Diario Aragonés – La conspiración

Título original: The conspirator
Año: 2011
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirección: Robert Redford
Guión: Gregory Bernstein y James D. Solomon
Música: Mark Isham
Fotografía: Newton Thomas Sigel
Reparto: James McAvoy, Robin Wright, Kevin Kline, Evan Rachel Wood, Danny Huston, Justin Long, Tom Wilkinson, Alexis Bledel, Johnny Simmons, Norman Reedus, Jonathan Groff, James Badge Dale, Toby Kebbell, Stephen Root, Colm Meaney
Duración: 122 minutos

Sinopsis: Tras el atentado contra el presidente Abraham Lincoln, su asesino, John Wilkes Booth, muere en un intento de ser capturado. Otras ocho personas son detenidas y acusadas de conspirar para asesinar al presidente, al vicepresidente y al secretario de estado de la Unión. Una de ellas, Mary Surratt, es la madre del único sospechoso que no ha sido capturado, y dueña de la casa de huéspedes donde se urdieron los planes. Frederick Aiken es un capitán del ejército de la Unión, héroe de guerra, que debe asumir la defensa de la mujer ante un tribunal militar, una fiscalía, un entorno político y una opinión pública, hostiles a los acusados y a todo lo que representa el Sur.

Comentario: La mitificación y santificación de Abraham Lincoln es una de las maniobras histórico-político-ideológicas más presentes en el cine americano, siempre recurrente en épocas convulsas o de crisis, y siempre utilizada de manera superficial, propagandística, casi casi publicitaria. Así es desde que Walter Huston se pusiera en la piel de Lincoln a las órdenes de David W. Griffith o desde que Henry Fonda ayudara a John Ford a construir una elegía a medida del presidente asesinado, al estilo de las de su hermano Frank Ford, retratando sus años de juventud como idealista abogado en Illinois. Lincoln siempre es utilizado como sinónimo de estadista puro, de hombre juicioso, escrupuloso demócrata, sometido al imperio de la ley. El hecho de que la guerra de Secesión se haya reducido históricamente, y con los mismos fines publicitarios, a la cuestión de la esclavitud de los negros, hace que la estatura de Lincoln no se haya cuestionado en el siglo y medio que ha transcurrido desde su muerte. Sin embargo, un examen más realista en el plano histórico de los hechos y condicionantes de la guerra, más ligados a lo económico o al deseo de Washington de que algunos estados del país no pudieran ejercitar su derecho, contemplado en la Constitución, de separarse de la Unión, dan una imagen bien distinta, más contradictoria, repleta de claroscuros, de Lincoln y de los Estados Unidos, que el cine ha omitido por sistema. El discurso de presidente tolerante, de filósofo humanista, poco encaja con el sometimiento y la ocupación por las armas de unos estados que, aun siendo esclavistas y con todos sus demás defectos, se acogían a un derecho contemplado en la Constitución norteamericana, y menos aún con la doctrina del Destino Manifiesto, fundamento de la mentalidad colonialista estadounidense, de la que Lincoln fue uno de los principales exponentes y que dura hasta hoy. Robert Redford se zambulle de plano en esta visión complaciente e idealista del personaje y de toda la simbología impostada, propagandística y santurrona que se ha construido históricamente en torno a Lincoln a fin de caracterizar en torno a la evocación y el recuerdo de su figura, de manera un tanto hipócrita, la contradictoria raíz democrática, y su dudosa realidad en la práctica, de los Estados Unidos, de su sistema político y legal, económico y social. Esta vez, en cambio, este ingenuo tributo no se hace directamente sobre su biografía, sino sobre su asesinato y el juicio de los conspiradores que lo llevaron a cabo, utilizando para ello la figura del abogado defensor de una de las acusadas, Frederick Aiken (James McAvoy), y unos hechos utilizados en cada minuto del metraje de manera simbólica para referirse a la situación política norteamericana del momento de la concepción de la película, con el retroceso de derechos y libertades impulsado desde la Casa Blanca por la administración Bush Jr. y sus secuaces que elevaron la concepción de la política como negocio particular a las cotas más altas de todos los tiempos.

La película se inicia con la recreación del asesinato y transcurre por las demarcaciones de la detención, proceso y ejecución de los culpables. Construida con suficiente perfección técnica (excepto, quizá, la fotografía escogida, sombría, grisácea, tristona, demasiado mortecina, atenuada, oscura), el principal problema de la cinta se encuentra en el guión de Solomon y Bernstein [continuar leyendo]

7 comentarios sobre “Diario Aragonés – La conspiración

  1. Una gran reseña,amigo.Redford,todavía no sé si es un buen director.Ha realizado películas muy por debajo de sus posibilidades o, quizá son las que tiene.Pongo de ejemplo,Leones por corderos.Creo que Redford si hubiera dejado de lado su vena política a la hora de realizar sus películas como director nos hubiera dado,quizá,filmes más interesantes.De todas maneras,yo me quedaría con El río de la vida y no veo otra que a mí me guste,claro,estoy hablando desde un punto de vista personal.Un lugar llamado milagro o, El hombre que susurraba a los caballos,entre otras,me deja indiferente.Lo mismo diría como actor.Es buen actor,por supuesto,pero no logro entender que en los buenos años setenta eligiera interpretar películas tan malas.Un actor como él,con ese potencial físico e inteligente no tenga en su haber mejores películas.
    Un abrazo,amigo.

