Mis escenas favoritas: Sospechosos habituales (The usual suspects, Bryan Singer, 1995)

(si no has visto la película, no le des al play)

1995 fue el año del descubrimiento para el gran público de Kevin Spacey, uno de los mejores y más carismáticos actores de Hollywood desde entonces. Aunque ya había interpretado unos cuantos papeles algo más que reseñables (como en Glenngarry Glen Ross de James Foley, 1992), sería por su espectacular aparición en Seven (David Fincher, 1995) y, sobre todo, por su magistral caracterización como Verbal Kint en esta película de Bryan Singer, por lo que se ganaría un lugar personal e intransferible entre lo mejor del cine americano actual.

En cuanto a la película, lo mejor sin duda de la carrera de Singer (perdida en la irrelevancia de las secuelas superheroicas, el cine juvenil y las películas de acción), en la línea de clásicos como Ciudadano Kane (Citizen Kane, Orson Welles, 1941), los desajustes de guión, el problema de base que hace que todo el edificio construido para la trama se caiga como un castillo de naipes, no impiden que se trate de una obra mayor, de un auténtico y merecido filme de culto.

 

La tienda de los horrores – Christopher Lambert, todo un horror en sí mismo

Qué duro es a veces buscar contenidos para esta sección, qué duro. Y no por falta de materia prima: para suerte o por desgracia, no falta. Pero a veces es muy duro ver películas con el único pretexto de su previsible inclusión en este vergonzante escaparate o bucear en la memoria personal en busca de las arcadas más agudas provocadas por un esperpento cinematográfico. Y si hablamos de esperpentos no puede tardar a surgir la figura de Christopher Lambert. Y si intentamos seleccionar una, una sola película de Lambert que incluir en esta sección, a la vista de su filmografía y de la calidad de sus trabajos en cada una de sus películas, no podemos más que rendirnos a la evidencia y pensar que Lambert es precisamente una de las causas del desastre en el 100% de los casos. ¿Cómo poder quedarse con una? Merecería una sección personal, un panegírico, una semblanza en capítulos…

Pero como no tenemos tanto tiempo (ni tanto estómago) preferimos glosar la insigne carrera cinematográfica de Christopher Lambert, cincuentón ya ex-galán de cartón piedra del thriller y el cine de acción de los 80 y 90 si de serie B y de cine-telefilm hablamos. Nacido en 1957, este estadounidense de origen francés (lo cual ha permitido que Lambert regale sus interpretaciones o lo que sean tanto en las productoras de poca chicha de California como en el cine francés comercial con más ínfulas de copiar a Hollywood en lo peor de Hollywood), fue descubierto (en mala hora) en 1984 por el irregular Hugh Hudson para Greystoke, la leyenda de Tarzán, el rey de los monos, título interminable que suma más palabras que las que Lambert pronunciaba en toda la cinta, si no tenemos en cuenta sus gruñidos como palabras. En ella compartía protagonismo con Andie McDowell (otra que tal baila), y lo convirtió en uno de los bollitos incipientes del cine americano de los 80.
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