Descomposición familiar: Incendios (Wildlife, Paul Dano, 2018)

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Titulada para España Incendios, como la novela de Richard Ford en la que se basa el guión de Zoe Kazan y el propio Paul Dano, Wildlife supone el acertado y esperanzador debut tras la cámara del actor. Un meticuloso y concienzudo trabajo de dirección poseedor, a pesar de la deliberada frialdad del conjunto (colores apagados, languidez narrativa, explotación del silencio y el vacío como factores dramáticos), de un intenso poder de conmoción y convicción en el retrato del hundimiento de una familia norteamericana ubicada en el medio rural del estado de Montana de la década de los sesenta. Una familia itinerante, resultado de los sucesivos cambios laborales de Jerry (Jake Gyllenhaal) y de la renuncia de Jeanette (Carey Mulligan) a ejercer su profesión como profesora de instituto para cuidar de la casa y criar a su hijo, que desemboca en un pequeño pueblo de Montana en cuyas inmediaciones se ha desatado un devastador incendio forestal. Un episodio puntual y concreto, la pérdida por Jerry de su empleo como monitor en un club de golf, provoca un denso corrimiento de tierras que socava los cimientos de la convivencia familiar, hasta el punto de que asistimos desde la perspectiva del joven Joe (Ed Oxenbould) al lento pero incesante e irrefrenable proceso de demolición de la pareja.

El relato se construye sobre tres pilares narrativos. En primer lugar, la mirada de Joe: la cámara observa los acontecimientos desde el punto de vista del joven y articula el discurso en paralelo a su proceso de maduración, crecimiento y descubrimiento; Joe se hace hombre, mental y emocionalmente (incluso en las tareas cotidianas; así, en distintos momentos, asume obligaciones domésticas -compra, comida- que desatienden sus progenitores, concentrados en navegar a través de su desorientación personal), a lo largo de la crisis de pareja de sus padres, mira, observa, comprende, aprende, saca conclusiones y siente, sobre todo siente, de modo que el espectador asiste al triste y conmovedor espectáculo desde su experiencia directa, desde su desgarro interior y su frustración emocional. En particular, Dano construye admirablemente esas secuencias breves pero elocuentes en las que la mirada de Oxenbould, sobresaliente en su personaje, interpreta la apatía y el sentimiento de fracaso de su padre o descubre una frívola naturaleza oculta en su hasta entonces admirada madre. Joe abre la puerta al segundo vehículo narrativo de Dano: la elipsis. La película muestra únicamente la punta de un iceberg que Joe, y el espectador a través de él, entiende que viene arrastrándose durante años, una serie de problemas crónicos que el cambio de ciudad y de empleo no han contribuido a resolver. Adivinamos un pasado de tensiones (la renuncia profesional de Jeanette, sin duda una concesión a su marido; los coqueteos de él con las apuestas y con la bebida; tal vez la llegada de un hijo no deseado o la concurrencia de alguna infidelidad…) que eclosiona en el presente y se proyecta en un futuro de rupturas más que próximo. Dano sabe transmitir las carencias afectivas y las frustraciones personales de los personajes sin explicitarlas ni, lo que es más importante, sin destaparlas a través de los diálogos o las discusiones. Sabemos, intuimos qué ocurre, pero sin pelos ni señales, el sobreentendido sin subrayados pero brillantemente sugerido, contado, a través de un lenguaje visual depurado en el que todos los elementos, en especial silencios, miradas y lenguaje soterrado, adquieren un sentido y una finalidad comunes. Entre esos elementos de lenguaje visual destaca, como tercer pilar narrativo, el diálogo mudo entre los cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire. Si cuando las cosas empiezan a torcerse Jeanette encuentra trabajo como monitora de natación, empleo durante el que conoce a Warren (Bill Camp), adinerado y maduro hombre de negocios de la localidad y detonante final de la crisis matrimonial, Jerry se incorpora a las cuadrillas forestales que tratan de apagar los incendios de las montañas. Joe, mientras tanto, a la vez que experimenta sus primeras aproximaciones al sexo opuesto, se ve anclado, en estado de abandono, a la tierra, a las vacías calles de la pequeña ciudad, a los descampados y a los campos circundantes, a una vida de la escuela sin amigos y a la práctica de un fútbol americano que aborrece. Su única esperanza es la llegada de las nieves: Joe cree que con el frío y la nieve los incendios se apagarán, su padre regresará a casa y las cosas se reconducirán; resulta especialmente hermosa la secuencia en la que Joe, a punto de tomar una decisión crucial en la primera encrucijada vital a la que debe enfrentarse, descubre cómo la fría brisa del inminente invierno arrastra los primeros copos…

