Poderosa Afrodita: colosal Woody Allen

El cine de Woody Allen no destaca precisamente por su virtuosismo técnico. Aparentemente, no contiene tomas complicadas, planos y movimientos de cámara muy elaborados (si acaso algún travelling, alguna vista panorámica de Nueva York…), una fotografía deslumbrante (aunque sí de lo más eficiente, como en este caso, obra de Carlo Di Palma) o una labor de montaje especialmente destacable. Todos los elementos formales están al servicio, de la manera más discreta y eficiente, del guión y de la caracterización de unos personajes sobre los que recae toda la carga simbólica de unos argumentos engañosamente simples y presuntamente reincidentes en los mismos prismas y temáticas, en esta ocasión con ciertos aspectos de la mitología y la historia griegas como vehículo de metáforas y comicidad. En esta ocasión vuelve a ser así, una historia sencilla para sugerirnos cuestiones de enorme trascendencia y complejidad con la dosis de humor habitual (en algunos momentos hasta la carcajada) en pequeñas píldoras que nos conduzca a examinar nuestra naturaleza contradictoria, obsesiva, caprichosa, a veces incluso infantil, para terminar riéndonos de nosotros mismos y relativizar, sobre todo, esos pequeños reveses que la vida nos regala de vez en cuando.

Lenny (el propio Allen) es un cronista deportivo cuya esposa (Helena Bonham Carter, cuando todavía tenía aspiraciones de trabajar en otra cosa que no fueran las frikadas de su partenaire) trabaja en una galería de arte pero ansía independizarse y abrir su propio negocio. De una cena con unos amigos surge la posibilidad de que tener un hijo suponga un refuerzo para su relación, una forma de consolidar la pareja y su proyecto juntos. El entusiasmo de ella vence los inevitables recelos de él, pero para no perjudicar su incipiente carrera profesional en solitario, el sistema escogido para su paternidad es la adopción. Cuando, algunos años después, Lenny descubre la extraordinaria capacidad intelectual del niño, impresionado y un tanto desencantado por los abiertos coqueteos de su esposa con un galerista guaperas (Peter Weller), decide buscar a la madre biológica del niño, esperando que se trate de una mente superdotada. Sin embargo, se trata de una joven ingenua y bondadosa (Mira Sorvino, otra víctima del síndrome del Oscar cuya carrera tras el galardón cayó en picado) que, mientras aguarda su oportunidad de convertirse en actriz, trabaja de prostituta y ocasional actriz de cine porno.

La película contiene los habituales elementos en la filmografía del director -Nueva York, juegos de pareja en la aristocracia cultural y de profesionales liberales de la ciudad (artistas, bohemios, escritores, periodistas, abogados, médicos…), chistes sobre el judaísmo, diálogos ágiles, veloces, agudísimos e hilarantes, algún que otro gag visual- pero añade una nota de diferencia con respecto a otros trabajos semejantes: la historia, contada en clave de fábula tierna y desternillante, tiene como hilo conductor un coro griego que, con sus pinturas y sus máscaras, y desde su antiguo anfiteatro, realiza su mitológica narración a través de los bailes y cánticos ancestrales, en algún caso de lo más delirantes, dirigidos por un corifeo muy particular (F. Murray Abraham) que, a modo de espectro, se va colando en las vivencias de Lenny a fin de convertirse en la voz de su conciencia y advertirle así, primero, de las consecuencias de sus alocadas maniobras para encontrar a la madre biológica de su hijo y, más tarde, de los peligros de caer bajo el hechizo de una mujer tan encantadoramente carnal o de buscarle una pareja que vele por ella (Michel Rapaport).

Con ello Allen añade a ese tono de película amable, tierna, dulce y profundamente irónica un matiz desmitificador, haciendo que las grandes alharacas retóricas y escénicas de las solemnidades del teatro y de la mitología griegos encuentren su réplica en las poco grandilocuentes existencias de unos personajes comunes, con problemas y vivencias nada extraordinarios o, más bien, tan extraordinarios como es la vida corriente, aunque sea de andar por casa. El coro constituye otro elemento más para las risas cuando se sale de su ortodoxia y se ve colonizado por modos y maneras modernos, desde números musicales contemporáneos hasta digresiones sobre las llamadas telefónicas o los males de la vida moderna, pasando por referentes y opiniones sobre personajes y situaciones fuera de su tiempo, o cuando su corifeo irrumpe de sopetón en las vivencias de Lenny.

