Música para una banda sonora vital: Crueles intenciones (Cruel Intentions, Roger Kumble, 1999)

Bitter Sweet Symphony, todo un clásico moderno de la banda The Verve, basado a su vez en un tema de The Rolling Stones, cierra esta traslación al mundo de los niños pijos del Manhattan de finales del siglo XX de Las amistades peligrosas, la obra inmortal de Choderlos de Laclos. Muy lejos del nivel de calidad de las adaptaciones de Milos Forman y Stephen Frears, contó con el favor general de la crítica y la aceptación del público joven, atraído por algunos de los nombres de su reparto, y a pesar de la desastrosa dirección de Roger Kumble, que debutaba en la pantalla grande y cuya carrera no ha llegado a ningún lado. Un poco como los intérpretes de su película, y también como The Verve, de los que poco más se supo.

4 comentarios sobre “Música para una banda sonora vital: Crueles intenciones (Cruel Intentions, Roger Kumble, 1999)

  1. La novela es extraordinaria. Una obra maestra del género epistolar. No sé si ahora se podría escribir una historia similar a base de emoticonos o en Tik Tok. La verdad, no me apetece averiguarlo.

    No he visto esta película pero sí las versiones de Forman y Frears. No son de las mejores de sus directores. “Las amistades peligrosas” se goza mucho mejor en formato de libro por tratarse de esa brillante ejecución a través de cartas. Por cierto, el divino Marqués de Sade le encantaba este libro.

    Cuando vi por primera vez este vídeo hace ya… bueno, dejémoslo estar, me dije: “Joder con Richard Ashcroft; es un maleducado.” Ya ha pasado bastante tiempo y ahora soy yo quien camina así por las calles de Mataró.

    Abrazos mil y buen finde.

    1. Bueno, de emoticonos, no sé, pero que hay novelas recientes (algunas incluso aplaudidas) que incluyen mensajes de teléfono móvil o emails, es seguro. No es algo que a mí me interese mucho ni que me guste, bastante tengo con sufrirlos cotidianamente, pero se dan.

      Siempre he interpretado el vídeo como un augurio de la carrera musical de este grupo, pero tú vas más allá, es un augurio nuestro, en general. Seguramente producto de tanto emoticono y tanto Tik Tok.

      Abrazos

  2. Se me olvidaba: tampoco existe una versión decente de «Drácula» de Stoker. Solo se hicieron películas de draculillas engominados que parecían más cantantes de tango que de no muerto apestoso como es el de Stoker. La novela es epistolar y Drácula no sale en todo momento. Recuerdo hace muchos años que vi una reposición en el cine de “Drácula” (1958) de Terence Fisher. Junto a la de Tod Browning de 1931 con el cantante de tango Bela Lugosi no me desagradaron, pero no eran el Drácula literario que sí me dio miedo cuando la leí. De la de Coppola nunca he querido hablar. Hay muchos defensores y lo respeto, pero a mí no me gustó nada. Hubo momentos que me pareció ver uno de esos anuncios de perfumes en campaña Navideña. Incluso estuve buscando al maquillador de Gary Oldman, sobre todo al que diseñó su peluca para llenarlo de insultos.  Pues bien, en el cine viendo la de Fisher alguien se dejó ir, es decir, lanzó una flatulencia silenciosa que son las peores para el olfato. La gente empezó a quejarse. Preguntaban quién había sido como si el causante de aquella indecencia se diera a conocer por el simple hecho del imperativo de los demás. Me quedé asombrado porque el sátrapa empezó a reír diciendo: “Solo he puesto el efecto especial que le falta a la película.” Me di cuenta de que el guarro había leído la novela. Puedo decir que vi en el cine la película de Fisher con el olor original del verdadero Drácula.

    Más abrazos.

    1. El problema con Drácula, como bien sabes, es que las primeras adaptaciones, legales e ilegales, beben más de tratamientos posteriores a la novela, obras de teatro destinadas a la representación que, como en el caso de Sherlock Holmes, terminaron de perfilar el personaje con características y connotaciones que no eran propiamente las del autor y que los convirtieron en iconos reconocibles para quienes no habían leído las fuentes. Siempre que una adaptación ha pretendido ser «fiel» al original literario (las de Jesús Franco, John Badham y Francis F. Coppola, por ejemplo), resulta que están llenas de patadas y de tergiversaciones, a veces hasta de lo más groseras.

      A mí la de Coppola me parece visualmente una bizarrada excesiva e innecesariamente operística, de una grandilocuencia y una ostentación pretenciosa que me sacaba continuamente de la historia. En cuanto al maquillador de Gary Oldman, creo que se inspiró en la estética de Esperanza Aguirre.

      Desde luego, siempre me ha parecido que tiene que haber límites en todo, incluso en la cinefilia, sobre todo cuando se comparte con otros en el mismo espacio físico.

      Abrazos

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