Brillante en sus interpretaciones, la película descansa principalmente en Carey Mulligan, actriz con un notable instinto natural para la interpretación que explota aquí todas sus cualidades, llenando su personaje de matices y recovecos con apenas gestos y miradas, y que transita desde la contención y la corrección absolutas a la desinhibición o incluso hasta la vulgaridad con una pasmosa credibilidad, y Ed Oxenbould, prácticamente perfecto, más si cabe incluso en aquellos aspectos más difíciles para un debutante, la comunicación no verbal, la expresividad gestual, el lenguaje facial. Ambos se benefician de la dirección contenida pero precisa de Dano, que se deja llevar, tal vez demasiado, por ese ritmo lánguido y entrecortado, pero resulta minuciosa y certera en su comedido pero devastador retrato del hundimiento del amor. Con la máxima economía de medios Dano alcanza la esencia del lenguaje cinematográfico, contar más con menos, construir una historia absorbente a partir de la cotidianidad más ambigua, de la emoción más pura. La austeridad formal traslada el foco a los personajes, que brillan en el drama de sus puntos de inflexión. Para Jerry es laboral, en torno a qué quiere hacer con su vida y su trabajo, cómo sentirse bien consigo mismo; para Jeanette es vital, la mujer que en sus bien entrados treinta no se resigna a vivir encerrada en casa, esposa de un marido que no la satisface, enclaustrada en la vida de familia media americana; para Joe, el nacimiento de nuevas experiencias y nuevos mundos, continuamente renovado con cada cambio de ciudad, la imposibilidad de echar raíces desde las que crecer. Y, de repente, el choque, el contraste entre el minimalismo en la forma y el estallido dramático de las interpretaciones, la tensión, el drama. Una buena historia sobre la callada desesperación en la que se desenvuelve la incertidumbre por el futuro pero, en particular, el adiós a la juventud.

18 comentarios sobre “Descomposición familiar: Incendios (Wildlife, Paul Dano, 2018)

  1. Sé que la palabra “pleonasmo” nadie la utiliza aunque esté en el diccionario. Ahora se dice “redundancia”, pero tampoco se utiliza en la red. No sé qué emoticono ponen en su lugar. Soy un analfabeto emoticonocional, amigo mío. Pronunciar la palabra “familia” también quiere decir, en sus muchas acepciones, “hedor”, “fuente de toda desdicha”, “delirio”, “podredumbre”, etc. Te cuento esto por eso de la “descomposición familiar”; pura redundancia o pleonasmo. Es como decir “canas blancas” o “subir para arriba”. No he visto la película y no puedo opinar de ella. Sin embargo, el temita lo tengo más que asimilado en todos sus aspectos: lo que me ha tocado vivir, mis lecturas y mis visionados de películas, más lo que veo a mi alrededor. Crabman acaba de dar un paso decisivo en su vida familiar. Ya te contaré.

    El que está casado quiere estar soltero, y el que está soltero quiere estar casado. El que tiene hijos quisiera no haberlos tenido y el que no los tiene los quiere tener. El machista despotrica de las mujeres, pero no puede vivir sin ellas. Las feministas despotrican de los hombres y no quieren vivir con ellos. Hoy se puede tener hijos sin tener contactos con el cromañón de turno. Solo bastan los donantes de semen mirando un vídeo porno y un recipiente de plástico esterilizado. ¿Qué nos ha enseñado la Historia? Que las familias son una puta mierda. Una grotesca familia Addams sin gracia. Una fuente del dolor llena de frustraciones, resentimientos, prejuicios y valores de mierda. El padre se masturba sin saber nadie lo que imagina; lo mismo que la madre y todos sus hijos. Tengo entendido que a veces, la familia coincide en ese rito al mismo tiempo, todos encerrados en sus habitaciones, en sus fantasías de ayer y de hoy. Vaya usted a saber la realidad de todo esto. Una buena película debería de retratar, precisamente, eso.

