Viaggio in Italia: «Te querré siempre»

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Esta aclamada obra del maestro italiano Roberto Rossellini rodada en 1954 es varias películas dentro de una sola, como suele suceder en su cine. Se ha objetado a esta cinta que la relación entre los protagonistas es improvisada, que está mal perfilada o desarrollada, que durante muchas fases de la película ésta queda reducida a un publirreportaje de las bellezas monumentales y naturales de Italia. Incluso se ha criticado el emotivo final de la película clasificándolo en el mismo saco que los típicos finales felices del cine meramente alimenticio. Nada que ver, por supuesto, con la realidad de la película.

Porque Viaggio in Italia es todas esas cosas, sí, pero formando una magistral conjunción que inserta en el mismo discurso narrativo todos esos elementos, y examinadas desde la perspectiva correcta, nos da como resultado un puzzle en el que todas las piezas encajan en un mismo sentido que completa el conjunto. La historia es, a priori, sencilla: un veterano matrimonio inglés (Ingrid Bergman y George Sanders) viaja a Italia para gestionar la venta de una villa que han heredado en las cercanías de Nápoles. Un principio tan simple sirve, no obstante a Rossellini para explorar la complejidad de las relaciones de pareja y el papel que el entorno desempeña en nuestros condicionamientos mentales a la hora de relacionarnos con los demás. Ciertamente, durante el viaje del matrimonio, su diplomacia conyugal fruto de largos años de convivencia, de tolerancia y de entendimiento en el que se han borrado las huellas de los rencores cotidianos, los enfados espontáneos, las recriminaciones por el pasado, aflora toda una serie de sentimientos, prejuicios y reproches que permanecían ocultos en el subconsciente de ambos, y que salen a la luz como un torrente reprimido. Ése, precisamente, es el principal papel de las largas tomas paisajísticas (a pesar de que la película dura solamente 80 minutos) mediante las que metafóricamente pretende insinuarse la transformación interior de ambos, provenientes de un clima más bien frío que les invita a la mesura, al comedimiento y al mantenimiento de las formas tan típico de la sociedad anglosajona, en relación con los cambios de temperamento que acusan según van viajando hacia el sur, donde el calor, la luz y la cercanía y la manera de ser tan sencilla y abierta de los paisanos actúa sobre ellos, impregnándolos de una perspectiva de la vida que hasta entonces desconocen.

Ello está relacionado también con las acusaciones que recibe Rossellini por los presuntos defectos en cuanto a la caracterización de los personajes, los motivos reales de su enfrentamiento, de sus rencores mutuos, el excesivo y repentino encono, para algunos inmotivado, del que de pronto se cubren sus vidas. Obviamente es la experiencia del viaje y no otra cosa lo que hacen salir a la luz todos esos sentimientos reprimidos pero existentes ya en su vida corriente, eso sí, dulcificados o silenciados por la hipocresía social, de tal manera que una vez fuera del marco que les obliga a mantener un comportamiento convencionalmente aceptable, la caja de los truenos se destapa sola. Igualmente se ha criticado el hecho de que las escenas de peleas conyugales parecen puestas a capricho, sin conexiones, sin hilo conductor, sin motivación aparente. Quien argumenta esto parece no haber vivido nunca una relación de pareja, en las que, por lo común, las escenas de este tipo no suelen tener por qués establecidos con nombre, apellidos y fechas, ni motivos concretos, sino que más bien son producto de estados de ánimo o de reveses y frustraciones acumulativos muchas veces ajenos a la propia pareja. Lo que Rossellini refleja, con sus ansias de realismo habituales y de forma mucho más cercana a los seres humanos que esas relaciones de pareja teatralizadas o dramatizadas que solemos ver en el cine o en la televisión, es la naturaleza profundamente ilógica de algunos comportamientos humanos, en este caso, referentes a la propia persona presuntamente amada. Y lo hace pensando en la gente normal, no en dramas shakespearianos ni en brindis a un romanticismo impostado. Lo que consigue Rossellini es mostrar de una manera más franca y directa lo que es una situación de deterioro progresivo en una relación, de forma que sirve para que todos encontremos con mucha más facilidad parejas que puedan identificarse con Bergman y Sanders que con Romeo y Julieta.

