4 comentarios sobre “Cine de verano: Forajidos (The Killers, Robert Siodmak, 1946)”
Si la globalidad del cine negro americano de los años dorados en general funde, magníficamente, estética y denuncia, «Forajidos» en particular integra, genialmente, delirio y sordidez. La primera cualidad sin duda alguna procede de la impronta creatividad de Siodmak, un cineasta teutón cuya debilidad por las atmósferas enfermizas, los personajes torturados y la paranoia argumental, asumido todo ello del expresionismo alemán, por cierto, le posibilitaron, tras instalarse en Hollywood, un ramillete de películas soberbias, a la vez características, del cine americano de la época, y privativas de su talento personal. Por este motivo admiro tanto las películas de serie B, porque exige sobre todo, tener sentido del cine. Robert Wise, Jacques Tourneur, Edgar Ulmer, etc, que por los años cuarenta y cincuenta fueron capaces de levantar obras maestras en apenas veintitantos días. Seguridad, imaginación, absoluto dominio del oficio, talento y sensibilidad. «Forajidos», en definitiva, supone una obra excepcional, más que maestra. Que brinda una brillante exposición del alcance y las posibilidades de la «política de géneros» e implica un hito del thriller, encerrando la esencia del film noir al mismo tiempo que sobresale por encima de su propia altura. Y donde, sin autoconciencia ni petulancia, sin subrayados ni moralismo, con personalidad pero sin personalismo, se ilustra a la perfección el tema último del Cine Negro: la ambigüedad ¿o acaso ambivalencia? de todo y de todos.
¡Ja! Serie B. La pasta que se gastan algunos para producir Dunes a medias, superhéroes totales, remakes de West Side Story y películas con ambientaciones medievales soporíferas, torpes y aburridas. Ridley Scott está que se sube por las paredes. Ayer me preguntaba el pobre hombre:
-Ay Paco, no sé por qué naide, perdón, nadie me entiende.
-No te preocupes, viejo amigo, porque yo tampoco te entiendo. Soy demasiado tonto para comprender muchas cosas. Todavía estoy con «El temible burlón» y «El halcón y la flecha», ya ves; Lancaster y Cravat siguen siendo todavía mis héroes.
Ay, Paco, calla, que ayer vi la última película de Sorrentino, qué horror… Nada que ver con este cine preciso y conciso, que hace las pesadillas del material en blanco y negro con que se tejen los sueños. ¿De dónde proviene esta degradación? Tal vez de esos directores que, ansiosos por diferenciarse de lo comercial en la estúpida creencia de que eso basta para hacer arte, se dan al cine masturbatorio, a hacer de ellos y su mediocridad objeto de sus películas. Cine demasiado autoconsciente de su supuesta calidad artística, siempre acompañado de la pretenciosidad de sentar cátedra con una moraleja simplona que confunden con el mensaje, la trascendencia, la posteridad. Mucho más efectivas, mucho más cine, estas series B que son en buena medida las que hicieron que el cine llegara a ser lo que fue, y que ya no es.
Es que vamos de disparate en disparate, querido Alfredo. De una serie de televisión a una película de animación, de James Bond haciendo la colada a sagas interplanetarias a medias y que no dicen nada, de superhéroes a perritos de color rojo, de familias guais a terror que da risa, etc. A veces me parto imaginando a Sam Fuller o a Sam Peckinpah observando toda esta enorme tienda de juguetes para adultos infantilizados. Al menos sus hijos ven porno en su habitación cuando ellos duermen.
El caso Sorrentino fue muy curioso para mí. No me enteré ni de que existía. Todo empezó con “La gran belleza”. Luego me enteré de que ya llevaba cinco películas a cuestas. Pues bien, todo el mundo iba por ahí gritando: ¡Sorrentino! ¡Sorrentino! ¡Sorrentino! Creí que se trataba de una marca de sombrero. Ya sabes que ahora se ha puesto de moda los sombreros, sobre todo para los que se están quedando o ya están calvos. Y descubrí que se trataba de un director de cine. Todo el mundo iba diciendo que era el nuevo Federico Fellini y disparates varios. Vi “La gran belleza” y esa que no recuerdo ahora el título donde sale Michael Caine y Harvey Keitel metidos en una piscina: un par de viejos verdes mirando un bombón en pelota viva. No sé, no me pareció para tanto. Eso ya lo vi en las pelis de Fernando Esteso y Andrés Pajares aunque estos cenutrios eran más jóvenes. Y no sé qué decirte más. No he visto esa que has visto y que no te ha gustado nada. Es de esperar, amigo mío. ¿Cómo vas a salir ahora de un cine completamente emocionado? El gran disparate sería ver a alguien con algo de sentido común saliendo de un cine completamente extasiado que no es lo mismo que anestesiado.
Desde luego, querido Paco, uno va al cine hoy en día, la mayor parte de las veces, a sufrir. Lo peor es que la cosa cala. Un ejemplo: cierta revista cinematográfica española, que aspira a ser considerada prestigiosa distinguiéndose, en tono y forma, de esas otras que viven de la publicidad que colocan en sus páginas las productoras de las películas que comentan, esa revista, ha publicado en su último número una lista con los diez mejores musicales de la historia. De la historia. Y eso incluye La-la-land. Como te lo cuento.
Y así, hay quien sobreactúa aplaudiendo naderías como las de Sorrentino, cuya mejor película es «Il Divo».
