La tienda de los horrores – Pactar con el diablo

Que no, que no es una fotografía de Al Pacino intentando traducir al inglés un chiste de Chiquito de la Calzada justo en el momento de decir «¿Te das cuen?» ni tampoco la versión americana de Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera, sino un instante de su enloquecido y sobrecogedor monólogo final en esta cosa dirigida por Taylor Hackford (my taylor is rich, and my mother in the kitchen…) en 1997. Hackford ha logrado reunir con los años, desde su primer hit taquillero, Oficial y caballero (1982), pasando por la conocida (más por la banda sonora que por la película misma) Noches de sol (1985), hasta las más recientes Prueba de vida (2000)o Ray (2004), una filmografía que destaca especialmente por dos aspectos: la rica puesta en escena y la pesadez de unos metrajes interminablemente alargados hasta la extenuación. Sus películas oscilan siempre, por más limitada que sea su trama, entre las dos horas y las dos horas y media, lo que indica un preocupante problema de exceso de verborrea incompatible con el carácter imprescindible de las tijeras como instrumento quirúrgico-cinematográfico.

Pactar con el diablo (de título original El abogado del diablo, que no pudo lucir en España porque ya lo vistió una de las peores películas del gran Sidney Lumet, protagonizada por la apetitosa Rebecca De Mornay, Jack Warden y ese monigote llamado Don Johnson) no es una excepción, y se va a las dos horas y media para contarnos una historia ya contada mil veces, y siempre mejor: la de la corrupción de un alma pura e idealista por culpa de las tentaciones del demonio. Lo que viene a ser Mefistófeles puro, en vena. Aquí, como redundancia, la cosa va de abogados, así que doblemente diabólico.

El pánfilo de Keanu Reeves, posiblemente el actor más inexpresivo de todos los tiempos, de una pobreza gestual y facial proverbial, bellezas enlatadas aparte, da vida a Kevin Lomax, joven y talentoso abogado que nunca ha perdido un pleito, faltaba más, que para eso es Keanu Reeves, no te jode… El tío tiene una vida de coña, jovencito, guaperas, triunfador, idealista, buena gente, y encima está casado con Mary Ann (guapísima Charlize Theron, desaprovechada), vamos, pura ciencia ficción. El caso es que el mozo un día recibe la tentadora oferta de una prestigiosa firma de abogados para que trabaje con ellos en Nueva York, al frente de la cual está un tal John Milton (Al Pacino), cuyo nombre se supone una suerte de homenaje al autor de El paraíso perdido como código, que se ve a la legua, del cariz que van a tomar las cosas. Hasta aquí, este argumento bien puede considerarse un plagio de La tapadera de Sidney Pollack (1993), basada en la novela de John Grisham, pero como la cosa a su vez está basada en una novela de Andrew Neiderman, a su vez homenaje a todas las historias que nos han hablado de Fausto, Mefistófeles, venta de almas al diablo y demás, a los guionistas -uno de ellos el que despuntaría como celebrado director, Tony Gilroy- junta dos tópicos en uno con el habitual cóctail presente en toda lucha interior entre el bien y el mal.

Así, la joven pareja deslumbrada por los ambientes exclusivos neoyorquinos en los que va a transcurrir su vida, se deja llevar a un mundo de corrupción interior que, a través del dinero fácil, el lujo, las joyas, el subidón del triunfo constante, y las convenientes gotitas de erotismo -rollito lésbico incluido-, poco a poco van minando el idealismo bienpensante del amigo Lomax, mientras que Mary Ann, alma pura y caritativa donde las haya, se ve venir el mastuerzo, que no es otro que el amigo Milton, una encarnación del diablo que viste de Prada para arriba. Eso sí, con alzas, porque puestos a encarnarse en alguien, el demonio no escoge un tipo alto y bien parecido, sino un señor bajito y casi sesentón que necesite rellenarse los zapatos…

