Cine para pensar – Fahrenheit 9/11

Cuando Quentin Tarantino, presidente del jurado de la edición del Festival de Cannes de 2004 anunció Fahrenheit 9/11 como ganadora de la Palma de Oro, una gran ovación proveniente del público y de no pocos de los periodistas asistentes al acto atronó en la sala. Más tarde, durante la entrega del premio, la ovación en el patio de butacas resonó de forma todavía más impresionante y prolongada, obligando a su director, Michael Moore, a permanecer en pie recibiendo aplausos durante varios minutos sin permitirle comenzar su discurso de agradecimiento, repetidamente interrumpido por ovaciones y expresiones de júbilo, enhorabuena y agradecimiento. En palabras de Moore, «Quentin Tarantino me susurró al oído: Quiero que sepas que los aspectos políticos de tu película no tienen nada que ver con el premio. En este jurado tenemos distintas opiniones políticas, pero tú has recibido el premio porque has hecho una gran película. Quiero que lo sepas… de director a director«. Y unas narices. La impotencia, la rabia apenas disimulada, la indignación de una población mundial engañada, manipulada, estafada por un puñado de analfabetos funcionales pero con mucho poder y dinero para llevar a cabo la invasión de Iraq y el desalojo del poder de Saddam Hussein, estorbo no pequeño para que Estados Unidos pudiera hacerse con la segunda reserva en importancia del petróleo del planeta, mientras se ponían pretextos para la invasión como la exportación libre y gratuita de la libertad, la democracia y los derechos humanos, estalló en aquellas ovaciones a la película de Moore y voló por encima del jurado en el momento de las deliberaciones. Y sí, además es un excelente documental, como prueba el hecho de que fuera la primera ocasión en la que una película de este estilo se llevara el máximo galardón. “Nunca me imaginé que podría recibir la Palma de Oro porque habíamos hecho un documental, y Cannes es un festival que por tradición premia las películas de ficción. Vinimos sin muchas expectativas. Hace dos años tuvimos el honor de ser invitados con Bowling for Columbine, el primer documental a concurso en 40 años de historia del festival».

Sin embargo, hay que estar prevenidos ante el cine de Michael Moore para que no nos llevemos sorpresas desagradables y sepamos valorar en su justa medida a sus entusiastas y a sus acérrimos críticos. Moore combina un estilo panfletario, a ratos demagogo, incluso circense, con una presentación que combina realidad dramática con una puesta en escena irónica, pero una cosa es bien cierta: sus fuentes son incontestables; todos y cada unos de los datos y opiniones que se vierten en la película son rigurosísimos, absolutamente exactos y respetuosos con la realidad, cosa que quienes se ven reflejados en la película y los críticos a su sueldo no pueden decir. A partir de ahí, no queda más que asomarse a la compleja trama político-económico-militar que la película pone de manifiesto y que, por si había alguna duda, contribuye a que veamos en imágenes lo que todos sabíamos. Todos exceptuando quizá a aquellos estúpidos botarates que creían las palabras de Bush y que todos sabemos cómo se llaman.

