Apología del pastiche, esta obra minúscula del aún más minúsculo Lance Hool, cuyo título más relevante en una filmografía más que prescindible es Héroes sin patria (One man’s hero, 1999), crónica de la epopeya del batallón irlandés de San Patricio, conformado por desertores del ejército de la Unión y al servicio de México durante la guerra de 1846-48 con su poderoso vecino del Norte. En El guerrero del amanecer (Steel dawn, 1987), Hool echa a la olla todo lo que se le ocurre, remueve y obtiene un refrito resultón a ratos, patético las más veces, bochornoso en conjunto.
En un futuro post-apocalíptico de cuyo origen no se nos cuenta apenas nada, Nomad (Patrick Swayze, en la cima de su efímero éxito) -Nomad: ¿cómo iba a llamarse si no?-, es un guerrero nómada -queda claro- que vaga por el desierto, o por el mundo, que es ya un desierto, hasta dar con un grupo de colonos -viuda y niño, además de capataz y obreros- que controlan una fuente de agua amenazada por unos bandidos muy malos que quieren hacerse con ella y expulsar a los granjeros del valle. Por supuesto, estos bandidos son responsables, casualmente, de la muerte del único amigo de Nomad, un guerrero oriental que había luchado con él en la guerra -¿qué guerra?- y le había adiestrado en el uso del cortaplumas de cuatro palmos que gasta el tío. Pues bien, el bueno ayuda a los buenos a matar a los malos. Fin de la historia.
¿Tiene la película algo que valga la pena aparte de clichés, lugares comunes, aires de solemnidad bastante ridículos, unas interpretaciones de baratillo y una puesta en escena cutre, pero cutre, cutre, hasta para tratarse de un apocalipsis? No. Es más, el resultado final conjunto es sonrojante, e incluso las escenas de acción y combate, pretendidamente espectaculares pero pobremente elaboradas, se perciben filmadas en precario, coreografías teledirigidas, postizas, más bailadas que atléticas. En cuanto a la ambientación, ni los capítulos más baratos de El equipo A resultaban tan tristes: los vehículos, el molino de agua, los andamios y tenderetes… Todo parece de cartón piedra envuelto en papel de aluminio, parece que van a caerse en cuanto algún actor, o el viento, soplen. Algo más de talento se desprende de las localizaciones desérticas, por más que se note a la legua de que apenas han recorrido un radio de quinientos metros para ubicar los distintos escenarios.
Este subproducto concebido para el lucimiento físico -que no de otro tipo- de Swayze, que arrastraba masas de jovenzanas chocholocos a las taquillas por aquellos años, no es más que la puesta en común y la mixtura fallida de un montón de fórmulas ajenas, que van desde el western, principalmente dentro de los esquemas narrativos de Jack Shaefer trasplantados al cine en Raíces profundas (Shane, George Stevens, 1953) o su inconfeso remake, El jinete pálido (Pale rider, Clint Eastwood, 1985), a la fantasía épica medieval de tebeo tipo Conan, en la que se mezclan las artes marciales, los aires orientales (de ahí la presencia de John Fujioka como guerrero veterano) y la mitología vikinga o nórdica (especialmente en los rituales y ceremonias colectivas, dejando de lado a esa particular asamblea democrática tan risible que es disuelta, oh, qué peligro, por un esbirro de malo que, desde su caballo, y por medio de un lazo, tira al suelo ¡¡¡¡un bidón que contenía maderos ardiendo!!!; maderos que, dicho sea de paso, no se sabe de dónde salen, porque no se ve leña potencial de coña…), pasando, por supuesto, como evidencia el argumento y la estética, por el universo visual del Mad Max del australiano George Miller y de Mel Gibson. La mezcla no sólo atraganta, sino que en algún momento provoca carcajadas. No ya por el reparto, en el que además de Swayze y Fujioka destacan Lisa Niemi (la viuda a la que el héroe se cepilla), Brion Jones (famosísimo rostro ochentero, visto, por ejemplo, como replicante en Blade runner) o Anthony Zerbe, como malo maloso, todos ellos haciendo lo que pueden con un guión de espanto, sino más bien por la escasa tensión, lo previsible del desarrollo y la ridiculez de la puesta en imágenes de todo ello.
Son varios los aspectos a destacar a este nivel: a pesar del inclemente sol que gobierna el mundo, todos los personajes, excepto Swayze, están más blancos que la leche de búfala. Por otra parte, no se deja de hablar de granjeros, colonos, valle y agua, e incluso aparecen muchos animales domésticos, a pesar de que no aparece un hierbajo que comer a miles de kilómetros a la redonda. ¿Qué cultivan estos granjeros? ¿Sudor? ¿Qué comen los animales? ¿Moscas? Ese desequilibrio entre la estética apocalíptica y la lógica narrativa no viene compensado suficientemente con esos invernaderos tipo El Ejido, escasos y pequeños, sobre los que se quiere sustentar una ilusión narrativa de producción agrícola suficiente para la supervivencia de los humanos.
