Cine en fotos – Barton Fink

Pero también ha cambiado mucho el cine. A mí los guiones americanos de ahora mismo me parecen horrorosos. Yo creo en los guiones americanos de los años treinta y el final del boom. El guión de cine mudo es una historia, casi un poema. Son una cosa muy curiosa. Al no haber diálogos, el margen de la interpretación, el margen de escritura, es mucho mayor y más importante (…). Más tarde llega el cine sonoro y empieza adaptando obras de teatro hasta que descubren que se puede hacer de otra manera. Que es cuando aparece el gran guión americano, o los grandes guionistas americanos, que para mí están dentro de un período que va desde los treinta y tantos hasta los cincuenta. Ahí está el gran cine americano. Al que ahora todos copian más o menos bien o más o menos mal, con muchas variantes (…). Pero todo luego cambia y en los años cincuenta hay crisis y empieza la técnica del remake donde todas las películas se parecen, son otra película que ya se hizo antes, con variantes. Existen poquísimos argumentos originales, aparte de que debe ser imposible de averiguar si existe la posibilidad, que seguramente no existe, de escribir un argumento original. Pero lo que ahora entendemos por guión es la copia del guión americano de los años buenos. Aquel guión de los años treinta es inimitable (…). Tenían un gran sabiduría al construir diálogos. Eran grandes dialoguistas (…). Tenían una agilidad especial y una alternancia muy sabia entre lo accesorio y lo fundamental. Entre la paja y el relleno. Esto es el gran cine americano que se está copiando y copiando. Ahora lo que están haciendo es carne podrida. Y luego aparece un movimiento que de vez en cuando rompe esa dinámica. Por ejemplo, la nouvelle vague, que destruye el guión e introduce el concepto de puesta en escena como único concepto. Y no dejan de hacer guiones. Los guiones de gente como Rohmer son guiones excelentes, muy bien dialogados, con guión de hierro, no hay improvisación. Y en cambio es un guión de un director que jamás ha escrito para otra persona. Es capaz de escribirse lo que él quiere que los actores digan. Porque ha descubierto que hay un equilibrio entre el espacio donde pasan las cosas, las caras que dicen las cosas, las palabras, los silencios y los intervalos.

Joaquín Jordá en Matad al guionista… y acabaréis con el cine. Alicia Luna. Nuer Ediciones. 2000.

15 comentarios sobre “Cine en fotos – Barton Fink

  1. Pasa como con casi todo. El marketin dejo a un lado la calidad no solo de los guiones, de actores y si me apuras hasta de directores. Lo importante ahora no es hacer algo bueno, mas bien algo que con la publicidad adecuada pueda venderse y no parezca malo. Con ese panorama pedir guiones como los de antes es parecido a la multiplicacion de los panes y lo peces por jesucristo…Un milagor. Saludos

  2. Yo creo que el cambio, Plared, se inicia en los productores. Años ha, en el Hollywood del sistema de estudios, Mayer, Goodwin, Thalberg, Selznick, Hughes, podían responder a esa típica imagen del magnate autoritario y voraz, pero lo cierto es que tenían muy claras algunas cosas: qué era el buen cine, qué era un buen negocio, y qué era el público. Entendían, con razón, que para hacer negocio debían ofrecer algo al público, aunque, como ahora, estuvieran quizá demasiado sometidos a sus dictados y deseos, que intentaran complacerle en vez de educarle, de enseñarle a apreciar el cine. Hoy, lo único que se entiende es el sonido de la caja, pero el trayecto para hacerla sonar ha variado. Y creo que por una razón fundamental: el miedo. Aquellos grandes estudios, aquellos legendarios productores, podían pasar sin solución de continuidad de la gloria a la ruina, arriesgaban, apostaban, ganaban y perdían. Películas que se hundían ponían en jaque la existencia de un estudio entero… Hoy se tiene miedo, y por tanto se pretende hacer más caja que nunca arriesgando lo menos posible, esto es, acudiendo a una fórmula infalible: ofrecer un número interminable de veces la misma película a un público que, como nunca se preocuparon de educar, es incapaz de distinguir la estafa que sufre hoy en día. En fin, es lo que hay.
    Saludos.