En cuanto al discutido final, hay que pensar para entenderlo en la propia crisis que vivían Rossellini e Ingrid Bergman en el momento de la filmación de esta película y considerar la curiosa historia de amor que habían vivido. No se puede entender esta obra sin conocer las especiales circunstancias de su relación, las renuncias de ella y la manera de entender la vida y el cine por parte de él. Por ello, el dulzón final que muchos señalan no es tanto la conclusión feliz de la relación Sanders-Bergman de la película, sino la expresión de un deseo, de un anhelo, quizá de una súplica o incluso el cierre con un broche de oro personal por parte del director italiano. No hay lectura rigurosa de este final que obvie esta circunstancia.

Visualmente la película es excepcional. Las imágenes que muestra de paisajes naturales y humanos y de los restos del pasado son poderosas y emocionantes, no exentas, además, de simbología (impresionante la imagen en la que los restos humanos carbonizados en ceniza son retirados de entre las ruinas de Pompeya y Herculano, una clara alusión a la forma de sentirse de los protagonistas y de su propia relación, poco a poco convirtiéndose en ceniza…). Más allá de identificaciones propias con la historia o las evoluciones de ambos personajes, las interpretaciones de los protagonistas son excepcionales, un verdadero recital, tan creíble, emotivo e inquietante como puede resultar una situación verídica en cualquier pareja que podamos conocer.

Sin duda, un gran estudio sobre las relaciones de pareja, los efectos que nuestro entorno ejerce sobre ellas y una tesis sobre la verdadera semilla del amor a lo largo del tiempo, de la importancia de la lucha por la pervivencia de los sentimientos originarios y de su actualización constante como forma de que el hábito, la costumbre, la desmemoria no nos hagan olvidar quiénes somos, por qué amamos, y sobre todo, por qué amamos a quienes amamos, si es que realmente amamos y no nos dejamos llevar por las señas externas que la sociedad identifica como amor.

24 comentarios sobre “Viaggio in Italia: «Te querré siempre»

  1. magnífico artículo para una película imprescindible, maravillosa, una lección de cine y de humanidad del maestro Rossellini… cuando al cabo de unos años «La aventura» conmocionó tanto supongo que debió ser porque bastante gente no había asimilado o siquiera conocía esta película. Obra maestra. Saludos.

  2. No he visto esta película, pero teniendo en cuenta lo que dices, está claro que el que guste o no depende mucho de las vivencias personales de cada espectador. Como dices,confíemos en La2.

  3. Vamos a ver qué pasa: no la he visto. Es simpático, pero el tema de la pareja motivó más de una película de los grandes. Sin embargo siempe echo de menos algo que vendría siendo uno de las claves de ña vida en pareja: el sentido el humor. Porque como muy bien lo dices, lo importante es saber por qué damos amor aquí, y no allí. Pero siempre echo de menos la capacidad que tiene el humor de aligerar los peros. Es decir, ¿será que siempre habrá ruina? Pues yo creo que CASI siempre. Pero sólo, casi…. y repito algo en lo que he estado pensndo estos días. ¿Cómo desbaratar la solemnidad que supuestamente nos hace merecedores de lo que tenemos, cuando precisamente es un descubrimiento y un regalo?

    abrazos,

  4. Es posible, Minerva, que las propias historias ayuden a apreciar la película desde diferentes perspectivas, pero no es imprescindible padecer una azarosa vida sentimental para ello.

    Malvisto, el sentido del humor es peligroso. Estoy de acuerdo contigo, pero hay gente que directamente no lo tiene. Y lo dice alguien que no puede dejar de decir una estupidez o hacer una payasada cada cinco minutos… Y luego a cosas como el humor, hay que añadir cosas como el miedo.
    Abrazos,

  5. Bien, no sé qué decir, entre otras cosas porque es una de mis películas imprescindibles, de las que me duelen y de las que me alimento a menudo. Lo paso mal cuando la veo, lo paso bien, mudo, enfado y pienso. Por favor, el título en italiano, en español, no.
    Y ya no sigo porque está peli me puede, me vuelve requesón como dice Camilleri y ya es de noche y no quiero despertar al bicho del insomnio.
    Tengo todo de Rossellini, y sus libro «Un hombre libre no debe aprender como esclavo es maravilloso»
    Grande Roberto Rosellini e Ingrid Bergman

