Cine para pensar – La caja de música, de Costa-Gavras

En unos tiempos en que alguno de los más buscados genocidas recientes por fin se encuentra en poder de la justicia (la justicia de los vencedores, la misma que pactó antaño su huida con el apadrinamiento de Estados Unidos) y en que a iniciativa de la Audiencia Nacional de España, si la justicia norteamericana lo permite (cosa que no parece fácil, dada la restrictiva legislación de aquel país en cuanto a extradiciones y, sobre todo, a su gusto por el ocultamiento de criminales de guerra nazis a los que sacar provecho durante décadas y que podrían contar muchas cosas que abrieran nuevas perspectivas para que la opinión pública viera con otros ojos la política exterior estadounidense en los últimos sesenta años), podría tener lugar el proceso colectivo por crímenes de guerra nazis más importante desde los procesos de Nuremberg, resulta conveniente volver la vista hacia esta película de Costa-Gavras, protagonizada por Jessica Lange, Armin Mueller-Stahl y Lukas Haas, que obtuvo el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1990.

La película cuenta en clave de drama familiar la historia de una prestigiosa abogada estadounidense (Lange) que decide encargarse de la defensa jurídica de su padre, un inmigrante de origen húngaro (Mueller-Stahl) cuando es sorprendido con una acusación por crímenes de guerra en su presunto pasado como oficial al servicio de la Alemania nazi durante el exterminio de los judíos húngaros de 1944. Su hija, entendiendo ridícula la acusación y absurdas las insinuaciones del pasado nazi de su padre, se verá inmersa en una investigación en Europa que le irá deparando algunas sorpresas desagradables. Sin grandes alardes técnicos más allá de un más que adecuado uso de la música y de los efectos de sonido, y también de la estupenda fotografía, el siempre polémico Costa-Gavras se siente como pez en el agua con una historia que aúna varias de sus preferencias, el drama humano de unas personas que sienten en su propia vida las consecuencias de la política y la guerra. La historia va mucho más allá del drama judicial de interrogatorios y tribunales para adentrarse en el terreno de las emociones, de lo íntimo, del desengaño profundo, de las ilusiones disueltas. El personaje de Ann, la abogada, pasa del escepticismo más absoluto ante las que ella cree absurdas acusaciones, agarrándose al pasado conocido de su padre (conocido por ella, se entiende) hasta caer en el desengaño total, al descreimiento, al derrumbe emocional conforme va conociendo datos que le hacen dudar de la historia familiar de exilio, lucha personal y triunfo en el país de adopción que su familia siempre le ha contado. Éste y no otro es el interés de Costa-Gavras, explorar el interior de Ann, reflejar en imágenes su exultante y enérgica primera defensa de su padre para poco a poco, a medida que descubre cosas que se le han ocultado, ir mostrando su caída en el fango de la mentira, que no es otra cosa que una mentira sobre ella misma. Gavras pretende incidir en la terrible paradoja de Ann: criada y amada por un padre protector al que a su vez adora y que oculta un pasado de genocida criminal.

Con algunas referencias cinéfilas habituales de Gavras (en este caso, la averiguación de una identidad criminal en un miembro de la familia que ya trató Alfred Hitchcock en La sombra de una duda, 1943, algo que se acentuará aún más en otra película sobre nazis escondidos en Norteamérica, Verano de corrupción, de Bryan Synger, ésta con La ventana indiscreta como referencia hitchcockiana), la película no es un absorbente drama judicial con sus tópicos y fórmulas repetitivas, sino una combinación de drama sentimental de corte intimista, que produce algunas rupturas de ritmo narrativo a lo largo de las dos horas de metraje de la cinta, con la intriga y el suspense propios de los argumentos que recogen arduas investigaciones.

Por otro lado, la película refleja un aspecto poco tratado en el cine: las redes de evasión y de ocultamiento de los criminales nazis que han permitido que muchos de ellos vivan incluso hoy en día como ancianos venerables en países vencedores del conflicto o en paraísos de sol y playa como la costa española. Cuando Ann viaja a Budapest a tomar declaración a importantes testigos y cae en sus manos la caja de música que titula la película, se abren ante ella también nuevas perspectivas históricas acerca de los apoyos recibidos por aquellos criminales, no sólo apoyos militares (a lo largo y ancho de una Europa que desde 1945 se ha apuntado sin vacilaciones al campo de los luchadores por la libertad pero que hasta entonces, en la mayoría de los casos -y podríamos hacer un listado de países de los que pocos saldrían bien parados- bebía los vientos por el autoritarismo nazi) sino también para ocultar fortunas y obras de arte con las que sustentar evasiones de jerarcas y oficiales nazis y costear sus estancias y el comienzo de sus nuevas vidas en el anonimato del exilio. Algunas de estas redes son bien conocidas, como la que vía Suiza y España llevaba criminales nazis a la Argentina de Perón, como los pasaportes expedidos por el Vaticano para facilitar la plácida huida de asesinos a cualquier lugar del planeta o como la asimilación organizada de científicos y criminales nazis para trabajar en Estados Unidos o la Unión Soviética con total libertad, amparados por la inmunidad otorgada por sus gobiernos. Gavras mete el dedo en la llaga de estas cuestiones y nos pone en bandeja un alegato sobre nuestra complicidad ignorante o silenciosa con estos hechos.

