El Dorado: western glorioso de Howard Hawks

dorado

Con la voz de George Alexander en este clásico de las bandas sonoras del western y con unos títulos de crédito que en su evocación del romanticismo y el legendario sabor del viejo oeste alcanzan la categoría de obra de arte da comienzo uno de los más grandes westerns jamás filmados, obra de ese genio de la dirección llamado Howard Hawks, para muchos el director más capaz y más completo de la historia del cine, y desde luego, el más versátil de la época clásica; lo hizo todo y todo lo hizo bien: cine de aventuras, dramas, musicales, westerns, cine negro, comedias… La perfección como creador de este magnífico director, para quien escribe uno de los diez imprescindibles de la Historia del Cine y quizá injustamente relegado a una segunda categoría en el imaginario colectivo, encuentra una nueva muestra en este esplendoroso western de 1966 que tiene en su reparto al inefable John Wayne, acompañado de otro peso pesado como Robert Mitchum y de secundarios tales como Arthur Hunnicut, Ed Asner y un joven James Caan.

Con este principio, uno no tiene dudas de que se está internando en una historia muy especial. Y El Dorado (no confundir con la cinta de Carlos Saura sobre La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, adaptación del aragonés Ramón J. Sender) es mucho más que especial y, desde luego, mucho más que un mero «auto-remake» como muchos críticos la califican, rodado por Hawks a partir de su anterior y también maravillosa Río Bravo (1959).

No es que Hawks nos cuente algo nuevo, que nos introduzca en una historia que por su originalidad, dramatismo o capacidad de seducción, resulte extraordinaria. Al contrario, nos situamos en una historia bastante tópica de venganza y amistad (más de lo segundo que de lo primero). Cole Thornton (John Wayne, volviéndose a apellidar Thornton tras dar vida a Sean en El hombre tranquilo de John Ford) es un pistolero a sueldo que llega a El Dorado, ciudad cercana a la frontera mexicana de mítico nombre que evoca un paraíso de oro y placeres eternos (y constante metáfora de ese lugar tranquilo y plácido en que los curtidos pistoleros puedan llegar algún día a retirarse y que las armas callen para siempre), para ponerse al servicio de un terrateniente ganadero, Bart Jason (Ed Asner), que tiene problemas de pastos y agua con sus vecinos. Allí se encuentra con un viejo amigo, el sheriff John Paul Harrah (Robert Mitchum), que le disuade de prestar su revólver a un canalla que busca eliminar la competencia de sus vecinos contratando pistolas. Thornton se marcha y en su camino encuentra a Mississippi (James Caan), de nombre auténtico Alan Berilion Trejern (con ese nombre no me extraña que use cuchillo, dice el sheriff en un momento de la cinta), un joven que usa cuchillo y no revólver y que busca venganza por el asesinato de un viejo amigo suyo, un jugador de poca monta, John Diamond, con cuya chistera cubre su cabeza como constante recuerdo de su misión. Thornton y Mississippi, de regreso a El Dorado, unirán sus fuerzas cuando sepan que el mercenario contratado para acabar con los ganaderos es el asesino de John Diamond y que el sheriff Harrah se halla inmerso en una depresión de alcohol a causa de su abandono por una mujer y que se hará matar, que no podrá hacer frente a la guerra por los pastos si lucha en esas condiciones. Juntos, Cole, Mississippi, Harrah en plena resaca y Bull, un viejo ayudante experimentado en la guerra con los indios, se enfrentarán a los pistoleros que pretenden liberar a Bart Jason de la celda donde el sheriff lo ha encerrado.

Al igual que en Río Bravo nos encontramos ante un grupo de agentes de la ley que deben enfrentarse a los secuaces de un malvado que tienen encerrado, en una ciudad amenazante en la que todos parecen inhibirse o apoyar al pez gordo, y en la que cada callejón, cada recoveco, cada ventana o cada tejado son un escondrijo para los rifles que apuntan a los hombres de la ley.

Pero la acción, los disparos, las muertes, las luchas de venganza, los duelos a pistola (o rifle en este caso) o el espacio para el romance de toda cinta del oeste no son aquí lo principal. Lo importante, en la senda de los mejores westerns de John Ford, es la historia de camaradería y de amistad que se tiende entre los personajes principales. En los rostros de todos ellos podemos leer legendarios hechos del pasado, vivencias únicas, peligros y dramas tremendos, oportunidades perdidas, retos cumplidos y cicatrices producto del fracaso. Y en todos ellos vemos la entrega, la amistad desinteresada, la que se sostiene más en silencios que en preguntas o palabras vanas, la renuncia a la conservación de la propia vida por la defensa, no ya de una causa noble (en el oeste tanto da, no hay causas nobles), sino de un amigo que se juega la piel por algo en lo que cree. Ese canto a la amistad se fundamenta en escenas bellísimas en las que sin palabras se sugieren todas estas cosas, y en la utilización sublime del sentido del humor. Es un western irónico y ácido como pocos, y explota las cualidades humorísticas incluso de John Wayne en su relación, por un lado, con el joven inexperto que le saca de quicio, y por otro, con el veterano borracho al que da de sartenazos para que se espabile o con el que compara sus «heridas de guerra» (inolvidable la escena en la que ambos caminan por el centro de la calle, una soleada mañana cuando todo ha terminado, cada uno con su estrella de plata en el pecho, arrastrándose renqueantes con sus respectivas muletas, mientras se atacan cínicamente uno al otro, o también aquella en la que el joven doctor abandona a Mitchum, herido de un rasguño en la pierna y con el dedito taponando la sangre, para atender las molestias de Wayne en la columna por una bala recibida y que no le fue extirpada: cálmese sheriff, su herida también es muy bonita, le dice el guasón médico…).