Mención aparte merece el amplio y eficaz reparto, que cuenta además con Claire Bloom, James Woods y Jack Warden (éste en un divertido paralelismo con el Homero griego) que, quizá exceptuando a Bonham Carter, cuyo personaje está deliberadamente concebido como frío y áspero en contraposición a la calidez, ternura y humanidad de los dos protagonistas, está a la altura de lo que se le pide, sobre todo un F. Murray Abraham fuera de los registros interpretativos que lo conviertieron en famoso.

En suma, otra delicia de Woody Allen, una de las que mejor ilustran el fenomenal palmarés anual de esta segunda etapa creativa del maestro de Nueva York.

26 comentarios sobre “Poderosa Afrodita: colosal Woody Allen

  1. Una vez más, compa Alfredo, lo vuelves a bordar. Y, en este caso, además, la peli lo merece más que de sobra: una de las más logradas (aunque, quizá, no tan reconocida) de la filmografía de Allen (en todo caso, una de mis preferidas). Lo de Mira Sorvino, ciertamente, es de expediente X: ¿dónde ha podido ir a parar tanto talento? En fin…

    Un fuerte abrazo y buena semana.

  2. Gracias, Carmen, pero ahí discrepo: las buenas películas de Allen, que son muchas, no necesitan comentarios que, ni de lejos, pueden compararse al genio.
    Saludos.

    Pues sí, es todo un género que va desde Mackiewicz al propio Allen. A veces este género es nefasto por pretencioso, pero cuando acierta, ay madre, cuánta delicia…
    Besos.

    Gracias, amigo Manuel. Es posible que no haya gozado del reconocimiento de otras (quizá por el tema), pero es uno de los mejores puntales de este filmografía anual de Allen, una costumbre, la de película por año, que nadie más es capaz de emular y que, salvo contadas excepciones, mantiene un nivel de calidad e ingenio envidiables.
    Lo de Sorvino, pues otra de tantas: los Oscars femeninos están malditos. Excepto para Meryl Streep, por supuesto.
    Abrazos y buena semana también para vos.

  3. No es mi Allen favorito pero hasta los Allen que me gustan poco, me gustan algo (normalmente).

    Mira Sorvino parece que fue flor de un día, a pesar de ese Oscar.

    Saludos, Alfredo.

  4. «cuando todavía tenía aspiraciones de trabajar en otra cosa que no fueran las frikadas de su partenaire»
    ¿cómo te atreves?
    ¿no temes a los hooligans de este señor?
    te llenarán de anónimos los fotogramas!
    un abrazo, caballero

  5. Pues sí, Alberto, la pobre ahora es carne de telefilme.
    A mí Allen me entusiasma incluso cuando se equivoca.
    Saludos.

    Ay, amigo Dante, es que me meto en unos jardines yo solito… Temo
    La verdad es que esta señora, que hizo desde la Ofelia de Hamlet hasta la joven de «Una habitación con vistas», poco ha poco ha tirado su carrera por la ventana.
    Abrazos.

  6. Transmites muy bien lo que fue esta película que, por cierto, me hizo reír mucho. Hablando de los topicazos de Allen creo que Nueva York es un topicazo extensible a todas las películas americanas. Pero con Woody, Nueva York es distinta que con cualquier otro director. Creo que esas pequeñas cosas le hacen ser tan grande. Un gran análisis Alfredo.

  7. Completamente de acuerdo. Dentro de la producción de Allen de los últimos 20 años es de lo mejor. El elemento del coro es lo que le agrega un juego formal poca veces visto en sus trabajos. El helicóptero del final, el «deus ex máchina», es un toque delicioso.

    Saludos

  8. Siento disentir: bueno, a fuer de sincero, no lo siento, porque me consta que en este sitio las disensiones nunca son mal recibidas.

    La película me gusta bastante, quizá mucho, pero me sobra el coro griego, que me rompe el ritmo de una historia muy bien escrita e interpretada. Esos apuntes mitológicos y sarcásticos me resultan forzados, francamente, aunque la idea del corifeo como representación de la vocecita interior del protagonista es buena, lo reconozco. Pero esos versos declamados a coro me representan una especie de «¡stop!» que me aleja momentáneamente de la trama.

    Suscribo todo lo demás, que, como siempre, relatas perfectamente, y me adhiero -por si hiciera falta escudero- a tu apreciación de Helena.

    Un apunte: para mí, Allen no sabe dirigir actores; ni siquiera él mismo sabe actuar demasiado; sin embargo, sabe elegirlos muy bien, y sabe ofrecerles lo que cualquier intérprete ansía: unas muy buenas líneas de diálogos. Ahí está, creo, la razón que cualquier estrella se aviene a rebajar su sueldo con tal de trabajar para -y con- Woody.

