-Supongo que cada uno sueña con su pareja ideal.
-¿Cómo es el tuyo?
-Un tipo bajo con mucho dinero.
-¿Por qué bajo?
-Si es rico, ¿qué importa? Prefiero que mire hacia arriba para ver a su mujer ideal.
(guión de Preston Sturges, a partir de la obra de teatro de Monckton Hoffe)
Me gusta tu blog. Tal vez podrías pasarte por el mío.
Caramba… De rabiosa actualidad, además… ¡Gracias!
¡Huy que defecto de maquillaje tan cantarín…!
¿eso era el feminismo de la época
¿Perdona?
No había feminismo como tal en esa época. Sí había gente con dos dedos de frente. Ahora sigue habiéndolos, dentro y fuera del feminismo, pero también lo contrario. En ambos lados.
Lo digo porque a Fonda le brillan las ideas….ji,ji
Sí, sí, ya sabes el chiste…
… al final rico…, sí, pero bajito… Na de na…
Se lo lleva un poco patosín, pero gracioso en su despiste. El tipo tiene encanto. Y se deja engañar tanto…
Y aunque la mira desde la alturas, ambos se sienten compañeros ideales para construir una vida (divertida a ser posible) juntos, aunque los dos tarden en admitirlo.
Beso
Hildy
PD: Cómo me gustan las comedias de Sturges
Mi querida Hildy, en efecto, ese tipo de cosas que hacen que estás películas casi casi puedan englobarse en el género de ciencia ficción… 😀
Unos personajes un tanto tópicos (al rico, para que se haga simpático, hay que humanizarlo), pero una delicia de interpretaciones y de guión.
Besos
Ese diálogo, tanto da si procede de la pluma de Sturges como de la del autor teatral, indica claramente una época.
Ahora, salvando a Woody, a Mamet y algún otro más, la tónica general es soporífera y no necesitas estar prestos los oídos para solazarte, porque todo se reduce a imágenes en movimiento vertiginoso propio de videojuegos.
Y la culpa no es, desde luego, de la sujeción a lo «políticamente correcto», eufemismo malicioso y vomitivo.
Un abrazo.
Así es. Creo que nunca han pasado tan desapercibidos los guionistas como en estos tiempos, más allá de sobrevalorados como Aaron Sorkin. Está claro que lo que no se ejercita se atrofia.
Abrazos
Ingenio por doquier y diálogos ácidos. Henry Fonda nunca ha estado más patoso, ni ha sido más ingenuo (al menos, que yo recuerde) y una Barbara Stanwyck chispeante, que es lo mejor de la función (sin olvidar a esos magníficos secundarios, con mención especial al camarero receloso, «Es la misma» dice, jajaja, buenísimo).
La secuencia más graciosa (y anda que no tiene), para mí, es cuando Stanwyck, durante la noche de bodas, en el tren, le va nombrando a sus conquistas. Cada bocinazo del tren es un enfado de Fonda cada vez mayor: tronchante.
Besos.
Jejeje… Ingenuo sí que ha sido Fonda; cómicamente ingenuo, yo creo que nunca como en esta película. Es una lástima que determinados actores no se hayan prodigado más en la comedia, porque su gama de registros les daba de sobra para hacer muchas más cosas de las que hicieron. Como la Stanwyck, una mala buenísima, y una buenísima aún mejor.
Besos
Un último apunte: siempre me ha llamado la atención el empeño que tuvieron de emparejar a la Stanwyck con Fred MacMurray (hasta tres veces: «Recuerdo de una noche», de Leisen, «Siempre hay un mañana», de Sirk, y esa negrura que es «Perdición», de mi adorado Wilder). Pero viendo la sinergia que tienen aquí ella y Fonda, uno puede pensar (al menos yo) que esta química nunca la tuvo con el soso de MacMurray, por más que los unieran.
¡Besos!
Las apreciaciones cambian. A nosotros MacMurray nos parece soso, en parte, porque evaluamos su carrera al completo y sabemos de sus etapas en la serie B y con Disney. Su carrera también varía, antes, durante y después de la guerra. También hay que pensar que el régimen de contratación de los estudios era el que era, y que a veces emparejaban según la disponibilidad, más que por ajustes creativos o de química de reparto.
Besos