El riesgo del amor idealizado: Laura, de Otto Preminger

Para lo más parecido a Frank Sinatra que tenemos en ZGZ.

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Pocas veces ocurre en el cine lo que sucede en esta accidentada obra maestra de Otto Preminger dirigida en 1944 y basada en la obra de Vera Caspary: una película con nombre de mujer, cuya trama gira en torno al asesinato de esa mujer, cuyos diáologos destilan amor y pasión por esa mujer, y en la que, sin embargo, no es ella la protagonista absoluta. Esta curiosa mezcla de esfuerzos personales y estilos cinematográficos diversos, surgida en su forma final tras múltiples problemas (se trata de otro de los proyectos truncados de Rouben Mamoulian) y giros inesperados (la sorprendente aparición de un cineasta solvente como Otto Preminger para hacerse con el timón de un filme de encargo ya comenzado) que casi hacen tan interesante la gestación de la película como la propia historia que cuenta, resulta, probablemente junto a Rebecca de Alfred Hitchcock, el mejor retrato cinematográfico jamás filmado acerca del poder que un ser ausente ejerce sobre quienes le han sobrevivido, hasta el punto de dominar sus vidas, sus sueños y sus destinos.

En apenas hora y media escasa, Preminger nos presenta la historia, no sólo de Laura, sino sobre todo de quienes pululan a su alrededor, internándose en géneros tan diversos como el thriller negro, el melodrama y el drama psicológico. Como el personaje hitchcockiano, Laura (bellísima, cautivadora Gene Tierney) es una mujer que hechiza a los hombres y a la que admiran las mujeres, y que con su magnetismo y sus misterios consigue dominar las vidas de los demás hasta incluso después de muerta. Porque Laura ha sido asesinada, su bello rostro ha sido destrozado con un tiro de escopeta, y el detective McPherson (magistral Dana Andrews en su creación de una pasión continuamente reprimida) se pone manos a la obra para descubrir al criminal. Mientras indaga alrededor de la vida de Laura y pasa largos ratos mirando su hermoso retrato pintado por un antiguo enamorado, descubre el extraño rompecabezas humano, psicológico y sentimental de la vida de la joven asesinada y los fascinantes territorios humanos que se movían en torno a ella como planetas girando alrededor de un sol refulgente: Shelby (Vincent Price), pretendiente astuto y cínico que mantiene una relación un tanto sui generis con Ann (Judith Anderson, otro nexo con el personaje hitchcockiano), una amiga de la aristocracia un tanto desencantada y pragmática, y sobre todo Waldo (soberbio Clifton Webb), el descubridor de Laura, el prestigioso, pérfido y sarcástico escritor y periodista radiofónico que sirve de cicerone a McPherson en el complejo tejido de relaciones que se tiende alrededor de la muerte de Laura.

Todo en la película es imaginación, sugestión, apariencia, engaño. Nada es lo que parece ni los personajes sienten lo que creemos detectar en sus caras, en sus gestos o en sus miradas. Sus palabras no son tan importantes como los elocuentes silencios, su presencia no dice tanto de ellos como sus ausencias. La investigación no es ni mucho menos el objeto de la trama; es más bien el vehículo a través del cual Preminger nos zambulle en un mapa complejo de ilusiones, sentimientos desbocados y fantasmas con cuentas que saldar. La historia contada en flashback del descubrimiento de Laura por Waldo, de cómo una joven ingenua recién llegada a la ciudad consigue el éxito por casualidad y por haberse encontrado con un hombre con poder que ha quedado fascinado por su belleza y los secretos de su mirada, no es la crónica de una ambición desmedida, de una loca carrera por el triunfo. Más bien al contrario, es uno de los reflejos más agudos e inteligentes de cómo las bajas pasiones son capaces de fabricar mitos (tal como hiciera, de nuevo, Hitchcock con aquel invento llamado Grace Kelly, por citar uno de los cientos de ejemplos que el cine nos ha proporcionado), de cómo puede convertirse a una persona real en un sueño ideal, y de cómo esta ilusión se desvanece cuando esa creación intenta comportarse, como no puede ser de otra manera, como el sencillo ser humano que es, cuando quiere sentir, pensar, amar por sí misma.

