Un milagro insólito: Luz silenciosa, de Carlos Reygadas

La noche estrellada va poco a poco rompiéndose con la irrupción, al principio como una tenue cuña en el horizonte, de un débil resplandor, de un cada vez más fuerte y poderoso haz de luz que termina por teñir la oscuridad de tonalidades violetas y carmesíes que permiten adivinar el contorno de las nubes, la silueta de las montañas y de los árboles, hasta que por fin estalla el sol en un cielo límpido de un azul casi hiriente y la tierra ofrece profusamente su puzzle de sonidos, colores y aromas. Así, con el lento y pausado retrato de un amanecer, comienza Luz silenciosa, la insólita película del mexicano Carlos Reygadas, para trasladarnos muchos minutos después al interior de una casa, adivinamos que situada en una comunidad agrícola, en la que una populosa familia de aspecto nórdico o germano se dispone a desayunar a una hora temprana para comenzar fuerte el día. Los muebles son austeros, la casa es espaciosa pero ausente de lujos, y el vestuario de padres e hijos muy sencillo y funcional. Sus modales parecen contagiarse de ese ambiente, y el silencio, sólo roto por la oración previa y el ruido de cubiertos y enseres, lo domina todo hasta que arranca una conversación banal, en una lengua parecida al alemán o al holandés, sobre los propósitos de la jornada. Todavía transcurrirán muchos más minutos hasta que la acción de la película se traslade al exterior, una geografía que, a priori, choca con los lugares que solemos identificar con el aspecto ario y la lengua del norte o centro de Europa de la familia.

El principio de la película deja ya claro el tono y la forma de la historia que nos ofrece Reygadas: sencillo, directo, bellísimo, pero también rítmicamente denso, pausado, con un tiempo narrativo tan estirado, tan cercano al tiempo real, que deja la acción sostenida en la voluntad del segundero, que se inclina al lento paso del tiempo hasta casi casi dejarlo detenido. Con todo, a lo largo de una larga introducción vamos deduciendo el carácter y las circunstancias del particular mundo al que asistimos, y logramos hacernos una composición de lugar que nos coloca ante un mundo muy particular, en un extraño ecosistema tan cotidiano como irreal, tan vulgar como mágico. Durante muchos minutos, con una información que se desgrana sobre todo visualmente, pero también a través de unos diálogos economizados al límite y concentrados, principalmente, en asuntos triviales que invitan más que a entender, a adivinar, nos llegan pequeñas píldoras que nos permiten situarnos en una comunidad menonita de una zona rural de México, probablemente en Chihuaha, en lugar donde se encuentra el principal asentamiento de esta minoría cristiana en el país. Anclados en sus tradiciones, los miembros de este grupo religioso surgido en la Europa del siglo XVI como reacción a la persecución de los anabaptistas (minoría religiosa partidaria del bautismo sólo a edad adulta) en los Estados Alemanes gracias al sacerdote neerlandés Menno Simmons (para situarnos, su credo es pariente directo de los Amish nacidos en Suiza algún tiempo después), viven en comunidad conservando sus señas de identidad y sus vínculos con la Europa que abandonaron siglos atrás. Así, a pesar de encontrarse establecidos en México, viven en su propio microcosmos, en el que la arquitectura de sus casas, la fe que profesan la vida en sociedad o las relaciones que establecen vienen marcados por su herencia religiosa y cultural, exactamente igual que el resto de comunidades que viven esparcidas por Rusia, Estados Unidos o Iberoamérica (sobre todo Paraguay, México, Brasil y Argentina, países que acrecentaron su población menonita tras 1945 y la llegada de muchos refugiados alemanes, entre los que, obviamente, cabe suponer que se escondían múltiples criminales de guerra nazis). Por tanto, viven separados de los mexicanos, y sólo interaccionan con ellos cuando han de realizar alguna gestión administrativa o comercial que la propia comunidad no puede solventar (poseen sus propios comercios, sus clínicas y sus gasolineras, en los que los letreros y etiquetas conservan el alemán u holandés de origen, así como sus locales de ocio o sus propios servicios y suministros). En este contexto, nos sumergimos en el dilema que vive Johan (Cornelius Wall), el dueño de una granja, casado con Esther, padre de un montón de hijos y que, contra todos los mandatos religiosos y sociales de su comunidad, vive un apasionado romance con Marianne, otra miembro del grupo. Obviamente, la situación le provoca desasosiego e intranquilidad, se siente devorado por la culpa pero también por el deseo, y no es capaz de tomar una decisión, ni la avalada por la tradición de su fe, el abandono de su amante y la búsqueda del perdón de su esposa, sus hijos y el resto de sus convecinos, ni la obvia para ese mundo externo al que rehúyen, el divorcio y la búsqueda de cierta idea de felicidad con la mujer que ama. Johan sólo habla del asunto con su padre, un viejo predicador menonita que ve en lo que le ocurre la influencia del demonio, y con Zacarías, un amigo de siempre, que le recrimina su actitud de manera algo más comprensiva. Ambos le compadecen en su sufrimiento y le ofrecen el hombro para llorar y retractarse de su comportamiento, pero en sus palabras y en sus actitudes puede adivinarse también la envidia, la codicia hacia una debilidad que a Johan le ha valido la valentía para saltarse unos preceptos asfixiantes y represores de cualquier cosa ligada a la emoción, a los sentimientos o a los deseos.