Por último, reflejar que en este pestiño concebido en onda con las modas imperantes, la banda sonora corresponde al músico de Queen Brian May, que junto a su grupo o sin él ya había recorrido lo suyo como compositor para cintas futuristas o de ciencia ficción, como Flash Gordon (Mike Hodges, 1980) o Los inmortales (Highlander, Russell Mulcahy, 1986), en ambos casos mucho más inspirado que en el presente.
Una película sólo apta para curiosos desocupados y con buen estómago, porque hacen falta tragaderas…
Acusados: todos
Atenuantes: al menos es corta
Agravantes: las ínfulas de trascendencia, siempre desmentidas por el desarrollo último de cada escena
Sentencia: culpables
Condena: barrer el Gobi con un cepillo de dientes
Ohhhh… ¡no la he visto!
Y te cuento que podría haber caído en el infierno con ella… porque tengo uno de esos secretos inconfesables y es que el bueno de Patrick Swayze me atraía mucho (glub, glub… ya lo he dicho)… Así que he visto Rebeldes, Dirty Dancing, Ghost, Le llaman Bodhi, La ciudad de la alegría, El enemigo público número 1… mi padre y A Wong Foo, gracias por todo, Julie Newmar… sólo por él.
Fíjese el grado de confianza alcanzado con usted que, yo Hildy, le confieso lo inconfesable… mi atracción por un señor que pasaba mucho por la peluquería (donde más que gustó su pelo fue en Le llaman Bodhi)… y no sabe usted lo que sentí su enfermedad y fallecimiento. Ahhh, no vi Norte y Sur… caí, otra confesión, en Rebeldes y Dirty Dancing.
Besos de confesión
Hildy
Bueno, puedo entenderlo. He escuchado y leído cosas peores sobre atracciones mucho más inconfesables… Como actor siempre me ha resultado invariablemente limitado, teniendo en cuenta que su carrera se desarrolló en una época limitadísima, al menos en las películas que él encajaba.
Yo, donde mejor recuerdo guardo de él, es como predicador en «Donnie Darko»: ahí se vio que aparte de percha era capaz de otras cosas.
Besos
Bueno, menudo cambio de imagen. Me gusta caballero, que lo sepa. Adentrémonos en este pastiche. Me voy a poner la chaqueta de abogado de pleitos pobres: decir que el éxito de Mr Swayze fue efimero es un poco osado ¿no? Veo que hasta eres capaz de reconocer que era un buen actor cuando le dirigían bien. Quito Chaqueta. Ahora bien, este filme es un tanto infumable. Me parece bien la penitencia de barrer el Gobi, en agosto hubiera apuntado para más señas. Lo de Bryan May no tiene nombre y menos mal que no le dajan hacer más bandas sonoras. Tras leer el post suyo y haber visto aquí The Purge tengo una pregunta para usted ¿no cree que los norteamericanos sólo saben hacer westerns, solo que los llevan a otros géneros como el de ciencia ficción o al thriller?
Pues sí, ya que no puedo experimentar con mi tupé, pues lo hago con la plantilla…
El éxito de Swayze fue de lo más efímero, me reafirmo. Temporalmente, de entrada (en cine diez años no son nada), y materialmente, en cuanto a los motivos, dado que la repercusión mediática no es lo mismo que el éxito; es un actor de temporada, pasajero, muy ligado a una época y cuyo talento no le permite trascenderse fuera de ella. A eso me refiero con lo de efímero. Los modelos de masculinidad cambian, los gustos y los objetos de deseo, también. A medida que un modelo sustituye al anterior, éste es olvidado, y a veces termina volviéndose risible (Alan Ladd, por ejemplo).
Y en cuanto a la pregunta, evidentemente el western es el género americano por antonomasia porque responde estrictamente a sus esquemas morales e incluso a su propia construcción nacional y colectiva. Ese sistema de valores se aplica a todo, y a todos los géneros. Y sí, hay una sombra que surca toda su cinematografía, que es la cuestión del antagonismo. La inmensa mayoría de los guiones de allí provenientes, incluso gran parte de los buenos, se fundamenta justamente en eso, en la idea de antagonismo, de oposición, de enfrentamiento propia del western (o de los Libros de Caballerías medievales, cuya estructura, más o copian) trasladada a otras demarcaciones (incluso el melodrama o el musical llegan a imbuirse de esta duplicidad). Excepciones: pues la comedia, la gran comedia americana (parcialmente), y figuras como Billy Wilder y Woody Allen. Pero claro, su tradición es europea…
Abrazos
O los Hermanos Marx…
Tengo la suerte de no haberla visto.Creo que la palabra «amanecer» está más que desfasada.»Amanecer» ¡qué horror! A mí no me gusta los amaneceres porque empiezan demasiado temprano.Otra palabreja caduca: «Crepúsculo». Esto lo dijo Oscar Wilde.Y bueno,aquí hay un debate contra el bueno de Swayze.Fue efímero pero creo que fue porque no tuvo demasiada suerte.La serie Norte contra Sur,de profesión duro,haciendo de gay,bailando y haciendo de fantasma.Creo que su mejor papel está en Rebeldes.Y digo bueno porque lo fue y no tanto por la elección de películas.
