He aquí el dilema: Ifigenia (Iphigenia, Mihalis Kakogiannis, 1977)

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Reunido en la Áulide el ejército movilizado para partir a la guerra con la ciudad de Troya, las naves aqueas se ven varadas en la costa debido a la falta de viento que las impide zarpar. Las tropas gandulean en las playas y matan el tiempo como pueden, impacientes por entrar en combate. La necesidad de aprovisionarlas obliga a reunir partidas de caza que se internan en los bosques en busca de carne fresca para los soldados. Uno de estos bosques, donde los hombres de Agamenón (Kostas Kazakos) han matado varios ciervos, se encontraba sin embargo bajo la protección de Artemisa, que, enfurecida, y apoyada por los otros dioses, y según el adivino-intérprete de sus designios, maldice al ejército aqueo: si no ofrecen un sacrificio en compensación por la violación cometida, las tropas aqueas nunca podrán salir camino de Troya porque los dioses impedirán que sople el viento a favor de sus naves; no obstante, si pagan el precio exigido, el ejército no solo podrá partir hacia Troya, sino que se verá recompensado con la victoria. Pero Agamenón no lo tendrá tan fácil. El agravio a Artemisa ha sido grande, y el bien a sacrificar deberá ser proporcional, nada menos que la vida de Ifigenia (Tatiana Papamoschou), la primogénita de Agamenón y Clitemnestra (Irepe Papas). Agamenón deberá elegir entre la vida de su hija y la presión de sus soldados que, capitaneados por Odiseo (Christos Tsagas), exigen el cumplimiento de los deseos de los dioses. Atraída Ifigenia al campamento aqueo bajo la falsa promesa de un matrimonio concertado con el heroico Aquiles (Panos Mihalopoulos), la joven llega con su madre, que no tarda en descubrir el drama. Por su parte, Agamenón acude a su hermano Menelao (Kostas Karras) en busca de ayuda, pero este se muestra igualmente a merced de las grandes pasiones despertadas, ante el abismo que amenaza a Ifigenia, que la obliga a convertirse en la primera víctima de la guerra.

Mihalis Kakogiannis (a menudo reconocido internacionalmente como Michael Cacoyannis) adapta la tragedia de Eurípides Ifigenia en Áulide en este sólido y bien construido drama, seleccionado para el Óscar a la mejor película de habla no inglesa y para la Palma de Oro en Cannes. La puesta en escena se aleja completamente de la tan manida estética habitual en las superproducciones hollywoodienses de fanfarria y túnicas de la década de los cincuenta y del peplum europeo de imitación surgido en los sesenta. Muy al contrario, huye de toda espectacularidad y del cartón piedra para rodar en escenarios realistas o incluso en las mismas ruinas de los lugares relacionados con los personajes del drama, como es el caso de Micenas. La desnudez formal va acompañada de cierta aspereza en las formas, de un estilo seco no desprovisto, no obstante, de la adecuada imaginería (en las armas y los escudos, en los pertrechos de los soldados, en el diseño de las naves) propia del 1200 anterior a la Era Común, ese tiempo que se pierde en las brumas de la historia, de la mitología y de los orígenes de la literatura, y que conocemos gracias a las imágenes provenientes de los frescos, los grabados y las cerámicas pintadas. La dorada luz y el azul cristalino del Mediterráneo, las agrestes llanuras secarradas por el sol inclemente, las extensiones de olivos, los montes pelados y los escasos bosques silvestres enmarcan climáticamente la historia; las cabañas de pastores, los altares improvisados, las columnas solitarias, proporcionan la necesaria ambientación de una historia en la que no hay héroes, en que la mitología se degrada, se hace literatura y se pone a la altura de los dramas humanos.

El potencial real de la historia reside en las distintas y contradictorias emociones que pueblan el campamento de Agamenón, en especial en el dilema moral al que este se ve arrastrado. En torno a él se va desarrollando una catarata de acontecimientos dominados por el fatum, por ese destino fatal propio de las tragedias, que arrastra a todos los personajes, a todo el ejército, y que amenaza con desencadenar un conflicto sangriento entre los mismos aqueos, entre quienes están a favor de cumplir los designios de los dioses y los que optan porque el ejército regrese a sus lugares de origen para salvar la vida de la joven. Continuar leyendo «He aquí el dilema: Ifigenia (Iphigenia, Mihalis Kakogiannis, 1977)»