Puro Sundance: Tú, yo y todos los demás

Hace ya demasiado tiempo que la etiqueta ‘cine indie’ no deja de ser un reclamo comercial controlado en su mayor parte, como el resto del pastel, por los grandes estudios. Eso ha provocado que las señas de identidad del cine independiente de los primeros tiempos (originalidad, voluntad de transgresión, tanto de los cánones narrativos habituales como del punto de vista de los temas tratados, confección de los repartos, prevalencia de los personajes por encima de la acción, etc.) se hayan ido diluyendo hasta conformar todo un catálogo de productos que, si bien superficialmente parecen revestirse de todas esas notas características y de la frescura e innovación a ellas asociadas, no terminan siendo más que vehículos de propaganda para los mensajes, generalmente de carácter muy conservador, digamos «socialmente aceptables», lanzados por el estatus dirigente. Así ocurre tanto con las celebradísimas películas de Jason Reitman como con las comedias «inteligentes» de Wes Anderson o las bobaliconadas de Judd Apatow y su compañía de descerebrados. No es este el caso de Tú, yo y todos los demás, de Miranda July (2005), una de las triunfadoras del Festival de Sundance de aquel año y uno de los pocos reductos de independencia y originalidad del último lustro recién concluido en lo que a América se refiere.

Contada sobre la base de una estructura coral, construida como una suma de pequeñas historias que se complementan, la película carece, eso sí, de los artificiosos hilos teledirigidos fundamentados en el azar, la suerte o la casualidad, sobre los que tradicionalmente se confeccionan este tipo de productos (Robert Altman, Paul Haggis, sobre todo). Al contrario, el detonante inicial de la trama, la separación de Richard (John Hawkes) y su traslado a un nuevo barrio con sus hijos, es que el provoca la aparición en pantalla de un grupo de personajes que, a caballo entre la desesperación y la ilusión, acaso un tanto ingenua, luchan contra la soledad y buscan un hueco en el que sentirse cómodos con la vida. En particular, Richard acaba de separarse y se enfrenta al duro reto de reiniciar su vida junto a sus dos hijos, Peter, preadolescente al que sus intrépidas vecinitas utilizan como piedra de toque experimental para sus futuros devaneos sexuales, y Robby, todavía un mocoso, que mata el tiempo manteniendo correspondencia en chats algo subidos de tono con una fogosa amante virtual; por otro lado, Christine (Miranda July), una taxista para personas mayores que también realiza pequeñas obras artísticas en las que vuelca sus anhelos y frustraciones. A su alrededor, pequeñas pinceladas que nos muestran a otros personajes tan perdidos como ellos, tan ansiosos por encontrar un lugar en el mundo, una tabla de salvación que puedan compartir con sus semejantes.

Pese a su brevedad (noventa minutos, lo que se agradece especialmente en un cine en el que ya cualquier cosa supera las dos horas), la película avanza con un ritmo pausado y atendiendo a una gran diversidad y riqueza de matices y puntos de vista acerca de las relaciones humanas, observadas desde la perspectiva de quienes dan sus primeros pasos en la vida social (los hijos de Richard o sus vecinas) o desde la experiencia de quienes ya se hallan en el tramo final (los clientes de Christine), pero con especial hincapié en el dolor y el deseo de los que se encuentran en plena refriega de la lucha por su felicidad. Continuar leyendo «Puro Sundance: Tú, yo y todos los demás»

‘Buffalo 66’, paradigma del cine «indie»

Para Francisco Machuca, dueño de El tiempo ganado, rincón imprescindible para los libros y el cine.

buffalo66.jpg

Gigantesco monumento fílmico de la escena «independiente» norteamericana, este drama dirigido por el también actor Vincent Gallo es merecidamente una de las más aclamadas películas de la década de los noventa. Concebida como un proyecto estrictamente personal de Gallo (que además de dirigir y actuar, se hace cargo del guión y de la música), esta fábula a medio camino entre el surrealismo y el cuento de hadas infantil (de hecho hasta el personaje de Gallo luce, como única nota de color en el triste gris de su vestimenta unos botines rojos, como la Dorothy que encarnara años atrás Judy Garland en El mago de Oz) posee fuerza, ternura, profundidad, humor y grandes dosis de crítica social.
Continuar leyendo «‘Buffalo 66’, paradigma del cine «indie»»