La película, de una factura bellísima, de una utilización soberbia de la luminosidad, tanto de la luz natural como de las texturas visuales recreadas en los interiores, anda algo más floja en cuanto al manejo del tempo narrativo, convirtiendo una historia en realidad simple en un largo monumento visual de dos horas y media acrecentadas con un ritmo excesivamente pausado construido sobre cadenciosos planos secuencia (Johan conduciendo su coche filmado por la cámara situada en el asiento del copiloto, largos trayectos entre interminables campos de trigo y maíz, conversaciones fragmentarias salpicadas de dilatados silencios que la cámara aprovecha para escrutar las arrugas de los rostros, secuencias de paisajes y cielos sin medida) que, si bien transmiten una gran intensidad emocional, sobre todo en lo referente a la contención, y son un tributo a la inmensidad de la belleza que podemos encontrar en la naturaleza y en las cosas sencillas, también llega a conferir al filme una atmósfera hastiante, pesada, incómoda.

Un defecto, el de la pesadez, menor si nos dejamos llevar por la atmósfera sugerente, hermosa, casi hipnótica, de unas imágenes poderosas e intensas que acompañan a una contada de manera aparentemente plana pero que oculta demoledoras cargas de profundidad y que transita demasiado plácidamente hacia un final directamente emparentado con el clásico Ordet (La palabra), la obra maestra de Dreyer, en esa secuencia final en la que la blancura de la sala donde se halla el cuerpo inerte de la mujer contrasta con el riguroso luto de los asistentes al oficio religioso de su funeral, una estética luterana que podemos encontrar en las obras del director danés, en las de Bergman o en los cuadros de Hammershoi.

Una película sorprendente, magnética, que, a pesar de sus dificultades de seguimiento, de su incomodidad, ofrece una experiencia diferente, bellísima, de una sensibilidad exacerbada, punteada de momentos realmente sublimes, que, además de acercarnos a la realidad de unas comunidades que a día de hoy conservan un modo de vida muy diferente al impuesto por los dictados de la modernidad, nos invitan a plantearnos las sempiternas cuestiones de la culpa, el deber, la fidelidad, la vida en sociedad o el hecho religioso, al tiempo que transmite una carga de sensibilidad, un impacto tan grande y generoso, que la película no muere en su final, sino que deja un poso que continúa en nuestra retina mucho tiempo después, que la convierte en una cinta, con todas sus peculiaridades, realmente inolvidable.

30 comentarios sobre “Un milagro insólito: Luz silenciosa, de Carlos Reygadas

  1. Podría, compa Alfredo, suscribir una por una todas tus apreciaciones, dado que vengo a coincidir plenamente con ellas (y así lo plasmé en su día, tras ver la peli, aunque con bastante más torpeza formal, todo hay que decirlo…). No es cine fácil esta propuesta de Reygadas, no todo el mundo soporta el «tirón» sin removerse en la butaca, pero para los que disfrutamos con estos maneras de hacer, es un manjar de lo más exquisito. Ah, y una prueba de que aún se puede hacer (y se hace) buen cine; poco, desde luego, pero, ¿cuándo se hizo mucho y bueno…?

