Entrevista a José Luis Garci

Posguerra, cines, radio, boxeo, fútbol, Asturias, el género negro, Madrid, la Navidad, el pulso social de la Transición… Y el cine de la Edad Dorada de Hollywood. Este es el universo por el que transitan las historias de José Luis Garci, porque es el mundo en el que, aun hoy, vive José Luis Garci.

22 comentarios sobre “Entrevista a José Luis Garci

  1. Garci es uno de esos escasos tipos que no tiene internet ni móvil, y sin embargo, es una persona excelente a corta distancia; gran conversador, amigo de sus amigos. Si vas a su casa, antes de cenar, te sirve un par de cócteles y hablas hasta la madrugada de cine, literatura, un “por aquel entonces”. Garci es uno de esos tipos donde se puede aprovechar todo de él. Le gusta las entrevistas sin conocer previamente las preguntas. Le gusta improvisar, como los buenos del jazz, ir un sitio a otro. Ejerce la memoria porque el cine ya es memoria. Una vez dijo: “… lo nuestro eran películas, lo de ahora es ‘audiovisiua’. O: “Eso ya no volverá a suceder. Ya no existe Hollywood. Hollywood era una máquina perfecta de hacer películas, como Detroit llegó a ser una máquina perfecta de fabricar los coches americanos, salían perfectos. Mira en la Habana, los coches americanos de los 50, hace 75 años y ahí siguen funcionando, así sea sujetos con cuerdas”.

    “Lo progre es lo que pierde a España”. Sí, lo progre y también el conservadurismo, hijo del consumo, la infantilización y la búsqueda de la seguridad programada. Hoy, un tipo de veinte años ya se está cuestionando su jubilación. Garci dice: “Yo creo que no hay memoria para tres generaciones. En 200 años no sabremos nada. Haces una encuesta sobre las estatuas del Retiro, y se guro que nadie sabe quién es Campoamor. La posteridad es una fonética. ¿Quién era Jorge Juan?” ¿Sabías, mi querido amigo, que cuando voy al Retiro suelo visitar dos estatuas que solo existen allí en todo el mundo? Es la estatua del Diablo y la del Hombre Invisible. De este último tengo tres o cuatro fotos. Cuando se la enseño a alguien me pregunta qué cojones estoy haciendo allí junto a un pedestal vacío. Es que no se enteran, tío. Hasta el Hombre Invisible ha sido olvidado. Sí, ya sé que no se ve, pero tampoco se pueden ver las películas de ahora y bien que dan por culo.

    Podríamos estar aquí hablando y hablando de todas estas cosas. Garci inspira a ello. Conversar con un buen amigo y un delicioso buñueloni. Compartir emociones y no como ahora que solo se comparte ambiciones y vanidades. Podríamos estar aquí citando hasta el infinito cosas que dice Garci. Mi favorita es: “Antes ir al cine era más importante que ir a Marte”. Y, sobre todo: “Nunca volverá a ocurrir que haya un periodo en el cine como ese entre los 30 y los 60 donde estén Hitchcock, John Ford, Fritz Lang, Billy Wilder, Raoul Walsh, Buñuel… Es imposible. Nunca”. Garci es un fenómeno. Es una de esas personas que cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad le gustaría cenar en su casa y hablar hasta por los codos de la vida dentro del cine y del cine dentro de la vida. En su libro “Apuntes en el aire”, dice, y con esto acabo: “La vida es un arcano misterioso por donde transcurre la levedad inaprensible del paso del tiempo… la vida es el sueño que aún nos queda por alcanzar”, bonito, ¿verdad?

    Hoy el lunes. No es gran cosa, pero si no fuera por la literatura o el cine o la música o la pintura o la imaginación o por los buenos momentos dignos de recordar bebiendo a sorbitos un cóctel agitado con la devoción, hoy perdida, de la auténtica amistad, seríamos mucho más desgraciados de lo que ya somos. Me complace que en este comentario no tenga un «me gusta» de un desconocido que vive en Albacete.

    Abrazos mis

  2. Bueno, no te alegres demasiado pronto, que aquí hay gente de Albacete y de muchos otros sitios…

    Pero entiendo lo que dices. Se pierde el sabor de las cosas en la inmediatez, en la eficiencia y en el automatismo. Esta conversación mismamente, por ejemplo. Dice el personaje de Luis Varela al final de El crack cero, donde es Navidad (como siempre en la trilogía de El crack) que él pertenece a otro mundo, al pasado, que no se encuentra cómodo en la realidad de su tiempo. Es Garci quien habla por él. Y creo que somos muchos los que echamos de menos cosas de ese mundo, que no nos reconocemos en el nuestro, que no nos gusta, que no lo queremos. Aunque tenga sus cosas buenas, aunque el confort material y las posibilidades de ocio sean mayores, que el acceso al conocimiento (no necesariamente a la sabiduría) es casi infinito, que las tecnologías permitan conocer gente fantástica (y decepcionante, claro)… Hay algo de otras épocas que se ha perdido, por desgracia.

    Abrazos

  3. No estoy en contra de las nuevas tecnologías, sería una paradoja por mi parte que admitiera con rotundidad que la detesto cuando estoy comunicándome aquí contigo. Lo que sí es cierto, que esta «cosa» se está quedado en exclusiva y dejando atrás, para siempre, otras que son, quizá, más necesarias. Ahora, con tantas redes sociales la gente se siente más sola que nunca. Los psicólogos y psiquiatras van en aumento. El afecto y los sentimientos han cambiado tan rotundamente que ahora la gente se comunica mejor a través de las redes sociales que en persona. Puedes ser, por ejemplo, un romántico con una chica de Cantalavieja, estando en calzoncillos y hurgándote la nariz. Pero si tienes que quedar con ella te tienes que duchar, vestirte y dejar tranquila la bolita de la nariz. Hay montones de malentendidos a causa de esto. Se pierde la mirada, el contacto físico, el guiño, el sobreentendido. Para paliar esta carencia se ha inventado el emoticono. Tengo una amiga psicóloga que se vuelve loca a la hora de comunicarse con el bicho o la bicha que está tumbado/da en el diván. No saben expresar con precisión sus estados emocionales. Y lo más problemático: hacen gestos como imitando a los emoticonos. En la carrera de psicología ya se enseña a descifrar esas caras amarillas, aplausos, ositos, orejas, pies, culos, axilas o lo que sea. Por lo visto, te ponen en una pantalla estos signos ampliados y los analizan como haría Sherlock Holmes con una colilla de cigarro o un fragmento de barro en una bota. Mi amiga me dijo: «Por ejemplo, si el bicho que tengo tumbado en el diván, comprado en Ikea, aplaude más de lo debido, es porque está hambriento de reconocimiento. Si pone un gesto con la comisura de los labios apretados hacia abajo la cosa se complica para nosotros, los psicólogos. Porque podría ser que está triste o está al principio de un berrinche o de una risa histérica. Nunca se sabe. Lo que recomienda el colegio de psicólogos es alzar el pulgar hacia arriba y que el bicho lo vea. Es la única manera de aplacarlo. Paco, tenemos un trabajo tremendo que dista mucho de encontrarle un verdadero significado.

