Cine en serie – Willow

MAGIA, ESPADA Y FANTASÍA (VII)

Willow (1988) era hasta El desafío: Frost contra Nixon (cinta que algunos pensamos que se la hizo un primo listo) la mejor película, cosa tampoco muy difícil viendo las demás, de Ron Ronnie Howard, el niño pelirrojo de American Graffiti o El último pistolero reconvertido después en infumable director de bodrios comercialoides. Su mediocre filmografía, que ya le valió un lugar en una tienda de los horrores para él solito, sólo aparece salpicada por algún momento apreciable en su cine, si bien las dos películas citadas son lo más rescatable de una carrera tan variopinta como repleta de concesiones al público (esa característica denominada «cine para toda la familia» que a un servidor especialmente le da pampurrias). En esta película de espadas y brujería ambientada en un imaginario mundo medieval, no obstante, consigue apuntarse un tanto con una buena película de aventuras, puro entretenimiento y nada más, pero de calidad estimable, gracias principalmente a un excelente y vibrante ritmo sostenido en un guión previsible y tópico pero con la acción muy bien planificada, enriquecido además, y es un detalle muy a su favor, de ciertos toques de humor, incluso a veces inteligente, si bien flaquea en las fuentes religiosas que Howard utiliza siempre como inspiración para sus films, los cuales destilan mensajes tendenciosamente ultraconservadores y apologetas de los planteamientos más retrógados y cavernarios.

En las mazmorras del castillo de la malvada reina Bavmorda (Jean Marsh), una cautiva da a luz a una niña que viene marcada con las señales que una antigua profecía atribuye a quien será capaz de terminar con el dominio de terror que la hechicera ha impuesto sobre el país. Cual Herodes, Bavmorda planea liquidarla para que no le quite la poltrona, pero la comadrona que ha atendido el parto, apiadada de la niña, huye con ella. Cuando los perros de presa lanzados por la reina en su busca dan por fin con ella, pone a la niña en un canasto sobre las aguas de un río, que la llevan, cual Moisés por el Nilo, hasta una villa en la que todos sus habitantes son de talla menuda. Entre ellos, Willow (Warwick Davis), un joven campesino, sueña con convertirse en un poderoso mago que consiga sorprender a sus conciudadanos con unos cuantos trucos a lo Tamariz. Allí nadie sabe qué hacer con la cría, pero cuando llegan noticias de que Bavmorda anda tras ella, el valiente Willow emprende un largo viaje para ponerla a salvo y, en compañía de un guerrero mujeriego y venido a menos llamado Madmartigan (Val Kilmer, uno de sus tres buenos papeles junto al atracador de Heat y el Jim Morrison de The Doors) y otros aliados perseguidos por la malvada reina, tendrá que enfrentarse a los soldados de la hechicera comandados por su hija Sorsha (Joanne Whalley, que a partir de esta película añadiría un Kilmer a su nombre artístico).

De indudables referencias tolkienianas y religosas a la hora de alimentar la trama, la película no obstante consigue entretener gracias a su atípica pareja protagonista, un campesino de talla menuda y un antihéroe sarcástico y holgazán que sólo está interesado en el dinero y en las mujeres, enfrentados juntos a los habituales peligros de las fuerzas del mal: soldados despiadados, criaturas inconcebibles, poderes mágicos apabullantes y una escasa pero voluntariosa ayuda. Historia pues poco complicada, de buenos contra malos, de innumerables peligros y de superación personal frente a la adversidad, es recordada por un puñado de buenas escenas de acción, el sentido del humor (ese Kilmer haciéndose pasar por prima de una mujer con la que acaba de acostarse justo cuando son sorprendidos por el marido, más interesado en la «prima» hombruna de su esposa que en ella misma) y, sobre todo, por la partitura compuesta para la ocasión por James Horner.

Cine palomitero que, como suele ser habitual en las películas más comerciales, puede resumirse en apenas cuatro minutos consiguiendo que todo espectador sepa de qué va, cuál es la deriva de la trama y también su conclusión (incluso con sus diálogos correspondientes), simplemente poniendo una serie de fotogramas estratégicos que puedan dar una idea. Como demuestra el vídeo anterior, dos horas de película resumidas en cinco minutos. Al igual que una buena interpretación puede distinguirse de una milonga paraguaya simplemente probando a quitar el volumen (pruébenlo quienes creen que Brad Pitt, Russell Crowe o Leonardo DiCaprio, por citar tres vacas sagradas de la nada, son grandes actores), el buen cine puede distinguirse del mero pasatiempo intentando realizar un ejercicio de síntesis de este estilo. Cuanto más difícil, mejor película. Porque, aun con derroche de aventuras, humor, belleza visual y una música de primera, de donde no hay no se puede sacar.

