Aunque Walter Wanger tiene menos cartel en la memoria de los cinéfilos que otros grandes productores de su tiempo, su importancia fue decisiva para la carrera de algunos de los nombres más relevantes del Hollywood dorado, así como para la concepción y el rodaje de títulos hoy considerados míticos. Por otro lado, tiene garantizado un lugar de honor en la crónica negra de la Meca del cine: en 1951, acuciado por los celos, disparó en los testículos al famoso representante de estrellas Jennings Lang, agente de la esposa de Wanger, Joan Bennett, al entender que tenían un affaire (Wanger erró en el sujeto, pero no en el hecho de que su mujer le engañaba; por otro lado, Lang fue el descubridor de, entre otros, Marilyn Monroe).
Wanger (de apellido real Feutchwanger), se trasladó a Los Ángeles desde su San Francisco natal para trabajar como productor en la Paramount, en la que hizo debutar en pantalla a los Hermanos Marx en Los cuatro cocos (The cocoanuts, Joseph Santley y Robert Florey, 1929). Posteriormente fue contratado por la Metro, en la que desarrolló la mayor parte de su carrera (también produjo cintas para Columbia), periodo entre cuyos logros destaca la irrupción de Greta Garbo en el sonoro, en títulos como La reina Cristina de Suecia (Queen Christina, Rouben Mamoulian, 1933), producida por Wanger. Más tarde, estuvo al mando de Sólo se vive una vez (You only live once, Fritz Lang, 1937), La diligencia (Stagecoach, John Ford, 1939), Enviado especial (Foreign correspondent, Alfred Hitchcock, 1940), Perversidad (Scarlet street, Fritz Lang, 1945), Secreto tras la puerta (Secret beyond the door, Fritz Lang, 1947) o Almas desnudas (The reckless moment, Max Ophüls, 1949). En estas últimas ya aparece como estrella Joan Bennett, con la que Wanger había trabajado en varias películas de los años 30.
Otros títulos importantes producidos por Walter Wanger son La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the body snatchers, Don Siegel, 1956), ¡Quiero vivir! (I want to live!, Robert Wise, 1958) y, especialmente, Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz, 1963), en la que protagonizó su complejo proceso de producción, incluidos el despido de Rouben Mamoulian, todas las reescrituras de guión, el traslado de las localizaciones de exteriores o la traqueotomía de emergencia practicada a Elizabeth Taylor (cuya cicatriz puede percibirse en algunos planos de la actriz en el larguísimo, interminable, montaje final).
Wanger, separado de Bennett desde 1965, falleció a los 74 años en 1968.
¡Ay! Qué dolor! …lo del disparo, digo.
Qué poquica gente normal se ve en Hollywood, desde luego.
Bueno, alguna hay, hombre… Además, siempre tendemos a magnificar lo extraordinario, sobre todo si es morboso…
Pero en algo tienes razón: la gente que desde siempre ha rechazado vivir en Hollywood, que se ha intentado mantener fuera, ha dado mucho menos que hablar, y han disfrutado de una vida y una trayectoria, al menos aparentemente, más tranquila y de mayor calidad.
¡Con cuántos títulos maravillosos se arriesgó Walter Wanger! Es otro de esos productores que empezó en los estudios y después se convirtió en productor independiente… y que tenían olfato, sentido del riesgo y sabían lo que era el cine y su lenguaje…
¡El Hollywood de papel couché dejó y deja historias increíbles de infidelidades, pasiones, celos y asesinatos sin resolver!
Besos
Hildy
Pues sí, y ese Hollywood es casi tan interesante como el otro. Al menos en lo que «salpica» a las propias películas y a las trayectorias de tantos y tantos…
Wanger tenía sentido del cine, eso que hoy ya no existe entre los productores.
Besos
Bueno, alguien que tiene algo que ver en la carrera de los hermanos Marx ya tiene una vitola de interés. Luego aparecen otros nombres ilustres. El último párrafo me ha dejado con la boca abierta.
No sé si con lo de «último párrafo» te refieres a eso justamente, o bien a la última línea, esto es: a las inacabables inciencias acaecidas en el rodaje de «Cleopatra» (que hizo quebrar al estudo, fenómeno nada inusual: «La isla de las cabezas cortadas» acabó con la famosa productora Carolco; por otro lado, «Skyfall» casi acaba con la mismísima MGM…) o bien al hecho de que, después de lo del disparo y las infidelidades, Wanger y Bennett todavía estuvieran juntos 14 años más… En todo caso a mí me asombran ambas cosas…
¡Qué susto,hijo! Nada más entrar he visto el apellido y el rostro de refilón y pensé que habías escrito con pasión sobre el actor Robert Wagner,pero por suerte no es así. Gran personalidad,desde luego.Pero antes era más fácil porque lo que había era precisamente esos directores y ese tiempo que se extendía a lo largo de un espacio vacío a la espera de realizar todas esas películas. ¡Quiero vivir! Es imposible olvidar que Sergio Leone murió en su casa mientras veía esta película.
¡Qué susto! ¡Robert Wagner!
ABrazos mil
Cómo te pasas con Robert, con lo majo que es… Y qué bien y qué pizpireto le queda el tupé en todo lo alto de esa cara de torta…
¡¡Es verdad!! Había olvidado ese detalle sobre Leone… Qué película más inapropiada para palmarla durante su visionado, ¿no? Hubiera sido más propio que hubiera ocurrido mientras veía cualquiera de Robert Wagner…
Abrazos