Moore explicaba así el nacimiento del proyecto: “La idea surgió de una pregunta: ¿por qué horas después de los atentados del 11 de septiembre la Casa Blanca autorizó algunos vuelos para la familia de Bin Laden? Leí este párrafo en el New Yorker, me pareció muy raro y quise indagar”. Y utilizando este punto de partida, Moore realiza un amplio repaso a las relaciones económicas entre la familia Bush y los Bin Laden, que se remontan a los tiempos en que el actual presidente Bush jugaba a ser directivo de empresas petrolíferas texanas salvadas por el capital saudí de los Bin Laden cuando estaban a punto de desmoronarse, la confluencia de intereses económicos entre los Bin Laden y las empresas de los llamados «halcones» de la Casa Blanca (Halliburton, Carlyle, Enron, etc.), Condolezza Rice, Colin Powell, Dick Cheney, Donald Rumsfeld (sí, el mismo que en 1979, trabajando para la CIA, sirvió de interlocutor a Estados Unidos para hacer llegar a Saddam Hussein al poder y que se fotografiaba con el dictador, sonriente y sin la menor sombra de embarazo), Paul Wolfovitz (sí, el que no tenía calcetines sin tomates y chupaba un peine para dominarse el flequillo rebelde), el ex-secretario de Estado James Baker (el mismo al que la ONU encargó tutelar el proceso de referéndum del Sahara Occidental), dueño de un despacho de abogados que ha intervenido en múltiples ocasiones en la defensa de intereses saudíes en Estados Unidos, y por supuesto, Bush padre e hijo (haciendo recordar los tiempos de su respectivo padre y abuelo, uno de los principales cabecillas de los grupos filonazis en Estados Unidos en tiempos de Hitler, junto al padre del presidente John Fitzgerald Kennedy, héroe sacrosanto de la democracia americana de pasado más bien dudoso), metidos todos ellos hasta el cuello en negocios con los saudíes en su afán por invertir en Estados Unidos, principalmente en el negocio del petróleo y en la industria militar.

Partiendo del pucherazo electoral que permitió a Bush ganarle las elecciones al después premio Nobel y líder del marketing ecologista, Al Gore, gracias a su hermano (gobernador de Florida, lugar del atraco), a su primo (director de informativos de la Fox, canal que dio a Bush por vencedor antes del cómputo de resultados) y a su jefa de campaña (curiosamente también jefa de la oficina de recuento de votos de Florida), la película trata diversos aspectos de la política americana y su repercusión mundial en los años 2001-2004: la incompetencia en gestionar la catástrofe del 11 de septiembre, la imprevisión y la omisión de la debida atención a los informes que advertían del riesgo de atentados y de la existencia de agentes saudíes tomando clases de vuelo en instalaciones americanas, los negocios de los Bush y los Bin Laden, el peso de éstos y de Arabia Saudí en general en la política y la economía americanas, el nombramiento al frente del Afganistán liberado de los talibanes de personas ex-consejeras de las empresas petrolíferas de los Bush (como el presidente Karzai, por ejemplo), la apresurada e improvisada invasión de Afganistán, la necesidad de encontrar un pretexto de peso frente a la opinión pública americana para el proyecto (anterior incluso a la toma de posesión de Bush) de invadir Iraq, la inexistencia de conexiones entre ese país y Al-Qaeda, la creación de un estado de psicosis por la seguridad que permita el recorte de derechos civiles y el control sobre la población, el antiguo proyecto de oleoducto del Mar Caspio al Índico para el que se necesitaba quitar a los talibanes del poder, etc.

Sin embargo, dos son los valores principales del documental. Primero, que entre tanta ponzoña logre mantener en ocasiones un estilo irónico, sobre todo en el retrato de Bush como un payaso (de hecho, llegó a recibir una nominación a los premios Ratzzies como peor actor de comedia), con unos momentos antológicos de Bush haciendo el bobo y siendo retratado como lo que todo el mundo ve a miles de kilómetros de distancia: que es el mayor cretino sobre la tierra. Y segundo, el contenido de crítica político-social del documental y su efectivo desarme de la propaganda oficial sobre el conflicto: el sufrimiento del pueblo iraquí, las imágenes de civiles vejados y torturados, las mentiras de la «guerra inteligente», las chorradas de Rumsfeld acerca de la capacidad de las bombas para escoger objetivos militares, como si las bombas fueran capaces de distinguir entre buenos y malos, la extracción social de los reclutados para la guerra, jóvenes inmaduros, ignorantes, incultos y humildes que juegan a la guerra como si fuera un videojuego más, la falta de capacidad de muchos oficiales, las madres que lloran cuando leen la última carta de sus hijos, el gobierno que reduce las ayudas a los heridos de guerra, cierra hospitales, cancela subsidios, descuenta días no trabajados en las últimas nóminas de los soldados muertos, las imágenes de ataúdes con la bandera americana que los medios de comunicación tenían prohibido reflejar, la desfinformación sobre el número de muertos, de heridos y de sus condiciones de vida a su regreso a Estados Unidos, la América de las armas y de la guerra, de las banderas y la que ve en Iraq una oportunidad de oro para hacer negocios, la América que manda decenas de miles de «agentes de seguridad», antes conocidos como mercenarios, que actúan robando y matando como empresa privada sin rendir cuentas a nadie, los pozos de petróleo bajo control americano, donde los petroleros llegan, cargan y se van sin pagar, esa falacia llamada Conferencia de Donantes, mesa de filibusteros que bajo ese pomposo título que recuerda a un telemaratón en que cualquier marca obtiene publicidad gratis cediendo a los pobres una miseria de su balance de ganancias (que luego muy pocas veces se recauda en efectivo, por cierto) y que no oculta su verdadera naturaleza como instrumento de piratería y de reparto de contratos a cobrar y beneficios a obtener, etc.