    Si Garci decía que antes ir al cine era más importante que ir a Marte, creo que ahora estamos viviendo allí. Incluso el que escribe ahora… ¿podrías asegurar que es Paco?

    Más abrazos miles

  4. Pues sí, podría. Por el detalle de los calzoncillos y hurgarse la nariz. Es muy tuyo. Escribir de ello, quiero decir…

    Además de eso, creo que otro problema añadido es la pérdida de capacidades. De concentración, de análisis, de comprensión. Una imagen compleja o un texto prolijo representan ya una dificultad inasumible para mucha gente, que necesita letreros que le expliquen que en Lo que el viento se llevó hay racismo, fíjate tú. Como si pudieras contar una historia del Sur de Estados Unidos durante la Guerra de Secesión sin que lo haya. La escasa o nula comprensión le quita todo el espacio a la profundidad, al subtexto, a la sugerencia, al sobreentendido, al doble sentido. Como se teme que no se entienda, todo se vuelve superficial, explícito, todo en plan Barrio Sésamo para que la legión de lerdos analfabetos de las redes entienda algo. Y eso, la incapacidad de discernir, interpretar y comprender, nos lleva al nuevo puritanismo y a la censura por parte del que se tiene por biempensante. El horror de la censura elevado a la máxima potencia, en nombre de nuestra protección, censura por nuestro bien. Ya tienen lo que querían.

    Abrazos

  5. «Ya tienen lo que querían». Exacto, amigo mío. Y en muy poco tiempo, también llegaremos a Marte. Aterrizaremos en un planeta desértico, frío y lleno de óxido. Bajaremos por la pasarela de la nave dentro de un traje espacial y casco. Nos tendremos que comer nuestros propias flatulencias. Miraremos a nuestro alrededor y nos preguntaremos dónde hay una librería, un cine o un café. Construiremos habitáculos de plástico y asentaremos la más gris de las cotidianidades y nos pelearemos. Echaremos de menos el planeta Tierra, con o sin coronavirus, con o sin Torra, Abascal, Trump, Bustamante o Ventura Pons. Nos destruiremos y el último superviviente dejará escrito sobre la arena de Marte sus últimas palabras: “Antes ir al cine era más importante que ir a Marte”, José Luis Garci.

    Abrazos, abrazos miles

  6. Jose Luis Garci es una persona con muchas virtudes. Tiene una inteligencia más que despierta, su capacidad de evocación y de recreación oral y escrita es prodigiosa, y su memoria más que privilegiada es extraordinaria. Asombrosa. Me he leído casi todos sus libros, prodigios de erudición y de sagacidad. He visto casi todas sus películas. Soy un gran defensor de «El crack» y de la creación que hicieron Alfredo Landa y él del personaje de Germán Areta. Creo que «Volver a empezar» fue un Oscar merecidísimo. También soy un gran partidario de su llamada «Trilogía de la Transición» (formada por «Asignatura pendiente», «Las verdes praderas» y «Solos en la madrugada»). También soy un asiduo y fiel seguidor del programa radiofónico semanal en el que participa, «Cowboys de medianoche.» Creo que todo aquel que tenga sincera afición y pasión por el cine, o incluso por la literatura, tienen en Garci a un referente fundamental de lo que es la creación audiovisual, literaria y divulgadora del Septimo Arte (a través de su indispensable programa semanal de los 90 en La 2 «Qué grande es el cine», programa por cierto, que tenía algún seguidor eminente, como el director Emir Kusturica, que, al parecer, lo seguía a través del Canal Internacional de TVE). Su carácter transmite templanza, sabiduría y hasta campechanía con sus amigos. Al igual que él también he tenido afición por el fútbol, pero eso no me parece muy reseñable en ninguno de los dos casos.

    Ahora bien. Considero que cuando habla de política, sociología e historia hace afirmaciones bastante o muy discutibles. En esta misma entrevista dice cosas que suenan bien pero que pueden resultar muy irritantes. Es evidente que Garci tiene una visión del mundo muy tradicionalista. En pocas personas como en él veo con tanta claridad lo difuso e injusto que puede resultar el falso antagonismo progresismo-clasicismo, o Modernidad vs Tradición que nos ha tocado vivir. Es algo muy común en estos tiempos confusos lo de mezclarlo todo con fines un tanto ventajistas.

    Me he ido un poco lejos. A ver si llego a alguna parte. No es la primera vez que Jose Luis Garci alude con desprecio a «los progres.» Cuando él dice eso, la mayoría sabemos interpretar que él defiende el clasicismo frente a la supuesta «progresía» arrogante de quien quiere erigirse por encima de los grandes maestros del cine y del arte en general. Defiende con razón que en el arte está casi todo inventado y que todos los avances estéticos y narrativos siempre han estado allí utilizados por los grandes directores y los grandes artistas. Cuando él dice esto, yo creo comprenderle. En realidad, llevado al ámbito social y cinematográfico, cuando él hace esta crítica, en el fondo se está retrotrayendo a su juventud, cuando los díscolos muchachotes de «Cahiers du cinema» (Truffaut, Godard. Chabrol……) criticaban a los grandes del cine americano solo para hacerse notar y para reclamar el relevo que finalmente acabó llegando. Esta crítica se podría hacer también a escala política y social al Mayo del 68 del que son hijos los propios cahieristas e incluso las clases políticas europeas y españolas que nos gobernaron (muchos lo siguen haciendo) durante décadas posteriormente. En ese aspecto, yo estoy bastante de acuerdo con él. Hay directores de la Nouvelle Vague (Godard es el caso más evidente) que en los 60 hicieron películas que a los diez o veinte años quedaron mucho más desfasadas que las fantasmagorías de Melies o incluso que los avances narrativos de Griffith o de Alfred Hitchcock. Hasta ahí bien. Lo que ocurre es que si trasladamos ese análisis a la España de 2020, cuando Garci hace ese análisis, todos sabemos que hace referencia a ciertos grupos mediáticos y políticos de este país, hacia los que demuestra un desprecio evidente. Y eso a mi me llama mucho la atención en alguien que siempre ha puesto mucho cuidado en no hablar de las películas españolas de sus compañeros de generación para no perjudicarles ni para llevarse mal en un espacio reducido como es el de nuestro cine, en el que todos se conocen.