Abrazos mil
Toda una suerte, sin duda, Paco.
¿Prefieres «ocaso» acaso?
En fin, un buen resumen de la carrera de Swayze, aunque insisto en que como predicador pedófilo consiguió actuar dignamente, alejado de sus papeles de guaperas listillo, tan típicos, por otra parte, del peor cine yanqui de los ochenta.
Abrazos
Tampoco parece muy creíble que en pleno postapocalipsis, una mujer y su hijo, supongo que un niño, pudieran fueran capaces de mantener el status de «empresario» como para tener a sus órdenes a un capataz y unos obreros. E instalar invernaderos en el desierto, bajo un sol peremne, es curioso. Bueno, a lo mejor por la noche refresca ¿no?
¿Brion Jones?…qué curioso, yo sabía de Brian Jones…
Sería interesante saber si detrás de esto había una gran productora porque tiene delito la cosa.
No subestimes al capitalismo, Carlos: es como las cucarachas, sobrevive a todo…
Pero, en efecto, es poco creíble, aunque es lo más creíble de la película, también te lo digo.
Brion Jones es un careto muy característico de cierto cine americano, generalmente de acción. Brian Jones también es muy característico, pero no sé de qué…
La productora no era ninguna de las conocidas ni de las más famosas. Pero eso no impide que también tuvieran sus propios cagarros, no lo dudes.
Sin verla, sin haberla estrenado todavía, si te dignas a ello, vete preparando un hueco en la tienda para «Zipi y Zape. El club de la canica» porque hace falta tener hígados para transformar de esa manera a unos personajes costumbristas, a los que yo les tengo mucho cariño, en algo totalmente lejano a su espíritu original. ¡Francamente indignado estoy!
No temas, no corro ningún riesgo de ver eso… aún… En fin, por suerte, no dejan de fabricar películas aptas para este apartado.
¿Tú tienes simpatía por Robocop? Yo sí. Me gusta y me sorprende un poco por tratarse de E.E.UU ese alegato contra la privatización de la Seguridad Pública. Y por otro lado sus efectos especiales, como los de Terminator I y lo de Desafío Total me atraen por lo que aún tienen de artesanales. O por lo menos me lo parecen, sin depender tanto de la Informática.
Tú lo llamas alegato contra la privatización de la Seguridad Pública; sin embargo, a mí el hecho de que las autoridades creen una máquina de matar para combatir la delincuencia a base de tiros y muerte me suena a otra cosa, y no positiva, desde luego. Se puede mejorar la justicia, la educación, la lucha contra la desigualdad social… Si entre todas las opciones escoges fabricar un asesino de delincuentes, eso se llama fascismo. Quizá por eso tuvo tanto éxito, aunque si la ves hoy es completamente ridícula, efectos incluidos.
Para todo vale la palabra Fascismo…debe ser el palabro más polisémico del mundo.
Yo no veo la polisemia por ninguna parte. Lo que sí veo es una históricamente incorrecta, dentro del cine, aplicación del término. Se ha llamado fascista errónea e inconscientemente a gente como John Ford, o se han calificado así cintas como «Harry el sucio», de Don Siegel, por pura incomprensión de su argumento real, por vagancia intelectual, por incompetencia manifiesta.
En cualquier caso, Carlos, dime tú cómo llamas al hecho de que la justicia y la policía se salten la ley para combatir, supuestamente, el crimen, es decir, incrementando el crimen sin que los derechos y libertades de los ciudadanos importen un pimiento, generalizando la violencia, multiplicando el dolor, y sin control legal ni jurídico de ningún tipo. Ponle tú el calificativo al hecho de que se haga apología panfletaria y «espectacular» de eso, que sea «el bueno» de la película la encarnación de eso, y que, a diferencia de Ford o Eastwood, no haya un contrapeso último que permita comprender que el director está a favor de los límites, que es una crítica lo que realiza y no una exaltación, o que el enemigo es precisamente la corrupción moral de los políticos y dirigentes, por encima incluso que la de los delincuentes. Ponle tú la palabra que quieras, pero eso no cambia la película.
Da gracias ver a tontos comentando esto .. Pensar que antes que muchos nacieran estos genios ganaron el dinero que ustedes no juntaran en sus vidas!
A mi me gusto la peli 😉
Bueno, Kings, pues como faltaba el tonto más grande, ya has venido tú. No sólo por llamar «genios» a esta panda de merluzos, sino por recurrir a ese chapucero argumento de que ganar mucho dinero significa que lo que se hace es bueno. Es una tontería tan estúpida que no cabe siquiera discutirla. Pero basta un ejemplo: dime de qué le ha servido a Swayze ganar ese dinero… Aunque tú mismo das la explicación: te gustó la peli. Pues con eso basta. Mira tu saldo bancario y dime cuántos de los seis mil millones de seres humanos, incluido yo, son más «genios» que tú.