    Un fuerte abrazo y buen día.

  2. Nada fácil, en efecto, incluso huye de la facilidad cuando la tiene a tiro.
    Tienes razón, el buen cine nunca ha abundado, pero nunca como ahora se había dado la confusión de que la serie B ocupara el primer plano de la creación y el cine con mayúsculas fuera relegado en salas, televisiones, espacio en la crítica y en los gustos del público.
    Abrazos.

  3. Para mí fue toda una sorpresa que me mantuvo hipnotizada frente a la pantalla. Tempo lento para una historia increíble de una comunidad aislada y con sus propios códigos. Tempo lento para el día a día, para lo cotidiano, para que de pronto surja lo INESPERADO.
    Besos
    Hildy

  4. Alfredo: lo que falta ahora son críticos, o cronistas, de tu estilo en los medios. Sólo se habla de famoseo y, sobre todo, de dinero, recaudación, número de entradas vendidas. No creo que ninguna de las grandes películas europeas hayan tenido en su momento un recibimiento estelar. Están donde están porque existieron los de Cahiers de cinema y tantos otros crítico- escritores interesados en el cine como arte. un abrazo

  5. Cierto, Hildy, o te vas a los cinco minutos, o te quedas con ganas de más, así es.
    Besos.

    Tienes toda la razón, amigo Dante (me refiero a la miopía de los medios, no a que lo mejor para paliarla sea compensarlo con energúmenos como yo…): ya no se vive el cine, sino que el cine es otro pretexto para vivir el dinero y la publicidad. Y lo peor es que el cine europeo poco a poco va entrando en la misma dinámica. Pesimista soy, qué le vamos a hacer.
    Un abrazo.

  6. El tema que trata en el ambiente en que se desarrolla me parecen muy atractivo y me llama bastante. Pero lo de las dos horas y media me tira para atrás con el agravio que además recalcas de hacerse un poquito pesada. Ya te contaré…

  7. Me pasa un poco como a Marcos, pero la forma en que reseñas esta película para mí desconocida hasta hoy hace que la apunte en mi libretita de pendientes: será cosa de buscarla, porque seguro que en el cine no la veo; me llama mucho la atención esa dedicación a una minoría que se mantiene inconexa con su alrededor.

    Saludos.

  8. Vamos, apuntada queda Alfredo… Ya sabes que me interesan las personas y sus sentimientos, y esta peli, por lo que cuentas, parece tener mucho de los dos… Gracias una vez más de antemano…
    Besos
    Ana

  9. Ostras, si es tan lenta seguro que no la podría seguir.
    No deja de ser curioso que, seguramente los mejicanos aceptarán con gran normalidad semejante gueto de europeos mientras, a mí mismo, me producen inquietud, los de los grupos emigrantes.
    O sea, protestantes perseguidos por otros protestantes por una tontada como la de cuándo bautizarse…también es curioso. Y estúpido.
    Y mencionas a Dreyer, al que con una peli que nos pusiste le cogí gran simpatía. Lo recordé cuando vi, precisamente, la escena de un velatorio en la reciente película La cinta blanca.
    Puees para pasar tan pocas cosas en la acción de este film, me ha sugerido muchos temas. Me ha gustado el post.

  10. Pues sí, tiene mucho de eso, Ana, y no me parece mal que la apuntes, al contrario. Pero sé consciente de que no es fácil- Un poquillo de ritmo a personas y sentimientos no le iría mal.
    Besos.

    Pero, Carlos, ya sabes, que no se recela del inmigrante, sino del inmigrante pobre. Y estos, como manejan pasta, pues se asimilan tan ricamente, lo mismo que aquí se asimila sin dificultad a los futbolistas, por ejemplo, africanos, pero no a los de su misma nacionalidad que no tienen un duro y vienen «a quitarnos el trabajo».
    Sí, esas minucionas de liturgia religiosa son estúpidas, siempre lo han sido, pero también lo es la Trinidad, por ejemplo. Por eso los católicos inventaron el dogma de fe: o te lo crees, o a la hoguera. Eso sí es democracia y raciocinio.
    «La cinta blanca» tiene un aire a Dreyer también, cierto. Un gran director, si tienes oportunidad de ver cosas de él no la desaproveches. Vale mucho la pena, aunque como tipo era bastante particular.