    Respecto a la Sorvino, me da que le entró el pánico ante la enorme cantidad de publicidad que en la fecha del estreno obtuvo: una locura difícil de digerir, me parece, que le perjudicó sensiblemente.

    Saludos.

  9. Alfredo, lo siento pero no me gusta nada, pero nada esta película. Igual necesito verla otra vez para mirarla de otra forma. Junto a la de las galletas es de las que no me gustan.

    Alfredo, te llamo en un rato. Y Felicidades, estoy deseando escucharte. Por cierto, Inde estará este finde cerca de tu casa. He subido su historial y casi me quedo boba. Míralo y entenderás lo que digo.

    Kisses,

    Marta

  10. Hoy aplaudo tanto tu entrada (empiezo a quedarme sin justos calificativos para agradecer la forma que tienes de encarar una crónica) como el comentario de Josep, con el que no puedo estar más de aceurdo.
    A mí me gusta bastante esta peli, pero me sobra la pantomima del coro, que no sé si calificarla de logro o de boutade.
    Coinicido también con Josep en cuanto a la falta de dirección de actores en Allen, lo que incluso le he leido a alguno de sus actores en alguna entrevista.

  11. Uy, no sé Josep, quizá tienes razón. A mí me gustó porque, una vez saliéndonos del estilo habitual de narrar de Allen, al menos no recurre a eso de la voz en off. O mejor, dicho, recurre a un coro en off con cierta gracia (yo al menos me partía de risa con el coro de las narices). Pero, cierto, quizá sea contraproducente, no lo había pensado, con respecto al ritmo.
    En lo de Allen y la dirección, totalmente de acuerdo. Realmente le gusta un actor cuando repite con él.
    Saludos.

    Vaya, pues ya lo siento (a mí la de las galletas, como la de Vicky, son las que no me han gustado de este periplo alleniano por la cita anual).
    Tomo nota.
    Besos.

    Gracias, Raúl. Prometo revisar lo del coro, quizá estáis en lo cierto.
    Y también coincido en lo de la dirección de actores. En eso y en que el guión no es cerrado y deja mucho margen para improvisar, por tanto a veces esa frescura de sus filmes no es el toque de Allen, sino una forma de trabajar colectiva.

  12. Confieso que vi esta película hace algún tiempo y no me dejó demasiada huella. Y eso que, pese a la de Vicky, Cristina…, que me pareció una sosada tremenda, soy muy fan de Woody Allen. Incluso de sus películas menores. Habrá que revisar ésta para ver si a la segunda me llega más.
    Saludos

    1. Bueno, Carmen, en su momento lo petó; hoy queda un poco escondida por el hecho de que, a película por año, hay título con más peso en el recuerdo colectivo. Pero yo creo que vale mucho la pena (a poder ser, sin doblaje).

  13. Yo la vi hace mucho, mucho tiempo y no es la que tengo más fresca de Allen, que tengo que decirlo acudo siempre con alegría a su cita anual en la pantalla de cine, pero ¿no os recuerda la esencia y forma de ser del personaje de la Sorvino con la esencia y forma de ser del personaje de Evan Rachel Wood en Si la cosa funciona?
    A mí en su día lo del coro griego, por lo menos me llamó la atención, me pareció que tenía su gracia. De todas formas también tendría que volver a verla porque es de esas de Allen que no he tenido oportunidad de repetir.
    Besos
    Hildy

  14. A estas alturas del metraje está de más decir evidencias.Woody es un genio.¿Podría decirme alguien si existe hoy un director con todos los requisitos necesarios para emprender la vertiginosa carrera del genio de Manhattan? ¿No quedará para la posteridad, incluso,sus inicios de todas sus películas con ese fondo negro y esas letras blancas a son de una vieja canción de jazz?

    Un fuerte abrazo.

  15. Es uno de los detalles que más me entusiasman. Los créditos son a menudo un problema para los directores; sin embargo él, casi desde el principio, estableció una única regla y liquidó el asunto. Además, constituye una de sus señas de identidad más reconocibles, una marca de la casa y otro indicio de que para él la forma siempre está al servicio del fondo.
    Abrazos.

  16. A mí lo único que se me hace pesado de esta película es el teatro griego. Pero he de reconocer que sin él la película no sería la misma.

    Ayer revisité Annie Hall 🙂

    Abrazos.

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