Demostrando más amor y más confianza por su pueblo que su propio gobierno, Moore desmonta una a una todas las mentiras del gobierno americano y las contrarresta con píldoras reales de los efectos de la guerra tanto en Iraq como en Estados Unidos, y sobre todo en las cuentas de ganancias de algunos. Y lo hace de manera ágil, amena, rigurosa, divulgativa, directa y sin cortarse un pelo. Moore pone en imágenes lo que toda persona medianamente inteligente sabía, daba por hecho, lo que todos aquellos que ni habíamos estado nunca en la ONU, ni habíamos inspeccionado Iraq en busca de unas armas de destrucción masiva de las que el propio gobierno americano negó su existencia cuando Bush tomó posesión, ni habíamos tenido nunca negocios con Bush ni con Bin Laden, ya sabíamos. La mentira, la infamia, el engaño organizado con la connivencia de cuatro o cinco piratas y criminales del resto del mundo (Tony Blair, Durao Barroso, premiado con la presidencia europea por sus servicios al crimen y a la estafa mundialmente organizada, y, por lo que nos toca, José María Aznar, personaje de la peor ralea que hizo sentir a todo ciudadano bien nacido la vergüenza de pertenecer a un Estado que se entregaba a las mentiras de Bush a cambio de negocios personales para él y su familia, como bien ha quedado claro una vez retirado, y con el vergonzoso cinismo de pretextar su intención de «sacar a España del rincón de la historia donde estaba los últimos 200 años»; si por quien escribe fuera, preferiría seguir en el rincón 200 años más si el precio es apoyar a unos criminales y causar la muerte a cientos de miles de personas) y a iniciativa de un grupo de paletos intelectuales, de nuevos ricos sin escrúpulos que ignoran el valor de las vidas humanas (las de los demás, incluidos sus propios ciudadanos) pero no el de los petrodólares, una nómina de nuevos criminales de guerra equiparables a los Hitler, Hess, Göring, Ribbentropp, Himmler, y compañía. Dado que Estados Unidos no ha suscrito el tratado del Tribunal Penal Internacional, muchos de estos asesinos del siglo XXI pasarán a la historia como grandes estadistas políticos, pero otros no tendrán tanta suerte; sus nombres, para que todos los recordemos: George W. Bush, Condolezza Rice, Donald Rumsfeld, Dick Cheney, John Ashcroft, Paul Wolfovitz, Tony Blair, Jose Manuel Durao Barroso, José María Aznar y toda una legión de cargos intermedios, mandos militares, periodistas y grupos de comunicación, portavoces de partidos políticos y resto de miserables que aun hoy, tras la muerte de miles de soldados americanos, de cientos de miles de iraquíes y tras las mentiras apenas disimladas con las que creían engañar a alguien, siguen siendo tan cínicos como para hablar de «error en el diagnóstico», «desajustes en la información de los servicios de inteligencia», etc., y que siguen justificando la mayor vulneración de la legalidad internacional, la mayor infamia para la democracia y para la libertad desde 1939, el mayor atentado contra los derechos humanos (junto al genocidio ruandés) desde la Segunda Guerra Mundial, y que siguen queriendo cubrirse con un halo de respetabilidad. Hasta las ratas de cloaca merecen más respeto.