Este pequeño matiz de casting (o no tan pequeño si añadimos a Reeves, que lo más cerca del cine que debería haber estado jamás es el puesto de palomitas), viene complementado por un guión en el que, en todos, absolutamente todos los casos, ve cómo la capacidad de previsión del público le adelanta por la derecha. La película es predecible en todos y cada uno de sus aspectos, las interpretaciones, basadas en personajes planos cuyas intenciones, motivaciones y sentimientos son telegrafiados desde el mismo momento de su presentacion, no consiguen trascender el raquítico bosquejo con el que han sido diseñados los caracteres y, en especial Reeves, no consigue transmitir con su cara de cartón las presuntas dudas interiores de un personaje situado en una encrucijada personal y moral. Y lo que es peor, ningún personaje presenta nada parecido a la evolución, no crecen, no cambian, no asumen, no vienen de ningún sitio ni van a ningún lugar, son interiormente estáticos. Por otro lado, Pacino está sobrio e indolente bajo la piel del abogado experimentado y pasadísimo, en la línea de Heat, de Michael Mann (1995), histérico total, puro chillido gesticulante, lleno de muecas, muy lejos de la pausa y la sofisticación que suele gastar Mefistófeles cuando de pasarle por los morros a alguien sus victorias se trata, cuando se produce la eclosión final que, pretendiendo resultar haciendo espectáculo del mayor horror, honradamente, está muy por debajo de la que diseñara Alex de la Iglesia en El día de la bestia (1995).

La única virtud de la película es su diseño de producción, su espléndida puesta en escena, que permite disfrutar de algún que otro momento que promete mucho más cine del que termina dando, una atmósfera de inquietud amenazante que nos prepara con unas expectativas que finalmente son defraudadas sin excepción. Mezcla del mito de Mefistófeles, la novela de Grisham, el Wall Street de Oliver Stone y La semilla del diablo de Polanski, la película pretende erigirse en un relato moral acerca de las tentaciones y los peligros de la carrera desaforada que impone el capitalismo por el beneficio rápido, fácil y sin escrúpulos, pero resulta tan tópica, plana y superficial al tratar la cuestión que la propia película se convierte en ejemplo de la misma idea sobre la que presumiblemente intenta alertar.

Acusados: todos
Atenuantes: Charlize Theron, la puesta en escena
Agravantes: Reeves, la nula originalidad de nada de lo que se ve u oye, Pacino pasado de vueltas
Sentencia: culpables; Theron, libertad bajo palabra
Condena: despelote del personal y colocación como gárgolas del edificio Dakota en plena ventisca neoyorquina de la corriente del Hudson

20 comentarios sobre “La tienda de los horrores – Pactar con el diablo

  1. La diferencia entre las obras maestras y y los bodrios: en el FAUSTO de Murnau el diablo era Emil Jannings, es decir, un señor gordo embutido en unas mallas negras y que, merced a su maravillosa actuación, acojona y de lo lindo.

    En esta cosa el diablo es… la versión envejecida y rijosa de Tony Montana (y que conste que EL PRECIO DEL PODER me encanta).

  2. Charlize Theron es un buen atenuante eh?…jeje. Bueno, «Oficial y caballero» también es más recordada por su banda sonora, como «Noces de sol». Esta película me dejó siempre frío. Considero que Al Pacino está muy desaprovechado. Keanu Reecves es el antiactor en mi opinión y comparto contigo eso de la poca o nula expresividad. Un abrazo.

  3. Me aburrí bastante y me inquieto poco. Vamos, película para pasar una tarde después de comer e incluso echar una cabezadita.
    Ni mi Al Pacino salvó el que me emocionara un poquito. Mientras Oficial y Caballero me parece bastante bodrio, sin embargo, me encanta no sólo la música sino también la trama de Noches de sol. Me entretiene y me emociona esta extraña mezcla de cine político con cine musical.
    Yo te confieso que a Reeves a pesar de su rostro inalterable (incluso corre la leyenda de que ha hecho un pacto con el diablo o con los vampiros porque ni los años le cambian la expresión) le tengo estima porque protagoniza una película que me fascina, y lo hace bien, Mi Idaho Privado. Con la Teron, de momento, reconozco tengo un pequeño problema:todavía no me ha emocionado nunca… pero es bella la jodía, muy bella.

    Besos invernales
    Hildy

  4. Claro, yo era más joven, y las diablesas aquéllas me deriitieron el alma y Al Pacino, ofreciéndome una vida de vicios y diversión, tan simpáticamiente, me atraía…Salí del Cine tan contento.
    Después la han dado por la tele y qué cosas, pues la verdad, ya no me ha impresionado lo más mínimo. El tiempo, que hace callo, digo yo.