    En la literatura se han dado momentos estelares sobre el tema. Ahí tenemos las obras del divino marqués de Sade. En el cine, no tanto. El tema de la familia es muy peliagudo, amigo mío. Los padres no tienen tan presentes a sus hijos, hasta que un día buen día, aprietan el ano creyendo que les saldrán un soberano pedo y descubren con consternación que la ventosidad se convierte en mierda, es decir, que se han cagado vivos. Un gran signo de interrogación aparece sobre sus cabezas y se dicen: “a partir de ahora mis hijos deben cambiarme el pañal”. Esto es una realidad que nadie quiere escribir o poner en imágenes para la posteridad. “Descomposición familiar” para mí es lo mismo que la descomposición de un cuerpo ya entrado en años. He escuchado los motivos por los cuales ahora se engendra: “Debo tener hijos para que me cuiden cuando sea vieja o viejo”. Te lo juro. Al igual que la gente ahorra para la vejez o se hacen un plan de pensiones, se engendra con ese propósito.

    Podría seguir escribiéndote sobre el tema, sobre todo, describirte las escenas de películas que más me gustan sobre este tema, pero no quiero hacerme pesado. Además, te pido disculpas por este comentario tan crudo y realista. Yo también padecí lo que me enseñaron mis padres adoptivos: Mark Twain y Rafael Azcona. Lo siento, Alfredo, no tuve la ocasión de pisar una universidad y soy un rudo.

    Abrazos mil.

    PD: Lo que más me ha gustado del gran Richard Ford es su libro de relatos «Rock Springs» ambientados en la mierda de estado de Montana, un lugar semisalvaje, un paisaje frío e inhóspito de la periferia de la alcantarilla americana.

    1. Caramba, Paco, ni un Corleone hubiera escrito algo así de la familia… Esta, y el amor, son los grandes temas. Refugio y condena, todo en uno. Claroscuros, alegrías y tristezas, compañía y soledad. Contradicción, que es el terreno de juego de la vida. El tablero donde lanzar el dado. Una partida en la que perdemos siempre, y en la que el rey y el peón terminan en la misma caja. Tal vez sea mejor evitar buscarle sentido, solo jugarla.

      ¿La univerdad? Te sorprendería (bueno, seguramente no) ver con cuántos cavernícolas me juego los cuartos yo cada día…

      Abrazos

  2. Me parece muy interesante todo lo que apuntas sobre esta película – de la que no tenía conocimiento alguno – precisamente por el tema (o más bien los temas) que trata.
    Al margen de películas que tratan, de una u otra manera, el tema de la familia de modo excelente (La loba, Dejad paso al mañana, Rocco y sus hermanos, Cuentos de Tokio o La gata sobre el tejado de zinc por mencionar las que ahora me vienen a la memoria), y habiendo leído el analítico comentario de Francisco (que suscribo completamente) hay algo que yo echo de menos en el cine dentro de este peliagudo asunto: los padres que utilizan, manipulan, castran o intimidan a sus hijos con fines puramente egoístas.
    No sólo eso me interesa sino también el tema del victimismo de los padres para con sus hijos, con el consiguiente sentido de culpabilidad de los mismos y de cómo éstos pueden sentirse no sólo atosigados y con la sombra de sus progenitores acechando en cada esquina, con la sensación constante de sentirse fiscalizados en su vida íntima en su etapa adulta y la convicción absoluta de que utilizarán todo lo que esté a su alcance para entrometerse o utilizar la información obtenida por medios más que cuestionables para emponzoñar las relaciones de sus retoños… Como puedes comprobar un tema enormemente vasto que podría dar para una película de suspense bien entendida o un drama muy bien hecho y que en el cine una servidora no ha visto todavía. ¿Será que hay miedo por tratar un tema tan delicado?
    En cualquier caso, buscaré esta película que nos traes hoy y si sabes de alguna otra que trate, por poco o mucho que sea, todo lo que apunto, hazmelo saber.