Así lo ve el propio Moore: “Cuando dejamos que Bush después de las elecciones del año 2000 se hiciera con un cargo que no le correspondía, su equipo pensó que podía hacer lo que quisiera. A la pregunta: `¿Qué podemos hacer con Iraq?´, alguien respondió: `Pero si Iraq no tiene nada que ver con el 11 de Septiembre´. `De todas formas, vamos a bombardearlo´. Todos los estadounidenses somos responsables por haberlo permitido. (…) George Orwell escribió: el líder de un pueblo debe mantenerlo en un estado de temor permanente haciéndole creer que podría ser atacado en cualquier momento, renunciando a la libertad para poder vivir. Esto es lo que han hecho los estadounidenses en los últimos dos años y medio».

Y además del mensaje, la calidad como película, el abundante uso de materiales de archivo provenientes del cine y la televisión, el ritmo, la exposición y la banda sonora, hacen que se trate de una cinta que nada entre la manipulación en la forma y el rigor en el fondo, pero que no deja indiferente. Y entre la música, siempre riquísima en las cintas de Moore, piezas magníficas insertadas en la narración como un guante, como Believe it or not, de Joe Scarbury, sintonía de la famosa serie El gran héroe americano, cuya letra es una ácida e irónica crítica a la figura de Bush,

el clásico de R.E.M. (y odiado por ellos, canción que intentan no tocar nunca), Shiny happy people, que ilustra muchas imágenes de cálidos encuentros entre los Bush y los saudíes, incluida la familia Bin Laden,

o el clásico del rockero canadiense Neil Young, Rocking in a free world, que cierra la película y el post con el recordatorio del deber cívico de no olvidar a los criminales, ni lo que provocaron, muerte, desolación, mentiras, corrupción en aras de sus propios bolsillos.

30 comentarios sobre “Cine para pensar – Fahrenheit 9/11

  1. felicidades, Alfredo, qué artículo, qué análisis, qué bueno, es un placer y un acto de aprendizaje leer tus comentarios, esta película es de las que demuestran que el cine tiene un potencial enorme, que es un arma cargada de poesía y de inconformismo e insumisión a la tiranía dominante en el mejor de los casos… sobre cómo va el mundo y lo que refleja la película, si no fuera verdad parecería el argumento de una mala película, y según Woody Allen la vida no imita al arte sino a la televisión basura… dejo esta reflexión para empezar el día… Un saludo.

  2. Te has despachao a gusto, Escalones, mi amol. Yo no tengo a Moore en los altares, porque, cómo decirlo, se le ve el cartón de un pelín de manipulacioncilla que en una obra de ficción aceptaríamos, pero en un documental chirría un poco.
    Con todo, sus películas son valientes, técnicamente impecables y no aburren nunca. Tengo oído que acaba de colgar su último documental en la red. ¿Sabes algo?

  3. Gracias, Samuel. Una vez separados datos y panfletos, el cine de Moore siempre aporta cosas interesantes.
    Un abrazo

    Noe, tienes razón acerca de Moore, pero como digo más arriba, su estilo un tanto populachero y facilón no oculta que siempre usa datos auténticos, aunque los combine a capricho, y eso le da un gran valor.
    En cuanto a su nuevo proyecto, escribí una cosilla en otro sitio:
    http://www.cinissimo.com/el-nuevo-documental-de-michael-moore-se-estrena-en-internet/

    Gracias, Raúl. Es lo que pasa al ver la película: la indignación deja sin habla.

