La tienda de los horrores: Sin reservas (Scott Hicks, 2007)

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Una de las costumbres más irritantes del Hollywood moderno es su innecesario e invariablemente fracasado canibalismo cinematográfico, entendiendo por tal el fusilamiento de una película extranjera de gran calidad y éxito de público y el consiguiente remake con intérpretes de la casa en la creencia absurda de que estas historias necesitan traducción «estética» para su fácil y cómoda asimilación por parte del público doméstico, lo cual no es sino una excusa barata con que intentar camuflar su auténtico sentido: paliar la escasez de ideas de una fábrica de sueños cada vez más pobre y miope, estrenar un producto ya probado en la taquilla, es decir, con riesgo controlado, y dar trabajo a sus estrellas más sobrevaloradas y alimenticias. Son incontables las películas, por ejemplo, europeas, que han sufrido esta transformación, especialmente las comedias francesas e italianas, pero no sólo. Un caso flagrante es el de la maravillosa cinta alemana Deliciosa Martha (Bella Martha, Sandra Nettelbeck, 2001), convertida por obra y gracia de Castle Rock Ent. en una mierda llamada Sin reservas (No reservations, 2007).

De entrada, sólo cabría un mayor absurdo: que la película se desarrollara en un restaurante inglés, probablemente la peor gastronomía del mundo para hallar viandas con que procurarse placeres del paladar. Estados Unidos, fuera de los importantes y caros restaurantes fundamentados en cocina extranjera, no es una elección mucho mejor. Pero claro, como todo en Hollywood tiene que tener la pátina del sentimentalismo machacón y la sofisticación del sueño americano de los osos amorosos, el restaurante en que trabaja Kate Armstrong (Catherine Zeta-Jones) está en pleno Manhattan, y es un lugar de lo más exclusivo y à la mode. Este es el primer bajón respecto al original alemán. En aquella cinta, el restaurante se encontraba en Hamburgo, y se trataba de un local recogido y pulcro cuya fama se debía precisamente al buen hacer de su cocinera jefe (Martina Gedeck), una mujer normal y corriente con apariencia normal y corriente y con problemas normales y corrientes de los que suele tener la gente normal y corriente. Scott Hicks, director que no es del todo patán (es obra suya, por ejemplo, la estupenda cinta australiana Shine) opta por esa ostentosa puesta en escena de diseño y lujo en la que se incluye a la protagonista, Zeta-Jones (bipolar y, según las recientes y controvertidas declaraciones de su esposo, Michael Douglas, propietaria de un chorrete cancerígeno…), que actúa como parte de la decoración, poniendo morritos, luciendo modelitos y posturitas, y diciendo chorradas constantemente.

La cosa no mejora cuando entra en acción su partenaire, Aaron Eckhart, que interpreta al cocinero suplente que la gerente del restaurante (la excelente Patricia Clarkson, en uno de sus personajes más vergonzosos) contrata para sustituir a Kate cuando tiene noticia de la muerte de su hermana y debe hacerse cargo de su sobrina (Abigail Breslin). En la cinta alemana original este papel, el de un cocinero italiano guasón, simpaticón, bon vivant pero sensible, tierno, inteligente y buen profesional, venía interpretado estupendamente por el italiano -qué casualidad- Sergio Castellitto. Hicks y compañía deciden no cambiar ese aspecto del guión, es decir, conservar el origen italiano del personaje, pero le dan el papel a un actor en las antípodas de lo italiano, el tal Eckhart, más voluntarioso que buen intérprete. Para rematar la jugada, ahí está Abigail Breslin, rostro demasiado conocido del que uno espera todo el rato una coreografía en plan Miss Sunshine más que los pucheros que se pasa haciendo casi todo el rato. Este clarísimo error de reparto, que condiciona toda la trama para hacerla increíble, postiza, falsa, es el primer problema de la película.El segundo viene constituido por su nulo espíritu autónomo. Convertida en mera fotocopia «coloreada» del original alemán, los personajes carecen de dimensión, las situaciones de frescura, y la puesta en escena, como se ha dicho, imbuida de ese cine-espectáculo hollywoodiense que busca más apabullar con el lujo y la estética que sensibilizar y conmover al espectador, ha perdido todo atisbo de sencillez, originalidad y frescura de los que gozaba la película de Nettelbeck. Si en la película alemana casi podían palparse los olores, sentir el calor de los vapores, en la película yanqui todo es de postal, como esas fotos de los platos de papas bravas que hay en los bares y que no se parecen en nada al que luego te sirven. Ese detalle precisamente, la frescura, es la nota diferencial máxima. En la película original uno cree estar viendo un pedacito de vida ajena perfectamente verosímil, natural, dramático y agridulce, incluso con sus momentos de relajación, calma y humor. En la cinta de Hicks uno asiste continuamente al festival llamado «poner caritas», del que la mayor plasmación es Zeta-Jones, un verdadero horror, un espanto de actriz que no logra imprimir a su personaje ni el más mínimo rasgo de naturalidad que le impida limitarse a ser una simple percha.

