muros y bajo sus suelos, etc. Y claro, no pueden faltar las escenas desagradables de ilusiones ópticas, visiones fantasmales, decapitaciones, sangre a chorros, etc… Continuar leyendo «La tienda de los horrores – La guarida»