    Porque, además, ese análisis que hace es profundamente injusto. No es la primera ocasión en la que le veo descalificar a generaciones enteras de españoles por su supuesto desconocimiento de la cultura de nuestro país, que él achaca a cuestiones de política educativa. No me cabe ninguna duda de que él estudió en un buen colegio. ¿Pero cuanta gente lo hizo en su época? Ni siquiera la escolarización era obligatoria. Y los que accedían a ella lo hacían en colegios religiosos, con una educación proselitista e interesada para adocenar y generar clientela afín a su causa. Garci no debería olvidar que sus profundos conocimientos de la cultura e historia de España, no son algo propio ni siquiera de su propia generación, sino que más bien corresponde a un interés suyo personal.. Hay amplias capas de españoles setentones y ochentones educados según los criterios de esa época que tienen un conocimiento de la HIstoria muy sesgado y poco edificante. En cualquier caso no me parece de recibo que achaque a generaciones enteras problemas que son más bien generales o incluso hasta universales. Las masas, por lo general, tienen poco interés en algo que vaya más allá de sobrevivir ventajosamente cada día.

    El paralelismo que establece entre la España de postguerra y la de la Depresión en los Estados Unidos me parece también muy desacertado. El crack del 29 americano vino de una borrachera de dinero que los americanos no supieron gestionar, mientras que en España lo que hubo fue una borrachera de sangre promovida básicamente desde ciertos estamentos del Ejército porque sabían que tenían todas las de ganar, como bien se encargaron de demostrar durante las casi cuatro décadas posteriores. En Estados Unidos hubo depresión económica sí, pero en pocos años, el New Deal de Roosevelt y la movilización de la industria por el esfuerzo bélico levantaron el país. Un país que, además, cuando se vio triunfador vivió la mejor década de su historia, al verse como ganadora y árbitro benéfico de la política mundial. ¿Y en España qué sucedió? Después de la Guerra Civil, dos décadas infernales de aislamiento absoluto y de represión sistemática. Esto solo cambió un poco porque tras la Conferencia de Potsdam los cínicos países desarrollados de Occidente vieron en Franco a un aliado contra el comunismo, y porque a principios de los 60 se vio que España era un buen destino para el turismo de pincho y playa. Hubo planes desarrollistas, planes de estabilización, se creó el INI, pero ¿quién se beneficiaba verdaderamente de todo ello? Los de siempre. Porque, lo cierto es que el Caudillo no murió hasta 1975. Su influencia fue tan nefasta que la seguimos experimentando muy negativamente hoy, en el verano de 2020.

    La visión idílica que Garci da de la Transición empieza a resultar bien cansina. Toda esa visión idealizada fue consagrada por la serie televisiva que Victoria Prego hizo para TVE a finales de los 90 que estudió ese momento histórico. Si bien ese proceso tuvo grandes momentos de conciliación y de esfuerzo por parte de todos, creo que, pasado medio siglo, ya ha llegado el momento de lanzar una mirada mucho más crítica sobre lo que sucedió. Y hay que decir las cosas claramente. La democracia llegó porque tenía que llegar y no había más salida que esa. Y no pasa nada por reconocerlo. Y aún así los políticos estuvieron a punto de cagarla, porque el 23 de febrero de 1981, estuvimos a medio milímetro de caer de nuevo en la involución total como la Yugoslavia de los 90. Si eso no sucedió fue porque los ciudadanos no estaban por la labor.Así de simple. La Sacrosanta Transición no fue ni tan Sacrosanta ni tan ejemplar. El rey defendía sus intereses y Carrillo probablemente, también, basados quizás en el error de cálculo de pensar que el PCE tenía más apoyo popular del que verdaderamente se tradujo en las urnas. La peculiaridad de ese momento histórico reside más bien en el hecho de que se dio una confluencia de intereses en el que ciertos poderes fácticos veían más positivo pasar de página que seguir igual, y en eso coincidían con la voluntad general de los ciudadanos. Pero nada más. No había en ello nada de místico ni de sobrehumano. De hecho, el proceso estuvo a punto de fracasar. Y de muchos de los errores que se cometieron entonces vienen los problemas que vivimos ahora así que convendría que nos pusiéramos todos las pilas para arreglarlos ya, cincuenta años después, en vez de pararnos a contemplar tan autocomplacientes lo bonita que nos quedó la «niquelada» Transición.

    Y del nacionalismo qué decir. Dice Garci que siente envidia de Francia, de Inglaterra, de Alemania, y del amor que sienten estos países por sus himnos. Para empezar, el nacionalismo es un sentimiento bastante estúpido en general. Pensar que tus pedos huelen mejor que los de tu vecino. Todos amamos nuestras raíces. Ese es un sentimiento bastante extendido. Pero hay gente que no siente nada especial por ellas. Y a lo mejor, desde su frialdad, estas rinden mejor servicio a sus paisanos que las más motivadas. Lo vemos todos los días en el estrado del Congreso de los Diputados. Gente que está todo el día envolviéndose en su bandera y que no deja de sembrar el odio contra el vecino. Otro sentimiento bastante extendido. Pero es que además hay circunstancias históricas que explican esas diversas actitudes ante los símbolos patrios. Para los franceses, la tricolor es un símbolo nacional de unión que a la vez asocian a un consenso político casi universal por instaurar un régimen de libertades y una democracia moderna basada en la «liberté, egalité, fraternité» de la Revolución Francesa. Por eso la celebran con orgullo. Sin embargo, en España, se hizo un uso tan abusivo de la rojigualda para legitimar un regimen despótico, tiránico,abusivo y antidemocrático de un símbolo que supuestamente hubiera tenido que unirnos, que a muchas personas solo les despierta rechazo. De hecho a mi me extraña que no haya más odio hacia la bandera. Muchos hijos y nietos de represaliados, hartos de tanta bronca, solo sienten hacia la bandera indiferencia y hastío. ¿Qué esperaban? Para mi que ciertas familias republicanas, anarquistas, comunistas y demás, sientan hacia la bandera de España algo parecido a la neutralidad ya me parece un logro, francamente.

    Bueno. Perdonad. No quería llevar el debate a la política, pero es que ya os he dicho que a mi algunas de las cosas que he visto en esta entrevista me parecen muy, muy discutibles.

    Un saludo.

    1. Bueno, ni la política, ni la sociología ni la historia son ciencias exactas. Su esencia es, justamente, pertenecer al terreno de lo discutible.

      En todo caso, la finalidad de la entrada es escuchar a Garci, se esté de acuerdo o no con él, cosa que a mí, en principio, no me preocupa demasiado. Pero sí hay pequeñas cosas que me interesa resaltar: por un lado, que se declara votante del PCE mientras votó o, dicho de otro modo, hasta que dejó de votar, que se declara hijo del bando de los vencidos en la guerra; que él mismo explica en qué sentido hay que entender el uso de la palabra «progre». En ese sentido, es un izquierdista poco frecuente, porque yo me he encontrado a muchos intelectuales de derechas, o gente de derechas en general, con buenas amistades de gente de izquierdas, o incluso periódicos de derechas que cuentan en su nómina con periodistas y columnistas de izquierdas. Pero me cuesta mucho encontrar casos de lo contrario. Me cuesta mucho deducir de sus palabras desdén, desprecio o descalificación contra nadie; muy al contrario, me parece que incorpora índices de respeto poco presentes en el discurso público español, en general.