Una película en la línea combativa del director grecofrancés, ni mucho menos una obra maestra, pero que profundiza con fortuna en la trastienda de nuestras miserias. Unas miserias que, lejos de quedarse en 1945 siguen vigentes en las hipócritas y desmemoriadas actitudes ante hechos como la cárcel de Guantánamo, las mentiras de la invasión de Irak, los genocidios yugoslavo o ruandés o en la complacencia de las grandes multinacionales y los medios de comunicación que les sirven ante el premio que la celebración de los Juegos Olímpicos ha supuesto para un régimen criminal cuyo número de consumidores potenciales hace que todos miremos para otro lado. Unas miserias que continúan en los serbios que se manifiestan en protesta por la detención de un asesino al que veneran como a un héroe nacional, o en los encefalogramas planos que vitorean a los terroristas detenidos en las calles del País Vasco. Miserias humanas que nos recuerdan lo más repugnante de la condición humana. Basura humana.

24 comentarios sobre “Cine para pensar – La caja de música, de Costa-Gavras

  1. Recuerdo esta película..me impresionó. Sé que pensé por un momento como podría reaccionar yo si descubriese que mi padre no es quien es y que aquello me pareció más que duro.
    Claro que la intención de la película va más allá y, como dices, es una homesta forma de poner un espejo al mundo «civilizado» para que se cuestione actitudes. Ya vemos que nadie se da por aludido, ni intención vaya, así que sería estupendo que Garzón se saliese con la suya.
    Pero me parece a mí que….

  2. Me gusta esta película, me gusta Lange, su personaje: la chica de origen humildísimo que se labra su carrera con inteligencia y trabajo. La he visto montones de veces: siempre que la ponen en la tele. Sólo le encuentro una pega: la repetitividad de los guiones de Joe Eszterhas, que pueden resumirse en la fórmula «quien parece malo, lo es».

  3. Mima, mirar debajo de la alfombra siempre es peligroso. Siempre viene alguien y aprovecha para darte un pisotón. Lo de Garzón y la memoria histórica sería entrar en un debate muy amplio. Pero este país, o lo que sea, necesita la memoria más que ningún otro.

    Noe, la tendenciosidad política del cine de Gavras es su mayor logro y también su mayor pega. Teledirige al espectador, no le deja sacar sus propias conclusiones. Es lo que le pasa, por ejemplo, a «Crash», de Paul Haggis, razón por la que algunos pensamos que es una milonga y no la gran película que algunos dicen. Lo que salva a Gavras es la profundidad de su mirada y el acierto a la hora de enfocar las cosas. Pero los tiempos cambian. El productor de los filmes políticos de Gavras ahora produce «La Momia». Creo que podemos sacar muchas conclusiones de ello.

  4. Recuerdo que el final, las últimas escenas me impresionaron mucho.
    Costa Gavras a veces me irrita y casi siempre me asombra para bien.
    AMEN, por ejemplo es para mí una de las más impecables que he visto.
    ¿Crees que tiene sustituto este gran directo?, ojalá.

    Besos

  5. Entrenómadas, ya no hay sustitutos para estas cosas. No interesan, ya no se producen. Ahora es terreno abonado sólo para el documental, y ya sabemos que la mayoría de las veces éstos no llegan a las salas. En fin.
    Besos

  6. Gavras es un director fundamental de las últimas décadas que enarbola con mucha dignidad la bandera de un cine humanista, lo que se suele llamar cine social… aunque no he visto «la caja de música», tanto «Z», como la más reciente «Amen», y otras, son películas que hacen del cine algo mucho más grande y profundo que el acostumbrado cine de entretenimiento bobo. Gracias, Alfredo, por la labor que haces, dando a conocer y amplificando cosas tan necesarias y valiosas, un saludo.

  7. Gracias a ti, Samuel. Yo no lo calificaría tanto como cine social (Ken Loach me encaja más, por ejemplo, con esa definición), pero es igualmente imprescindible que exista miradas de este tipo, con sus contradicciones, sus problemas y su poquitín de demagogia, antes que las memeces habituales.
    Saludos

  8. Esta buena película la tengo a medias; a medias porque la pillé hace tiempo por sorpresa en la tele y me enganchó al instante, sobretodo por la estupenda actuación de la Lange y de Muller-Stahl, primero, y luego porque me cautivó la forma de contar esa historia, aunque, ciertamente, de haber sabido -como supe luego- que era de Costa-Gravas no me hubiera extrañado tanto.
    Tu excelente comentario, con el que estoy muy de acuerdo, me recuerda que me falta verla entera para poder apreciarla mejor. Nos pondremos las pilas, pues.
    Saludos y gracias por refrescarme la memoria.