  4. Buenas Alfredo, muy acertado tu comentario. es lo que dices, a Moore hay que analizarlo sabiendo qué pie calza. a mi me gustan sus documentales, pero hay algo que me molesta especialmente: en muchas ocasiones entrevista a alguien aparentemente importante opinando sobre un tema y no pone las típicas letritas de quien es o qué cargo ocupa. a lo mejor es porque en los EUA todos le conocen, pero a mi me molesta 🙂

    Saludos!!

  5. Marchelo, Moore tiene tufillo, y por tanto sus películas hay que valorarlas sabiendo muy bien qué es información y qué es tendencioso. En efecto, lo que describes es uno de sus grandes inconvenientes. Pero ojo, no sólo es él.
    Saludos.

    Troncha, análisis un poco reduccionista. Sus películas son excelentes documentales, y como digo más arriba, sus fuentes son contrastadas. El orden de exposición y las conclusiones a las que quiere llegar utilizando esos datos pueden ser opinables (en lo que se refiere a EE.UU. e Iraq son fácilmente comprobables), pero cuidado, el punto de origen de «Fahrenheit 9/11» y toda la información que contiene, insisto, separada de interpretaciones tendenciosas, es innegable. Por otro lado, cuidado con la manipulación en el cine documental que no lleva el nombre de Moore. En su ansia por acaparar atención, ha terminado sirviendo de coartada para otro cine y para otros autores que manipulan incluso más que él, sin que nadie les señale con el dedo. Y eso por no introducirnos en el cine de ficción, por el que las manipulaciones político-ideológicas campan a sus anchas sin cortapisa alguna.
    Saludos

  6. Enhorabuena por el artículo, fantástico. Tengo la película y el libro por leer y los mantengo a distancia porque, sabiendo un poco menos que tú acerca de la realidad de todas esas patrañas, sé que me va a amargar el día. Quiero decir que ya bastante tengo con pensar cómo de hipócrita y corrupta es la sociedad para pasar hora y media machacándome los sesos intentando desbrozar la poca manipulación que Moore intenta, por lo que he leído en diversos lugares.
    Veo que te has percatado de la poca operatividad del TPI, un calla bocas que, dentro de cien años, todos calvos ya, aparecerá como otro artificio para calmar a medias las múltiples y variadas injusticias y crímenes que se perpetran para que los ricos sean aún mucho más ricos.
    Me parece bien que existan esos documentales, no obstante, porque seguro que a alguno le incitarán a buscar por sí mismo mayor información documentada en escritos. Si no existiera Moore, debería existir otro u otros, sin duda.
    De todos modos, creo que algún día tendré que sentarme a ver ese documental y a leer el libro, aunque eso sí, con una buena taza de tila al lado.
    Repito: un excelente artículo; muy minucioso y documentado.
    Saludos.

  7. Gracias, Josep. Te la recomiendo por eso mismo que dices. Vale como fenomenal manera de introducirse en la problemática real del tema (la que jamás ha aparecido en un -des-informativo). Si bien hay que guardar ciertas precauciones con el estilo de Moore y lo interesado de su mensaje, lo que es indudable es que lo que dice que pasó, pasó, y las muecas y payasadas de Bush y de alguno más son auténticas. Con todo, la película sólo muestra una levedad de lo que el asunto esconde realmente.
    Saludos.

    Castedo Merinero, muchas gracias. Las intenciones políticas de Moore son evidentes. Se ha parapetado en su trinchera y dispara a todo lo que se mueve, tenga o no razón. Eso precisamente juega en su contra; el tufillo tendencioso repercute en el escepticismo con el que parte del público (algunos, deseando hacerlo para reafirmarse en ciertas posturas inadmisibles) acoge sus películas y que sirve de coartada a algunos para correr un velo sobre los problemas que denuncia, que no son nada demagógicos, al contrario.
    Saludos

  8. ¡¡Impresionante entrada, Alfredo!!
    Y la película, imprescindible. Mi profesor de historia de bach (el mejor del mundo) nos llevó al cine a verlo, y luego lo vi otra vez por mi cuenta… ¿qué se puede decir que no hayas dicho ya? Inolvidable, o al menos debería serlo, porque nunca deberíamos olvidar los nombres de esos criminales, que no sólo nunca van a ser juzgados sino que además en estos momentos estarán disrutando los frutos de sus crímenes.
    Sólo una pequeñísima corrección: tito Bushie no se hace bobo… él ES bobo (joputa como el que más, pero rematadamente bobo). Aquí te dejo uno de mis «momentos bobos»favoritos:

    Por cierto, comenta «Éramos Pocos» ya sabes que nos gusta a todos conocer tu opinión.
    Besos.
    Rosa.