      Por otro lado, no le veo mucho sentido a tildarlo de injusto y sesgado cuando la lectura alternativa que propones de los mismos hechos, personajes, etc. es igualmente injusta y sesgada. Personalmente, nunca condenaré la Transición, primero porque a mí me pilló de refilón, se puede decir que no estaba allí (quienes más la condenan son los que no la vivieron), y segundo porque solo los que la pasaron y la sufrieron saben exactamente qué fue y por qué fue como fue, y yo no soy quien para juzgarles ni reprocharles nada. Y en cuanto al resto de apuntes históricos… pues, como he dicho, es una ciencia de hechos discutibles, desde la supuesta veneración de los franceses por su bandera al lema de «libertad, igualdad, fraternidad», que como todo lema, no se lo creen ni ellos. Quiero decir, que no tiene sentido calificar o criticar la visión de la historia o de la política o de la sociedad de un señor cuando la alternativa que se ofrece es igual de injusta, limitada y sesgada. El vídeo manifiesta la de Garci, un cineasta, y esté más o menos de acuerdo con ella, es la que creo que interesa porque da claves de sus películas, nada más.

      Saludos

  7. No. A ver. Toda visión de la realidad tiene el sesgo de las experiencias y de la visión de la vida de cada cual. Si no se pudiera criticar nada por el hecho de ser una visión sesgada de la vida nunca llegaríamos a ninguna parte, porque nadie tiene la panorámica completa de lo que es la vida o la Historia. Ya te digo que soy muy admirador de Garcí, y si, efectivamente, me parece una persona muy educada. Pero, se diga lo que se diga, yo le he escuchado muchas veces escucharle utilizar el término «progre» o «progres», que, obviamente, es un término despectivo o muy despectivo. El problema es que esto de ser educado o maleducado es algo muy curioso. La gente de las capas privilegiadas reduce la educación al aspecto meramente formal. Es decir, si tu, utilizando un tono «moderado», o un tono irónico o «sofisticado» al estilo british, desprecias a alguien, entonces no pasa nada, y nadie se escandaliza. Insultar o despreciar sale gratis si utilizas el tono del Gran Mundo. Ese es un lujo que no se puede permitir la mayoría de la gente, que está más preocupada por otros problemas, y que te suelta lo que piensa sin pensar calculadoramente en lo que está diciendo. Creo que la gente de la élite tendría que ser más cuidadosa con lo que dice, precisamente porque son privilegiados y podrían permitirse ser más generosos. Garcí es un gran personaje de nuestra cultura, pero cuando critica a la «progresia» de este país cae en un reduccionismo igual a aquel de quienes le tachan de «carca» o de «reaccionario» por hacer películas como «El abuelo» o «Canción de cuna». El vale mucho más que todo eso y tendría que estar muy por encima de esas disputas que no llevan a ninguna parte. Por otra parte lo que yo digo de la Transición no es una enmienda a la totalidad del proceso, pero a mi me resulta más que evidente que llevamos más de treinta años narcotizados por esa visión tan complaciente de aquellos años, y creo que tendríamos que pasar a otra fase, porque eso de no tocar una coma de la Constitución nos ha llevado a un inmovilismo bien patético. Ya se que esto no es un blog de política, pero me parecía oportuno matizar mi opinión.

    Saludos.

    1. No se trata de no criticar, sino de encontrar unos argumentos críticos igualmente reduccionistas, o bien simplificar contextos históricos realmente complejos, ya sea la Gran Depresión o la posguerra española, que comparten elementos y son bien distintos en otros. Yo no observo, por otra parte, complaciencia ni inmovilismo. Lo que observo es la incapacidad de los políticos actuales, no de los de entonces, por adaptar lo que haya que adaptar (si es que lo hay) fuera de las exigencias ideológicas partidistas, olvidando que una Constitución es para todos y debe someterse al mismo cuerpo de sufragio que la aprobó. La crítica actual a la Transición sí es ventajista, además de, en muchos aspectos, ignorante, cuando proviene de según qué partes del espectro político, situadas ambas a los extremos. Por otro lado, ya sabes que el pecado español no es la envidia, sino el desprecio, como apuntaba Fernando Fernán Gómez. La cuestión radica, creo, en un exceso de politización y en el hooliganismo político. El término «progre» ejerce, por tanto, del equivalente «facha», que todavía más despectivo y connotador de desprecio, y que más allá de los cuatro pirados fascistas que realmente quedan en España (y en todas partes), se aplica a todo el espectro conservador (antes «carca» o «carcundia»). Lo que ocurre es que el término «progre» durante aquellos años de la Transición lo usaban a mucha honra quienes decían pertenecer a ese segmento, que sacaban pecho y se definían a si mismos como tales, igual que ahora determinados partidos se adjudican postulados «progresistas» (como si los de sus contrarios no lo fueran, o como si muchos de los suyos propios no fueran nada «progresistas»). Otra cuestión es que la idea de progresismo, más allá del confort material, es estrictamente falsa.

      En cualquier caso, aquí hemos venido a hablar de Garci.

  8. A ver, Alfredo. No era mi intención entrar en polémicas profundas. Pero lo cierto es que tu has colgado este entrevista a José Luis Garcí que dura 45 minutos largos y en la que habla de lo divino y de lo humano (y, por cierto, en esta ocasión no demasiado de cine) y yo solo pretendía tratar algunas cosas que dice que me parecen discutibles. Lo cierto es que esta entrada da mucho más juego para hablar de historia, de política y de sociología, o de la amistad que del propio cine. En el fondo estoy de acuerdo con muchas cosas que dices. Hoy en día hay mucho postureo. El problema con esto de las redes sociales y de los zascas es que todo el mundo busca el efectismo fácil y el corte de mangas virtual en 140 caracteres. Es lo que te digo. Precisamente es eso lo que me molesta. Tachar a alguien de «progre» o de «facha» es cosificarlo y etiquetarlo cómo para querer estigmatizarlo. Me parece siempre fatal ningunear a la gente y reducirla solo a su etiqueta.