  5. No la he visto,¡¡¡¡GENIAL!!!,de otra que me libro ,gracias a tu generosidad de visionar bodrios a nuestro favor.Me encanta que salves a la chica,por lo menos es guapa,muy guapa.De acuerdo con lo que dices de Reeves,pánfilo,pánfilo.La foto de Al Pacino,patética y más explicando lo que explicas.
    La venas se me han helado con tan endiablada condena.Yo quiero ser gárgola, pero en Notre Dame,en Mayo.
    Saludicos.

  6. Pues sí, Larraz, es como decir que si Robert De Niro sale en algo, es bueno… Lástima que sea así.

    Muy bueno, Gafapasta. Y muy acertado.

    Psé, Marcos, por poner algo…
    Abrazos

    Pues es que, Hildy, si salvamos a Reeves por esa, hay que machacarlo por «Matrix». En fin, buen intento.
    Y la Teron, pues qué quieres que te diga, yo estas cosas las digo porque son un lugar común, pero yo siempre he preferido las chicas de carne y hueso, y no las diosas en papel de regalo. Eso sí, pasa la prueba de la cara limpia de maquillaje.
    Besos

    Bueno, Carlos, el cine está lleno de películas que no aguantan el tiempo ni un segundo visionado. Esta no aguanta ni el primero, creo.

    Llámalo masoquismo, Carmen… Casi me dan ganas de volverme gárgolo perdido.
    Saludos.

  7. ¡Uau! ¡Que suerte la mía! ¡Me ofrezco como agente de la libertad vigilada -muy de cerca- de la Charlize Theron! (He sido el primero, así que está claro)

    Por lo demás, Alfredo, me libré de la película en el cine y en la tele, por curiosón, casi que ni puedo dormir la siesta, porque fue ver a Pacino en cualquier escena y empezar a sentir una enorme decepción y un pelín de irritación, porque alguien me aseguró que estaba espléndido.

    Y no, claro.

    Justa la condena; quizás benévola, si lo pienso un poco; va, que sea en días de vientos huracanados, por lo menos…. 😉

    Saludos dominicales.

  8. Mala de cojones, sí.
    ¿No tienes la sensación de que a Pacino, salvo en esos latigazos sobreinterpretativos que tiene en una sola de las escenas de todas sus películas -sus directores, todos más jóvenes que él, seguro que en cada peli le piden que homenajee a Serpico y él se mofa así de ellos- le falta una dosis alta de Micebrina? El tipo está como asténico constantemente, joder.

  9. Pues no sé si es eso, Raúl, pero algo le pasa seguro, porque esto no es normal. El tío está como una ameba, luego parece que le han metido una guindilla en el culo, y luego ya ni se sabe… Eso sí, el otro día vi «Looking for Richard» y me reconcilié bastante con él.

  10. Es una película topicazo con un actor que no me gusta,siempre tan exagerado para demostras que lo hace bien.Reeves es un actor malísimo que me da la sensación que ni él se cree lo que hace.Película repleta de tópicos.Calles vacías y discurso facilón.
    Un abrazo.

  11. Bueno, bueno, compa Alfredo, no sé si será lo de la Theron, o que la inminente llegada de las fiestas navideñas te tiene «tiernito», pero está claro que no has afilado demasiado la guadaña… Ví la peli hace unos años, y, sí, es mala, mala, mala (sobre todo, por lo previsible: las ves venir siete secuencias antes de que lleguen…), y, además, anda suelto por ella Keanu Reeves, uno de esos casos que la historia del cine, dentro de quinientos años, estudiará no sé si con pavor o despelotándose de la risa, que para ambas dos posturas da. ¿Pacino? Creo que, como De Niro, a estas alturas (y con sus previsibles necesidades de «cash», que diría ese pedazo de actriz a la que mejor no nombraremos…) ya es totalmente irrecuperable. Una pena…

    Un fuerte abrazo y buena semana.

  12. Pues puesto a comentar algo, señalar que coincido en que la peli es, por decirlo de una forma «suave», una más. Centrándome en Reeves, me da la impresión de que sigue abducido en Matrix, y es una pena tener que decirlo así, pero darle un papel es arruinar inmediatamente el personaje que interprete.

    Saludos,

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