    Un abrazo.

    1. Es que la familia es uno de los últimos tabúes… Se pueden hacer parábolas o parodias (Saura, por ejemplo, o Fernando León, imitando al primero), pero en realidad es el pilar básico de la corrección política que nos rodea. El amor y la familia son intocables, o mejor dicho, se tocan siempre desde una única perspectiva. Al menos en el cine mayoritario, el que cuenta con vocación de ser visto.

      Son infinitos los matices que caben en esta cuestión, tan ardua y compleja como la vida misma, pero dos de las cosas que yo he visto que más perspectivas abren sobre todo esto son la reciente The Florida Project, de Sean Baker, y el desgarrador cine de Andrei Zvyagintsev. Tanto El regreso como Sin amor le dejan a uno en shock. Lo mismo que, en otro plano, Leviatán.

      Besos.

  3. Qué bueno, mi querido Alfredo, que hables de Andrei Zvyagintsev y el concepto de familia, pues hace poco escribí un texto sobre este cineasta en una revista (para que lo leas, te aporto el enlace… http://www.criticismo.com/sin-amor/). Unidos por el cine…
    Y me apunto esta película, que me interesa un montón tanto por el tema como por los actores protagonistas así como descubrir el trabajo tras las cámaras de Paul Dano. Parece que Paul Dano y Zoe Kazan han formado además un dúo profesional.
    Además he disfrutado un montón leyendo los comentarios de Francisco y Miriam.

    Beso
    Hildy

    1. Mi querida Hildy… qué texto tan extraordinario… Sus películas me parecen tan devastadoras en lo íntimo como ilustradoras de un estado de cosas de la Rusia actual, esa rara combinación, pero tan maravillosa, entre lo general y lo particular retroalimentándose para construir dramas poderosos y efectivos, sin caer en sentimentalismos, lecciones morales ni juicios personales. Un director del que siempre hay que estar pendiente. Me interesa mucho todo lo que dices de Elena, que es una película que desconocía. Apuntada queda.

      Besos

  4. He tenido que volver porque tenía la sensación que me dejaba algo importante y es mencionar mis tres escenas favoritas sobre esos momentos estelares de lo que es la familia. Por suerte, el cine está repleto de ellas, pero las que voy a poner aquí sintetizan de una manera maravillosa, inteligente, irónica y con humor negro. La primera está en «Las tres edades» (1923), de Busker Keaton. Como ya sabemos este maravilloso filme se divide en tres partes: La edad de piedra, la antigua Roma y la época contemporánea. Al final de la película vemos salir de una cueva una pareja seguida de quince o veinte niños. Luego vemos salir de un palacio romano a una pareja con cinco niños. Luego vemos en la época contemporánea salir de una casa pareada una pareja estirada con un perrito.
    Luego está de nuevo el gran Buster en «El colegial» (1927). Este pobre hombre es un palurdo en eso de la gimnasia. Está enamorado pero ella prefiere al cachas con un dedo de frente. La secuestran y el gran Buster se pone las pilas y corre en su rescate batiendo todos los récords habidos y por haber en todas las especialidades olímpicas de este perro mundo. Se casan y Buster soluciona el final de la película con una serie de imágenes muy rápidas que a otros directores les llevaría décadas. Vemos que ya están sentados en un sofá. Él, aburrido leyendo el periódico y ella cosiendo. La otra escena que sigue él ya tiene el cabello tan blanco como su mujer. Siguen haciendo lo mismo. En la otra, ya no está él. Ha muerto y ella sonríe pero sigue cosiendo. Al final vemos dos tumbas juntas. Simplemente genial.
    Aquí tenemos la magnífica escena en la cocina de «Amarcord» (1973), de Federico Fellini. Esas escenas son de antología. Hay que verlas de vez en cuando y fijarse bien en todos los detalles. Qué bien rodada está en un espacio tan pequeño. Ese cable donde cuelga esas medias que parecen las piernas de un ahorcado. El padre de familia; un currante. El cuñado, un zángano fascista. El niño comilón. La mujer trajinando con los cacharros. La sirvienta culona tocada constantemente por el abuelo que no para de decir que cuando era joven tenía una tranca de caballo. El ambiente está muy caldeado. El maestro Fellini viene a decirnos que en las familias siempre hay una tensión permanente a punto de estallar, una crispación subyacente. Al final se lía. El viejo se va. No quiere saber nada. Ya en el comedor se aferra al respaldo de una silla y empieza a contar los pedos que se va tirando. «Uno, due, tre…». Más tarde acabará perdido en la niebla.

