Música para una banda sonora vital: La gran belleza (La grande bellezza, Paolo Sorrentino, 2013)

El hecho de que esta aclamada película de Paolo Sorrentino pueda ascribirse sin rubor y en todos sus términos a la llamada cultura del sucedáneo (que consiste, según definición improvisada, en ofrecer con descaro y pretenciosidad como novedad algo que otro ya ha hecho antes, más y mejor, en este caso la simple emulación del Federico Fellini de La dolce vita, 1960, Satyricon, 1969, y Roma, 1972, de las que Sorrentino toma estéticas, temas, motivos, personajes, imágenes e incluso gags concretos -la fugaz aparición en Roma de Anna Magnani que en La gran belleza imita la actriz francesa Fanny Ardant- bañados en fotografía digital), no le resta un ápice de encanto, aunque le priva de atributos propios de Fellini que Sorrentino solo revisita y envasa en imágenes estilizadas, cautivadoras, hipnóticas, hermosísimas. Si bien es cierto que, según dijo algún sabio, las citas «no pertenecen al primero que las dice, sino al que las dice mejor» (o también al más famoso que llegue a decirlas), todas las citas de esta película siguen perteneciendo al gran Federico.

Ejemplo de esta apreciación es el tema final, con las imágenes de Roma tomadas desde el mismo lecho del Tíber, que acompaña los créditos, las Beatitudes de Vladimir Martynov, que al fin y al cabo subrayan lo enunciado en el párrafo anterior: sin duda una partitura bellísima, cuyo sentido único es la repetición.

6 comentarios sobre “Música para una banda sonora vital: La gran belleza (La grande bellezza, Paolo Sorrentino, 2013)

  1. Totalmente de acuerdo con lo que dices respecto a esta película. Puedo entender el homenaje a Fellini. Cuando estuve en Roma y «sentí» su decadencia no podía quitarme de la cabeza el cine de Fellini, sobre todo La dolce vita y Roma. Creo que no ha habido un cineasta en la historia del cine que se haya identificado tanto con una ciudad, ni Woody, fíjate lo que te digo. La gran decadencia del cine y el desgarro generacional ha hecho que algunos cineastas jóvenes europeos tengan que volver a los maestros por necesidad. Hay unas intenciones, eso es evidente, pero ya desde la sombra. Fellini, por ejemplo, no era solamente un director de cine, sino todo un mundo, como Buñuel, Truffaut, Antonioni. Bergman, etc. A veces imagino cómo hubiese sido La gran belleza dirigida por Fellini, o La juventud por Truffaut, solo por poner algunos ejemplos. La gran belleza es pretenciosa, aburrida, sosa, sin dinamismo, sin ninguna escena memorable. Hoy, vuelves a ver La dolce vita y te dan ganas de escribir, de realizar películas, de hablar con los amigos de cine hasta por los codos, de hacer la revolución, como les ocurrieron a los surrealistas cuando vieron El acorazado Potemkin… en fin, para ya porque el tema da para mucho. Quedamos y seguimos con el tema. ¿Te parece bien?

    Abrazos

    1. Me parece bien. Apúntame tres o cuatro días para primavera…

      Efectivamente, aquellos directores eran cultura, personajes de la cultura. El cine era un modo de expresión de algo previo, global, personal, contundente. Me da la impresión de que, como tantas veces, las estampas bonitas obtenidas por medios tecnológicos son consideradas por algunos como cine solo porque les gusta su estética. La cuestión es la confusión entre estética y esteticismo. Y creo que esta película contiene más de lo segundo, por mera aplicación tecnológica, que de lo primero.

      Abrazos

    1. Pues a mí, mi querida Hildy, me parece puro postureo disfrazado de esteticismo. El personaje de Jep, sin duda, es atractivo, y Servillo está perfecto (y me quedo corto), pero es un personaje referencial, que ya hemos visto antes, y mejor. Es un Marcello Mastroianni envejecido, nada más. Prefiero el original. Y es ahí donde voy: La gran belleza es una acumulación de obras de otros, exactamente igual que La juventud. Vivimos en la era del director-refrito (como Tarantino, como Almodóvar). Yo prefiero el original a la copia, por buena que esta pueda ser (que, en parte, lo son).

      Besos

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