Mis escenas favoritas: Sopa de ganso (Duck soup, Leo McCarey, 1933)

¡¡Freedonia va a la guerra!!

6 comentarios sobre “Mis escenas favoritas: Sopa de ganso (Duck soup, Leo McCarey, 1933)

  1. Ay, perdona mi ausencia en este espacio tan querido, amigo Alfredo, uno anda bastante escorado en estos tiempos que nos ha tocado vivir.

    Como bien sabes, los hermanos Marx son mis hermanos como también los tuyos y los que todavía conservan un poco de cordura. Por desgracia no pude evitar hacer la “mili” y allí me obligaron a aprender, bajo pena de muerte, el himno de artillería, que es donde fui destinado. Nunca lo aprendí y sufrí reprimendas, como fregar platos y “a la nevera”. No obstante, ya me sabía de memoria el himno de Freedonia, pero a los militares chusqueros de la época no les convencía para nada.

    «El último presidente por poco arruina al país. Si pensáis que este país va mal, ya veréis lo que yo hago.»

    Himno de Freedonia

    No respetaban nada. Qué va. Ni la lógica, ni los convencionalismos, ni siquiera el código de censura. Utilizaban el humor para transgredir todas las normas sociales habidas y por haber, mantenían los diálogos más disparatados y soltaban las frases más irreverentes. Con ellos aprendimos que dos más dos no siempre son cuatro, y es que, si se lo proponían, hasta las matemáticas dejaban de ser una ciencia exacta. Reconocimos como los más corrosivos y geniales humoristas de la historia del cine sonoro, reinaron durante una década en las pantallas de todo el mundo.

    – ¿Quiere ser un escándalo público?
    – ¿Cuánto ganaría?
    Este breve diálogo entre el recién llegado presidente de Freedonia; Rufus T. Firefly, y el espía Chicolini, que se ha disfrazado de vendedor de cacahuetes, describe a la perfección la misión de los hermanos Marx en esta película. Sopa de ganso es un golpe mortal a la ingenua ilusión de que existen el orden público y los ciudadanos responsables de sus actos.

    Por cierto, el alcalde de Fredonia – con una sola «e» -, un pueblecito del estado de Nueva York, manifestó su preocupación por la posibilidad de que la película resultara irreverente. Groucho le contestó aconsejándole un cambio de nombre para la ciudad. Groucho siempre tan encantador.

    Sigamos. Todos los habitantes de este pequeño Estado son iguales, libres y palurdos, pero completamente arruinados. Únicamente la señora Teasdale (la inamovible, única y genial Margaret Dumont en uno de sus papeles característicos), viuda de un banquero, tiene un par de millones ahorrados, que invertirá en su devastado país si Firefly acepta asumir la presidencia. De algún modo, este fanfarrón casquivano ha conseguido ganarse la simpatía de la enérgica dama al borde de un ataque de nervios. Sin embargo, para lograr una debacle a escala nacional, incluso un experto en lanzar injurias tan eficientes como el gran, único y sin par Firefly necesita refuerzos. El diálogo que comentaba más arriba continúa más o menos así: «¿Tiene una autorización?» «Yo no, pero mi perro sí.» A la vista de estas credenciales, a Chicolini le ofrece inmediatamente un puesto: «¿Le apetece trabajar en la venta?» «No, no me gusta la menta. ¿Tiene más sabores?» Hay que destacar que todas estas citas se pronuncian en un único minuto y que los hermanos Marx no tienen dificultad para mantener este ritmo durante los restantes 67.

    Tengo un libro por publicar titulado “El informe Firefly”, una recopilación de mis desvaríos mentales. Creo que es uno de los mejores títulos jamás concebidos para un libro que no llega a la altura. Solo te puedo adelantar que en el primer capítulo hay un tipo que se comunica a través de una pantalla de plasma donde vemos en primera plano un enorme cerebro, que es como una ampliación de una col de Bruselas. Nadie sabe dónde está este tipo, pero obedecen, a pies juntillas, todas las gilipolleces que va dictaminando en su delirio. ¡No sé qué calidad tiene este libro, pero te puedo asegurar, que Mars Attack! Se queda muy corto. Hay por ahí un tipo que trata de investigar llamado Firefly y que debe entregar su informe a un gobierno que está de corrupción hasta las cejas.

