El Buñuel de siempre: Así es la aurora (Cela s’appelle l’aurore, 1956)

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Después de la genial Ensayo de un crimen (1955), Luis Buñuel recibe una primera oferta para regresar a Francia. De este paréntesis francés previo a sus últimos trabajos mexicanos y a sus puntuales experiencias en España, surgirán tres películas tradicionalmente olvidadas pero estimables, La muerte en este jardín (La mort en ce jardin, 1956), La fiebre subre al Pao -conocida también como Los ambiciosos– (La fièvre monte à El Pao, 1959), ambas coproducciones franco-mexicanas, y esta Así es la aurora en coproducción con Italia, película modesta, sencilla y honesta que no obstante acapara todos los tonos y temas propios de la filmografía del maestro aragonés.

El doctor Valerio (Georges Marchal), médico residente en una pequeña ciudad de Córcega envía a su mujer (Nelly Borgeaud) a Niza después de que haya sufrido un leve mareo en la calle y el pequeño percance haya generado una importante discusión sobre su futuro matrimonial. Ella se ahoga en la isla, no tiene amistades, no encuentra ocupaciones e intereses, y pasa la mayor parte del día sola. Por ello insiste en que Valerio acepte trasladarse a Niza, donde gracias al apoyo de su padre (Henri Nassiet) podrá abrir consulta, tener una buena cartera de pacientes acaudalados y ganar mucho dinero. Valerio se resiste porque no quiere dejar abandonados a sus pacientes, la gran mayoría pobres trabajadores y pescadores, ya que le costaría mucho encontrar un sustituto que aceptara desplazarse a un lugar tan apartado y aburrido, sin alicientes vitales, y en última instancia también porque en una de sus urgencias ha conocido a Clara (Lucia Bosé), una fascinante y hermosa viuda que pasa unos días en la isla. Entonces Valerio descubre que no es tanto el posible abandono de sus pacientes lo que le preocupa, sino la compañía en su marcha al continente. Sus dudas sentimentales conviven con el enrarecido clima económico y social de la ciudad, en la que el terrateniente se enfrenta a las protestas y huelgas de un grupo de trabajadores, y toma decisiones que para algunos de ellos suponen prácticamente verse en la miseria.

La película, que recibió tibias valoraciones y críticas a su supuesta falta de calidad «artística», atesora los principales temas del cine de Buñuel. De entrada, nos encontramos en la oposición entre los humildes trabajadores y pescadores frente a las clases adineradas y la autoridad policial, ambas bendecidas por el poder eclesiástico, y con un personaje (no por casualidad hombre de ciencia y encarnación de la protección de la vida humana) que nada entre ambos mundos pero que desde una perspectiva humanista no puede dejar de percibir la injusticia y la ilegitimidad del desigual reparto de riquezas y comodidades. Esa rebeldía hacia la falta de equilibrio social viene complementada por sus remordimientos ante el pecado de adulterio, la lucha entre lo que desea y aquello a lo que está obligado por la ley de dios y la de los hombres. Continuar leyendo «El Buñuel de siempre: Así es la aurora (Cela s’appelle l’aurore, 1956)»