23 comentarios sobre “Cine en serie – Willow

  1. Hombre, Alfredo, lo que pasa también es que para algunas películas uno no puede llegar a verlas como lo que son porque simplmente uno creció con ellas. Entonces la labor de crítica tendría primero que desprenderse de ese valor… de crecimiento. Y hablo por mí. Tengo un gran recuerdo de esa película. Pero para mí infancia, no sobre la película misma.

    fuerte abrazo,

  2. Howard es un director verdaderamente nefasto, yo creo que incluso en Willow demuestra muy poca capacidad como cineasta, lo que pasa que la película tiene ritmo y unos personajes bastante carismáticos pese a lo esquemático de su arco evolutivo. Me pareció resultona y de hecho, quizás sea una de mis guilty pleasure preferida. Pero claro, es poco en la carrera de un cineasta, muy poco.
    Cada cierto tiempo le echo un vistazo, y en lo que detecto que ha envejecido mal es en muchos efectos visuales, en cuanto a ritmo creo que todavía resulta entretenida, me gusta esta casi correcta película.
    Un placer leerte de nuevo Alfredo, un abrazo!

  3. Pura memoria sentimental de una generación, Minerva. Coincidimos, supongo.

    Cierto, Andrés, indisoluble. Por eso hay cosas que mejor no volver a verlas.
    Abrazos.

    Yo creo, Alma, que también él se lamenta de su carrera posterior. Incluso de la anterior…
    Abrazos.

    Lo dicho Iván, de donde no hay no se puede sacar, y Howard es lo que es (y qué poquito es…).
    Abrazos.

  4. No la he visto,pero tal y como lo cuentas………
    Por cierto,a mi esa música me suena a Pompa y circunstancia de Elgar.Puede que mi oído esté un poco mal ,pero tiene raticos de gran similitud.
    Estupendo post,como siempre un placer leerte.
    Saludicos.

  5. Una vez más nos vemos apelando a la nostalgia lo que, sin duda alguna, viciará cualquier comentario inteligente.
    Le tengo cierta simpatía a esta película. Tampoco me preguntes porqué.
    Acertadísima, eso sí, la reflexión que haces en el último párrafo.

  6. Tres problemas graves sobre esta película:1-El productor George Lucas.2-El director; Ron Howard.3-El guión.La historia es simplona,casi tocando al ridículo.Si el bebé,centro de la historia,representa un peligro para el futuro de los malos;la película acaba con los malos en un presente sin que el bebé haya representado ningún peligro para el futuro.Lucas bebe de la imaginería de la gran tradición de los cuentos mitológicos quedandose en mero repertorio de paque temático.La película en cuestión de paisajes y el buen hacer del siempre competente James Horner,despista el aspecto esencial de esta historia,es decir,nada.Diálogos infantiles,tramas facilonas,y,lo que más detesté de la película;esos dos diminutos parlanchines sin ninguna gracia y bebedores de cerveza.Se me olvidaba;mira que llega a estar mal Val Kilmer.
    Magistral reseña.
    Un fuerte abrazo.

  7. Cierto Francisco, había olvidado el asco que les cogí a los duendes o lo que sea que van metidos en un saco… Ese par de personajes típicos de Disney cuya finalidad es hacer gracietas constantemente. Buf, qué horror.
    Abrazos.

  8. A mí me gustó y le cogí cariño. Supongo que es lo que tiene verla en la adolescencia y que la repitan todas las Navidades. Prefiero un rato de WILLOW que mil truños románticos que nos cuela de telefilmes en TV.

    Saludos

  9. En su momento me gustó: cine de sofá y pipas, que a veces viende de maravilla.
    ¿Sabes?, acabo de darme cuenta de que me negué a verla una vez que la echaban por TV tras el nacimiento de Ainhoa. Ya sabes, vueltas que una le da a las cosas.
    Besos de semana breve.

  10. Esta no la he visto por dos razones: el amigo Ronnie y la publicidad que en su día me machacó con lo del pueblito de gente bajita, lo que me dió mal fario porque me recordó la presencia de los ewoks unos años antes.

    Puede que si aparece algún día me ponga a verla para constatar que, como dices, es de lo mejorcito de Ronnie (lo cual no sería difícil: tengo pendiente la de Frost… por el mismo repelús).

    Me quedo de tu riguroso análisis con ese párrafo final, como ya podías imaginar al escribirlo: brillante idea la de quitar el volumen como medio para practicar «la prueba del algodón» 😉

    Saludos.

  11. Yo la recuerdo con cariño: era una que vi muchas veces de pequeña… la película es del mismo año en que nací yo.
    Hace mucho que no la veo.
    Me hacía gracia la escena de Val Kilmer vestido de mujer.
    Ya digo: una de las de la infancia, que sólo por eso ya se le tiene una estima que de otro modo quizá no le tendría. Entonces tampoco pedía más de lo que ofrece.
    Besos.
    Rosa.

  12. No dejes pasar a Frost, Josep, puedes pasar de ésta si quieres (quizá incluso sea saludable) pero no de Frost, de verdad, aunque sea por el recital de Langella (realmente lo mejor, tampoco vamos a engañarnos).

    Nostalgia, Rosa; engañosa, sí, pero nuestra.
    Besos.

    A mí la cabra, Hatt, es que me trae reminiscencias legionarias y, claro, pasa lo que pasa.

  13. No dejes pasar a Frost, Josep, puedes pasar de ésta si quieres (quizá incluso sea saludable) pero no de Frost, de verdad, aunque sea por el recital de Langella (realmente lo mejor, tampoco vamos a engañarnos).

    Nostalgia, Rosa; engañosa, sí, pero nuestra.
    Besos.

    A mí la cabra, Hatt, es que me trae reminiscencias legionarias y, claro, pasa lo que pasa.

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