  11. Hombre, lentita es. Pero aburrimiento y rapidez no son antitéticos; lo único que cambia son los puntos de interés, y si se encuentran, la velocidad y su percepción se ajustan a ellos. Y yo creo que aquí hay puntos de interés que, no siempre, lo consiguen.

  12. Venía a decirte que tus premisas y tus conclusiones son subjetivas, y que no las comparto(ja,ja).
    La verdad es que a mí esta pelicula me defraudó bastante. Tenía mucho interés en verla, y tal vez eso condicionó mi decepción.
    Se me hizo bastante lenta y pesada y no creo que sea esa maravilla que afirmáis que es. Pero para gustos los colores, como siempre.
    Un saludo.

  13. No se trata de gustos. Los problemas de la película son obvios; sus virtudes, también. La cuestión es si compensa o no. Y no es fácil de determinarlo porque antes de decidirlo uno quizá se haya cansado ya.
    Pero es una prueba de que ficción y mentira no son sinónimos.
    Saludos.

  14. Se trata de gustos, Alfredo. Otra cosa es que el gusto de uno esté más o menos educado, siga o no ciertas tendencias por afinidades emotivas, culturales, o responda a criterios o cánones establecidos acerca de qué es bueno o malo como obra artística.. y el debate sería interminable, así que lo dejo. A mí me cuesta mucho cansarme de una peli (fíjate que aguanté la primera de Piratas (ja,ja). Pero con esta peli había otra historia personal que igual condicionó su visionado.
    Acerca de lo último…
    No creo que lo sean. Y si has leído bien el post, te darás cuenta de que para mí esas mentiras son totalmente verdaderas… Pero vamos, queda mucho mejor escrito «una mentira de…» que «una ficción de…» Le da más dramatismo al texto. Es como usar o no una cagada de caballo en el western que dirijas. Tú eliges (ja,ja).
    Un saludo. Gracias por comentar (aunque fuera indirectamente).
    PD: Por cierto, una vez te pedí… ¿Dónde está ese post en el que te puedo ver actuando? Como te dije en aquella ocasión.. ¿No me harás revisar todo tu blog?

    Y para finalizar. Tienes un blog muy majo y tus reseñas están muy bien (aunque a veces no esté de acuerdo). Si no paso más a menudo es porque ya sigo demasiados, y no llego a todos.
    Otro saludo.

  15. En absoluto. Se trata de gustos cuando uno habla de uno mismo, y no de la película, cosa que, dicho sea de paso, hace casi todo el mundo. El debate sólo es interminable porque se insiste en partir de la persona, no del producto.
    Es que no se trata de mentiras verdaderas ni de verdades mentirosas, se trata de que el ser humano necesita de la ficción, sea mentira o no. No comparten naturaleza porque sus condicionantes, sus objetivos, son diferentes. Una película de ficción puede ser mentira o no; una mentira puede ser ficción o no.
    Yo también te leo de vez en cuando, pero es lo que dices, que no se da abasto.
    No hace falta que revises todo el blog para encontrar la escena. Pincha en «Mis escenas favoritas» o busca «El bueno, el feo y el malo». Pero «actuar» es una palabra muy fuerte para lo que era…
    Saludos.

  16. Ummmm. Me tengo que poner a estudiar y no tengo tiempo para esto… Pero no sabes la pena que me da…. En serio. Me encantaría estar aquí «discutiendo» contigo sobre esto..

    Brevemente. Cuando uno habla de la película, aunque se atenga a cosas como el ritmo, la iluminación, los planos, las interpretaciones o todo aquello que quieras catalogar como «objetivo» del film o producto… no está dejando de hablar de uno mismo.
    Porque esto es arte (e industria… curioso que escogieras el término producto) no una ciencia, en la que las cosas puedan «medirse» objetivamente (y ni aún así)
    ¿No pensarás que yo he dicho que el ser humano no necesita de la ficción, no? Vamos, no creo que haya dicho semejante cosa, porque no lo pienso en absoluto (por coger tu inicio).