    Tres ejemplos magistrales donde nos dicen que la sociedad familiar es una institución mal inventada o, en todo caso, enmohecida por el uso. El matrimonio es una amoralidad, fuente de toda desdicha, alimento del capitalismo, pero no exenta de poesía. Amigo mío, el cine es mucho más grande de lo que dice comúnmente la gente la gente de cine.

    Y ya me voy. ¡Que mañana me caso!

    Abrazos mil.

  5. Al igual que Francisco yo también regreso con tres reseñas de tres filmes distintos y una película que ayer, tonta de mí, ni me acordé de apuntar y que creo que resumen a grosso modo buena parte del tema aquí expuesto.
    «Yo te hablaré de la familia… maldita familia… donde los niños son torturados hasta que confiesan su primera mentira… maldita familia.. me cago en todos vosotros… me dais asco… » (El último tango en París).
    «- Todos los padres quieren a sus hijos. – No, no, no. No todos. No. Hay padres que utilizan a sus hijos. Les marcan una meta. La meta que ellos no pudieron alcanzar en su vida. Y eso no es cariño.» (El ojo de la aguja).
    «Tengo un ligero rechazo hacia la ética de la familia americana que parece haber hipnotizado a todo el país». (Los puentes de Madison; yo, personalmente, eliminaría los términos ‘americana’ y ‘país’ haciéndola más global).
    Y, por último, señalar la película de Mankiewicz Odio entre hermanos como excelente ejemplo sobre la cuestión y que, curiosamente, es de sus películas menos citadas cuando no tiene nada que envidiar al resto de su filmografía más ilustre.

    Un abrazo.

    1. Querida Miriam, tres apuntes impagables (cuatro, si contamos a Mankiewicz, que anda ahí tan shakespeariano como acostumbra a veces, y que luego se traspasó al western en Lanza rota, con Spencer Tracy y Robert Wagner). Más, si cabe, el de Brando, que no estaba así tal cual en el guión, que fue reelaboración propia a partir de las notas que Bertolucci diseminaba por todas partes para que Brando supiera al menos de qué iba todo aquello y qué tenía que hacer. Y eso que no empezamos a tomar citas de Mario Puzo y Coppola: «el hombre que no vive con su familia no es un hombre». Así, para abrir boca, no está mal.

      Abrazos

  6. Hacía tiempo que no te leía una reseña, Alfredo, y compruebo que no has perdido un ápice de calidad. ¿La peli? Habrá que verla, porque la pintas con una clara invitación a ello. La familia, ay, la familia: más que un tema, casi un género en sí mismo. Y es que su capacidad para generar terremotos emocionales, ya sea en superficie, o en profundidad, es inagotable.Un fuerte abrazo y hasta pronto

    1. Muchas gracias, Manuel. Veo que sigues conservando un buen gusto exquisito… 🙂

      Apúntala, apúntala, vale la pena. La familia es una trampa, una especie de cárcel, pero, según el caso, también un refugio, un espacio de libertad… Todo depende. Lo importante es preservar la perspectiva múltiple de las cosas.

      Un abrazo

  7. Esta la tengo en vereda y con muchas ganas de verla, porque Paul Dano me resulta un acicate innegable: algunos actores parece que van por libre, acertando a veces sí y a veces no, pero toman el riesgo inherente a toda vida que pretenda ser artística: sin riesgo no hay arte que valga la pena, sólo quietud.