  9. ¡¡Estupenda entrada!!
    Y el documental es imprescindible, yo lo vi en clase de historia y luego lo volví a ver por mi cuenta… ¿Qué se puede decir que no hayas dicho ya?
    Inolvidable… o, si no lo es, debería serlo, porque nadie debería olvidar los nombres de esos criminales que no sólo se salieron con la suya con el todo el descaro (y con todo el beneplácito de más de uno) sino que ahora siguen disfrutando de los frutos de su masacre sin que nadie los moleste, ni los molestará, supongo.
    Sobre los «momentos bobos» de tito Bushie, aquí te dejo uno de mis preferidos: http://ar.geocities.com/segundamaquina/Imagenes/bush_prismaticos.jpg
    (como se puede ser tan joputa y tan lerdo al mismo tiempo…)
    Por cierto, comenta «Éramos Pocos», que ya sabes que a todos nos gusta conocer tu opinión.
    Besos.
    Rosa.

  10. No he podido dejarte comentario antes… a ver si ahora que he reiniciao el equipo puedo. Como salgan ahora todos los demás comentarios me voy a repetir más que «ojú» XD.
    Para empezar, yo también te doy la enhorabuena por la entrada, ¡¡Menuda entrada!!
    La película la vimos en el cine en bachillerato, que nos llevó mi profesor de historia (un pedazo de profesor de los que raramente te encuentras) luego yo la vi también por mi cuenta… ¿qué se puede decir que no hayas dicho tú ya?
    Imprescindible, sin duda, también sería imprescindible no olvidar los nombres de los criminales que ahora están tranquilamente disfrutando los frutos de su crimen, y supongo que nadie se lo impedirá nunca. La masacre les ha salido rentable, y la complicidad o la indiferencia de más de uno también.
    Aquí te dejo uno de mis «momentos bobos» preferidos de tito Bushie: http://tonterias.com/data/200202/3448_Bush_prismaticos.jpg
    Todo lo que tiene de joputa lo tiene de atontao…
    Por cierto, comenta «Éramos Pocos», nos gusta conocer tu opinión.
    Besos.
    Rosa.

  11. Extraordinario artículo Alfredo, se nota que te apasiona este conflicto que nos atañe a todos. A mi Michael Moore me cae simpático, sus obras me dejan un muy buen sabor de boca, y demuestra que hay muchos americanos con capacidad para razonar, pensar y darse cuenta que las cosas no van bien en su gobierno. Por otra parte, coincido contigo, que a veces peca de excesivamente panfletario para remarcar su mensaje, pero que demonios…lucha contra titanes que someten a todo un pueblo bajo su yugo reaccionario, así que se lo perdonamos.
    De todas formas, Moore debería andarse con ojo a la hora de expandir cierto mensaje, porque normalmente es visto a través de cierto esquematismo y extremismo, pudiendo hacer pensar que ciertas corrientes de opinión en territorio americano son las mayoritarias, y no es cierto en absoluto. Lo digo porque ciertos sectores europeos también manipulan la información que proviene de allí para dar una imagen muy esquematizada del país, y es un lugar con gente que tiene muchas cosas que ofrecer más allá de su inepto dirigente actual (esperemos que dentro de poco cambie la cosa, al menos un poquito)
    Saludos Alfredo, y de nuevo, enhorabuena por el excelente artículo

  12. Reconociendo que es un documental interesante y que lo recomiendo encarecidamente para sacar conclusiones debo decir que:

    -Moore me parece también demagogo y circense a ratos (igual que a ud. según ha explicado Alfredo).