    Precisamente, a José Luis Garcí le han querido etiquetar y despreciar muchas veces. Cuando en este país había un gobierno conservador que le apoyaba, mucha gente decía que era «el cineasta oficial del régimen» o que decía que su cine era «retrógrado» o «reaccionario». Etiquetas simplistas una vez más. El trabajo literario, radiofónico o cinematográfico de Garcí es lo que a nosotros nos toca juzgar, no sus ideas políticas. Aquí cada cual es muy libre de tener las ideas políticas que quiera. Faltaría más. Puedes votar al Tea Party o al partido de la marihuana. De todos son conocidas las simpatías ideológicas del director madrileño. En un país como este en el que impera la envidia, era muy ingenuo pensar que eso no le fuera a pasar factura. Y de hecho yo creo que se la ha pasado de una u otra manera. Y a mi entender he de decir que eso se nota. Entre líneas se lee en el algún rencor hacia ciertos sectores mediáticos o ideológicos de este país. Es más. Te diré que yo estoy de acuerdo con el cuando tacha de progres a algunos medios cursis de este país. Pero me parece mal que el lleve tanto tiempo entrando a ese trapo. Porque cae en el mismo pecado de quienes le critican al etiquetarlos despectivamente. Lo suyo sería ignorarlos pasando olímpicamente de ellos. Pero no me parece el caso.
    José Luis Garcí podría haber eludido estas polémicas muy fácilmente. Hacer cine en este país implica posicionarse políticamente. El pago un precio por hacerlo. Y de alguna manera, sigue haciéndolo. Hay que recordar que estamos hablando de un señor que ha ganado un Oscar de Hollywood y que lo ha llegado a acariciar de cerca en otras tres ocasiones más. El es alguien en el panorama cinematográfico mundial. Podría haber financiado sus proyectos con capital internacional pero como sabemos no optó casi nunca por esa vía. Podría haber forjado una carrera mucho más independiente y no haber estado siempre en el ojo del huracan, ni ser objeto de trifulcas. Yo creo que a la larga le ha perjudicado. El es un gran defensor y divulgador del acerbo cultural español, pero si en cierta época de, su vida hubiera abierto las ventanas y se hubiera expuesto menos a la bronca politica, creo que el como creador, y nosotros como lectores y espectadores hubiéramos salido ganando.

    Saludos.

  9. No, si me parece muy bien. Para eso está. Pero lo que interesa aquí, al menos en mi opinión, es la expresión del pensamiento de Garci que hace que sus películas sean como son, su personalidad como cineasta. Lo demás, pues bien, lo que haga falta, pero para mí es secundario, incluso prescindible.

    Lo que le ocurre a Garci es doble: su polémica con los Goya, lo cual le granjeó una mala prensa, no sin motivos razonables, que perdura hasta hoy, y el hecho de que, despedido de TVE, se incorporara a tres medios notablemente significados con el ala dura de la derecha española (por más que no todos en esos medios fueran de la derecha dura, o ni siquiera de la derecha), como fueron Telemadrid, COPE y EsRadio, con las malas compañías que en ocasiones eso supone. Eso, unido a que fueron gobiernos del PP, en España y en la Comunidad de Madrid, los que le proporcionaron la financiación que otras instituciones le negaban, precisamente, por su alineamiento mediático (que no político, o no directamente político), además de determinadas parodias de su famoso programa en la televisión, lo hizo carne de cañón, por algunos desde el humor (por ejemplo, las humaredas y las nieblas que se formaban en su programa) y por otros desde el desprecio, este sí, absoluto por una supuesta significación política que, más allá del carácter de los medios en los que participa, no comparte (él mismo dice que no vota, y que cuando lo ha hecho, siempre ha sido a la izquierda de la izquierda). Aquí, como le ha pasado a tantos, cuando no te postulas pública y explícitamente a favor de determinadas causas asumiendo de antemano determinado lenguaje, en seguida te cuelgan el sambenito de siempre, por más que tu cine y tus comentarios públicos lo desmientan.

    Lo otro ya… Yo no sé qué opciones reales ha tenido Garci de hacer cine financiado desde fuera de España al margen de las amistades de las que alardea. No es un director que haya recaudado mucho dinero, y a Hollywood eso es lo que le interesa primordialmente. Tal vez algún desembarco americano hubiera sido factible, con resultado incierto, eso sí. Su actitud ante las críticas personales… Bueno, solo uno sabe el grado de paciencia de que dispone, yo no sé si debería entrar al trapo o pasar de todo. Particularmente me da lo mismo, teniendo en cuenta que esto pertenece a la esfera de su libertad de expresión y que, como tal, a su vez, se expone al juicio público. Un director de cine se expresa mayormente a través de su labor (o, en este caso, además, de sus intervenciones radiofónicas, en prensa y en sus maravillosos libros), y ahí me cuesta mucho ver todo eso que se supone que es.

    Saludos

  10. No sé si sabes una cosa, Alfredo. Jose Luis Garci comentó en una ocasión que estuvo acariciando la posibilidad de hacer una película con Paul Newman, en la que era de imaginar que iba a haber capital americano. Al parecer fue (creo que con Enrique Herreros) al plató de «El color del dinero» para tratar de hablar con él. Probablemente habría un guión o al menos un tratamiento muy avanzado si trataron de contactar con una de las mayores leyendas del cine americano. Pero Newman, aunque fue muy cortés, muy tajante les debió de decir que ni siquiera iba a hablar con ellos. Pero no porque no estuviera interesado en el proyecto ni por despreciar a unos «mindundis» europeos. No. Según Garcí, Newman rechazó de entrada aceptar aquella propuesta porque en cuanto terminara aquel rodaje se iba a sumergir de lleno, en cuerpo y alma, en la adaptación (un tanto floja, ¿la has visto?) que el propio actor dirigió de «El zoo de cristal» de Tennessee Williams, protagonizada por su mujer Joanne Woodward. No quería distracciones externas para centrarse en aquel proyecto, y por eso desechó la posibilidad de trabajar con el director madrileño. Quien sabe lo que hubiera podido pasar si Newman hubiera dicho que sí. La carrera de Garci podría haber transcurrido por otros derroteros. Pero no vamos a hacer historia ficcion.

    Otra cosa sobre la que quería reflexionar, un poco al hilo de todo esto, es sobre la financiación del cine español. Es deliberada e interesadamente opaca. No sé como estará ahora el tema, pero hace unos años el tema del control de taquilla y de la venta de entradas, y del número de espectadores, que determinaban en buena medida optar o no a ciertas subvenciones era de risa. Ahí nadie se atreve a meter mano. Durante una época había fraude sistemático. Enrique González Macho se metió en un lío por eso. Es otra de esas cosas que funcionan de manera «discutible» (por ser diplomáticos) en este país. El cine español es un coto muy cerrado. Nadie denuncia estas irregularidades porque hay mucha gente que quiere formar parte de tan selecto club. Nadie se atreve a decir que el emperador está desnudo.