La película constituye así un retrato perfecto del amor idealizado. Waldo, hechizado por la frescura y juventud de Laura, no ceja en su empeño de convertirla en la gran dama que él (pero no ella) quiere que sea, diseñando su carrera, señalando las personas a las que debe o no conocer, cuáles son dignas de ella y cuáles no, y por supuesto, de quiénes puede o no enamorarse. Laura vive así una vida ilusoria fabricada por Waldo, que también sueña con el amor de Laura, no tanto del de la joven espontánea y atrevida que conoció, sino de la mujer de éxito bella y sofisticada que él ha creado. Pero Laura y Waldo no son los únicos que viven de ilusiones. Ann y Shelby, cada uno a su manera, aun siendo cínicos y prácticos, son los únicos que logran discernir entre realidad e ilusión y que aceptan voluntariamente vivir en ésta. Ann ama a Shelby, pero acepta que por razones materialistas quiera casarse con Laura. Shelby encaja más con la ligereza moral de Ann, siente que su vida es mucho más cómoda junto a ella, pero no hace ascos a casarse con una mujer hermosa y rica a la que no ama, o a la que sólo ama superficialmente, con tal de tener asegurado su porvenir. Quizá Ann y Shelby, hechos el uno para el otro, fueran la única pareja de la película capaz de ser feliz, de amarse sin pagar precio alguno, pero en esta ocasión sus deseos están enfrentados a su avaricia, a su preocupación por asegurarse la prosperidad, y los espejismos que se fabrican no tienen otra finalidad que procurársela.

Y finalmente está el detective McPherson, paradigma de la idealización del amor, el hombre que se enamora de oídas como en las viejas historias medievales. La pasión que poco a poco va creciendo en él se sustenta en confesiones, respuestas emitidas en interrogatorios oficiales, imágenes difusas, fantasmas de una mujer asesinada con la cara destrozada que él reconstruye con sus amorosas miradas a un retrato pintado por un enamorado al que Waldo expulsó de la vida de Laura. McPherson es, en un guión irónico y mordaz, agudo a la par que triste y pesimista, la imagen de ese peligro que subyace bajo todo amor: la mentira, hermosa, hechizante, enfermiza y patológica, de olvidar al ser de carne y hueso y enamorarse de una imagen, de un fantasma, de una ilusión, de alguien que no existe. Un hermoso aviso para navegantes rodado con primor, con una fotografía maravillosa que resulta tan romántica como inquietante y con una música inmortal de David Raskin que es una de las melodías más inolvidables que se hayan compuesto para una película y que, como tal, ha permanecido como parte del mito de Laura.

42 comentarios sobre “El riesgo del amor idealizado: Laura, de Otto Preminger

  1. Compa Alfredo, creo, sinceramente, que tu texto está a la altura de la película que glosa, y eso ya es bastante. Por otro lado, no es nada extraño inspirarse especialmente cuando se escribe sobre un film tan fascinante y cautivador como éste, una auténtica cúspide en la carrera de Preminger y una de ésas que hay que llevarse a la isla esa a la que sólo te puedes llevar x pelis, o x libros…

    Un abrazo y buena semana.

  2. De nuevo has conseguido alegrarme la mañana con esta excelente entrada. «Laura» es una de mis películas favoritas. Cuando la vi por primera vez, me quedé fascinada y sorprendida con la escena en la que el detective se sienta en el salón de la difunta, se pone a contemplar su retrato con ojos de fascinación y se queda dormido…
    Y no sigo, porque chafaría la película a quien tal vez no la haya visto aún. Y eso sería una pena. Es absolutamente recomendable.
    Besos

  3. Es una película imprescindible, Manuel, una delicia concisa, breve, pero implacablemente hermosa y turbadora. Yo desde luego me la llevaba a la isla ésa…
    Abrazos.

    Carmen, si es que tienes un gusto estupendo… Mejor no adelantar lo que pasa después del sueñecito que se descabeza McPherson, porque luego viene uno de los giros de guión más hermosos e impactantes jamás rodados.
    Besos.

  4. Yo ya mostré en uno de mis relatos peliculeros, el respeto y la devoción que me produce esta película.
    Se me ocurre, con tu permiso, recordar un pequeño pasaje de aquel texto que creo ayudará a subrayar la información que contiene el título de tu entrada, y que con tanto acierto desarrollas en tu artículo. Decía algo así;

    «Nada engancha más que lo irreflexivo y lo incontrolable. Unos ojos, por ejemplo. Unos ojos que no se saben limpios pero tampoco se reconocen impíos. O un rostro luminoso, como la primera luz de la mañana».