    Sobre lo de ficción, mentira y demás… Me alargaría demasiado, y son matices en realidad. Vamos, que ahí coincido contigo.
    Vaya! Me alegra saber que me lees alguna que otra vez…
    Y ahora, antes de mis obligaciones, voy a ver ese vídeo.

    ¿Es una broma? Creía que habías participado en un corto o algo parecido. Si me explicas, porque reconozco que estoy perdido.
    Un cordial saludo.

  17. No estoy de acuerdo: la cuestión es diferenciar la calidad del gusto. La crítica o el comentario no tienen sentido de otro modo. Si la «objetividad» y el gusto estuvieran relacionados o fueran de la mano: ¿cómo explicas que a todos nos gusten algunas películas-bazofia y que a todos nos repelan verdaderas obras maestras? Creo que en tu reflexión confundes educación, convención y gusto propio. Demasiadas cosas juntas, me temo, y ninguna propiamente cine. Por eso, porque no hablamos de matemáticas (la mayor convención de todas), precisamente.
    Lamentablemente (o no), lo de la actuación es una broma, un gag de presentación de un evento con un amiguete. Nada más. Puedes estudiar tranquilo.
    Saludos.

  18. ¿Cómo voy a estudiar tranquilo si no haces más que «incitarme» desde aquí? (ja,ja).
    No te confundas, que no me confundo. El gusto no nace, se adquiere o podríamos decir, se educa (mal o bien).
    Y vamos a ver… yo puedo apreciar la calidad de una película y no gustarme, es cierto. O al revés, apreciar la escasa calidad de un film y pasármelo pipa con él… pero en ambos casos …
    hablamos del «gusto» propio de cada uno, que se ha ido definiendo, educando y aceptando como válido para medir…pero que es tan válido como el «criterio objetivo» de cualquier otro.
    Vamos, llega un punto en el que todo esto es totalmente subjetivo.. pero como me parece que no vas a estar de acuerdo, lo dejo definitivamente, que he soltado muchísimo y además no sé si me entiende y alguno se va a confundir (ja,ja).
    Un último saludo, Alfredo. Ya pasaré mañana a leer tu contestación… pero no te responderé que ya te digo que esto se alargaría mucho (en próximas entradas y sobre otras pelis sí).
    Un abrazo.
    PD: Un placer disentir en tu blog.

  19. Por supuesto que el gusto se educa, pero eso no tiene nada que ver con la cuestión del debate. Con un símil se entiende mejor: puede gustarte una tortilla sin el huevo cuajado, y eso no evita pensar que la tortilla está mal hecha (incluso puede ser perjudicial); del mismo modo, puede repugnarte un plato que tenga sus ingredientes bien mezclados y preparados: que no te guste no quiere decir que esté mal cocinado. En todos estos aspectos se mezcla la educación propia, el gusto y la convención, pero tú eludes constantemente hablar de elementos, objetivamente constatables, presentes en una obra -o en un plato- que están ahí en una forma y con un fin te gusten o no. Tú mismo lo distingues, pero luego eludes la razón de la distinción reduciéndolo todo al gusto. Y ahí está el error. ¿Puedo decir que algo es bueno sólo porque me gusta? ¿El tabaco es bueno? ¿Puedo decir que algo es malo sólo porque no me gusta? ¿Las verduras en el caso de los niños? Para mí es una obviedad como un castillo; el problema es que muchas personas (y no quiero particularizar porque en este caso sí es algo educacional, convencional, edifican su autoestima y su punto de relación con y/o aceptación de los otros en función de los gustos, y no de la calidad, y sobre esa base se construyen grupos humanos, convenciones o incluso religiones, de tal manera que eres o no aceptado según lo que te gusta, y necesitas que algo te guste para ser aceptado, y ahí entra la educación del gusto, a veces teledirigida. Por eso, entre otras cosas, tenemos la tele que tenemos, por ejemplo.
    Vamos, que estudiar es objetivamente bueno, aunque no te guste. No sé si me explico.
    El placer es mutuo.
    Abrazos.