Si la globalidad del cine negro americano de los años dorados en general funde, magníficamente, estética y denuncia, «Forajidos» en particular integra, genialmente, delirio y sordidez. La primera cualidad sin duda alguna procede de la impronta creatividad de Siodmak, un cineasta teutón cuya debilidad por las atmósferas enfermizas, los personajes torturados y la paranoia argumental, asumido todo ello del expresionismo alemán, por cierto, le posibilitaron, tras instalarse en Hollywood, un ramillete de películas soberbias, a la vez características, del cine americano de la época, y privativas de su talento personal. Por este motivo admiro tanto las películas de serie B, porque exige sobre todo, tener sentido del cine. Robert Wise, Jacques Tourneur, Edgar Ulmer, etc, que por los años cuarenta y cincuenta fueron capaces de levantar obras maestras en apenas veintitantos días. Seguridad, imaginación, absoluto dominio del oficio, talento y sensibilidad. «Forajidos», en definitiva, supone una obra excepcional, más que maestra. Que brinda una brillante exposición del alcance y las posibilidades de la «política de géneros» e implica un hito del thriller, encerrando la esencia del film noir al mismo tiempo que sobresale por encima de su propia altura. Y donde, sin autoconciencia ni petulancia, sin subrayados ni moralismo, con personalidad pero sin personalismo, se ilustra a la perfección el tema último del Cine Negro: la ambigüedad ¿o acaso ambivalencia? de todo y de todos.
¡Ja! Serie B. La pasta que se gastan algunos para producir Dunes a medias, superhéroes totales, remakes de West Side Story y películas con ambientaciones medievales soporíferas, torpes y aburridas. Ridley Scott está que se sube por las paredes. Ayer me preguntaba el pobre hombre:
-Ay Paco, no sé por qué naide, perdón, nadie me entiende.
-No te preocupes, viejo amigo, porque yo tampoco te entiendo. Soy demasiado tonto para comprender muchas cosas. Todavía estoy con «El temible burlón» y «El halcón y la flecha», ya ves; Lancaster y Cravat siguen siendo todavía mis héroes.
Abrazos mil.
Ay, Paco, calla, que ayer vi la última película de Sorrentino, qué horror… Nada que ver con este cine preciso y conciso, que hace las pesadillas del material en blanco y negro con que se tejen los sueños. ¿De dónde proviene esta degradación? Tal vez de esos directores que, ansiosos por diferenciarse de lo comercial en la estúpida creencia de que eso basta para hacer arte, se dan al cine masturbatorio, a hacer de ellos y su mediocridad objeto de sus películas. Cine demasiado autoconsciente de su supuesta calidad artística, siempre acompañado de la pretenciosidad de sentar cátedra con una moraleja simplona que confunden con el mensaje, la trascendencia, la posteridad. Mucho más efectivas, mucho más cine, estas series B que son en buena medida las que hicieron que el cine llegara a ser lo que fue, y que ya no es.
Abrazos
Es que vamos de disparate en disparate, querido Alfredo. De una serie de televisión a una película de animación, de James Bond haciendo la colada a sagas interplanetarias a medias y que no dicen nada, de superhéroes a perritos de color rojo, de familias guais a terror que da risa, etc. A veces me parto imaginando a Sam Fuller o a Sam Peckinpah observando toda esta enorme tienda de juguetes para adultos infantilizados. Al menos sus hijos ven porno en su habitación cuando ellos duermen.
El caso Sorrentino fue muy curioso para mí. No me enteré ni de que existía. Todo empezó con “La gran belleza”. Luego me enteré de que ya llevaba cinco películas a cuestas. Pues bien, todo el mundo iba por ahí gritando: ¡Sorrentino! ¡Sorrentino! ¡Sorrentino! Creí que se trataba de una marca de sombrero. Ya sabes que ahora se ha puesto de moda los sombreros, sobre todo para los que se están quedando o ya están calvos. Y descubrí que se trataba de un director de cine. Todo el mundo iba diciendo que era el nuevo Federico Fellini y disparates varios. Vi “La gran belleza” y esa que no recuerdo ahora el título donde sale Michael Caine y Harvey Keitel metidos en una piscina: un par de viejos verdes mirando un bombón en pelota viva. No sé, no me pareció para tanto. Eso ya lo vi en las pelis de Fernando Esteso y Andrés Pajares aunque estos cenutrios eran más jóvenes. Y no sé qué decirte más. No he visto esa que has visto y que no te ha gustado nada. Es de esperar, amigo mío. ¿Cómo vas a salir ahora de un cine completamente emocionado? El gran disparate sería ver a alguien con algo de sentido común saliendo de un cine completamente extasiado que no es lo mismo que anestesiado.
Más abrazos miles.
Desde luego, querido Paco, uno va al cine hoy en día, la mayor parte de las veces, a sufrir. Lo peor es que la cosa cala. Un ejemplo: cierta revista cinematográfica española, que aspira a ser considerada prestigiosa distinguiéndose, en tono y forma, de esas otras que viven de la publicidad que colocan en sus páginas las productoras de las películas que comentan, esa revista, ha publicado en su último número una lista con los diez mejores musicales de la historia. De la historia. Y eso incluye La-la-land. Como te lo cuento.
Y así, hay quien sobreactúa aplaudiendo naderías como las de Sorrentino, cuya mejor película es «Il Divo».
Está claro que nos vamos a la mierda.
Abrazos