    Pues eso. Imprescindible

  5. ¡Ay, Alfredo, la edad me debe de estar afectando a las neuronas! Sé que la vi pero no recuerdo nada. De esto hará unos diez años ¿crees que se pueden olvidar las pelis en tan poco tiempo?
    Un abrazo.

  6. ¡Qué obra maestra! Lo has bordado una vez más, Alfredo, qué artículo… Oh, la idealización de la persona amada, ahí me has dado… sí, el amor puede ser una especie de niebla idealizadora, y en realidad nunca se llega a conocer a alguien, las personas vamos cambiando, nos vamos creando, descubriendo ante las circunstancias, y el amor sin dudas es lo que más nos descubre, encontramos cuando amamos rincones que ignorábamos de nosotros mismos, algunos buenos y otros malos. Sin embargo, Alfredo, creo que la expresión bajas pasiones, muy común, es un poco despectiva respecto al erotismo que subyace en todo amor, además esas pasiones no están en los pies, sino en el medio. ¿Y si le llamamos medias pasiones? Un saludo.

  7. Hace ya una eternidad que le dediqué a esta película un post.Yo sitúo a Laura como una de las mejores películas que ha dado el cine negro.Es perfecta;interpretación,fotografía,guión y un Otto Preminger en estado de gracia.El tema musical se convirtío en una de las piezas más interpretadas en la historia del jazz.Laura sigue siendo un prodigio,un milagro.
    Estupenda reseña,mi querido amigo.

    Un fuerte abrazo.

  8. Gran cita, Raúl, precisamente es ésa la esencia de la película, el impulso de lo irrefrenable y cómo nos sometemos a él sin que lo racional o el sentido común nos sujeten.

    Lucía, pueden olvidarse, y en algunos casos deben olvidarse, no a los diez años, sino a los diez minutos… Pero en este caso me llama la atención porque es una película realmente excelsa que deja huella. Sin entrar en intimidades, pero los recuerdos suelen sepultarse bajo un mejor recuerdo coetáneo, a saber qué, je, je, je… En cualquier caso, dichosa tú que puedes sentarte de nuevo ante esta joya e ir sorprendiéndote a medida que avanza.
    Un abrazo.

    Yo es que creo, Sam, que la pasión se convierte en bajas pasiones cuando cualquier otro aspecto de la relación o de la vida se supedita a ésta, hasta el punto de incluso llegar a cometer un crimen, como en la película. La pasión empieza a ser baja pasión cuando desaparece el sentido del tiempo, del espacio y de la responsabilidad. De ahí que no me parezca peyorativo, sino meramente descriptivo de una situación a la que nadie en un momento dado puede escapar.
    Pero tampoco me parece mal lo de la media pasión, aunque podría entenderse mal…
    Un abrazo.

    Recuerdo tu texto Francisco, y era sencillamente extraordinario, más extenso, completo y apasionado. Una joya a la altura de la película.
    Fuerte abrazo.

  9. Te repito que deberías abrir un negociete: una ventanita en tu blog a una tienda donde comprar los deuvedés de pelis como ésta, que acabo de darme cuenta de que no la tengo en vídeo ni en nada y no sé cómo lo voy a poder soportar.

  10. A lo mejor vieron La casa de la pradera, no te fíes… Es un nombre bonito, a mí me gusta.
    Besos.

    Pues no es mala idea, Noe. Tengo las orejas abiertas a cualquier oferta, a ver si alguien se estira… La peli tienes razón, no la ponen mucho por T.V; quizá en algún canal digital o local, donde aún ponen cosas en blanco y negro. Podrás soportarlo, no desistas.

  11. La vi,la tengo perdida en la memoria. Rebeca está mucho mas reciente. Nada que lo tuyo es ponerme los dientes largos,esta visto. Noe,no le des ideas que Alfredo tiene un pacto con el «diablo» a lo que tiempo se refiere,y si se lo propone……Magnífico ,como siempre,tu coment de la película .Saludicos

  12. Pues hay que refrescarla, Carmen, pedazo de peliculón…
    Lo malo es que en mi pacto con el diablo, así sin comillas, hablamos mucho de tiempo y poco de dinero, así que de momento pocos negocios…
    Gracias por todo.
    Saludos.