    En efecto, Raúl. Y también lo dice el Nuevo: «Por sus obras los conoceréis».
    Abrazos.

  3. Hay pocas excepciones y sirven para confirmar la regla, es cierto: el guionista de cine parece haber desaparecido de la faz de la tierra y da la sensación que nadie se queja de su ausencia.
    Hablas de productores de cine, Alfredo, y me temo que tampoco existen: ahora son tiburoncillos, escualos escuálidos al borde la quiebra económica por sus necedades y altivas estupideces, pero nunca han sido gentes de cine: ni siquiera buenos gestores: simples charlatanes de feria, sólo que su barraca es el orbe.
    Un abrazo.

  4. Cuántas veces te he escuchado decir eso de «ya no hay guionistas, ya no hay buenas historias». Esto es lo que viene a decir Joaquin Jordá. Habrá que ir pensando en nuevas historias. Abrazos.

  5. En efecto, Josep, son la misma especie, ni más ni menos, que la que diseña las campañas electorales. La imagen y nada más.
    Un abrazo

    Y las que me oirás todavía, amigo Marcos… Creo que la cuestión radica en que quienes escriben las películas ni los directores ni los productores, leen ni escriben. Un guionista que se llamara tal, no siempre, pero muy a menudo, poseía una cultura general más que aceptable y solía ser alguien leído. Muchos directores, lo mismo; muchos de ellos (Lang, Huston, Wilder, entre otros, y no digamos ya los europeos) poseen un montón de fotografías en las que aparecen leyendo, con un libro en la mano o rodeados de libros. Es de entender que, en alguna medida, el público, más o menos leído, buscaba en el cine la misma satisfacción que ellos encontraban en la lectura o en contar esas historias en la pantalla.
    Ahora compara, y llora. Lloremos juntos.
    Abrazos.

  6. Poco que objetar a las sabias palabras de Jordá, que entiendo que se pueden suscribir sin mayores salvedades. Eso sí, compa Alfredo -y este es un tema que ya hemos debatido en alguna ocasión-, yo no tengo tan claro que los productores de la época dorada de Hollywood se movieran (al menos, exclusivamente) por motivaciones tan altruistamente artísticas, también buscaban la pela. ¿Con qué? Con lo que tenían a su alcance: star-system y buenas historias. ¿Crees, de verdad, que si esos nombres míticos que citas, los Mayer, Goldwin, Thalberg y demás, hubieran contado con otras opciones -por ejemplo, tecnología para FX- no las hubieran explotado a tope, en detrimento de la calidad de los guiones…? Yo no lo tengo nada claro. Pero, bueno, eso es «cine-ficción», nunca lo sabremos, claro…

    Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

  7. Uy, amigo Dante, pues algunas veces, cuando pasa algo parecido, me encuentro comentarios tuyos pendientes de moderar (no sé por qué, solamente me ocurre contigo); pero esta vez, ná de ná, de verdad.
    En cualquier caso, sentimos las molestias, ajenas por completo a nuestra voluntad. Permanezcan atentos a su pantalla, etc., etc.
    Abrazos

    Ay, amigo Manuel, no estoy de acuerdo. Aquellos productores disponían de la tecnología y de los FX de la época, que no eran moco de pavo, aunque no lleguen a las cotas de digitalización y perfeccionamiento técnico de hoy (que demasiado a menudo no es tal, por cierto). Recuerda las películas de Segundo de Chomón, de la primera década del siglo XX. Recuerda «El fantasma de la ópera», que incluso incluye color, y en la que Thalberg intervenía como actor. El cine siempre ha utilizado los efectos especiales, en mayor o menor medida, pero en los buenos tiempos, por varias razones entre las que se encuentran las comentadas, el cine se resistía a depender de ellos. En la época dorada eran capaces de gastarse un verdadero pastón en efectos especiales para decorar una o dos escenas de breves minutos: «Un espíritu burlón», de David Lean, por ejemplo, o qué me dices de «Los diez mandamientos» de De Mille, en la que la factura de FX, cuantiosísima, se dedicó a dos secuencias, la de las plagas y la del Mar Rojo. Y no hablemos ya de «Lo que el viento se llevó», que aunque de cartón piedra, posee un enorme despliegue de efectos. Pero, entonces, ¿cuál es la diferencia entre aquella época y la nuestra? El exhibicionismo: donde antes se entendía que los efectos servían a la historia, la complementaban, la enriquecían, la enmarcaban como parte de la puesta en escena, hoy son una coartada, una justificación, se vomitan impúdicamente en la pantalla para que el público capte, convenientemente bobalizado por la deliberadamente inoculada confusión entre cantidad y calidad, los millones invertidos, y así interprete que lo que está viendo es bueno. Es una regla de tres bastante estúpida, pero no hay más que ver los estrenos y la taquilla para ver que funciona. A Thalberg le hubiera dado un patatús, te lo aseguro.
    Un abrazo