    -Me gustó muchísimo más «Bowling for Columbine». Muy bueno en general aunque al final con Charlton Heston se nota que Moore le hizo una encerrona al célebre actor, jejeje.

    Saludos, estupendo análisis.

  13. Hoy te has lucido de verdad,mi querido Alfredo.Esto no es un post,sino todo un fenomenal ensayo rigurosísimo y plagado de detalles que invita a releerlo de nuevo.Ahora tengo una nueva visión de Michael Moore.

    Repito:excelente artículo.

    Un fuerte abrazo.

  14. Gracias Rosa. Menudo profesor, de los que ya no hay…
    Besos

    Missing, escrito desde las tripas, como casi todo lo que escribo, pero además indignado. Hacen falta más voces. Si callamos somos cómplices.
    Besos

    Creo que tienes mucha razón, Iván, en tu apreciación sobre Moore y sobre lo que nos llega de USA, un gran país del que por lo común llegan mensajes sesgados de diversa índole en función de nuestro interés. En cuanto al tema, en general me interesan mucho todos los temas que incidan en la mejora de la calidad de vida, y en que las democracias dejen de ser «sobre el papel» y sean reales. Por eso intento combatir todos los sistemas que dificultan la llegada a ese estado, empezando por el Imperio (español, británico, americano, chino o el que venga), y continuando por el capitalismo neoconservador, el liberalismo exacerbado o el nacionalismo político en cualquiera de sus manifestaciones y apellidos (español, catalán, aragonés, zaragozano o de mi barrio). Son sistemas que sirven al mantenimiento de la desigualdad, y por tanto, a la necesidad de acudir al crimen y a la guerra para su sostén.
    Un abrazo

    Gracias, Alberto. Totalmente de acuerdo contigo en lo de «Bowling for Columbine». La crítica en este punto era una conclusión, un medio. En su siguiente obra fue un fin. Para mí la diferencia es crucial.
    Saludos

    Gracias Francisco. De vez en cuando me sale alguno de estos sin querer.
    Sobre todo me alegra de que te haya ayudado a ver a Moore de otro modo. Su demagogia y su estilo propagandístico va a acompañado de más cosas.
    Un abrazo

  15. no puedo con él, Alfredo, pero sobre todo no puedo con la incoherencia de su público que va a profesar de antimperialismo yanqui mientras toma coca-colas y devora palomitas en grandes envases de cartón con los colores y estrellas de la bandera estadounidense. Y después hablamos de la doble moral americana?
    USA ha dado y sigue dando artistas de un nivel único en el mundo, además de acoger y permitir desarrollar su obra a decenas de extranjeros igualmente únicos. Quien hable en contra de la forma de vida americana (vaya generalización!)debería darse antes una vuelta por algunas de sus ciudades más importantes, como San Francisco, Washington o New York.

  16. Hay que estar prevenidos ante el cine de Michael Moore para que no nos llevemos sorpresas desagradables y sepamos valorar en su justa medida a sus entusiastas y a sus acérrimos críticos. Moore combina un estilo panfletario, a ratos demagogo, incluso circense, con una presentación que combina realidad dramática con una puesta en escena irónica, pero una cosa es bien cierta: sus fuentes son incontestables; todos y cada unos de los datos y opiniones que se vierten en la película son rigurosísimos, absolutamente exactos y respetuosos con la realidad, cosa que quienes se ven reflejados en la película y los críticos a su sueldo no pueden decir.

    Creo que este párrafo resume bien el trabajo de Moore. Créeme, Alfredo esta la única forma de llegar a millones de personas en EEUU. La forma irónica, demagoga y a veces reprochable de Moore.
    He vivido allí unos años y sé que es la única forma.