  2. Coincido, ya lo sabes, en casi todo lo que dices, Alfredo, aunque no estoy muy seguro de la inocencia de esa Mary Surrat que evidentemente es conocedora de lo que se cuece en sus aposentos y no dice nada por proteger a su vástago.

    Como tampoco estoy muy seguro que esos adjetivos que escribes en tu último párrafo respecto a Redford sean ciertos, porque a mí siempre me ha parecido un montón de mercadotecnia, incluso desde su época como actor, bastante limitado en mi opinión: con decir que donde más me impresiona es en Las aventuras de Jeremiah Johnson ya está todo dicho…

    Estupenda reseña que, además, prepara el terreno para el panfleto de Mr. Steven… 😉

    Un abrazo.

  3. … Estaba disfrutando del planteamiento de la crítica…, me estaba metiendo totalmente en ella cuando… es de las veces que no sé por qué no me deja meterme en Diario Aragonés y completar su lectura.

    Besos
    Hildy

  4. Bueno, Josep, por partes.
    La «inocencia» de Surratt encaja mejor así, entre comillas. Pero yo interpreto su inocencia, incluso entrecomillada, como resultado del distinto trato, en cuanto a atención y a argumentos, que recibe en la película con respecto al resto de los acusados y al hecho de la aleatoriedad de su detención. ¿Ella sí y su hija no?
    Con respecto a Redford, a mí siempre me ha parecido un actor más que correcto, aunque creo que su carrera está llena de decisiones equivocadas, sin duda producto de la pérdida de rumbo del cine americano en los 70; como director, en cambio, tras sus prometedores inicios y la excelencia de algunos de sus productos («Gente corriente», «Quiz show», «El río de la vida»), ha terminado rodando películas que sólo se distinguen de los telefilmes de sobremesa en el presupuesto y el reparto.
    Un abrazo

    Cosas del navegador, mi querida Hildy. Supongo que usas Explorer; si pruebas con Mozilla Firefox podrás leerlo perfectamente (ya lo siento).
    Besos

  5. Lo de ‘Robin Wright, meramente correcta, sin más’, me ha dolido, compa Alfredo; no porque lo cuestione, o esté o deje de estar de acuerdo con la afirmación (no he visto la peli), sino porque le profeso tal admiración a esta mujer que bien me hubiera gustado que su prestación hubiera sido brillante. En fin, qué se le va a hacer… Sobre el progresismo de Redford, creo que nos encontramos con un problema conceptual extendidísimo, y que es el de aplicar “baremos europeos” a las tendencias ideológicas usamericanas, en las que lo que se entiende como progresismo (políticamente relevante, claro; lo de grupos troskistas con treinta seguidores no cuenta…) quedaría, en el ámbito europeo, en un centro-derecha y suavito (¿ejemplo? El mismísimo Obama, sin ir más lejos…). Y, ojo, no le niego con ello su valía y valor a Redford, a quien, me temo, allí dan ya sus paisanos como un “caso perdido” de rojeras irredento, cuando aquí, en Europa, con iguales credenciales, no tendría problema alguno para ser identificado con postulados liberales.

    Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

  6. Vaya, Manuel, menuda pasión por Robin Wright. Fíjate que a mí, más allá de sus prestaciones físicas, me parece correcta, sin más, en todo lo que hace. A veces brilla, sí, pero casi siempre, como en este caso, los papeles que le tocan dan para poco más (pero cumple, que conste). Creo que, fuera del cine independiente que a veces frecuenta, es otra víctima de la ceguera de Hollywood respecto a las cuarentonas interesantes y capaces.
    Quizá eso que comentas tenga algo que ver, la diferencia de percepción de lo que es progresista y carca a cada lado del Atlántico. Pero no me termina de encajar: Redford vivió los sesenta, y los setenta, y el que quiso y supo, fue. Y algunos han querido y han sabido cuando han tenido el riñón forrado. Y me parece muy bien, que conste, cada uno con lo suyo, pero a la vista está por sus películas «políticas», que él los sesenta y setenta debió de estar de viaje, y que no se acuerda, por ejemplo, de que hizo «La jauría humana»:
    Abrazos

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.