    Grande como pocas su «VIaggio in Italia»
    A lagrima viva escribo, uffff

    M

  6. Gran satisfacción ver aquí a Roberto Rossellini,y,sobre todo Viaggio in Intalia.A riesgo de que me cuelguen,debo admitir que esta es la película que más me gusta del maestro italiano,incluso por encima de Roma,ciudad abierta y Alemania,año cero.¿Y por qué me gusta tanto?Porque está llena de referentes literarios y experimentaciones cinematográficas.¿No fue Rossellini maestro indiscutible de los chicos malos de la nouvelle vague?
    Rossellini comienza con una secuencia inicial en la que el espectador entra de golpe en medio de una discusión trivial-que se nota que debió de comenzar ya hace rato y no tuvo seguramente un arranque bien definido-de un matrimonio inglés que viaja en coche por el sur de Italia.Y es curioso porque estamos en algo que no sabemos cómo ha empezado y que,sin embargo,entendemos inmediatamente,aunque al mismo tiempo no podemos decir que lo entendamos demasiado,ya no sólo porque no entendemos nada del mundo,sino porque,además,tenemos la impresión de habernos adentrado en una película de la que faltan las primeras secuencias o,si se prefiere,de habernos adentrado en un libro del que nos faltaría la primera página.Alfredo,si conoces la novela de Diderot;Jacques el fatalista,la mejor obra de todo el siglo XVIII,y,la más experimental de toda la historia de la literatura,empieza así: «¿Cómo se habían encontrado?Por casualidad,como todo el mundo.¿Cómo se llamaban?¡Qué os importa eso!¿De dónde venían?Del lugar más cercano.¿A dónde iban?¡Acaso sabe nadie a dónde va!»La pareja son testigos presenciales de una exhumación de dos esqueletos unidos.¡Magistral! «Polvo serán/más polvo enamorado.»Soneto de Quevedo,del futuro.
    Te recomiendo un libro magnífico de la colección La memoria del cine,edi:Paidós escrito por este grandísimo artista titulado, El cine revelado.
    Te pido de nuevo perdón.Te prometo que la proxima vez el comentario constará de una sola frase.
    Un fuerte abrazo,amigo.

  7. Mima, el amor muchas veces es una cosa que no voy a decir por no herir la sensibilidad de aquellos que están convencidos de que existe…
    Te la recomiendo vivamente.
    Besos

    Entrenómadas, ya sabía yo que con ésta iba a tocarte la fibra. No digo más. La semana que viene, más.
    Besos

    Francisco, no te disculpes para nada, un placer recibir tus comentarios tan apasionados, entusiastas y rigurosos. Me apunto la novela porque la desconocía (desde luego, el comienzo es enorme), pero efectivamente el sentido me recuerda mucho al soneto de Quevedo. Lo que dices me recuerda a Cortázar y eso de que en la vida somos como un personaje que llega al segundo acto de la comedia, que no comprende nada de qué va, pero todo le parece tan hermoso… Claro, que Cortázar lo dice por otros motivos.
    No es mi película favorita de Rossellini (para mi es «Germania, anno 0»), pero me encanta.
    Gran abrazo, y nada de perdones. La escalera está abierta y cabe casi todo.

  8. Sí, es peligroso: pero cuando lo dejamos actuar solo. El humor necesita compañía: la de la muerte. ¿Conoces un libro de Clement Rosset que se llama El Principio de Crueldad? Es eso, los verdaderos humoristas tiene su ´cosa´ con la muerte. Y qué tal si te recomiendo otro libro, no sé, pero yo entraría es disputa con Francisco: para mi el Sobrino de Rameau es el mejor de Diderot, y por tanto del S. XVII. Bueno, ahí tienes: y como te veo tan cortaziano: si te has pillado Un Tal Lucas.

    Ay, Alfredo: estoy algo aburrido, me rodea gente que sólo sabe hacer una cosa. Trabajar.