  9. Empezaré diciendo que Costa Gravas me suele aburrir, y acabaré diciendo que esta película no me disgustó.

    Podría ponerle algún que otro pero, varios quizás, (el principal -pero esto es una manía injustificable- que después de Max von Sidow, Armin Mueller-Sthal, me parece el actor más aburrido del mundo y uno de los más malos) pero creo que se entiende perfectamente el mensaje, que se deja ver son su justo tempo, y que Lange lleva muy bien el peso dramático de la historia. Ah! y la banda sonora de Philippe Sarde (lo acabo de buscar) que la recuerdo más que acertadisima.

    Como leo en algún que otro comentario, al igual que tú, entiendo que Costa Gavras puede y merece tener un hueco de lo más digno entre la cinematografía de estas últimas 3 décadas, pero sin que su obra resalte de una manera especial o sobresaliente.

  10. Me ha recordado a este fragmento de «El Séptimo Velo», el libro que me estoy leyendo ahoera:
    «Cuesta muchos quebraderos de cabeza mantener una posición internacional digna, ¿Sabe? Cometimos el error de arrimarnos al bando equivocado durante la Segunda Guerra Mundial y ahora se nos exige el doble que a cualquier otro.»
    [….]
    «Si hay algo que fastidia sobremanera a nuestros colegas de la CIA es que España salga en los papeles como refugio de nazis. Entiéndeme bien, no les importa que lo sea, aquí da igual si la mujer del César es o no honrada, basta con que lo parezca.»
    Auténtica miseria humana, desde luego.
    Besos.
    Rosa.

  11. Pues eso, Raúl. A mí me interesan mucho algunas cosas de Gavras (sobre todo «Missing», que es una de mis películas favoritas). Pero le pierde la política; la antepone al cine, cuando debe ser al revés, o como mucho, a la par.

    Rosa, muy oportuno el párrafo. Gracias.
    Besos

  12. Admiro el cine de Costa-Gavras tanto como el cine de Loach.Y ya que mencionas al maestro Hitchcock,La sombra de una duda es mi película favorita,tiene un guión brillantísimo y sutil.
    Alfredo has escrito una reseña fantástica que a la vez repasas un problema tan contemporáneo como terrible.¿Has visto Arcadia?
    Un fuerte abrazo.

  13. Pues, Francisco, compartes gusto con el propio Hitchcock. A él le parecía su mejor película, la más «suya». De Gavras hay cosas que me gustan más y menos, pero es un cineasta imprescindible, si no por su técnica, sí por sus temas. «Arcadia», sin ir más lejos. Le llovieron muchos palos por ella, pero sin duda responde a realidades de las que hay que hablar. Callar es ser cómplice.
    Abrazos

  14. Bueno, hay que ver lo que te ha dado de sí el recuerdo de esta película que yo también vi en su momento y que me gustó y me impresionó y me emocionó. Me ha gustado especialmente esta crónica tuya porque te mojas con todo lo que te remueve por dentro a nivel mundial sobre el comportamiento humano, sobre la manipulación a la que estamos sometidos los ciudadanos de a pie, sobre la pasividad y, yo también estoy de acuerdo, sobre nuestra ignorante y cómoda complicidad en muchos aspectos.
    Un gustazo leerte.

  15. El gustazo es mío, Carlota. A veces lo que uno va escribiendo se apodera de uno, empieza con el cine y termina con otras cosas. Me gusta tu comentario porque esa ha sido siempre la finalidad de este blog. No sólo detenerse en el cine, que también, sino mirar qué hay más allá. No siempre lo conseguimos, pero siempre lo intentamos.
    Besos

  16. Es una peli muy lenta, para mi lo unico que merece la pena fue el final. Hay os dejo una pregunta.
    quien prefeririais ser el que mata o el que muere?

    1. Ninguno, Yo. Pero si es obligatorio elegir entre uno de los dos, depende de la situación, de quién sea la víctima y de quién vaya a ser el verdugo. En este caso lo honorable es siempre ser víctima.

  17. Encuentro correcta la definición sobre la caja de música. El maestro Gavras sabe exponer la situacion del lado opuesto de las cosas, el encontrarte al otro lado de la culpa o la desgracia, como en Missing con Jack Lemmon con un hijo desaparecido, o en Senderos de la Traición con un novio racista del KKK, o con un cura que conoce la verdad pero que su iglesia hace ojos ciegos en la película Amén, por citar algunas de ellas. Situaciones que te hacen sentir no el héroe, pero si la víctima o el verdugo.

  18. El cine de este hombre siempre presenta terribles encrucijadas mediante las que revela el lado oscuro de nuestra forma de ser. Ésta impregna el sistema sociopolítico y a la vez es alimentada por él. Nuestra trampa. La que nosotros solos nos hemos fabricado a medida.

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