Periodismo ‘noir’: Mientras Nueva York duerme (While the city sleeps, Fritz Lang, 1956)

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Lo primero que llama la atención de Mientras Nueva York duerme (While the city sleeps, Fritz Lang, 1956) es su excepcional reparto: Dana Andrews, Rhonda Fleming, George Sanders, Vincent Price, Thomas Mitchell, Ida Lupino y, entre los secundarios, Howard Duff, John Barrymore Jr., James Craig o Vladimir Sokoloff, entre otros. Lo segundo, es la estupenda combinación entre cine de intriga (con tintes negros), drama, romance y ambiente periodístico que desarrolla la historia a lo largo de sus 99 minutos de metraje.

El hecho criminal, los asesinatos de mujeres jóvenes y apetitosas cometidos por un psicópata (Barrymore), no son otra cosa que el pretexto para lo que le interesa contar al guión de Casey Robinson (inspirado en una novela de Charles Einstein), los cruces de caminos sentimentales y profesionales entre distintos personajes alrededor de un poderoso grupo de comunicación que incluye un periódico, una emisora de televisión y una agencia de noticias. La muerte de Amos Kyne, el carismático dueño del grupo Kyne, tiene lugar súbitamente, pero no antes de que haya podido aleccionar a sus redactores sobre la manera de tratar adecuadamente el caso del asesinato de mujeres para explotarlo convenienvemente en sus periódicos: bautiza al criminal como «el asesino del pintalabios», ya que ha dejado un mensaje de lectura psicoanalítica (el texto alude a la figura materna) pintado en la pared del apartamento de una de las víctimas con un lápiz de labios. La toma de posesión del asiento del dueño por su díscolo, irresponsable y vividor hijo Walter (Vincent Price) viene acompañada por su ocurrencia para hacer competir a sus empleados y lograr así exprimir hasta el límite la noticia. Crea un puesto de director ejecutivo que ocupará quien resuelva el crimen. Mark Loving, responsable de la agencia de noticias (Sanders), Day Griffith (Mitchell), editor del periódico, y Harry Kritzer (James Craig), redactor y responsable de fotografía e ilustraciones, compiten desde entonces por esclarecer su comisión. Situado al margen, Ed Mobley (Andrews), que disfruta de su fama de escritor tras haber recibido el Pulitzer y del éxito de su programa de televisión, idea junto a su amigo el teniente Kaufman (Duff) un arriesgado plan para encontrar al culpable: usar como cebo a Nancy (Sally Forrest), la secretaria de Loving, con la que acaba de prometerse en matrimonio. No obstante, la lucha profesional viene condicionada por las relaciones personales: Ed se compromete con Nancy, pero desea a Mildred (Lupino), redactora y esposa de Loving; este, a su vez, acosa abiertamente a Nancy; por otro lado, Harry mantiene una relación adúltera con Dorothy (Rhonda Fleming), la esposa del nuevo propietario…

La película teje así una red de heterogéneos elementos que confluyen en un único clímax: un asesino psicópata con frustraciones sexuales y sometido a una madre dominante; una aproximación crítica a la estabilidad matrimonial y a las relaciones de pareja, en concreto de las infidelidades de distinto signo a la rutina y el aburrimiento que preside el anodino noviazgo de Nancy y Ed; el uso del erotismo y el sexo para la consecución del éxito personal, social y profesional (así se adivina en los personajes de Fleming y Lupino, carnal, sensual, absolutamente voluptuosa la primera, más sofisticada y glamurosa la segunda); la lucha de jerarquías, maquinaciones, envidias y enfrentamientos profesionales en torno a los medios de comunicación; la tentación de caer en el sensacionalismo en la continua búsqueda por vender más ejemplares u obtener más audiencia, aunque sea a costa de explotar los detalles morbosos por encima del rigor informativo o de la verdad periodística…

Situada en el despegue de la televisión como medio de masas a mitad de los años 50, uno de los elementos más curiosos es el retrato del trabajo «artesanal» en el ambiente televisivo de los primeros tiempos. No obstante, la gran fuerza de la historia descansa en el clima puramente periodístico, tanto en la redacción, los despachos, la sala de teletipos y, en especial en las relaciones de poder y ambición entre sus paredes, como en los bares y en las largas madrugadas de copas. Continuar leyendo «Periodismo ‘noir’: Mientras Nueva York duerme (While the city sleeps, Fritz Lang, 1956)»