Cine de papel: Historias de Nueva York (Enric González, 2006)

«La publicidad del Empire State siempre recuerda las célebres escenas de King Kong encaramado en la cúspide y las casi cien películas en las que, de una forma u otra, el edificio constituye un elemento central. Pero lo más divertido que han visto los neoyorquinos en el Empire State no sale en los folletos, pese a ser relativamente reciente.

Ocurrió en 1983, al cumplirse medio siglo de King Kong. Un californiano llamado Robert Keith Vicino, especializado en la fabricación de grandes artefactos hinchables, ofreció a los administradores del rascacielos un King Kong de plástico de 40 metros de altura: iba a costarle 100.000 dólares construirlo, pero los ponía de su bolsillo a cambio de salir en televisión. A los del Empire State, dijo, sólo les correspondía instalarlo en el tramo más alto. Genial. El gigantesco muñeco iba a permanecer 10 días instalado en la cúspide, tiempo suficiente para que la imagen diera la vuelta al mundo y reavivara la leyenda del edificio.

El 7 de abril, fecha inaugural del golpe publicitario, King Kong colgaba fláccido: se le habían rasgado los sobacos y no había forma de hincharlo. Se mecía con el viento, eso sí, y en cada vaivén rompía unas cuantas ventanas. Los principales propietarios del Empire State, Harry y Leona Helmsey (él, magnate hotelero; ella, ex camarera, inminente viuda multimillonaria y persona de célebre perfidia), habían alquilado unas avionetas para dar más realismo a la recreación y no era cosa de dejarlas en tierra, así que varios aeroplanos estuvieron un rato girando en torno a la punta del rascacielos, de la que colgaba un bulto oscuro que se balanceaba de forma penosa. Reparar las brechas de King Kong llevó ocho días y 650.000 dólares, mucho más de lo que costó la película. Por fin, el 14 de abril, la bestia se hinchó y por un momento dio el pego. Hasta que el viento volvió a rasgarla. La fiera de plástico recuperó la condición de guiñapo, y en tal condición fue descolgada y olvidada».

7 comentarios sobre “Cine de papel: Historias de Nueva York (Enric González, 2006)

    1. Bueno, pero hay que reconocer que, fugazmente, el sueño cinematográfico se hizo realidad. Me gusta este intento vanidoso a lo «torre de Babel».

  1. ¡Pobre King Kong de plástico, sin aire! Y esta anécdota nos dice que es imposible emular lo que devora una cámara de cine y después vomita un proyector en la pantalla blanca.

    Beso
    Hildy

    1. Bueno, aprendemos varias cosas. Una de ellas, que todo es vanidad, como dice Laughton al final de Rembrandt. Y que todo lo que se llena de aire termina por desinflarse… 😀

      Besos

    1. Pues teniendo en cuenta la cantidad de secuelas que hubo, desde El hijo de Kong hasta la parodia, bastante graciosa, El gran gorila, de 1949, pasando por los remakes de Hollywood, la saga japonesa, y la tremenda versión femenina, Konga, puede pasar cualquier cosa. Pero con mucho pelo todo.

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