  13. Me encanta Laura.
    Sus luces y sombras. Blanco y negro.
    Puro cine negro.
    Nada es lo que parece… y eso fascina.
    Un cuadro, una imagen.
    Una mujer.
    ¿Se puede amar a una mujer muerta?
    ¿Se puede soñar con ella?
    ¿Se la puede desear?
    Que se lo pregunten al detective McPherson.
    Es de esos tíos que van de duros pero tienen demasiado corazón.
    Un corazón que en cualquier momento estalla.
    Que se lo pregunten a ese escritor y locutor de pluma ácida y destructiva, Waldo.
    Que se enamora de la imagen que crea, apasionadamente.
    Laura es su obra. En posesivo. Su obra y él un pigmalión.
    Que se lo pregunten a Shelby, el prometido, enamorado de sí mismo y viva la vida. Y Laura es guapa y con dinero. Me soluciona la vida y mientras yo con la mujer que me entiende y aguanta porque tiene mis mismos defectos.
    Que se lo pregunten a la propia Laura.
    ¿Quién es? Mujer de carne y hueso. Mujer ideal. Mujer modelada…

    Gracias como siempre 39escalones por traernos textos y películas que no deben caer en olvido. Preminger es grande. Laura me fascina pero también me seducen Cara de ángel, Anatomía de un asesinato o El hombre del brazo de oro.
    Besos
    Hildy Johnson

  14. Poco se puede añadir a lo que dices en el post, al contrario, añadir algo seria imperdonable por mi parte. Eso si, refrendar lo que dices sobre Clifton Webb, la película no hubiera sido lo mismo sin él, y pensar que estuvieron a punto de descartarlo por su conocida homosexualidad.

    Saludos

  15. Gracias a ti Hildy, para textos los tuyos…
    Besos.

    Alma, yo creo que precisamente ese aire homosexual, ese refinamiento un tanto amanerado forman parte intrínseca del encanto de Waldo. Nunca hubiera sido igual, cierto.
    Un abrazo.

  16. Me ha encantado tu texto, amigo, porque me hace revivir de nuevo «Laura».

    Para mí siempre representa un cúmulo de sensaciones oníricas, irreales, subjetivas, a partir del espléndido travelling que el astuto Preminger usa cuando, mediada ya la botella que liba con ansia McPherson, medio dormido, oye girar el picaporte…

    Lo que sigue: ¿es una ensoñación enamorada del detective, o es una realidad?

    Curiosamente, según el ánimo, creo una cosa u otra….

    Saludos.

  17. Gracias, Josep. Sin duda la película trastoca la percepción, invita a imaginar, a soñar, a dudar de lo que se ve, a pensar que uno comparte las ilusiones y se queda fuera de la realidad. Las obras maestras, afortunadamente, lo son por cosas como esa.
    Saludos.

  18. Maravillosa descripción de la película. ¿Eso de lo más parecido a Frank que hay en Zaragoza?…bueno, cuidado, me puedo llegar a emocionar…y últimamente ya son demasiadas emociones. Te quiero hacer una pregunta. ¿No encuentras algo del ambiente mágico de Laura en otra gran película llamada «Retrato de Jennie»?. En lo de «Rebeca» estoy totalmente de acuerdo

  19. Usualmente, Frank, todas aquellas películas en las cuales el arte en general y la pintura en particular se utilizan como metáfora del alma humana, para bien o para mal (que habitualmente es para mal), se rodean de esa ambientación entre onírica e inquietante. La película que citas (magnífica, por cierto) es un buen ejemplo de ello, y también lo son El retrato de Dorian Gray o esa joya llamada La mujer del cuadro.

  20. Esto suena muy inquietante… me gusta. No había oído hablar nunca de esta peli, pero como de costumbre, me la apunto y la añado a la gigantesca lista.
    Ya tengo el Baile de los Vampiros esperándome, a ver si encuentro un ratito entre estudios y la veo. También me he hecho con una que se llama Eva al Desnudo… yo y mi gusto por los personajes un pelín retorcidos.
    Besos.
    Rosa.

  21. Rosa, si no has oído hablar nunca de esta peli es porque no se habla de cine lo suficiente, con el suficiente criterio y con el suficiente respeto en los medios de comunicación. Porque a poco que se hable de cine, películas como ésta o Eva al desnudo (con perdón, que no es «una que se llama…», sino que es una de las mejores películas de todos los tiempos, y la mejor sin duda sobre el mundo del teatro), tienen que salir en la conversación. Ambas son imprescindibles y, personalmente para mí, es una satisfacción que tú misma las busques para echarles un merecido vistazo e incorporarlas a tu bagaje personal. Eso sí, si te molan los personajes retorcidos, con Bette Davis te vas a ‘jartar’… Y en este caso, con Anne Baxter, ídem de ídem.
    Bsos.