Por último, la cuestión principal, la lucha de sexos y el antagonismo inicial luego convertido en amor apasionado, tampoco funciona debido a la nula química entre la pareja protagonista y, sobre todo, por culpa de un guión sentimentaloide, plano y facilón, que hace apología de la ñoñez y del sentimentalismo de manual en el dibujo de las situaciones y en la evolución de los personajes, con innecesarios y burdos interludios musicales que ilustran las imágenes de los personajes en solitario, sin lograr trasladar al espectador la verdadera emoción, tensión o tristeza que éstos sienten porque sólo interesa su apariencia, no su autenticidad. De los intentos de guardar el equilibrio con el contenido humorístico mejor no hablamos, porque lo más descacharrante de la cinta es asistir a los penosos intentos de Aaron Eckhart por parecer italiano, no menores que los de Zeta-Jones por parecer cocinera (y eso que dijo, en una de esas ridículas y estúpidas entrevistas imbéciles que suelen acompañar a los DVD como extra, que se había «preparado» asistiendo a la cocina de un restaurante de lujo de Manhattan durante seis meses… Si Stanislavsky levantara la cabeza haría un sofrito con sus tripas…).

En suma, manifiesto cagarro pre-cocinado que en la forma no es más que una mala imitación involuntariamente autoparódica, y que en el fondo empacha por dulzona con su sentimentalismo de gelatina, y aburre por la falta de vibraciones creíbles y transmisibles en los dramas y emociones que presenta.

Acusados: todos

Atenuantes: ninguno

Agravantes: dura más que la cinta original

Sentencia: culpables

Condena: una ducha en tarta de cacumen sueca para todos

12 comentarios sobre “La tienda de los horrores: Sin reservas (Scott Hicks, 2007)

  1. Cabría esperar mayor dignidad por parte de las productoras europeas, extranjeras o simplemente independientes que venden los derechos al aparato holliwodiense ¿que no?
    O no. Si al menos el vil metal les sirve para ir haciendo buenas y originales películas …entonces bienvenido sea.

    1. Hay que comer, Carlos. Además, ¿quién se resistiría a ver su historia interpretada por grandes de Hollywood? El problema es que ese acto de fe es producto de ecos de un pasado que hoy ya es sólo recuerdo, que los grandes de Hollywood nunca han sido tan pequeños, y que el dinero obtenido a cambio tampoco suele dar para mucho. ¿Qué hizo Amenábar después de que le compraran «Los otros» para hacerla en USA? Pues ya ves.

  2. Hola, Alfredo, buenos días; como ya has descrito a la perfección, en tu primer párrafo, de qué va la mecánica esta en la que Hollywood lleva instalado la pila de tiempo con lo de la ‘adaptación’ de pelis europeas a su ‘idioma’, me ahorro extenderme en ello: tú lo has hecho a la perfección, y en unos términos con los que me identifico 100 por 100. Desde tal premisa, me niego sistemáticamente a ver refritos, rehechuras (o como queramos llamarlos) de este jaez y, por tanto, éste no lo he visto tampoco; teniendo en cuenta cuánto, cuantísimo, me gustó la peli original, y lo fatal que pintaba la apariencia de esta horrendez, supongo que la experiencia hubiera sido mucho más lacerante que en casos similares. En fin, que me da que hasta te has quedado corto con las condenas…

    Un fuerte abrazo y hasta pronto.