    Un fuerte abrazo.

    1. Mi querido Paco, recuerdo perfectamente el título de ese libro tuyo (¡cómo olvidarlo!), aunque este adelanto sobre su contenido es una primicia, me da que retocada para encajarla en la actualidad de los últimos meses. Sin duda, una obra que merece imprimirse en letras de oro. O, mejor, que te den el oro a ti y vamos a medias.

      ¡Ay, Freedonia! Hay que ver, qué problemas tenían los Marx para bautizar sus cosas: con el alcalde (son los vecinos los que eligen al alcalde, etc.: M. Rajoy dixit) de Fredonia o con Louis B. Mayer a propósito del uso de Casablanca en aquella película… En fin. La tierra prometida. Freedonia o el país de Rick, cuando le preguntan «¿cuál es su nacionalidad?», y contesta: «soy borracho». Bueno, lo que quería contarte es que yo me libré de la mili: prórroga tras prórroga hasta el sorteo final, y una vez sorteado y destinado (a Figueras, nada menos), la mili fue abolida y mi solicitud de prestación social sustitutoria, recién presentada (a cinco días de tener que ingresar a filas), archivada. Pocas veces he tenido tanta suerte en mi vida.

      Los Marx, y esta película en particular, son la subversión y la irreverencia, amables pero contundentes, inequívocas, revolucionarias. El humor, ay, el humor. Qué peligro tiene. 1933, el año que Hitler ascendió al poder, y Goebbels prohibiendo estas cosas porque la risa es incompatible con la vara que los nazis llevaban metida en el culo todo el día.

      En fin, ¿y qué puedo decir de esos políticos que protagonizan tu informe? Pues que es aplicable esa frase de Groucho, «no hagan caso; puede que parezca un idiota y hable como un idiota, pero no se dejen engañar: es idiota». Margaret Dumont, en cambio, es maravillosa. No entendía un carajo de lo que sucedía a su alrededor, pero por eso mismo se convierte en un ser especial.

      Un fuerte abrazo, amigo.

  2. Buenas, Alfredo y compañía: ha sido ver la llamada de sopa de ganso y me he dicho: voy a darme un baño de sensatez, porque estoy hasta la coronilla de surrealismo en los telediarios.

    Viendo y leyendo noticias uno constata que los hermanos Marx han quedado en un pasado ilustre, pues lo suyo no dejaba de ser una provocación sin daños: ahora, tras el surrealismo, hay palos.

    Desde luego, me quedo con ese marxismo y ojalá volvieran a estrenarse o por lo menos a exhibirse en horarios de máxima audiencia porque quizás despertarían alguna neurona sojuzgada.

    Ayer leía un breve de la Coixet que acaba asegurando estar cada día más convencida que ponen algo en el agua (después de referirse a las puyas lanzadas por la elegíaca Pilar Rahola contra ella y los catalanes receptores de premios en los Goya con el aplauso y adhesión de buena parte del «poble») como razón de lo que pasa. Me hizo reir y después, pensar.

    Prefiero los Marx, evidentemente.

    Un abrazo.

  3. Siempre son mejores los Marx.

    Una subversión divertida e inteligente, y no exenta de agudeza y de objetivos reales. 1933, esos sí que eran malos tiempos… Y sin embargo, era posible hacer y ver cosas de este tipo, que ahora están tan caras, si de inteligencia y agudeza hay que hablar. No respetan nada: ni la política, ni la diplomacia, ni la justicia, ni la guerra, ni el gobierno, ni la república. Un teatro, una farsa, el vodevil de la patria. Qué buena es, narices.

    No me he enterado de ninguna polémica respecto a los Goya, ni política en relación con los Goya. Es que este año no he seguido nada de los Goya.

    Abrazos

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