    Te hablaba de lo de la financiación internacional a la que podría haber optado Jose Luis Garci porque todos los años, en el festival de cine de Cannes hay un fructífero mercado del film en el que los productores y directores más laureados ofrecen sus proyectos para lograr levantar sus proyectos. Este tema podría ser objeto de una tesis doctoral u ocupar tantos tomos como la enciclopedia Espasa, pero el hecho es que uno no acaba de entender como directores como el propio Garci, Almodóvar, Trueba, Amenábar o Alex de la Iglesia, (por poner los casos más señeros) acaban siempre compitiendo también por las subvenciones públicas dejando un trozo de pastel muy pequeño para los demás. No estoy diciendo que no reciban apoyo público. Ellos son parte importante de la cultura española y deben recibir ayudas. A Bergman, Fellini, y a los directores franceses también les ayudaban sus respectivos gobiernos. Pero, sinceramente, ¿no crees que es bastante injusto que directores ya consagrados, que deberían de estar orgullosos de haberse ganado la independencia y el prestigio que otorgan los premios más importantes del cine mundial tengan que recurrir al dinero público cuando tendrían muchas posibilidades de lograr casi toda la financiación por otra vía? No solo es malo para los cineastas más jóvenes o con propuestas más arriesgadas, sino que, aparte de ejercer de tapón generacional, eso les obliga en muchas ocasiones a halagar o a estar en consonancia forzada con los poderes polìticos de cada momento. A nadie le interesa este debate. Hay mucha doble moral. Nadie quiere abrir el melón, pero está claro que ahí hay muchas cosas que no funcionan bien.No sólo huele a podrido en Dinamarca.

    Un saludo.

    1. Bueno, «acariciar la posibilidad» o hacer una oferta a una estrella no es suficiente, creo yo, para hablar de «proyecto». Para eso te buscan, no buscas. Y a Garci, hasta donde yo sé, nadie lo ha buscado, con dinero contante y sonante en dólares, para hacer nada, con estrellas o sin ellas, salvo para un eventual remake de Canción de cuna, obra que gozó de cierta celebridad en EE.UU., alabadísima, por ejemplo, por Orson Welles, y que alguien contempló rodada en inglés y con actores americanos. Un desastre en potencia, pero…

      Lo de la financiación del cine en España es de vergüenza, en efecto. No solo fraude, que también, y estoy convencido de que continúa; es la obligatoriedad de las televisiones a dedicar parte de su presupuesto a financiar películas. Eso tiene consecuencias muy lamentables: la primera, que a través de los grupos mediáticos y de las televisiones públicas, controladas por los gobiernos, nacional o autonómicos, se están financiando verdaderas mierdas que, o bien tiran de la comercialidad más burda y zafia, mera imitación de los títulos que en Hollywood se ruedan con un molde más viejo que Maricastaña (en un vano intento por recuperar fácilmente una inversión que se hace a regañadientes), o bien sirven a intereses ideológicos muy concretos (o a desactivar o contraatacar a los adversarios), o simplemente son prolongaciones-bodrio de las series emitidas por el respectivo canal, con actores de plantilla de la cadena repitiendo sus personajes de series hechas como longanizas. El hundimiento de la calidad media del cine español (al menos del cine español que se ve en salas mayoritariamente) es abismal. No se ve el fondo. Lo de Atresmedia y Telecinco Cinema, en particular es de traca, pero las películas pseudohistóricas sobre delirios mítico-nacionalistas que a veces pagan ETB, TV3 y similares, es para alucinar.

      Al hilo de lo que mencionas sobre Cannes y festivales de este tipo, la ausencia del cine español en esta clase de certámenes, excepto San Sebastián (y ya sabemos por qué, se llama mamoneo), es palmaria. Salvo Almodóvar y alguna otra cosa puntual, queda arrinconado en esas secciones paralelas que no interesan a nadie y de las que nadie vuelve a acordarse jamás, y eso cuando va, porque ya son muchas, muchísimas ediciones de Berlín, Venecia o Cannes, y no hablemos ya de festivales fuera de Europa, en los que el cine español ni está ni se le espera. Y eso que cuando se hacen retrospectivas por parte del Instituto Cervantes, por ejemplo, el resultado no es nada malo (aunque siempre es cine de antaño, o casi siempre). Hubo un tiempo en que no fue así. ¿Qué ha pasado? Para mí está claro, y la financiación y quienes financian tienen gran parte de responsabilidad en esta cuestión. Cada vez que hago como que veo una ceremonia de los Goya se me cae la cara de vergüenza. Ajena, afortunadamente.

      El problema que apuntas, sobre cómo conseguir financiar proyectos a pesar de que goces de cierto nombre, es que en España no hay nada parecido a una industria. Nunca la ha habido. Hay francotiradores, pero industria, no. Aquí nadie confía en nadie si no da beneficios, se llame como se llame. En eso sí nos parecemos a Hollywood. En fin, en un estado como España en el que se subvenciona absolutamente todo (las telecos, la industria automovilística, la huerta murciana, la escuela semipública, etc., etc.) es tan normal que no se me ocurriría jamás criticar a nadie por aspirar a una subvención. El problema no es que esos aspiren a subvenciones; es que Erice cumple ahora 80 años y solo ha hecho tres películas, que Saura tiene cinco o seis guiones terminados y ofrecidos y no encuentra a nadie que los financie, que Enrique Urbizu, nada más arrasar en los Goya (y además la película fue bastante bien de taquilla) no encontró quien le pagara la siguiente película, lleva un lustro sin hacer cine y ha terminado rodando series de medio pelo para plataformas televisivas (que esa es otra; como las televisiones en abierto pero todavía peor)… Aquí la gente solo financia si le garantizas que vas a recuperar, y eso en España es imposible. Y ahora, en el trance que estamos, menos. El dichoso virus se va a llevar por delante mucho, muchísimo del exangüe sector cinematográfico español, de la producción a las salas. Lo estamos sustituyendo por mierdas caseras rodadas con teléfono móvil y tonterías sin cuento, la mayoría sobre complejos adolescentes, protagonizadas por treintañeros que hacen de veinteañeros que se comportan como quinceañeros. Pero, es que, además, de Garci, Almodóvar, Trueba, Amenábar, De la Iglesia… ¿Qué buenas películas han hecho en los últimos… X años que permitan pensar que vale la pena financiarles nada? Yo, desde luego, no lo haría. Y eso que salvo de la quema El crack cero…

