La tienda de los horrores – Intriga extranjera (Foreign intrigue, Sheldon Reynolds, 1956)

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Más bien, cagarro extranjero. Personalísimo proyecto del, por otra parte, discretísimo Sheldon Reynolds (que se encarga aquí de producir, coescribir y dirigir, nada menos…), Intriga extranjera (Foreign intrigue, 1956), ideada a partir de una serie televisiva del mismo título también con Reynolds a los mandos, falla a todos los niveles. Tanto es así, que a alguien se le debió olvidar que se trataba de una película, no de una serie, y que no había capítulo posterior en el que se resolviera todo. Porque el gran problema de la película, el único importante a decir verdad, es que el argumento se queda en el aire, en suspenso, flotando en el fundido en negro que cierra el filme.

La cinta bebe del cine de espionaje clásico (homenajea explícitamente a Carol Reed y Orson Welles o a Alfred Hitchcock, entre otros) para contar una historia situada en «exóticas» localizaciones europeas, que se enreda a cada paso y que en teoría debería ir a alguna parte, tanto en la trama principal, los misterios que rodean la muerte de un enigmático multimillonario en la Costa Azul y los secretos de su pasado como turbio negociante durante la Segunda Guerra Mundial, como en la subtrama romántica que protagonizan Robert Mitchum y la sueca Ingrid Thulin (aquí llamada Tulean, no se sabe por qué). El caso es que Mitchum da vida a Dave Bishop, un periodista a sueldo del susodicho millonario, para el que ha ideado una completa vida ficticia que explique ante la opinión pública dónde pudo, verosímil y legítimamente, originarse su fortuna. Tras su repentina muerte, agonizando en brazos de Bishop, tanto la esposa (Geneviéve Page) del fallecido (una esposa legal pero meramente aparente en lo afectivo) como su médico personal, un abogado vienés que se dice depositario de una documentación del fallecido y un agente enviado por la compañía de seguros insisten extrañamente en averiguar si el finado pronunció algunas últimas palabras antes de morir. Intrigado por el significado de este hecho, Bishop viaja a Viena para averiguar el contenido del sobre depositado allí por su patrón. Se da inicio así a una intriga europea (de la Costa Azul a Viena, de allí a Estocolmo y otros lugares de Suecia, y algún que otro lugar más antes de dejarlo todo colgado cuando le tocaba el turno a Londres) que atrapa y absorbe, y que merecía sin duda, no mejor resolución, sino al menos una resolución cualquiera que no dejara al espectador con cara de tonto.

La dirección, efectiva aunque sin nervio, sirve adecuadamente al propósito narrativo, el mero entretenimiento detectivesco salpicado de acción y romance. La ambigüedad de los personajes, aunque pésimamente establecida en el caso de la mujer del muerto, que más parece una psicopáta que una intrigante, y cuya postura inicial con sus sucesivos cambios sobre la marcha queda sin explicar, alimenta el misterio y hace avanzar la acción, y el guión utiliza todos los resortes a su alcance para mantener la atmósfera de suspense, aunque con demasiadas lagunas y cabos abiertos para permitir que el público haga pie en algún punto. Continuar leyendo «La tienda de los horrores – Intriga extranjera (Foreign intrigue, Sheldon Reynolds, 1956)»