    1. Amigo Manuel, piensa bien lo que esa condena supondría, por ejemplo, para C.Zeta… No sé tú, pero yo firmaba ya…
      Efectivamente, es una moda prolongada en el tiempo desde hace décadas (por ejemplo, «Intermezzo», una de las últimas películas suecas, y la primera americana, de Ingrid Bergman), entre muchísimas otras. Pero, como tantas otras cosas, creo que el sentido que tenía esa práctica -como ocurrió con los remakes- era entendible: los problemas de la distribución de filmes extranjeros en USA facilitaban su «conversión» para el público de casa. Pero, como ocurre con el remake, que pierde su sentido cuando nacen la televisión y los reproductores de cine domésticos, el refrito pierde este sentido cuando los canales de distribución permiten ver películas de cualquier sitio en cualquier parte (aunque en este punto vivimos en absoluta regresión). Y, no nos engañemos, el proteccionismo de los yanquis para con su cine (de plena actualidad por la negociación USA-UE y la postura de Francia -intransigente la llaman-, en relación al capítulo audiovisual) no ayuda a que esos canales de distribución funcionen en plena igualdad.
      Abrazos

  3. Una condena entendible: decir a todos los visitantes de este amado blog que no pierdan el tiempo viendo esta película… que se vayan corriendo a disfrutar de DELICIOSA MARTHA que hasta en ella suena mucho más bonita la canción maravillosa de Paolo Conte.

    Por cierto a mí me gusta Aaron Eckhart. Me gustan algunas películas de su filmografía como Persiguiendo a Betty, Conversaciones con otras mujeres o Gracias por fumar. Y cuando vi ésta me dije por lo menos veo a Eckhart… aunque sea un italiano raro.

    Besos
    Hildy

    PD: tengo otra película para tu tienda de los horrores: TRANCE de Danny Boyle. ¡Menuda decepción me llevé! Y eso que iba super predispuesta a que me encantase. ¡No me gustó nada de nada!

    1. ¡¡¡Mi queridísísísísísíma Hildy!!! ¡¡¡Pero qué alegría más gorda me has dado!!! «Trance», de Danny Boyle, a los pies de los caballos… Menos mal, menos mal, que en eso estás conmigo, que ya me daba miedo ser tan rarito… Verás, el otro día me crucé en FB (aplicación del averno que procuro utilizar lo menos posible) con unos hooligans de esta película; se me ocurrió hacer un breve comentari o escéptico, y me pusieron a caldo… Por otro lado, en Videodromo, la web de un querido amigo, tres cuartos de lo mismo. Y yo me dije: «pero si el Boyle este es más malo que beber agua de fregar, cómo consigue tanta gente dejarse engañar por él…». Ay, Hildy, qué alivio…
      Eckhart me parece un actor desaprovechado, como otros muchos, perdido por lo general en producciones muy inferiores a lo que podría dar de sí. A pesar de eso, reúne un buen puñado de actuaciones en unas cuantas películas -no necesariamente las más vistas o recordadas, entre ellas las que citas, o incluso su aparición en «El caballero oscuro», donde es, junto a Caine y Oldman, el único que hace algo parecido a actuar- más que interesantes, de esas que permiten -a veces- conservar la esperanza de que no todo en Hollywood está perdido.
      Besos

  4. Al cine americano lo que más le gusta es un remake y le gusta tanto que hasta los hace de otros países.Fíjate lo que se hizo con Abre los ojos.No he visto la película que reseñas.Por cierto,Hollywood no existe.Los que visitan la ciudad de Los Ángeles pueden ver un remake de lo que hubo allí,o un parque temático,claro.

    Abrazos mil.

    1. Pues es verdad. A Hollywood le ha terminado pasando lo que a su famoso letrero. Las letras se han ido cayendo pero ya no forman Hollywood, ni siquiera Culver City, sino «Horrorywood». Asco.
      Abrazos

  5. Vi en su día «Deliciosa Martha» y me pareció una buena película europea. Ella era alemana, de carácter germánico, y él un italiano, de alma mediterránea. Ahí estaba la gracia del asunto. El esperpéntico remake hollywoodiense se carga todo de un plumazo, pero eso es lo normal. ¿Alguien esperaba otra cosa?

    Un saludo

    1. Bueno, todos hemos visto remakes dignos y decentes, a veces auto-remakes, dentro de una larga tradición que es casi tan antigua como el propio cine, si bien es verdad que desde los años ochenta pueden contarse con los dedos de una mano, y sobran dedos, los remakes estimables (como desde los años ochenta, en el cine de Hollywood lo bueno en general puede contarse sólo con dedos de la mano). Supongo que algunos no perdíamos la esperanza de que el remake, si ha de existir, recuperara su sentido de antaño. Está claro que no fue así, y seguramente ya nunca lo será.
      Saludos

  6. La tienda de los horrores: Sin reservas (Scott Hicks, 2007) | 39escalones , es genial, desde que os recibo no puedo parar de mirar todas vuestras sugerencias y me alegra cuando recibo uno más, sois lo mejor en español, me encata vuestra presentación y el curre que hay detrás. Un beso y abrazo,GRACIAS POR VUESTRO TRABAJO, nos alegrais la vida.

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