  20. Ay!
    Me ha gustado mucho este último comentario tuyo. Está muy bien planteado y el símil que utilizas queda muy bien…pero se puede aplicar de otras formas. Y como de cocina sé menos aún que de cine, no me meteré en ese jardín.

    ¿Eludo hablar de elementos objetivamente constatables? ¿Cuáles? ¿las interpretaciones? ¿el guión? ¿la evolución de los personajes? ¿los diálogos? ¿el raccord? ¿el uso de la cámara? ¿la fotografía? ¿la música y su función en las escenas?

    Sobre tus preguntas. No sé… Cuando algo no te gusta tú no dices que es malo, lo incluyes directamente en la casa de los horrores (ja,ja). En mi caso, prefiero no hablar sobre ello, porque puedo pensarlo, pero sé que a pesar de que apoye mi argumentación sobre elementos «objetivamente» constatables (que incluso pueden coincidir con los tuyos) no pueden aplicarse a algo digamos artístico, o no pueden aplicarse tan rigurosamente como planteas, porque el arte no puede captarse científicamente como hacen la ciencia. Así que si una película tiene malas interpretaciones, fallos de raccord, montaje, mala fotografía, errores de sonido (estoy exagerando, claro), pero tiene otras cosas, no sé, algo, no voy a precisar, que hacen que una parte del público las disfrute… no voy a entrar en si son mejores o peores. Para ese tipo de cosas hace tiempo que prefiero emplear el término «favoritas».
    De todas formas, desde Y ahí está el error. hasta abrazos… me ha encantado el texto. En serio. El símil era bueno, pero ahí, te has superado, y me has superado. Así que estudie o no, dejo definitivamente esta discusión, porque no puedo disentir de esa parte que has apuntado.
    Otro abrazo.

    Pero por algo que me está pasando ahora …
    ¿Estudiar es objetivamente bueno…? Depende. Igual no lo es en un contexto o lugar determinado, o en momento dado. Aunque te guste. No sé si me explico. Más que «estudiar», prefiero «aprender» (con estudios o sin ellos), como tu «ficción» a «mentira». Y sí, no son sinónimos y no te embarques en otra discusión, es una forma de expresarse.

    1. Pues sí, elementos objetivos, pero nunca matemáticas: o sea, no busques categorizaciones, etiquetas; hoy en día estamos saturados de ellas. En cada trabajo, incluso en cada escena, esos elementos varían. Puede haber escenas estupendas y penosas seguidas una de otra, o no. No caigas en la manía de compartimentarlo todo. Todas las que citas pueden serlo, o no. Eso depende siempre de la película, de ahí que aquí el gusto no pinte nada.
      La tienda de los horrores es una sección de crítica destructiva con humor. Hay miles de cosas que no me gustan y que no aparecen ahí, de la misma forma que miles de cosas que me encantan no aparecen reseñadas positivamente en el blog.
      El arte no es un insecto para ser observado con microscopio, pero sí tiene reglas, y sí hay formas correctas de hacer las cosas, aciertos y errores, metidas de pata y momentos sublimes y patéticos, independientemente de a cuánto público le guste o cuánto recaude. Fíjate en lo que dicen los cineastas de sus propias obras, incluso los más pagados de sí mismos. Esto se aprende escuchando a los que saben. El arte existe per se, tenga público o no; el gusto de la mayoría, generalmente homogeneizado a la baja (por comodidad, no sólo por desidia o falta de preparación) o el dinero de taquilla no convierte un producto en bueno. Los símiles que te he puesto son incontestables: la pregunta es, ¿por qué en el arte va a ser distinto de la gastronomía? Tampoco ésta es una ciencia…
      En cuanto a estudiar y aprender, tienes razón, pero te ofrezco otro símil: ¿qué es mejor, «aprender» anatomía o «estudiarla»? Para mí está claro.
      Abrazos.

