Mis escenas favoritas: Dos superpolicías (I due superpiedi quasi piatti, Enzo Barboni, 1977).

Para descargar tensiones, pocas cosas mejores que asistir a una ensalada de mamporros de este par de golfos, Bud Spencer y Terence Hill, y proyectarla en la actualidad española y mundial imaginando a quién desearía darle uno un bofetón con la mano abierta.

Mis escenas favoritas: …Y si no, nos enfadamos (…Altrimenti ci arrabbiamo, Marcello Fondato, 1974)

Excelsa interpretación de una no menos excelsa partitura, en este simpático momento de una de las típicas comedias de golpes y porrazos de Bud Spencer y Terence Hill (Carlo Pedersoli y Mario Girotti), esta vez ambientada en España.

Música para una banda sonora vital – Django (Sergio Corbucci, 1966)

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El auténtico, el genuino Django, es hispano-italiano, y su autoría se debe a los hermanos Corbucci, Sergio y Bruno, el alma de spaghetti western en dura competencia con el mismísimo Sergio Leone. Protagonizada por Franco Nero, el éxito de esta película, prohibida en el Reino Unido por su carácter ultraviolento (de ella, ni más ni menos, extrajo Quentin Tarantino, además de una película del doble de duración que su inspiración, la famosa secuencia de Reservoir dogs donde le rebanan la oreja a un policía), dio origen a una saga en la que el personaje del pistolero que arrastra un ataúd y acaba con todo lo que se mueve fue interpretado por varios actores después de que Nero se hartara del papel y buscara abrir nuevos caminos en su carrera (con Luis Buñuel, por ejemplo, en Tristana, cuatro años más tarde). Entre ellos, el «mítico» Terence Hill, con el que la serie, cada vez más autoparódica, no tardaría en convertirse en otro tipo de saga muy distinta cuando coincidió en pantalla con Bud Spencer.

Tarantino también fusiló, literalmente, su música, obra de Luis Enrique Bacalov. Como homenaje, claro.

Mis escenas favoritas – Bud Spencer & Terence Hill

Muchas ocasiones se culpa a quien escribe de cultureta cinematográfico, de proselitista del celuloide y de mantener una actitud abiertamente despreciativa del cine popular. Para desmentir tal infamia, recogemos hoy una de las más bajas pasiones de este blog.

La pareja formada por el antiguo acróbata y gimnasta Mario Girotto (alias Terence Hill) y el ex-nadador olímpico Carlo Pedersoli (alias, Bud Spencer), comenzó su andadura en los westerns cómicos nacidos en Italia una vez iniciada la decadencia del género spaguetti-western. Hill, con una amplia carrera de héroe «serio» del western (sucedió a Franco Nero en muchas producciones interpretando al célebre pistolero Django), carrera seria iniciada en filmes como (nada más y nada menos) El Gatopardo, junto a Spencer, otro actor centrado en el cine de evasión, vieron en el western cómico una salida profesional en el momento en que las historias convencionales estaban perdiendo el favor del público europeo, que durante una década había adorado los westerns rodados en España o Yugoslavia. La pareja, nuevamente con gran visión de juego, fue capaz de salirse del género del western y repetir fórmula en otras temáticas y estéticas más actuales, y lograron sumar una fructífera carrera de títulos con sus clásicas películas de peleas a las órdenes de directores de serie B italianos como Steno, Sergio y Bruno Corbucci, o el clan Di Laurentiis.

Las escenas pertenecen a dos clásicos de su filmografía. La primera, Y si no, nos enfadamos, cuya acción transcurre en Madrid. No es la típica pelea, sino una escena de humor sin violencia de las que estas películas estaban también salpicadas. La segunda, es de cualquier otra película (quizá Dos super, super esbirros, pero no importa, porque todas son iguales). Las temáticas siempre son el enfrentamiento frente a un grupo de mafiosos de pacotilla (además, casi siempre encarnados por los mismos actores) en defensa de alguien más débil (orfanato de niños regentado por monjas, hogares del jubilado, colectividades indefensas frente a la extorsión). Con todo, siendo un cine tan abominable, quien escribe disfruta cada vez que le echa el ojo a uno de estos subproductos. Para que luego digan que aquí vamos de «exclusivos»: no cabe confundir la crítica a un producto con la crítica personal a quienes disfrutan de él, no cabe confundir la crítica objetiva con la crítica del gusto subjetivo.