      Saludos

      1. Para mi la insignificante presencia del cine español en el festival de Cannes en los últimos 40 años es flagrante. Creo que el único galardon reseñable que recuerdo es el premio a la mejor interpretación que les dieron «ex aequeo» a Francisco Rabal y a Alfredo Landa por «Los Santos inocentes» Y de eso ya ha llovido, y torrencialmente. Por aquella época creo que también le dieron algún premio a «El Sur» de Victor Erice. Que menos. Pero desde entonces hasta ahora, nuestra presencia en la sección oficial ha sido raquítica.
        Yo puedo entender que la atavica «hispanofobia» de los franceses podría haber tenido algo que ver. No es un factor nada descartable. Pero después de tantas décadas no podemos escudarnos solo en eso. Esta claro que algo se está haciendo muy mal en la promoción internacional de nuestro cine. Es comprensible que en Cannes haya codazos y bofetadas por colarse en la programación. También ocurre que los franceses aprovechan su situación privilegiada como organizadores para acaparar las secciones principales con producciones autóctonas o coproducciones propias, muchas de ellas de dudosa o nula calidad. Cuantas producciones francofonas bastante impresentables nos hemos tenido que comer por contar con el prestigioso aval de haber sido estrenadas en Cannes? Un montón. Por otro lado, algunos podrían alegar que cineastas españoles como Almodovar o Amenabar si que han recibido apoyo de este certamen. Pero ha sido un apoyo muy puntual y dudoso. Se, supone que Cannes tendría que funcionar tambien como plataforma de lanzamiento de valores en alza. Sin embargo, ahí sólo se ha prestado atención a estos cineastas cuando ya se han «consagrado» internacionalmente por otras vías y a los de Cannes no les ha quedado más remedio que aceptarlo y actuar en consecuencia. En el caso de Almodovar, además, es fácil, porque es un relaciones públicas nato (a mi juicio se mueve mejor en ese campo que en el del cine). O sea, que se hace querer, porque además el manchego sabe dorarles la píldora cuando es necesario. Pero es evidente que algo se esta haciendo mal. No se si alguien desde la política o desde el propio cine debería de haber promovido un ambicioso régimen de coproducciones entre España y Francia para arreglar este problema. Nuestro cine hubiera ganado mucho en proyección internacional. Pero esta claro que ahí hay rencores y recelos enquistados que por lo visto nadie ha sabido o querido solucionar.

        Saludos.

      2. Bueno, es que lo de los festivales es de traca. Se supone que los jurados son internacionales… Ja. Los festivales, como decías antes, son gigantescos mercadillos de compra y venta, y han adquirido una importancia fundamental para la obtención de financiación previa de proyectos todavía por hacer. Hasta el punto es así que ordinariamente la financiación de muchas películas parte de préstamos para cuyo aval se aportan los contratos ya firmados con distribuidores y exhibidores de distintos países. Naturalmente, cuanto pintan bastos, luego vienen la promoción y los premios para garantizar que las inversiones multimillonarias se recuperan. En cuanto a las coproducciones… Volvemos a lo mismo. Deberían fluir con mucha mayor facilidad, como ocurría en los 60 y los 70, entre países de cinematografías análogas (España, Italia, Francia, Alemania), pero ahora mismo solo existe un flujo de fondos relativamente constante para las coproducciones con Latinoamérica que luego, salvo bastantes de las argentinas, y en algunos casos, las mexicanas y colombianas, nadie ve. Pero, ¿cómo vamos a hacer coproducciones europeas o similares (salvo casos puntuales, como algunas participaciones minoritarias en películas de Ken Loach o Lars Von Trier, o en alguna cinta francesa o estadounidense) si la raquítica industria española que posibilitaba esta opción y que mantuvo durante décadas se dinamitó desde dentro con la ley Miró, que destruyó el cine de género en España, que era el que mayor número de coproducciones registraba con otros países. Y todo en aras de un cine «de qualité» que hace lustros que no existe (afortunadamente, podría decirse, también según los casos). El panorama es desolador. De todas formas, con Cannes hay una cuenta pendiente. Históricamente, Venecia y Berlín han acogido mejor el cine español. Cannes, Buñuel, un poquito Almodóvar, y poco más.

        Saludos

  11. Hola Alfredo!
    Bueno, veo que el asunto ha dado bastante de si. He leído con atención los comentarios. Supongo que de un tiempo a esta parte se mira con lupa absolutamente todo, yo trato de no mezclar política y cine, aunque a veces es imposible e incluso puede resultar un ejercicio interesante, al menos para entablar una larga conversación como es el caso. A modo de ejemplo, hace poco me entere que el cantante de un grupo de mi lejana adolescencia milita y ejerce en las antípodas de mi ideología, ¿que hago?, ¿dejo de escuchar su música?…
    Con Garci puedo estar de acuerdo en prácticamente todo lo que dice, por supuesto que discrepo de algunas ideas, pero eso no me impide gozar de su cine. En todo caso gracias por colgar la entrevista.
    Saludos!

    1. ¿Y no te parece fantástico que las películas o los cineastas susciten tantos planteamientos interesantes? Es que el cine es la vida, es uno de los mejores prismas desde el que acercarse al mundo, interpretarlo y reducirlo a las dimensiones humanas. Es uno de los atributos del cine que más me interesan, de ahí que le demos margen y espacio. Lo que haga falta.

      Es inevitable mezclar política y cine. Las películas se impregnan del ambiente que respiran en el momento de su rodaje y también, si son históricas o de época, de los ecos del tiempo que retratan. Es inevitable y, además, maravilloso. Desentrañar influencias, subtextos, dobles discursos… Fantástico. Como decía Leone, todo el cine es político; el problema viene cuando solo es, o pretende ser, político. Es ahí cuando a mí deja de interesarme, porque entonces es, sobre todo, panfletario. Y la propaganda no me interesa, aunque haya obras maestras de la técnica cinematográfica que sean películas meramente propagandísticas.

      En todo caso, lo que a mí me interesa, repito, es comprobar cuál es la visión del mundo de cada cineasta, qué le mueve a hacer el cine que hacen y cómo se plasma en sus películas su punto de vista sobre la realidad.

      Saludos.

  12. Precisamente ayer «revisité» (por hablar en términos garcianos) «Sesión continua.» Se habla poco de ella, pero probablemente sea la película más personal de Jose Luis Garci. La que más le retrata. Cuando la vi por primera vez hace muchísimo tiempo me abrumó un poco y me pareció hasta un poco cargante. Sin embargo, vista ahora, a estas alturas «en el segundo rollo de la vida» (o «algunos miles de películas más viejo»), comprendo mucho mejor la naturaleza de los personajes interpretados por Jesús Puente y Adolfo Marsillach (en los que se adivinan los alter egos de Horacio Valcárcel y José Luis Garci respectivamente). Ese final (spoiler) me parece antológico. Esa cita de John Ford: «Somos ciudadanos de segunda» es muy significativa. Aunque se comprende lo que quería decir Ford, tampoco eso es literalmente exacto. Hay muchos directores y artistas del cine que han sido tratados como ciudadanos de primera. Supongo que lo que quería decir ahí es que parece que la gente obsesionada con el cine vive una vida «como de prestado», una vida irreal, como de segunda mano. Es el tema que pulula a lo largo de todo el metraje.