  22. Siempre me han seducido en el cine las historias de perdedores. Para Waldo Lydecker su inteligencia y talento no fueron suficientes. Su viaje es el relato de un naufragio en los incomprensibles mares de la fascinación. Ese lugar donde muere la inteligencia, donde los sólidos cimientos se transforman en decrépita madera y la convivencia con el ridículo se exhibe continua.

    Todo comienza con una voz en off que nos adentran en una devoción mórbida o enfermiza y cuyas palabras denotan una insania: “el único que la había conocido de verdad”. Para Waldo ella es su creación, una escultura imaginaria cincelada en la mente de un hombre cuya ironía y pose encubren otra ternura. Nada es Laura sin Clifton Webb y nada es él sin Gene Tierney.

    Pese a un notable guión, excelente desarrollo narrativo, incisivos y billantes diálogos y a una aceptable nómina de actores de reparto, esta obra maestra es mágica y personal por lograr plasmar el retrato de una fascinación. En realidad y pese a su perturbación, es la crónica de una de las mas profundas historias de amor contadas en el cine. Tal vez ni siquiera sea una historia de amor, pues puede que sea el sutil reflejo de una filantropía y de la capacidad de perdón. Laura no existe. Laura es un cuadro, un sueño, una invención mental, un rostro iluminado, un falso paraíso del que resulta imposible salir ileso.

    La inconmensurable “Vértigo”, es otra historia que deambula en lo onírico, en ese paisaje tenebroso de la fascinación, y junto con Laura, son dos ejemplos magistrales de como el cine puede filmar lo imposible. Saludos

    1. En cuanto a perdedores, el gran maestro es Huston. Y en cuando a filmaciones de lo imposible (y mejor dejamos aparte a Bayona), hay que apuntar «Jennie», de William Dieterle (1948). Saludos.

  23. No diga «Laura», diga «Laura vista, vivida y sentida por Waldo» o, aún mejor, «Waldo: sus deseos insatisfechos». Precioso comentario de una de mis películas noir favoritas. Sólo discrepo en una cosa: Waldo no está enamorado de Laura, sino que él es «Laura», la «Laura» que él fabrica, modela como arcilla en el barro. El mito de Pigmalión y Galatea obtiene con esta película su más hermosa expresión.
    El «fantasma» de Tierney parece levitar. Insuperable el momento en que ella hace su aparición «de entre los muertos».
    La relación de Laura y el detective está abocada al fracaso desde el principio. Él ama, como Scottie con Madeleine, a una muerta. Cuando vea el día a día de Laura comprobará que es un ser imperfecto, como todos.
    No tiene precio la secuencia del baño entre los dos hombres. La sonrisa torcida de Dana Andrews lo dice todo. Y mejor no hablemos de la interpretación que se marca un incombustible Clifton Webb, simplemente excepcional.
    Son tantas las capas de esta película que la convierten no ya en una de las obras maestras del cine sino en una obsesión sobre la obsesión.

    Saludos!!

    1. Correcto, él es Laura, tal vez porque es la forma en la que se siente más a gusto enamorado de sí mismo. La película está llena de momento inolvidables (como el interrogatorio de ella en comisaría, por ejemplo). A mí, particularmente, me lleva a una reflexión sobre la propia evolución del cine. Lo que es capaz de contar esta película con tan pocos medios en tan poco tiempo. El arte de contar más con menos. Basta darse un paseo por la cartelera para darse cuenta de que ese cine apenas existe ya.

      Un lujo de comentario, como siempre.

      Saludos

  24. Efectivamente. Leía yo ayer, en un libro, una frase que más o menos viene a decir algo así: «El arte es la expresión del momento y el lugar en que nace». Así que es lógico pensar, por poner una analogía, que si hace 500 años se asistía a la construcción de catedrales, hoy se erigen edificios anodinos. Igualmente hemos de trasladarlo al cine. Consuélate pensando que dentro de mucho tiempo, lo que hoy se hace en nombre del cine, no se le dará valor alguno y, por contra, el resto del CINE seguirá tan vivo como ayer, hoy y mañana.

    Un abrazo.

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