Cine para pensar – Roberto Rossellini

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Verdaderamente alma del movimiento neorrealista, es además una de las principales figuras del cine mundial, y un autor imprescindible en el desarrollo del cine moderno. No sólo eso, sino que vio el peligro que para el cine suponía el nacimiento de la televisión, y siempre buscó el modo de armonizar la relación entre ambos medios: «el cine ha muerto, ¡viva la televisión!»

Como tantos otros genios del séptimo arte, dejó los estudios de Literatura y Filosofía sin terminar, y se dedicó al cine en exclusiva, primero como ayudante y guionista, dirigiendo después algunos documentales, y por fin, debutanto como realizador en 1941.

Pero si por algo merece un lugar en el olimpo de los grandes directores, es porque, como pionero del neorrealismo, renovó la estructura del lenguaje fílmico de los años cuarenta, con un cine que es mucho más directamente inspirador y modelo del cine de las décadas posteriores, incluso del actual, que el propio cine americano de aquella época.

¿Cuáles son las bases de esa renovación? Pueden parecer hoy muy obvias, pero en su momento fueron revolucionarias: rodaje en escenarios naturales, lejos de los grandes decorados de los estudios, uso de imágenes y estilos documentales, utilización de actores no profesionales, el uso de una luz más realista… Pero lo más importante, es que estas bases son fruto del posicionamiento moral  que, desde su concepción, debería alcanzar el cine, mostrando la realidad como vehículo de reflexión, crítica, búsqueda de valores humanos y censura de actitudes antisociales.

Algunos especialistas identifican en la obra de Rossellini varias etapas: pre-neorrealista (La nave bianca), neorrealista (Roma, cittá aperta; Germania, anno zero; Paisà), espiritualista (Stromboli, Europa 51), de transición (El general de la Rovere), histórica (Viva L’ Italia!) o didáctica (Sócrates, Pascal, Agustín de Hipona).

En estas fases va pasando sucesivamente por la simple comedia, pasando a desgranar terribles documentos históricos de la guerra y la posguerra, moviéndose luego hacia la plasmación de valores cristianos, entreteniéndose con la potenciación del uso de la técnica por encima de la narrativa, buscando más adelante el desarrollo de proyectos en los que trata de acercar la historia al pueblo, y, finalmente, adoctrinando con la lucha del hombre por la supervivencia, la ciencia y el pensamiento.

En sus propios textos y declaraciones puede verse reflejado el fundamento de ese posicionamiento ético que para él debía tener el cine: «Lo importante para mí es el hombre. He tratado de expresar el alma, la luz interior del ser humano, su realidad, absolutamente íntima, única, pegada al individuo junto al sentido de las cosas que le rodean. Cosas éstas que tienen un sentido, puesto que alguien las mira». Y también: «La historia, a través de la enseñanza visual, puede moverse en su terreno y no volatilizarse en fechas y nombres. Puede abandonar el cuadro historia-batalla, para constituirse en sus dominantes socio-económico-políticas. Puede construir no en la vertiente de la fantasía, sino en el de la ciencia histórica, climas, costumbres, ambientes, a hombres que tuvieron un relieve histórico y promovieron los avances sociales en los que hoy vivimos. Algunos personajes pueden convertirse por sus cualidades humanas, en módulos de acción».

Por tanto, vemos en Rossellini que el hombre es el único eje del impulso de la Historia. Su postura está claramente influenciada por el marxismo, aunque nunca contara con el apoyo de la extrema izquierda ni militara en sus organizaciones. Su formación católica se dejaba notar en sus películas, sobre todo en la etapa espiritualista, aunque se aproxima más al humanismo ateo, como él mismo aclara en su libro Un espíritu libre no debe aprender como esclavo.

Rossellini, si bien ciertamente idealista en los planteamientos morales de sus películas, quedará para el futuro como un director que nos mostró la realidad de su época, no sólo como escaparate o mero entretenimiento, sino acompañada de crudas reflexiones y buscando no dejar indiferente al espectador, moviéndole a pensar en su propia realidad.

7 comentarios sobre “Cine para pensar – Roberto Rossellini

  1. Bien, Alfredo,
    os has dado en el corazón.
    He comprado y regalado «Un espíritu libre no debe aprender como esclavo» 6 veces. A mi familia, a mis ex, a mis amigos, a uno que trabaja en la tele y que no entendió nada. Es muy bello ese libro, porque es como escuchar a Rossellini.
    Precioso post.

  2. Rossellini es de los más grandes. Las razones por las cuales carece de la aureola mítica de otros autores más célebres (por su ausencia de rarezas o de simbolismos oníricos en sus películas, como Fellini; o por no haber tenido una vida atribulada y traumática o un final violento, como otros)son para hacérselo mirar. Quizá se valoren más los universos creativos que el resultado en sí. ¿No pasará esto también con otros como Almodóvar?

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