En resumen, un film mítico, el lejano y legendario oeste puesto en fotogramas, repleto de acción, amor, aventuras, amistad, camaradería, buen rollo y gotitas de romance, algo más de dos horas de entretenimiento puro a la manera artesanal con el enorme talento de Hawks y que incluso deja buen sabor de boca a quienes no son especialmente seguidores del género.

23 comentarios sobre “El Dorado: western glorioso de Howard Hawks

  1. Ya te he contado alguna vez que a mí no me vuelve loca precisamente el wenster, pero ésta la vi de niña en un cine de pueblo enoooorme, de los que no quedan, y esas cosas no se te van nunca del corazón. Besos.

  2. Hmmm… el fallo de esta película es que «Río Bravo» se hizo antes. Y es inevitable comparar al viejo de esta película con Walter Brennan, a Robert Mitchum con Dean Martin… aunque James Caan me convence más que Ricky Nelson, y la chica de «El dorado» (la espectacular Charlene Holt) me gusta más que Angie Dickinson.

  3. Algún apunte.
    1.- Cumpliste tu promesa, y escribiste sobre el maestro Hawks.
    2.- Hawks sufre en las comparaciones. Sufre cuando se le compara a Ford (yo creo que injustamente) y sufre cuando se le compara con su propia obra (yo creo que injustamente… también).
    3.- Hawks es, a mi parecer pues mi memoria es selectiva y tampoco da para más, el único director que podría estar haciendo la misma película eternamente y siempre nos deleitaría con una historia distinta.

    Has elegido una película genial.

  4. Noe, me encanta cuando a través del cine abrimos puertas a la memoria personal. Por eso es tan grande.
    Besos.

    Kermitt, yo no lo llamaría fallo. Las comparaciones, eso sí, son inevitables y estoy de acuerdo, pero Mitchum para mí es muy superior a Dean Martin. Y creo que Rio Bravo ha envejecido peor que El Dorado.

    Raúl, tarde pero cumplimos. Y aún tengo otras ausencias sonrojantes que solventar lo antes posible… Creo que tienes razón, sobre todo en el tercer punto. Lo más grande de él es que hacía cosas muy diferentes entre sí, y todas bien.

  5. Una, no muy aficionada al género, ha visto esta peli tropocientas veces. (Me trae además el recuerdo de tardes de domingo de invierno).
    Y no me canso, es magnífica. Estupenda si señor.

  6. Rául acaba de contestar a la pregunta que iba a formular.
    Gracias, Mister Rául.
    Yo me he quedado en «La diligencia», pero aseguro que voy a intentar abrir paso a otros caminos. Y claro con Howard Hawks es más fácil. Eso espero.

    Besos del lejano dorado

    M

  7. Mima, cuánto me gusta traeros recuerdos… buenos.
    Besos

    Raúl, yo esperaba mucho de esa película y de Ed Harris. Aún no la he visto, pero me has dejado inquieto.

    Entrenómadas, ya te contaré. La veré esta semana a lo más tardar.
    Son caminos un tanto peligrosos; es un género en el que abunda lo mediocre, pero cuando es bueno, es de lo mejor.
    Besos

  8. Leyéndote y viendo el inicio se me antoja una película para disfrutar una tarde soñolienta de domingo, de otoño sí.

    Así que me la apuntaré para ver si puedo pasar un buen rato.

    Abrazos

  9. Estupendo, sentido comentario de una de esas películas que parecen clavadas a las alacenas cinéfilas en el primer lugar, junto con muchas otras, también. Casi todas las de H.H., que, como acertadamente indicas, brilló en todos los géneros, erigiéndose en un caso único.

    Yo no quiero ni deseo entrar en comparativas acerca de cual «Rio» es mejor, pues todas me gustan muchísimo: en todas parece contarse una historia semejante y es cierto, pero es debido a que H.H., como ya se ha apuntdo, parece contar siempre la misma historia: la historia de las relaciones humanas, los vericuetos del amor, la amistad y la pasión, el sentido del deber y la fidelidad a unos principios; luego viene la forma, que siempre será magnífica, espectacular y distinta en función del continente.
    En esos clásicos, como ocurre también con Ford, los diálogos suelen etar muy bien construidos, pero los silencios, ¡ay los silencios! son inolvidables, «rara avis» pertenecientes a una forma de hacer cine que buscaba y obtenía la complicidad del espectador; esos silencios construídos a base de miradas y gestos por unos actores demasiado a menudo vilipendiados injustamente, presencias magnéticas que llenaban la pantalla.

