Cine para pensar – Celebración

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Pasado el tiempo, el tan manido movimiento Dogma 95 se ha quedado más bien en un recurso publicitario. La mayoría de aquellos mandamientos recogidos en el manifiesto (rodaje en exteriores con cámaras de mano, con luz natural, sin música o efectos especiales, sonido directo, ausencia del director en los títulos de crédito, etc.) se incumplieron sistemática y conscientemente desde las primeras obras del movimiento. Con todo, los directores adscritos a esta línea, lograron crear algunas de las mejores películas europeas de los últimos años, como Rompiendo las olas, la pequeña y resultona comedia romántica Italiano para principiantes, o esta Celebración (Festen).

De ellas es esta última la que alcanza mayores cotas de calidad. En 1998, el director Thomas Vinterberg buceó en los oscuros secretos de familia para exponer las duras contradicciones que este concepto, la familia, encierra: los amores enfermizos, los odios viscerales, los rencores arrastrados durante años, la crónica hipocresía, la infidelidad, los celos, es decir, todo aquello cuya existencia jamás sería reconocida por esos llamados Foros de la Familia que quieren tiranizar la moral a su antojo.
El planteamiento de la película resulta, a priori, sencillo: una gran familia se reúne en un palacete de campo convertido en residencia para celebrar el 60 cumpleaños del patriarca, justo cuando hace apenas unos meses que su hija mayor, que además tenía un hermano gemelo, se suicidara en ese mismo palacete, en extrañas circunstancias y cuya presencia se siente en cada plano rondando por los pasillos y las habitaciones. Además, un oscuro secreto vibra latente en los padres y los hermanos, condicionando sus relaciones, un perpetuo tira y afloja, hasta que uno de ellos no pueda soportarlo más y lo ponga sobre la mesa. A partir de ahí, se suceden continuos enfrentamientos entre hermanos, padres e hijos, primos, tíos, etc., cargados de mordacidad, violencia verbal, o física incluso, y desesperación. Desde el primer momento de la película destacan los estereotipos familiares que no ocultan los vicios que se esconden tras ellos: el hijo mayor razonable y trabajador pero a punto de estallar, el padre bonachón que oculta un pasado vergonzoso, el hermano que habla a gritos a su mujer a la menor ocasión y que en realidad es un mujeriego e infiel por naturaleza, la hermana que duda si debe presentar en sociedad a su novio, que es negro, la sensual cuñada que sin embargo está insatisfecha, que prefiere el sexo con mujeres e intenta seducir a la camarera, los familiares, encabezados por la madre, que prefieren mantener la hipocresía, una apariencia de amor y armonía y pasar por alto las mentiras y las rivalidades familiares, haciendo la vista gorda con lo imposible y siendo indulgentes con lo imperdonable…
¿En qué familia no hay secretos? ¿En qué rincón del árbol genealógico se esconde la traición, el odio, el secreto, el rencor, la ruindad, los celos? Historias del pasado que vuelven al presente, amnesias de corto recorrido, anestesias selectivas, viejas historietas de un tío abuelo o de un bisabuelo, mazos de fotografías en sepia o blanco y negro con caras que ya no están, que vivieron como nosotros y cuya vida no llega a desaparecer del todo mientras recordamos cosas de ellos, buenas o malas.
Es un psicodrama magistralmente escrito y mejor ejecutado, que nos ofrece una magnífica historia más allá de que haya sido rodada cámara en mano o cumpliendo e incumpliendo tal o cual mandamiento del Dogma. Su visión es perturbadora, y nos lleva a una reflexión pertinente acerca de cómo son nuestras relaciones con aquellos con quienes convivimos, hasta dónde llega el amor, dónde empiezan los rencores o los celos, cuánto hay de interés o de anestesia en nuestro devenir diario con quienes compartimos los genes o los afectos, y sobre todo, nos presenta un retrato de la familia descarnado, como fuente de mucho de lo bueno que nos rodea, pero también como continuo foco de conflictos, discusiones, posiciones enfrentadas y odios enconados, y cuyo único eslabón salvador es un amor, una inocencia, que cuando se rompen ya no pueden recuperarse jamás, aunque los barnicemos de desmemoria o de falsa concordia. Un camino sin retorno y sin redención.

6 comentarios sobre “Cine para pensar – Celebración

  1. Efectivamente, estoy de acuerdo contigo en lo del movimiento Dogma, se convirtió en una etiqueta, que incumplía una buena parte de sus dogmas.
    Si tuviera que hacer una lista con mis 10 películas favoritas, Festen estaría entre ellas en la parte alta. La primera vez que la vi no pude evitar el volver a verla al día siguiente. Magistral la dirección, el guión y los actores.
    Cuando Christian pronuncia el discurso que se suponía iba a ser de homenaje en el cumpleaños de su padre, y relata las atrocidades que éste cometió contra sus hijos, el espectador inmediatamente se pregunta y qué demonios va a pasar ahora, qué va a decir el patriarca pederasta. Sólo puedo decir a aquellos que no la hayan visto que no se pierdan de ninguna manera la oportunidad de disfrutar de este monumento cinematográfico.
    Saludos

  2. Esta película es una auténtica eclosión emocional, vibrante, emocionante, y, para ser una película sobre cuestiones familiares, llena, repleta de suspense, y además, del buen suspense, de ese que te tiene atado a la silla y que no te deja respiro hasta el final.
    Además, como el comienzo de la película es un auténtico bombazo enmedio de un paisaje y un lugar de lo más apacible, el contraste te mete de lleno en una poderosa narración sin aliento.
    Absolutamente recomendable y prioritaria para quien no la haya visto.
    Un saludo

  3. Lo cierto es que no es tanto como «Celebración» o «Rompiendo las olas», pero a mí me resultó simpática y un tanto atípica, desde luego muy alejada de las gansadas romanticonas que filman en Norteamérica o en Gran Bretaña, que son auténticos pasteles intragables.
    Besos

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