Cine en serie – Jalsaghar (El salón de música)

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EL AUTÉNTICO CINE INDIO (y V)

Finalizamos aquí la miniserie acerca del cine indio de Satyajit Ray mucho antes de lo que nos gustaría, final que viene obligado por la extrema dificultad que representa poder hacerse en España con trabajos de este genial director indio, aparte, claro está, de su celebérrima trilogía sobre el joven Apu que hemos tratado en el resto de capítulos de la serie. Si en la tripleta de películas sobre Apu Ray volcaba su mirada hacia la realidad social y económica de su país acudiendo al retrato casi documental de una vida tradicional y a los efectos de la pobreza, el hambre, la sequía y la miseria en el marco de las deprimidas pero bellísimas zonas rurales de Bengala, en esta ocasión el cineasta vuelve a ofrecernos un estudio sobre los cambios a los que estaba sometida India en la década de los cincuenta centrando su mirada en otro de los mundos en extinción, el de las aristocracias locales. Pero si la mirada de Ray hacia el mundo rural resultaba a un tiempo realista, lírica y terriblemente hermosa y dolorosa, el relato que hace de la caída del antiguo mundo de riquezas, lujos y nobleza no resulta menos sobrecogedor.

Ray sigue manteniendo su estilo preocupado por el detalle minucioso, el silencio elocuente y la mirada limpia y directa que refleja con igual sinceridad lo bello y lo triste, y también conserva el tono melancólico, evocador, con tendencia a la amargura sin excluir momentos de respiro para el espectador, pero esta vez si cabe más grandiosamente decadente, solemne, elegíaco, casi fúnebre. Huzur (Chhabi Biswas) es un gran señor que asiste durante los años veinte del siglo pasado a la lenta pero incesante decadencia de la que fuera su gran casa. Su antiguo poder y su fortuna prácticamente han desaparecido conforme India iba naciendo al mundo moderno alejado cada vez más del antiguo sistema de privilegios, y contempla entristecido pero con una enorme dignidad cómo su palacio va dando señales de agotamiento y cómo la otrora cuantiosa servidumbre queda reducida a apenas dos sirvientes tan caducos y agotados como él mismo y su entorno. El paisaje alrededor de la casa es ahora una explanada yerma y abandonada, y las bellas puestas de sol son el único consuelo a través del que Huzur sueña con los esplendorosos instantes vividos allí mismo años atrás, cuando en su magnífico salón de música celebraba grandes fiestas a las que invitaba a sus ricos vecinos, a las autoridades civiles y religiosas del lugar y a las mujeres más hermosas de los contornos. Ahora, sin embargo, su único vecino es Ganguly, un tipo tosco, maleducado, zafio y ruin, que ha labrado su fortuna con un oscuro negocio de préstamos, pero cuyo poder y riqueza aumentan cada día, haciendo recordar a Huzur su propio poder de antaño y ser consciente del cambio en el orden de prioridades de la sociedad india.
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