    (Oye, esta última de Herzog qué: la he visto bien reseñada, pero a estas horas se me hace tan extraño volver a ver su cine. Cosas que tiene uno.)

    abrazos,

  9. Conozco el libro que sugiere Francisco Machuca y sí, realmente hay que leerlo porque es muy bueno. Me ha gustado mucho el comentario que ha hecho. Viaggio in Italia» es para mí también si no la mejor, desde luego una de las mejores.
    La sensación de no ser un espectador cuando la ves es única, más bien es como formar parte de la historia. Es una película para la historia de la cine.

  10. Malvisto, por lo que veo no te refieres a «morirse de risa…». Creo que tengo que leer más (más aún), porque esos títulos que citas también se me escapan.
    La última de Herzog tiene el mismo problema de las últimas de Saura, de Chabrol, de todos los que han sido grandes y se resisten a dejar el cine: parecen fuera de época, encajan difícilmente en la actualidad, pero, como los consejos de los ancianos, son imprescindibles.
    Andrés, la vieja dicotomía vivir para trabajar o trabajar para vivir se ha terminado convirtiendo en trabajar para consumir, ocio para consumir, amor para consumir (como hoy).
    Abrazos,

    Entrenómadas, tomo nota. En efecto, es una película emocionante, y si piensas en la historia de ellos dos y el momento que atravesaban, impacta mucho más.
    Besos

  11. no puedo con esta parejita…ella al menos se salva como actriz dirigida por otros, el maestro Hitchcock sin ir más lejos, pero vivo casi como una pesadilla recordar sus angustias volcánicas en Strómboli. Para hablar de la pareja y sus recovecos prefiero al más «ligero» Stanley Donen (Dos en la carretera) o al más heavy y profundo Bergman.

  12. Jó, qué dureza… Uf, no sé si estoy muy de acuerdo. Donen era demasiado ligero; Bergman siempre metía a Dios o a Freud entre la pareja… En lo de Ingrid dirigida por Hitchcock sí lo estoy.

  13. Llego a tu página a través de Almodóvar (Abrazos rotos). Me inquietó no recordar el nombre de la película que ve la pareja en Lanzarote (¡cómo aprovecha Almodóvar!) y la busqué en Internet. Ví la peli hace muchos años (¡no tantos como los del estreno!), en la tele. Ahora, con experiencias vividas (incluido viaje a Nápoles no hace mucho), me identifico con tu comentario. Me parece excelente, profundo y creo que interpretas bien la intención de Rossellini (de nuevo Almodóvar se apropia de él para su personaje). Te agradezco que me/nos guíes la mirada más allá de la superficie. Alguien dijo que había una pauta para distinguir el buen del mal cine. El primero es el que nos lleva a hacernos preguntas, sobre todo acerca de nosotros mismos, aunque a veces sean peligrosas…

  14. Gracias, Nenúfar, por llegar hasta aquí. Rossellini, como buen maestro, rara vez hacía algo en balde. Los homenajes en Almodóvar son habituales, demasiado, pero casi nunca llega a acercarse a la profundidad del trabajo original. En este caso, tampoco.
    Creo que la pauta que apuntas sobre el buen cine es absolutamente irreprochable. El buen cine, como todo arte, es el que habla de nosotros mismos.
    Gracias de nuevo.

  15. Una película que se clava como un puñal en mí, más en estos momentos. La secuencia de ambos protagonistas en Pompeya, como metáfora a su relación es sobrecogedora y deja el corazón esquilmado.
    Probablemente sea una de las experiencias cinematográficas más verídicas sobre esa rancia institución que es el matrimonio y de por qué, y para qué, se funda.

    Un abrazo.

    1. Hombre, rancia… Digamos que sigue siendo lo que en origen fue, un pacto económico; lo que se ha perdido es la credibilidad en la idea, bastante reciente (como muy atrás, el Romanticismo), de que tiene necesariamente que ver con el amor, o que supone la consumación y sublimación del mismo. Eso, creo, se ha diluido irremediablemente. Eso sí, el perfil de contrato económico se ha transformado también, doblemente, en utilitarista y en una extraña faceta de negocio.

      Besos

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