La tienda de los horrores – Cuando éramos soldados

Pues eso. Película de soldaditos al canto. Y ojo, que el cine bélico tiene películas fenomenales e incluso alguna que otra obra maestra. Pero no, ésta no es una película bélica: es cine de soldaditos. De soldaditos americanos, para más inri. De soldaditos americanos en Vietnam. De soldaditos americanos guapos, heroicos, mesiánicos, buenos cristianos, buenos padres de familia y buenos contribuyentes, amantes de la paz, la libertad y la democracia (de las suyas, claro, a los «jodidos amarillos» o a los «putos Charlies» que les den democracia americana por el tubo de escape…). Y es que este petardo de película dirigida por Randall Wallace no aporta nada nuevo al género bélico, es un acopio de tópicos vistos ya hasta la saciedad, pero, por si fuera poco, no se corta en ofrecer mensajes triunfalistas, patrióticos, conservadores, absolutamente imperialistas, aderezados con píldoras sobre la conveniencia de la adopción, por parte de la sociedad, de una serie de mensajes ultraconservadores acerca de la visión de la familia, el orden, la propiedad y la lealtad nacional (plasmada en el asqueroso, repugnante, machista, retrógrado, estúpido, insultante, retrato de las mujeres de los militares que han sido llevados a Vietnam, vendido como presuntos modelos de abnegación que se caen de tan ridículos, y que resultan tanto más inquietantes por su ajustado encaje en la realidad, tanto allí como cada vez más aquí).

La peliculita utiliza unos hechos reales sucedidos en 1965, la llegada de unos marines americanos comandados por el coronel Moore (Mel Gibson, cómo no, en un producto a su medida en cuanto a postulados político-religiosos) al llamado «Valle de la Muerte» y el combate feroz y terrible que sostuvieron con unas fuerzas del Vietcong muy superiores, como vehículo para ofrecernos una cinta que en sus casi !!! 140 minutazos !!! no hace sino permanecer estática narrando con pelos y señales de pretendida exactitud (por el lado americano, claro, por lo visto la visión del enemigo no importa, ¿por qué va a importar si son enemigos y además asesinos, criminales y humanamente inferiores?) unos hechos que no le importan a nadie, y con la finalidad de vendernos la moto de su presunta heroicidad, de su abnegación al aceptar entregar la vida por la causa de la libertad y la democracia. Vamos, el mismo mensaje miserable de los presidentes norteamericanos desde 1776.
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