    Una cosa sí que es cierta y he pensado en ello a menudo. Si bien es cierto que el cine a veces refleja y condensa sutilmente aspectos de la realidad que la mayoría de la gente no es capaz de comprender o de asimilar a primera vista (cuando se consigue algo así, estamos ante el arte más excelso de todos) sí que creo que Garci acierta en el hecho de que, efectivamente, los cinéfilos un tanto enfermizos (como podríamos ser cualquiera de nosotros) albergamos una visión de la realidad muy crítica que nos lleva a encerrarnos en la sala oscura buscando unos ideales de comportamiento, una belleza estética, una lógica narrativa que casi nunca (por no decir nunca) encontramos en la realidad. No quiero jugar a ser Freud, pero da la sensación de que esquivamos la realidad tratando de sublimar una falsa realidad, que se parece mucho a ella en algunas ocasiones, pero que casi siempre solo ha existido en las propias latas de celuloide (o ahora en memoria digital). Woody Allen, al final de «Annie Hall» lo resume muy bien en una escena hacia el final. Por un lado vemos la supuesta realidad (no deja de ser ficción) cuando el personaje de Alvy Singer rompe con la propia Annie, y poco después vemos a Alvy (el alter ego de Woody) en un ensayo recreando esa misma escena en un ensayo con unos actores para alguna película o representación teatral que ha escrito. Viendo como esa misma escena tomada de la realidad del momento de la ruptura sentimental, el autor (Singer-Allen) la ha embellecido para darle un poco más de «grandeza.»Allen-Singer mira a cámara y viene a decir algo así como que la realidad es siempre caótica, imprevisible y más bien chapucera, y que en un entorno realista es muy difícil hacer bien las cosas y que ese es el motivo por el que los creadores y los artistas intentan mejorarla a través del arte porque solo en el marco de la ficción es posible controlar adecuadamente todos los factores, recreándolos a su gusto. El resultado en la ficción no tiene por qué ser mucho mejor que en la realidad. Es decir, aunque aquí se hable de una ruptura, la amargura es la misma. pero la ficción no deja de ser, en este caso, más que una realidad un poco mejorada, pero algo artificiosa, a la que se la ha pasado por encima la esponja para limpiar las impurezas de la cotidianidad y del desencanto. La naturaleza arquetípica de la ficción idealizada puede retratarnos mejores de lo que somos, pero no deja de tener una superficialidad que nos distrae e incluso hasta nos aleja de la esencia mucho más profunda (y quizás prosaica) de la vida real. Yo no creo en ese dilema de los que dicen «hay que elegir: o la vida o el arte.» El arte nos puede hacer mejores. Nos puede incluso ayudar a sobrevivir mejor y con más coraje. Pero también tenemos que entender, que , nos guste o no, en la vida tenemos que jugar las cartas de las que disponemos y que no hay nada que pueda superarla ni para lo bueno ni para lo malo (por eso los anglosajones dicen, cuando sucede algo extraordinario que es «bigger than life», o sea, «más grande que la vida», porque están aludiendo a algo excepcional).

    Cuando Jose Luis Garci empieza a hacer memoria y a enlazar todos sus referentes literarios y cinematográficos se convierte en un seductor al que es muy difícil resistirse. Todos caemos rendidos ante su hechizo. Pero tampoco hay que olvidar que mucha de esa mitomanía que todos compartimos parte de las películas que hemos compartido, no tanto de la realidad de las personas que las hicieron, que seguro (como el paso del tiempo nos va revelando cada vez más) que vivieron circunstancias más penosas y pedestres para llevarlas a cabo. Sin embargo la «fábrica de sueños» a todos nos dio alas para vivir (sobre todo en la época dorada: ahora no tanto, aunque de vez en cuando hay alguna excepción), pese a que, tal y como nos han contado y recreamos en nuestra memoria muchos de nosotros. probablemente, en muchos aspectos, no deje de abonar más que un territorio ilusorio que solo cobra vida en nuestra imaginación. A Garci , aunque es un «bon vivant», siempre disfrutando de sus «dry martinis» y relatándonos sus viajes a Nueva York y Los Angeles, siempre le fascinó la nostalgia «de lo no vivido.» Y pese a que ha conocido y visto de muy cerca a muchos de sus ídolos (también tótems para todos nosotros) como Billy Wilder, Robert Wise, Orson Welles, Ray Bradbury, Neil Simon y muchos otros, siempre ha sido como ese «niño grande» al que le hubiera gustado vivir una época que no es la suya, pero que, probablemente, tal y como él la imagina, no ha existido nunca, puesto que (al igual que muchos de nosotros) la realidad nunca está a la altura de nuestros ideales.

    Alfredo, si hace tiempo que no viste «Sesión continua», te animo a que la recuperes. Seguro que te dará que pensar.

    Saludos.

  13. Gracias. Sí, la he visto hace pocos meses, y coincido sustancialmente contigo. Se habla poco de ella, y por lo general, mal, proyectando en la película los clichés que se mantienen sobre su director, y, por qué no decirlo, sobre Marsillach, que concita tantas alabanzas por su trayectoria teatral como críticas por sus casi siempre fallidas incursiones cinematográficas, además de comentarios personales sobre sus supuestas arrogancia, petulancia y pedantería. Creo que su recomendable libro de memorias ha ejercido una mala influencia en el recuerdo que ha quedado de él. La película posee diálogos memorables, cinefilia por un tubo, y esas secuencias largas y sostenidas, que tanto gustan a los actores porque les permite crear, evolucionar, explorar, regodearse, experimentar, adquirir la piel de personaje que representan. Es una película que me gusta mucho.

    Creo que tienes razón en cuanto a las relaciones entre realidad y ficción, y sobre nuestra necesidad de ficciones. ¿Qué ha hecho el ser humano desde su origen si no es contar(se) historias? Es una necesidad tan profunda que lo abarca todo, no solo lo artístico. Ocurre cuando conformamos nuestra propia identidad, cuando nos relacionamos con los demás (no somos como somos, sino el relato que los demás hacen de lo que somos), cuando fabricamos la Historia (a imagen y semejanza de la literatura), cuando nos relatamos como sociedad. Y eso, entiendo yo, es porque, como sí han sabido ver otros cineastas hasta el punto de hacer girar su carrera en torno a esta idea (Buñuel, Fellini, Bergman, Hitchcock, Lynch, el propio Allen…), la realidad perceptible por los sentidos no es suficiente para explicarnos, y a lo que se dice, hace y piensa es necesario añadir lo que se imagina, lo que se sueña y lo que se desea. Solo así obtenemos un retrato completo. El cine posibilita esa vertiente de soñar, imaginar y desear colectivamente aquello que la realidad no nos da. Es más, hay algo en el cine que es profundamente antirrealista, por más que una de sus corrientes fundamentales aspire a ser sobre todo reflejo de la realidad (digamos que es la vertiente que a mí menos me interesa). Credibilidad (es decir, ajuste de lo que ocurre a las reglas fijadas por el guión), sí; verosimilitud (de corte realista), no necesariamente. Y, a menudo, mejor no, a secas.

    Creo que Garci asume y hace propia (y me da que nosotros también) la cita de Orson Welles sobre su poder de creación durante el rodaje de Ciudadano Kane: hacer películas es disponer del tren eléctrico más caro del mundo. Ese elemento lúdico es indispensable. Es la prolongación de los juegos de la infancia durante la edad adulta.

    Saludos,

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