  8. Debate interesante el tema de los viejos productores como Thalberg y compañía. Para estudiar a estos hombres, sus personalidades y su papel dentro de la industria está muy bien acercarse a dos novelas EL ÚLTIMO MAGNATE y MAX (de Howard Fast). Hombres que miraban la pela pero también sentían un amor especial y una intuición por el cine y la forma de contar historias.

    Eran hombres de negocios, pero de un negocio pionero, y eran hombres que les gustaba lo que hacían, películas, y aunque el star system es un sistema de trabajo complejo lleno de sombras…, estos productores intuían dónde podía encontrarse una buena historia o también se arriesgaban o experimentaban. Podían permitírselo. Conocían el mundo en el que se movían.

    Luego empezaron a llegar productores que no amaban ni la profesión ni el cine (y obviamente les importaba un pimiento quién escribiera o dejase de escribir un guión) y que les daba igual lo que se hiciese con tal de que diese dinero…

    En fin no deja de ser un debate curioso…, porque Thalberg y compañía tienen esas personalidades llenas de luces y sombras… pero creo que la clave es que al final realmente amaban el cine.

    Besos
    Hildy

  9. Buena pelicula ademas de novela el ultimo magnate, aunque sobre este tema me quedo con esa obra maestra que es Cautivos del mal. Pelicula que creo viene muy a cuento con lo que se discute aqui. Saludos

  10. Es la película que más me gusta de estos hermanos terríbles del cine.Es curioso que ellos denuncie un tema tan interesante cuando su estética y cultura vienen más del cómic que de la literatura y el mismo cine.Me fascina como utilizan,por ejemplo,el gran angular en primeros planos.Según para que cosas son unos auténticos creadores.
    Un fuerte abrazo.

  11. Buen resumen, mi querida Hildy. Supongo que al final la clave está en una palabra que entonces era sinónimo de éxito: «prestigio». Hoy eso ya no se lleva; se ha sustituido por «riqueza» o «rentabilidad». En una sociedad de valores puramente cuantitativos, es lo que se lleva.

    Así es, Plared; de hecho está basada nada menos que en los modos y maneras de Selznick, la quintaesencia del productor total.
    Saludos

    Pues sí, Francisco, a mí me gustan mucho los Coen, aunque me flojean, curiosamente, cuando pretenden hacer reír. Se les da mejor, en mi opinión, el humor negro, soterrado, que la búsqueda de la carcajada. Una excepción: «El gran Lebowsky». Magnífica.
    Abrazos.

  12. Pues yo añadiría bastantes más nombres, géneros, corrientes y culturas o paises a los ejemplos del texto -magníficos, por otra parte-. Un inciso, me encantan los hermanos Coen.

    Sin ser un experto en la materia, creo que todavía, en los tiempos que corren, se pueden encontrar guiones originales, novedosos … interesantes, y buenas producciones, pero lo malo es que los «tibus», los grandes, no dan mucho margen de maniobra para su exhibición o comunicación pública y si no es por el boca a boca no te enteras.

    Felicidades por este artículo que, hasta que he llegado yo, ha generado muy interesantes comentarios.

    Saludos,

    1. Estoy de acuerdo, no faltan buenos guiones y gente con ideas estupendas. Pero, en efecto, lo que podría llamarse «sensacionalismo taquillero» se lo come todo. En cualquier caso, la ausencia de referentes está condenando a quienes escriben y a quienes ven el cine, y por tanto, el medio está igualmente condenado.
      Saludos.

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