Cine de verano: La última orden (The Last Command, Josef von Sternberg, 1928)

Inspirada supuestamente en un hecho real dado a conocer por el cineasta Ernst Lubitsch, escrita por John F. Goodrich y Herman J. Mankiewicz a partir de la historia trazada por Lajos Biro y el propio Sternberg, La última orden es una de las grandes obras maestras del director vienés. Protagonizada por el legendario Emil Jannigs, cuya interpretación fue una de las que le valieron el primer Oscar de la Academia al mejor actor en 1927 (en aquel tiempo no se concedía el premio por una interpretación concreta, sino que podía considerarse un galardón a una trayectoria, a la relevancia del intérprete en el mundo del cine, o a la labor continuada en una serie de excelentes papeles), cuenta la historia de un  antiguo aristócrata zarista que, exiliado y arruinado tras la Revolución Soviética, acaba recalando en Hollywood y trabajando como extra en una película que narra los convulsos días de la Revolución de 1917. En ella debe encarnar a un personaje cuyas peripecias son idénticas a las que él vivió, extraña e insólita situación que hace que afloren a su memoria los recuerdos del pasado y que, en cierto modo, la vida le regale una nueva oportunidad para corregir sus errores y recuperar el pasado.

El desgarrado patetismo de este planteamiento sería reproducido por el propio Jannigs cuando, invadida Alemania por los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial, saliera a la calle entre los escombros y las ruinas blandiendo el Oscar recibido años antes para mostrar su carácter inofensivo y su amistad a las tropas norteamericanas.

Cine de verano – Octubre, de Sergei M. Eisenstein y Grigori Aleksandrov

octubre

Volvemos al genial cineasta ruso, esta vez codirector de esta genial obra de 1927, una de las obras maestras del periodo mudo del cine, como siempre en Eisenstein, ideologías aparte. En esta ocasión la película es un compendio de hermosas e impresionantes imágenes y de escenas complejas ricamente elaboradas para tratarse de la década de los veinte. Todo un lujo.

Cine de verano – El acorazado Potemkin, de Sergei M. Eisenstein

El_acorazado_Potemkin

Comenzamos el cine de verano con el que vamos a entretenernos en tanto se inicia la nueva temporada con una de las mejores películas de la Historia del Cine, dirigida por Sergei M. Eisenstein en 1925 y que puede considerarse junto a El nacimiento de una nación de Griffith como una de las piedras angulares de la invención del cine como vehículo de expresión artística y narrativa.

La película cuenta el amotinamiento de la tripulación del acorazado Potemkin de la armada rusa en su base de Odessa, en el Mar Negro, en plena guerra entre la Rusia de los zares y el Japón recién nacido a la modernidad (1905). Las derrotas rusas de Port Arthur y del Mar de China provocarán la primera victoria de un país asiático emergente sobre una potencia europea, el levantamiento de algunas unidades militares sofocado a duras penas por el gobierno y la lenta pero progresiva extensión de un movimiento revolucionario obrero apoyado por buena parte del ejército que eclosionará en la Revolución de octubre de 1917. Para el Japón, la victoria será el primer paso de un modelo militarista de concebir las relaciones internacionales y de solución de los problemas internos que lo llevará primero al bando aliado en la Gran Guerra y después a unirse al Eje en la Segunda Guerra Mundial.

Más allá del contenido ideológico-propagandístico de la película, una auténtica obra maestra precursora de todo el cine que ha venido después. Sin ella nada hubiera sido igual.

Mis escenas favoritas – Doctor Zhivago

La grandiosa novela de Boris Pasternak fue llevada al cine en 1965 de forma magistral por el cineasta David Lean, financiada por el productor italiano Carlo Ponti con la colaboración de la infraestructura industrial montada en España por Samuel Bronston (la película está rodada, entre otras localizaciones, en Soria y alrededores). En su reparto cuenta con Omar Sharif, Rod Steiger, Geraldine Chaplin, Alec Guinness y una hermosísima Julie Christie, entre otros.

Junto a la escena de la carga de caballería, la represión por parte de las fuerzas zaristas de una manifestación pacífica organizada por el incipiente movimiento obrero ruso durante la crisis de la guerra rusojaponesa de 1905, una de mis favoritas en cuanto al retrato de la represión por parte del poder ejercida contra quienes reclaman justas demandas de igualdad, la primera escena de la cinta, el entierro de la madre de Yuri, resulta verdaderamente sobrecogedora. No sólo por tratarse de un funeral, sino porque en apenas unas pinceladas apunta dos de los hilos narrativos de la película y del momento histórico que retrata: la soledad del personaje central, por un lado, y la insignificancia del ser humano en relación con la inmensidad del enorme espacio ruso, detalle que resulta imprescindible para la comprensión de la idiosincrasia y de los avatares políticos de aquel país. Las grandes obras suelen tener comienzos formidables. Y este lo es.