    Cuando supe que había decidido situarse tras la cámara, me alegré, y espero que, efectivamente, podamos contar con un nuevo cineasta interesante e independiente de lo que la industria reclama día sí día también.

    Aunque la familia y su entorno sea tema tratado en muchas y muy buenas películas ello no obsta a que una vuelta de tornillo más pueda exprimir alguna sensación desconocida o quizás olvidada, que ya me valdría.

    Si además las actuaciones son buenas, miel sobre hojuelas.

    Un abrazo.

    1. Yo creo que vale bastante la pena, Josep, aunque reúna algunos de los males del cine reciente. Por ejemplo, esas largas tomas (10-12 segundos) del personaje en la cama, durmiendo, sin que aporten nada… La cuestión del ritmo es algo que en las escuelas de cine de hoy parecen no estudiar ni enseñar. En fin. Con todo, creo (y espero) que la disfrutarás.

      Abrazos

  8. Impactante, en absoluto estado de shock me ha dejado la peli Sin amor. Muchísimas gracias por la recomendación. A partir de ahora pienso seguir los pasos del cineasta ruso. Qué pena que en mi ciudad no se estrenen este tipo de pelis. Si he de definirla con una sola palabra ésa sería aterradora. Sólo hay otra película contemporánea que me ha producido la misma sensación: Lilja forever, de Lukas Moodyson (me gustaría saber si llegó a estrenarse en los cines de nuestro país…).
    Respecto a Sin amor, se la pondría a los padres y aquellos que en un futuro quieran serlo.

    Abrazos!

    1. ¡Qué bien! Me alegro. No te creas, en Zaragoza se estrenan en horarios infames (a primera hora de la tarde o a última de la noche, o en matinales de fin de semana) que me dificultan mucho acudir a las salas en un horario «humano». Más, teniendo en cuenta que las multisalas que suelen estrenar las películas, digamos, «de autor», me pillan en la otra punta de la ciudad. Y luego que si piratería y tal… En fin.

      A ver si puedes echarle un vistazo a El regreso. Ya me contarás.

      ¡Abrazos!

  9. Eso está hecho.
    Bonita manera que tienen las distribuidoras de promover el poquito buen cine que nos llega. A pesar de ello, tú al menos, por la ciudad en la que vives, tienes, aunque sea en horario intempestivo, opciones. Yo, en una ciudad tan pequeña como es Ponferrada, no tengo ni eso. Con la llegada del centro comercial y las salas de cine adyacentes a él, absorbieron a los cines que había (cuatro) y ahora una menda se come los mocos (perdón por la expresión).
    Sería estimulante averiguar, rentabilidad aparte, ese interés por escamotear dichas películas en horarios normales. Un motivo más para pensar mal y que podría dar pie a un buen film de suspense. Lástima que esto último sólo quedará en mi cabeza.

    Supongo que estará de más que te diga que tu blog me provoca adicción…

    Besos.

    1. Más que apartar ciertas películas de horarios decentes, creo que se trata de imponer la distribución de productos para todos los públicos. Al final, es la misma política que la televisión: producto generalista (es decir, moralmente aséptico, o bien políticamente correcto, desprovisto de toda controversia o sometido al discurso aceptado de antemano), con cuota de protagonismo para niño/a y anciano/a (hay que ampliar la base de público), apto para ser entendido por un espectador de 0 a 99 años, y que no requiera pensar demasiado o un esfuerzo para entender (es decir, que se «digan» las cosas en vez de enseñarlas). En suma, la búsqueda desesperada de la audiencia, esto es, de la taquilla. Para eso necesitas un presupuesto en publicidad y distribución similar, o incluso superior, al de rodaje; es decir, tirar montones de copias y copar las salas, porque la gente termina eligiendo por comodidad, y no por ambición artística, intelectual; por pasatiempo, y no por entretenimiento. Solo así, «obligando» a que vean tu película, puedes recuperar la inversión. La pescadilla que se muerde, etc.

      Ponferrada, qué gran ciudad… En fin, cuidado con esas adicciones. Aunque mejor que ser adicto al botillo…

      Besos

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