–Me acuerdo cuando estaba en la fuerza especial. Fuimos a un campamento a vacunar a unos niños. Cuando estaban todos vacunados contra la polio, un viejo vino a nosotros. Ellos habían vuelto y cortado los brazos vacunados. Yo lloré como un niño. Quería arrancarme los dientes. Entonces vi claro, como si me hubieran disparado una bala en mitad de la frente. ¡Qué genialidad! Me di cuenta de que eran más fuertes porque lo soportaban. No eran monstruos. Eran hombres que luchaban con corazón, que han tenido la fuerza de hacer eso. Si contara con diez divisiones de estos hombres, nuestros problemas quedarían resueltos en el acto. Se necesitan hombres con moral y que sepan utilizar sus instintos primordiales para matar, sin compasión, sin juicio, porque es el jucio lo que nos derrota.
(guion de Francis F. Coppola y John Milius, a partir de la novela de Joseph Conrad)
Esta película gana con el tiempo. Sin embargo, el verdadero corazón de las tinieblas nos lo da un par de libros excelentes sobre el infierno del rodaje. Del primero no me acuerdo del nombre de la autora y me da mucha pereza levantar el culo del asiento para ir a mirarlo a mi estudio. Creo que era la script que iba anotando en un cuaderno el horror verdadero, y el otro, sí que lo recuerdo porque lo he leído recientemente: «El libro de Apocalypse Now», de Peter Cowie. Si lees estos dos libros antes de ver la película (lo digo para los que no la han visto nunca, claro), la película de Coppola puede resultar un viaje en barca en un parque temático con túnel del amor y todo eso.
Un fuerte abrazo, amigo.
Jejejeje. También está el documental de 1992, que se las trae…
Abrazos
¡Madre del amor hermoso!, escalofriante.
Qué personaje el de Kurtz.
Brando tocó mucho las narices, pero es difícil de olvidar su aparición en esta película.
Beso
Hildy
Menudas cenas de Nochebuena las de su casa… Yo de mayor quiero ser como él.
Besos
Parece ser que en su larga génesis, lo que inicialmente iba a ser un realista film bélico sobre la guerra de Vietnam, fue transformándose y creciendo conforme avanzaba la prolongada, costosa y accidentada producción. Y lo hizo hasta perder su primitiva naturaleza en manos de un Coppola progresivamente poseído y «conducido» por su propia criatura, agigantada y mutante, en un alucinado y enriquecedor trayecto de lo físico a lo metafísico.
En virtud de lo cual, a medida que Willard remonta el río Nung, Vietnam ya sólo era el telón de fondo para una fantasmagoría que nos transporta al interior de la sinrazón, al «corazón de las tinieblas», de la barbarie en sus diferentes vertientes. La de Kurtz, la primitiva, la prehistórica, y la de Kilgore, esa especie de Custer hollywoodense con sombrero Stetson, la irónicamente «respetable» («Me gusta el olor del napalm por la mañana, huele a… victoria» —le dice a Willard mientras a sus espaldas la selva es calcinada).
El film, demoledor y desesperado, de alucinatorias imágenes, en su genial desmesura y complejidad, en su terrible belleza, se desliza más allá del borde, es pura sensación, pensamiento enloquecido, tangible y obscena pesadilla. En suma, una absorbente, fascinante obra imperfecta de terribles significados.