    Cine de verdad, de verdad de la buena…

    Lo malo de leer esas magníficas reseñas es que me abren el apetito de revisar esas películas, y uno no da abasto… 😉

    Saludos.

  10. Y aunque no sea un domingo, AdR; es apta para cualquier día de la semana.
    Te garantizo el buen rato.
    Abrazos.

    Esos apetitos son los que gusta tener, Josep. Estupendo comentario para redondear la cuestión.
    Saludos.

  11. ¡no la he visto! ¡qué rabia! «Río Bravo» es una obra maestra, y Howard Hawks sin dudarlo de los mejores directores de la historia del cine, con obras maestras en varios géneros. Un comentario que invita a descubrirla… Un saludo.

  12. Tremenda. Poco más que decir, hace un tiempo participé en una tertulia sobre los grandes del cine americano, y expresé mi opinión sobre Hawks, diciendo con total seguridad que Howard Hawks es el cineasta más clásico, abordando todos los géneros, y como tan bien haciendo los cineastas puramente afines a esa concepción del cine, no creando intromisión por parte del director en la puesta en escena (de forma aparente claro). Parece sencillo pero hay que ser muy muy bueno para ser capaz de hacer eso en todos los géneros, y dejarnos obras maestras en cada uno de ellos, y más genio aún para asumir ese clasicismo y no contaminar sus historias con arrebatos de egocentrismo visual.
    Un genio vamos…XD
    Saludos Alfredo, estupenda reseña!

  13. Samuel, hombre, hay que verla ya. Un consejo, cuando la veas, olvida Rio Bravo.
    Saludos.

    Gracias, Iván. Exactamente eso es Hawks, un todoterreno solvente, competente y eficaz. Imagínate uno así ahora. Imposible.
    Ten cuidado con las tertulias; uno empieza yendo a hablar de cine y termina en La Mañana de la COPE…
    Un abrazo

    Siempre hay que escuchar a los abuelos, Rosa.
    Besos

  14. Hola…, Howard Hawks me encanta. Reconozco que esta peli la tengo lejana en mi memoria cinéfila. Recuerdo que me encantó… Sin embargo, siempre he visto más y la tengo como pieza preciada en mi videoteca, Río Bravo. ¡¡¡Como me gusta!!!
    Aunque es difícil que Hawks salga perdiendo en cualquier género que toque. El otro día volví a ver Su juego favorito y volví a reír una y otra vez. ¿O qué me dices de Scarface? Yo todavía recuerdo la primera vez que vi La fiera de mi niña y como moqueaba con las carcajadas…, todo te lo puedo dar menos el amor baby. Además, a Hawks le debo mi inmortalidad como persona…, ya saben en Luna Nueva, Hildy se transformó en mujer…, y eso no se olvida.
    Como siempre enhorabuena por tanta pasión
    Un beso
    Hildy Johnson

  15. Hay un excelente debate respecto a las diferecias o semejanzas entre Ford y Hawks en este magnífico post,Alfredo.Ford fue un poeta que tocó un solo género con mano maestra y lleno de sutilezas que escapan a la mayoría de los espectadores.Hawks fue un todo terreno en todos los géneros y todo lo hizo muy bien,ya sea por su temperamento o su condición de cinesata creador de dieciocho quilates.No se les puede comparar,son dos universos muy diferentes;dos universos siempre por descubrir.

    Excelente post.Quizá cuando nos encontremos en un café hablaremos hasta por los codos de estos dos grandes artistas.

    Un fuerte abrazo.

  16. Pues sí, Francisco, es cierto, pero el debate nunca tiene que ceñirse a elegir entre uno u otro, sino en congratularse de haberlos tenido a ambos. Yo creo que la capacidad técnica de Hawks, su condición profesional, sus estudios, influyeron mucho a la hora de abordar trabajos en ámbitos cinematográficos tan distintos y salir siempre airoso. Y es que, si nos fijamos bien, la formación de los grandes maestros no es cinematográfica (o al menos, no sólo). Ninguno de ellos fue a una escuela de cine, y siguen siendo los mejores. Ahora, en general, se echa de menos que los cineastas posean una formación externa al cine que los haga sostenerse por sí solos como mentes pensantes.
    Ojalá se dé esa ocasión de charlar de todo…
    Abrazos.

  17. Saludos desde la trinchera. Casi no me prodigo últimamente aunque cambiará en pocos meses (espero).

    Por lo demás, qué grande Eldorado. Yo también la prefiero a Río Bravo. Y no sólo es por Mitchum, sino porque el atardecer del sol que se intuía, es casi noche en Eldorado. Esa nostalgia crepuscular y rojiza…

    Un saludo y lo dicho, espero volver asiduamente en no demasiado tiempo…

  18. Ya te echábamos de menos, Hatt. A ver si sales de la trinchera…
    Creo que, aunque quizá la mayoría opine lo contrario, El Dorado es un Río Bravo corregido y aumentado.
    Saludos, y que sea pronto.

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