El Gran Hermano nos observa: Dossier 51

Película extraña, magnética, absorbente, desconcertante, inquietante y, finalmente, terrible. La adaptación que realiza Michel Deville de la novela de Gilles Perrault es toda una rareza propia del cine de los setenta. Y no sólo en cuanto al particular estilo de Deville en la dirección ni a la forma en la que encara la peculiar historia que se cuenta, sino por la propia naturaleza de su protagonista: nos encontramos ante un personaje ausente, lejano, ajeno a toda empatía o identificación con el espectador, al menos a priori, poco más que una cara y una recopilación de datos. Y una historia a su alrededor que, en apariencia rutinaria y burocrática, deviene en horripilante. Sabemos quién es, su rostro, sabemos hasta la última de sus peripecias vitales, sus secretos de familia, su perfil psicológico, sus reacciones a cualquier estímulo, sus opiniones sobre los grandes temas o sus ideas políticas. Incluso sabemos cosas que él no sabe, como por ejemplo, que su mujer le ha engañado sistemáticamente durante años. Pero no sabemos quién es, que se esconde tras el nombre de Dominique Auphal.

Se trata de un diplomático francés cuya vida, aparentemente feliz, ha discurrido en tranquilos destinos profesionales (Madrid, Estocolmo, Rabat, Luxemburgo), en los cuales ha ido haciendo mudos méritos que le han servido para ascender poco a poco en su oficio hasta ser elegido como miembro de un importante organismo internacional de supervisión del desarrollo del Tercer Mundo. Ello puede ser la puerta a una futura brillante carrera, pero de momento tiene una consecuencia imposible de prever. De repente, Auphal se convierte en el nombre para un archivo: 51. Auphal-51 es un hombre observado, vigilado las veinticuatro horas, y su vida se convierte en objeto de estudio para un grupo paragubernamental que pretende utilizarle como medio para influir en el organismo del cual va a formar parte y obtener así vía libre para sus proyectos y un beneficio para sus objetivos. Utilizando conexiones con los servicios secretos y modos y maneras del espionaje al más puro estilo de James Bond, la vida de Auphal es desmenuzada hasta sus últimos recovecos: la historia de su familia, su nacimiento, la muerte de sus padres, las vivencias durante la Segunda Guerra Mundial y el servicio militar durante la independencia de Argelia, sus estudios, sus amores, su matrimonio, su relación con su esposa, el nacimiento de sus hijos, su trayectoria profesional… Y lo más importante para quienes buscan información con el fin del chantaje: secretos, mentiras, datos ocultos con los que poder influir en la voluntad de su víctima.

Así sabemos que la esposa de Auphal le es infiel, que un oscuro trauma familiar subyace bajo su apariencia de profesional capacitado y juicioso, algo profundo e íntimo que llega a afectar incluso a su identidad sexual, y averiguamos que su vida no es más que una farsa. El trabajo está hecho, el análisis psicológico a la vista de toda una vida documentada apunta al medio por el cual Auphal puede ser dominado: pero nadie puede controlar el destino.

La película constituye un documento formal impresionante. No está narrada al modo clásico de planteamiento, nudo y desenlace a través de cada una de las dramatizaciones necesarias para construir la historia de 51, sino que se cuenta desde el punto de vista de los investigadores. Su sustrato no lo constituyen escenas y secuencias convencionales, sino un acopio de vídeos, fotografías, escuchas ilegales, seguimientos callejeros, infiltración de agentes, cámaras ocultas, reuniones del personal de investigación para compartir datos y establecer directrices de averiguación… Todo ello con Auphal de fondo, de oídas o a distancia, nunca como protagonista de una escena por sí mismo. La diversidad de formas, ritmos, estéticas y soportes a través de los cuales la película se acerca a la figura de un personaje ficticio, recuerda, por un lado, a la sistemática documental, mientras que por otro supone una apasionante crónica de investigación en torno a un individuo, que incluye todos los aspectos de su vida profesional y personal.

Por otro lado, con muy poquitas excepciones (la antigua amante de 51 y el jefe del equipo investigador), el resto de los personajes queda limitado a su presentación como una voz, un perfil o un nombre en clave, sin caras, sin acción, sin identificación más allá de su labor como miembros de un equipo de investigación en la sombra. La película se convierte así en un film atípico, en el que la acción resulta verdaderamente estática (casi una observación) mientras que los personajes, simplemente, no existen, se limitan a una recopilación de datos en cuanto al protagonista se refiere y a la más radical opacidad respecto a los investigadores, de los que no se conoce ningún rasgo de su personalidad y sólo en un puñado de casos tiene rostro completo y reconocible.

Utilizando una amplia gama de ricos recursos narrativos que van desde la cámara en mano a un inteligente uso del sonido como vehículo de intriga y de información al espectador, la historia se nos cuenta a través de un puzzle de imágenes, grabaciones de audio, fotografías, testimonios de antiguos conocidos de Auphal mostrados con cámara subjetiva, sin una sola escena concebida en una narrativa directa o dramatizada. Si bien en este aspecto resulta una película fría y distante, burocrática y procedimental, constituye sin embargo un apasionante relato de investigación, una crónica despiadada sobre la sociedad de la información, y un alegato demoledor sobre las contradicciones y los límites del derecho a la vida privada supuestamente protegido por la ley.