    Por cierto, la primera vez que hablé de Moore a un periodista conocido de la ciudad me dijo algo así como,- va, es de esos personajes que te gustan a ti pero que no tienen interés.
    En fin…

    Kisses

  17. Todavía no comprendo cómo no ganó OLD BOY aquel festival de Cannes.

    Me encantó Bowling for columbine. Pero algunos tramos de Fahrenheit 9/11 no eran más que propaganda barta en contra del señor Bush.

  18. Tienes razón, Cacho, al menos en una parte muy importante. Pero imagino que la crítica a Estados Unidos no es tanto por su forma de vida, que nosotros hemos adoptado o intentamos adaptar a toda costa con sus aciertos y sus fallos, sino a lo que, con ese pretexto se dedican a hacer por ahí. En el fondo es la misma incoherencia que representa ese país desde que nació: una revolución por la libertad consagró, por ejemplo, un estado esclavista. La paradoja es que esas libertades y esa forma de vida pretenden limitarla a sus fronteras, y creo que la crítica va por ese camino.
    Por otro lado, quizá los ejemplos de ciudades que citas no son las más representativas de la vida estadounidense, precisamente, por la influencia de todos esos extranjeros que citas (bueno, quizá Washington no). Sin duda es un gran país, capaz de lo mejor, y por desgracia, de lo peor. Lo malo es que lo peor es demasiado, y hace falta más gente que lo diga en voz alta.
    De todos modos, es su turno, como antes ha sido de otros. El verdadero problema es el concepto de imperio, de hegemonía, que es contrario a cualquier principio democrático o a la libertad.
    Un abrazo

    Entrenómadas, pues lo siento por el periodista. Supongo que con el tiempo se habrá comido sus palabras. Creo que tienes razón en que la forma de introducir un mensaje en una sociedad devorada por el marketing y la propaganda, como la nuestra, es utilizar esos mismos instrumentos. Tú lo sabes mucho mejor que yo. Pero basta con retar a cualquiera a que demuestre que lo que dice Moore en este y otros trabajos no es cierto. Para mí el hecho de que sea un demagogo o un propagandista es secundario. Lo importante es que no miente, aunque a veces se empeñe en deformar.
    Besos

    Pues, Nerbiox, supongo que tu comentario contribuye a cimentar la opinión de que en la victoria de la película en Cannes había algo más que criterios meramente cinematográficos, aunque Tarantino dijera lo contrario.
    Saludos, y gracias por pasarte por aquí.

  19. Mira que tienes artículos soberbios, Alfredo, pero éste, quizá porque llevaba tiempo sin leerte («apagón informático» obligado), creo que es el que más me ha gustado de todos. A mí, como a varios de los que han dejado comentarios, también me gustó más «Bowling for Columbine», pero no entiendo lo machacón que se ha puesto por aquí el personal con que Moore es un demagogo.

    Ni un documental ni una peli de ficción (ni un libro, ni…) son nunca «inocentes». Todas reflejan un punto de vista. Moore refleja el suyo, pero él apoya todo el argumentario con datos rigurosos. ¿Qué es eso de la demagogia? Poned ejemplos… porque a mí, la verdad, se me escapan.

    Besitos

  20. Gracias, Inde. Pues tienes razón, no hay inocencia en cuanto a los puntos de vista. A mí lo que me parece es que a veces el tono escogido por Moore es demasiado…, no sé cómo decirlo, populachero, circense, creo que a veces supera la línea de lo irónico o se excede explotando determinados hilos de su argumento, y que eso a la larga resulta perjudicial para el conjunto del mensaje. Pero no dudo de la veracidad de sus fuentes ni de su rigor ni lo más mínimo. Lo mío es una objeción estilística, no de fondo. Quizá quienes lo tildan de demagogo, y digo quizá, es porque no están acostumbrados al rigor y a la expresión de verdades en voz alta por parte de los políticos, y no saben reconocerla, o bien se sienten demasiado ligados a éstos, por lo cual se sienten en el deber de defenderlos matando al mensajero de sus miserias. Pero digo quizá.
    Besos

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