    1. Bueno, Francisco, ésta hay que tomársela con calma, alma y paciencia. Puede cautivarte y mantenerte pegado a la pantalla o bien asquearte a los diez minutos. Para saberlo hay que verla; yo te animo a probar.
      Abrazos.

  21. Lamento decir que parecio una pelicula muy mala, muy lenta.
    Les puedo asegurar que note bastante morbo en la misma y al poco tiempo de empezar ya habia deducido cual seria la fotografia del final.
    Carente de idea, de libreto, de musica, de actuacion de los protagonistas, incluso hasta se repite una imagen de un automovil cruzando de derecha a izquierda; tiene problemas de sonido en las voces y muy buen sonido en los motores ( por ejemplo), la traduccion es mala, con malos signos de puntuacion, el vestuario no esta definido y no indica la epoca en que se desarrolla, tal es asi que aparece un sujeto con una PROPAGANDA de ford en su espalda con una camioneta muy moderna.
    Si a algunas escenas de esta pelicula las presente algun estudiante de cine en algun trabajo practico seguro que lo reprueban
    En definitiva es una mala pelicula a la que la critica sobrevaluo, vaya uno a saber el motivo ( dinero??).
    Estoy seguro que nadie es capaz en este instante de recordar a los actores.
    Una pena de pelicula.
    Junquillo

  22. Creo, Junquillo, que juzgas la película desde una perspectiva parcialmente errónea. No, obviamente, en cuanto al gusto personal: si no te gusta, pues ya está. Pero me extraña mucho ese poder deductivo sobrenatural excepto si la consideras un remake de «Ordet» y, por otro lado, la película no está ni carente de ideas ni de guión, mientras que la ausencia de música y la forma de dirigir a los actores es deliberada. Insisto, puede gustarte o no, pero no es algo que esté mal hecho. Lo mismo ocurre con la banda sonora elegida, que intenta ser realista, sin nada que parezca editado. Repito, te gustará o no, pero es deliberado, busca una idea muy concreta, aunque la consideres equivocada, y por tanto no es un error. Igualmente respecto a los paisajes, el vestuario, la elección de actores no reconocibles (¿qué problema hay en que sean anónimos?
    A lo que voy es que no se puede tachar una película de «mala» o de «falta de ideas» cuando se percata uno de que los códigos y las ideas que maneja, aunque no nos gusten, están ahí.
    En definitiva, a veces no hay malas películas, sino públicos malos o, en este caso, simplemente, público que no entra en la película y se limita a examinarla desde fuera.

    1. No he querido ofender a nadie, esa es mi opinion sobre la pelicula y creo que siguiendo el razonamiento de 39escalones podemos decir que no existen peliculas malas ya que todo lo que se observe en ellas es adrede y que puede o no gustarnos.
      Entonces me pregunto En que se basan para premiarlas?
      Cual es el motivo que se premia por separado los guiones, la banda sonora, el vestuario etc etc.
      En este casos (sic) debo decir que entre de tal modo en la pelicula que me permitio observar en la muñeca derecha del actor un reloj pulsera sumamente moderno y lujoso, contrario al modo de vida que presenta y estoy seguro que eso no es provocado por el director, son detalles que se escapan ( como el del mismo auto de derecha a izquierda).

      Con respecto a la idea no la he encontrado.

      1. En absoluto, Junquillo, sabía perfectamente que era eso lo que ibas a alegar, y es erróneo. Reygadas cuenta su historia desde dentro de una comunidad religiosa muy concreta, con unos valores y ritmos de vida muy concretos, en los que se mezcla esa modernidad con la austeridad. La película no hace sino asumir todo ese bagaje ideológico-estético para utilizarlo como vehículo de su narrativa, esto es, para contar «desde dentro» su historia, no limitándose a presentarla a un espectador ajeno. Y eso ocurre en este y en otros muchos casos, pero no en las «malas películas» que carecen de intencionalidad o ambición narrativa. Repito, puede gustarte o no, pero las objeciones que planteas son peros propios, no defectos intrínsecos al filme como sí pueden serlo el ritmo lánguido o una mala interpretación. Repito, que no haya música o que los actores sean desconocidos no es un defecto.
        Respecto a la idea, te remito al texto. Yo creo que está muy clara.

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