El año de su filmación, 1978, responde precisamente a un clima desestabilizador instalado en las sociedades occidentales tras fenómenos como el caso Watergate ya tratado en películas como Klute, de Alan J. Pakula, o La conversación, de Francis F. Coppola, un periodo enfermizo de miedo inoculado en la sociedad a través del tratamiento de asuntos relacionados con la Guerra Fría y siempre con la seguridad como excusa para un mayor control de las actividades de los ciudadanos a través de mecanismos ajenos a la supervisión legal y judicial. Una sociedad paranoica y angustiada, aprisionada por intereses que escapan a cualquier Constitución o código legal y ante la que el poder no vacila en utilizar todos los medios, legítimos o no, a su alcance a fin de conseguir sus fines. El final de 51 es el final de una sociedad en la cual las libertades y los derechos son sólo nominales. Deliberadamente, Deville omite en la película la naturaleza, los objetivos o los intereses del grupo investigador y de quienes los sustentan. Estamos bajo el ojo del poder, las nuevas tecnologías no son más que migas de pan a través de las que seguir nuestro rastro sin que lo notemos y evaluar así nuestro comportamiento, nuestros gustos o el sentido de nuestro voto. Alguien vigila, pero no es precisamente para nuestra protección: la información es poder; el auténtico poder no se somete a ninguna ley.

22 comentarios sobre “El Gran Hermano nos observa: Dossier 51

  1. Ví esta peli hace algún tiempo, compa Alfredo (creo recordar que la emitió el canal Cinemateka, si la memoria no me falla -que, últimamente, lo hace más de la cuenta, hasta el mismo borde del cadalso y su ascensor…-), y sí que resulta impresionante, y causa mucho desasosiego, su despojamiento formal, su frialdad. No es una obra maestra, quizá, pero sí que es una peli diferente de todas, todas…

    Un fuerte abrazo y buena semana.

  2. Búscala, amigo Dante; aunque, quién sabe, viendo de qué va, quizá te encuentre ella a ti…

    Tranquila, mi querida Hildy, lo bueno, si doble, cuatro veces bueno. No es una película fácil, sin estrellas, sin un argumento y estructura convencionales. Pero quizá por eso valga más la pena que otras.
    Besos.

  3. ¡Y que todo haya terminado en un asqueroso reality show para televisión!. En fin, no la he visto pero sabía de su existencia y es de esas películas que tenía pendientes hace mucho tiempo. El tema es muy bueno y por lo atípica que parece merecerá la pena su visionado.

  4. Pero esto tiene que ser toda una experiencia de ver… bueno, la vería sólo por si alguien se impacienta al ser tan extraña.
    Y madre mía! si el individuo ya estaba controlado entonces, hoy en día en este futuro que nos espera…es terrorífico pensar en un nuevo Stalin o Hitler con tanto cachivache con los que seguir nuestros pasos. ¡Glup!

  5. Son aterradores los sentimientos que se derivan de una película así; no la he visto (todavía) pero sin duda, por lo que cuentas, tiene algo de fantasía, porque esas investigaciones tan penetrantes, en el mundo «administrativo» que conocemos, son una utopía: justo esta mañana escuchaba en la radio hablar de las pulseras de control remoto de los maltratadores y, si no fuera porque la cosa es seria, es para hartarse de reir.
    Claro que si les da por escudriñarte, igual te dan la vuelta como a un calcetín…

    Saludos.

  6. Con calma, Gema, que no es fácil de ver. No vayas a estrellarte contra ella…

    Lo es, Carlos. Hoy hay un artículo en «Público» muy oportuno sobre la intimidad a la vista de las nuevas tecnologías.

    Pues sí; la cuestión es que este tipo de investigaciones no puedan existir, que existen, sino que se usan, como casi todo, de manera alegal y con fines espurios. Tiembla uno de pensar lo que se puede averiguar de uno con cuatro datos sueltos y un ordenador.
    Saludos.

  7. Pues muy interesante, y de rabiosa actualidad. Y hoy ya no se trata de documentar la vida de un ciudadano que ocupa una parcela de poder, sino de la de cualquier ciudadano. Y no sólo de hacer acopio de información sobre conductas, hechos o ideas, sino, además, de intentar manipularlas y modelarlas de acuerdo con un criterio o un objetivo.

    Habría muchos prismas desde los que analizar esta película ligándola con las T. I. C. de nuestros días.

    Ya me gustaría verla, ya! Pero de momento me conformo con lo leído en este artículo, como siempre excelente.

    Saludos,

  8. Gracias, Celebes. Hombre, vista hoy puede parecer anticuada, ya que el cine más reciente nos ha acostumbrado a otras tecnologías. Entonces el espionaje era casi casi artesanal. Pero se deja ver con mucho interés, sobre todo si extrapolamos situaciones.
    Saludos.

  9. I could bring forth ever taken why someone has dealt so intensively with this consequence. Now open up to me full go. Genuinely interesting your thesis. Although my English is non so adept, your text I can realize. Keep up the Light.

  10. Hace más de 20 años vi ésta película y fue impactante. Siempre la tuve presente, de tanto en tanto, cuando comentaba temas al respecto con otras personas, siempre me resultaba casi escalofriante (no se me ocurre otra palabra para adecuar la sensación) lo impersonal, como una falta de empatía con la naturaleza humana de los personajes, buscando el logro de un objetivo que ni siquiera era tomado como un fin. Nunca volví a verla. Ahora estaba nuevamente recordándola y no pude evitar la búsqueda en internet. Así di con ésta página, así leí el comentario y reflexión. Pocas veces comento, pero aquí me pareció indispensable. Gracias al autor.

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