–Un submarino japonés disparó dos torpedos al costado del barco. Yo había vuelto de la isla de Tinian, de Leyte, donde habíamos entregado la bomba, la que había de ser para Hiroshima. 1100 hombres fueron a parar al agua. El barco se hundió en 12 minutos. No vi el primer tiburón hasta media hora después, un tigre de cuatro metros. ¿Usted sabe cómo se calcula eso estando en el agua? Usted dirá que mirando desde la dorsal hasta la cola. Nosotros no sabíamos nada. Nuestra misión de la bomba se hizo tan en secreto que ni siquiera se radió una señal de naufragio. No se nos echó de menos hasta una semana después. Con las primeras luces del día llegaron muchos tiburones y nosotros fuimos formando grupos cerrados, algo así como aquellos antiguos cuadros de batalla, igual que los que había visto en una estampa de Waterloo. La idea era que cuando el tiburón se acercara a uno de nosotros éste empezara a gritar y a chapotear, y a veces el tiburón se iba pero otras veces permanecía allí, y otras se quedaba mirándole a uno fijamente a los ojos. Una de sus características es sus ojos sin vida, de muñeca, ojos negros y quietos. Cuando se acerca a uno se diría que no tiene vida hasta que le muerde, esos pequeños ojos negros se vuelven blancos y entonces… Ah… Entonces se oye un grito tremendo y espantoso, el agua se vuelve de color rojo, y a pesar del chapoteo y del griterío ves como esas fieras se acercan y te van despedazando. Supe luego que aquel primer amanecer perdimos cien hombres. Creo que los tiburones serían un millar que devoraban hombres a un promedio de seis por hora. El jueves por la mañana me tropecé con un amigo mío, un tal Robinson, de Cleveland, jugador de béisbol bastante bueno. Creí que estaba dormido. Me acerqué para despertarlo, se balanceaba de un lado a otro igual que si fuera un tentetieso. De pronto volcó y vi que había sido devorado de cintura para abajo. A mediodía del quinto día apareció un avión de reconocimiento, nos vio y empezó a volar bajo para identificarnos. Era un piloto joven, quizá más joven que el señor Hooper, que, como digo, nos vio, y tres horas después llegó un hidro de la Armada que empezó a recogernos. Y ¿saben una cosa? Fueron los momentos en que pasé más miedo, esperando que me llegara el turno. Nunca más me pondré el chaleco salvavidas. De aquellos 1100 hombres que cayeron al agua solo quedamos 316. Al resto los devoraron los tiburones el 29 de julio de 1945. No obstante, entregamos la bomba.
Jaws (1975). Guion de Peter Benchley y Carl Gottlieb a partir de la novela del primero.
Memorable monólogo. Gran actuación de Robert Shaw.
Impresionante, en efecto. Para mí esto resume lo mejor de Spielberg. Cuando vuelve su mirada al pasado (en especial a la Segunda Guerra Mundial) y lo combina con la aventura y el terror a lo desconocido, es cuando acierta de verdad. Sus mejores títulos (sobre todo la que para mí es su mejor película, El imperio del sol) y los momentos más estimables de su cine son producto, para mí, de esta fórmula. En cambio, cuando mira al futuro, se pone patriótico o pretende ser dramático, la caga.
Sin duda una de las mejores películas del viejo Steven. La película tuvo un éxito horroroso. La vi en el cine después de dos años de su estreno y todavía no se podía entrar por las largas colas. Eso era el cine, coño; esos nervios y esas ganas de ver ya la película y sin saber nada de ella porque no existían los tocapelotas que ven hoy las pelis antes de que se entrenen y te lo dicen todo. No veas cuando vimos por primera vez a Roy Scheider lanzando aquella carnaza apestosa fuera de la borda y de repente sale la cabeza de un tiburón hecho de látex. Ahora, con el digital, el monstruo de turno sale en pantalla antes que los logotipos de las productoras, y al final, te encariñas con el bicho antes de que éste haga de las suyas. Steven venía de la tele y en esta película se nota mucho el estilo y su ritmo, aunque la acción se estire en el ancho mar o allende los mares (soy culto, eh). Y esa es una de las claves de Steven, llegar a todo el mundo. La peli es básicamente la misma que la de toda una serie de películas de terror de los años 50, como The Monster From the Ocean Floor (1954), aunque incluyendo en su parte central un «remake» de Un enemigo del pueblo, del malhumorado y arisco Ibsen. La tendencia humana, es, quizá, el elemento más débil de toda la película, provocando un choque entre los estilos interpretativos de los tres caballeros que deben enfrentarse al gigantesco tiburón de las finanzas marítimas. El sobrio realismo de Scheider como el concienzudo jefe de policía, contrasta con el histrionismo de Dreyfuss en su papel de experto en temas marineros, y con la excesiva teatralidad de Robert Shaw como un viejo lobo de mar. Pero debe decir que esta película no ha envejecido.
Respecto a El imperio del sol debo decir que nunca me gustó, quizá porque está basada en una novela de uno de mis escritores favoritos; J. G. Ballard. El imperio del sol es una novela autobiográfica y uno de sus mejores libros, y en la peli de Steven la machaca con su estilo infantil. El niño es empalagoso y no se entiende por qué se pone a cantar esa canción que cantaba Ikiru (impresionante Shimura) en la obra maestra de Kurosawa, Vivir (1952). Aquí Steven quería emular a David Lean, y solo se le asemeja en las puestas de sol y en la banda sonora. En fin.
Perdona, amigo, por esta verborrea. Hoy mi psicoanalista no ha querido abrir la puerta de su despacho.
Abrazos.
Ja,ja,ja… Y con todo, a mí El imperio del sol me parece la mejor de Spielberg. Eso, siguiendo tu explicación, dice muy poco de las demás… Te doy la razón en lo del niño, pero es que no hay muchos niños en la pantalla que no lo sean…
A mí Tiburón me sigue gustando cuando la veo, no ha pasado el tiempo por ella (en cuanto a cine; en cuanto a estética, en fin…). Auguro un remake (bueno, ya los hubo, pésimos todos) digital, aunque ahora se lleva más la estupidización digital. Hablo de «Sharknado», ese bodrio, secuela incluida, de tiburones asesinos que caen del cielo. En fin.
Cultísimo me has salido, oyes.
Abrazos
Recuerdo esa escena… es un relato oral tenebroso y te tiene en vilo… Los tiburones se van convirtiendo en un ente mítico y horrible…
Beso
Hildy
A mí me gusta especialmente cómo está dirigido e interpretado. Todavía en 1975, y sin duda gracias a la antigua cinefilia de Spielberg (hoy bastante disminuida, si no desaparecida), era posible una secuencia así de reposada, tan reflexiva, tan profunda, con un actor sosteniendo una historia con su cara y su mirada, y con una cámara capaz de aguantar el relato y evocarlo amplificadamente. Otro cine.
Besos