El nombre de Felicia Farr no dice demasiado en la historia del cine, y sin embargo atesora en su currículum interpretativo un buen puñado de títulos relevantes, además de contar en su vida personal con el «mérito» de haber sido la esposa de uno de los mejores actores de todos los tiempos: Jack Lemmon.
Nacida en el estado de Nueva York en 1934, Felicia se hizo un hueco en el cine gracias a su aparición en unos cuantos westerns durante la década de los cincuenta, entre ellos una tripleta a las órdenes de Delmer Daves, La ley del talión (The last wagon, 1956), junto a Richard Widmark, Jubal (1956), con Glenn Ford y El tren de las 3:10 (3:10 to Yuma, 1957), acompañando de nuevo a Ford y a Van Heflin.
A finales de los cincuenta y principios de los sesenta dio el salto a la televisión, participando en series como Los tres mosqueteros, donde interpretaba a Constance, la novia de Artagnan, La hora de Alfred Hitchcock o Bonanza. Tras contraer matrimonio con Lemmon en 1962, su suerte cinematográfica quedó ligada de alguna manera al terceto Lemmon-Matthau-Wilder. Felicia Farr es una de las cuatro patas de la magnífica comedia de Billy Wilder Bésame, tonto (Kiss me, stupid, 1964), junto a Ray Walston, Dean Martin y Kim Novak. En la película interpreta a la esposa de Walstone, que sustituyó a Peter Sellers, que sufrió un ataque al corazón en pleno rodaje y debió retirarse por prescripción médica (cuatro años antes le había ocurrido lo mismo a Billy Wilder con Paul Douglas en El apartamento, aunque con peor suerte: Douglas falleció y Fred MacMurray tuvo que hacerse cargo a toda prisa del personaje de Sheldrake). Con Walter Matthau había participado ya en Onionhead (1958), y repitió en Kotch, dirigida por su esposo en 1971, y La gran estafa (Charley Varrick, Don Siegel, 1973). Con su marido coincidiría en el reparto de ¡Así es la vida! (That’s life, Blake Edwards, 1986). Después de esa película se retiró definitivamente de la interpretación.
Ay, qué adicción me está creando esta sección.
A Felicia Farr tan sólo la recuerdo (y fantástica) en Bésame, tonto. Así que me viene estupendo este perfil. Y no recordaba, vamos no le ponía cara, a la segunda esposa de Lemmon. Me parece que hubieran hecho también un buen dúo como pareja cinematográfica, ¿no te parece? La película en la que trabajaron juntos no la he visto.
Besos
Hildy
Yo también la tengo presente con Richard Widmark y con Walter Matthau en esa joya que es «La gran estafa». Me falta verla también junto a su marido en escena.
Por cierto, hablando de Matthau: hace poco vi de nuevo «Flor de cactus», de Gene Sacks. Me lo pasé muy bien, y me reí un montón con Ingrid Bergman.
Besos
Ay, Flor de cactus, sí, a mí me divierte un montón. Y es cierto que Ingrid Bergman está estupenda, graciosa y atractiva. Es una comedia un poco en el olvido y es una pena porque tiene muchos ingredientes buenos y bien condimentados.
Besos
Hildy
Aquí no quiero ser socarrón pero suelo frecuentar un bar regentado por una chica igualita (físicamente) a la Felicia Farr.Está la pobre mal casada con un tipo,precisamente,muy similar a los personajes que caricaturizó Jack Lemmon.No te rías que te estoy viendo Alfredo;esto es muy serio.Pues bien,ella no sabe de cine y yo siempre le animo a ver ciertas películas,pero hace caso omiso,porque no tiene tiempo para ná.Que ya vendrán tiempos de bonanza,me dice,que así es la vida.Yo se que ella,a veces piensa cuando me mira:Bésame tonto.En el bar suelen entrar un trio de borrachos que siempre van juntos.Mira,dice ella,ya llegan los tres mosqueteros.A veces dice soñadora al mismo tiempo que bate un huevo porque alguien le ha pedío un bocata de tortilla francesa,algún día cogeré el tren de las 3:10 pá no volvé má.Porque si me quedo acabaré matándo a mi marío y va a parecé tó esto un capítulo de la hora de Alfred Hitchcock.
Ella no se llama Felice y poco sabe de felicidad.Sobre la ley del Talión,tampoco sabe nada.
Buen recordatorio,amigo,de ambas.
Un fuerte abrazo.
Pues ya tienes suerte, ya, Paco, porque yo la única camarera que ahora mismo recuerdo se parece a María Isbert…
Oye, Farr, traducido al español, sería algo así como «lejosr», ¿no?
Abrazos
Pronunciando Farr en inglés suena fonéticamente igual que en catalán fart, que quiere decir «harto». Estic fart (estoy harto). Pero uno no puede estar harto de la Farr, ni mucho menos, y, tampoco de mi camarera favorita. Y si me apuras mucho, tampoco de María Isbert. ¿No crees que habría que hacer un recordatorio de ella?
Abrazos
Pues tienes toda la razón. Apuntado queda. Especialmente, como «jovencita virgen» en «Amanece, que no es poco», no tenía precio.
Abrazos
Felicia Farr, muy guapa, se podría alinear con un buen grupo de actrices de solidez contrastada en ese escalón intermedio, inferior a protagonista y superior a secundaria, formado por cientos de esposas, novias, compañeras de trabajo, etcétera, sin las que una película no acabaría de funcionar: co-protagonista, decimos para salir del paso de una indefinición que deja a los intérpretes en un terreno de nadie demasiadas ocasiones olvidado.
Un abrazo.
Cierto, Josep, se quedan ahí, ni chicha ni limoná, sin la entidad propia de un secundario reconocible y sin la dimensión de una gran estrella. Y algunos y algunas bien podrían haberlo sido con voz y presencia propia, pero, al menos en el caso de ellas, hubiera hecho falta otro cine, construido sobre bases diferentes, con historias, miradas y perspectivas distintas, en el que las mujeres fueran protagonistas de un modo distinto que el mero servicio a los personajes masculinos.
Un abrazo
Me encanta esta sección. Estas «secundarias» y «secundarios» tienen un encanto del que carecen las primeras figuras. Una especie de elegante discreción; un «yo estuve allí y no alardeo»; no sé. Ni yo misma me entiendo.
Bueno, te entiendo más o menos. Al fin y al cabo, son tan imprescindibles como los protagonistas o las estrellas.
Bien guapa que era la moza, compa Alfredo, eso no se puede negar… En el aspecto interpretrativo, solo he visto (de las que mencionas) Bésame, tonto, y , francamente, no tengo recuerdo alguno de ella, tendría que revisarla. Y lo de ser mujer de Jack Lemmon, pues no hubo de ser mal invento, eso de estar casada con toda una leyenda de la interpretación (aunque igual eso que sí contribuyó a eclipsar su carrera, quién sabe…).
Un abrazo y buena tarde.
Lo era, desde luego. No es nada descabellado lo que apuntas; no sería la primera vez, ni la segunda, que una actriz abandona su carrera, o la deja en muy segundo plano, cuando está a la sombra de un grande. O, en menor medida, al contrario.
Abrazos, y buen puente, si lo tienes