Mis escenas favoritas – Bud Spencer & Terence Hill

Muchas ocasiones se culpa a quien escribe de cultureta cinematográfico, de proselitista del celuloide y de mantener una actitud abiertamente despreciativa del cine popular. Para desmentir tal infamia, recogemos hoy una de las más bajas pasiones de este blog.

La pareja formada por el antiguo acróbata y gimnasta Mario Girotto (alias Terence Hill) y el ex-nadador olímpico Carlo Pedersoli (alias, Bud Spencer), comenzó su andadura en los westerns cómicos nacidos en Italia una vez iniciada la decadencia del género spaguetti-western. Hill, con una amplia carrera de héroe «serio» del western (sucedió a Franco Nero en muchas producciones interpretando al célebre pistolero Django), carrera seria iniciada en filmes como (nada más y nada menos) El Gatopardo, junto a Spencer, otro actor centrado en el cine de evasión, vieron en el western cómico una salida profesional en el momento en que las historias convencionales estaban perdiendo el favor del público europeo, que durante una década había adorado los westerns rodados en España o Yugoslavia. La pareja, nuevamente con gran visión de juego, fue capaz de salirse del género del western y repetir fórmula en otras temáticas y estéticas más actuales, y lograron sumar una fructífera carrera de títulos con sus clásicas películas de peleas a las órdenes de directores de serie B italianos como Steno, Sergio y Bruno Corbucci, o el clan Di Laurentiis.

Las escenas pertenecen a dos clásicos de su filmografía. La primera, Y si no, nos enfadamos, cuya acción transcurre en Madrid. No es la típica pelea, sino una escena de humor sin violencia de las que estas películas estaban también salpicadas. La segunda, es de cualquier otra película (quizá Dos super, super esbirros, pero no importa, porque todas son iguales). Las temáticas siempre son el enfrentamiento frente a un grupo de mafiosos de pacotilla (además, casi siempre encarnados por los mismos actores) en defensa de alguien más débil (orfanato de niños regentado por monjas, hogares del jubilado, colectividades indefensas frente a la extorsión). Con todo, siendo un cine tan abominable, quien escribe disfruta cada vez que le echa el ojo a uno de estos subproductos. Para que luego digan que aquí vamos de «exclusivos»: no cabe confundir la crítica a un producto con la crítica personal a quienes disfrutan de él, no cabe confundir la crítica objetiva con la crítica del gusto subjetivo.