Los músicos itinerantes (aunque no sean fabulosos) siempre han sido personajes muy recurrentes y atractivos; su carácter nómada, su amor por la profesión, su realización a través de la música a pesar de la pobreza (o riqueza, según se mire) que conlleva el eterno ir y venir sin establecimiento fijo, siempre han dado lugar a que los músicos callejeros, ambulantes o itinerantes sean propicios para el planteamiento de dramas románticos o cuestiones existenciales de profundidad. Esta película de Steve Kloves de 1989 se sirve de estos personajes para crear un drama romántico de notable calidad, muy alejado de esas boberías a las que el Hollywood más reciente nos tiene tan acostumbrados.
La premisa de la película son los Baker boys, grupo formado por dos hermanos (interpretados por los hermanos Beau y Jeff Bridges) que llevan muchos años actuando al piano, a piano por hermano, en salas de fiestas y salones de hoteles, siempre viajando de una parte a otra de Estados Unidos. Jack (Jeff) es un tanto anárquico, siempre llega con el tiempo justo a la actuación, vive su vida sin ataduras, sin pensar en el mañana, sin detenerse en cuestiones prácticas que vayan más allá de comer, dormir, fumar, beber, tocar, y alguna correría (con perdón de la expresión) amorosa de vez en cuando. Por el contrario, Frank es el contable del grupo, quien se ocupa de las contrataciones, las condiciones económicas, los gastos, el reparto de los beneficios y los ahorros del grupo. Es un buen padre de familia que ama su profesión y echa de menos su hogar por igual, que trabaja para usar el dinero en la universidad de sus hijos, siempre pendiente de llamar a casa, de los cumpleaños de sus hijos, de las funciones escolares. Esta divergencia de caracteres marca el primer nivel dramático de la película. Tras largos años de profesión, ambos están quemados, desilusionados ante su propio anquilosamiento, repitiendo temporada tras temporada las mismas actuaciones en los mismos locales de las mismas ciudades, el ejercicio de la música convertido en rutina funcionarial. Frank se enfrenta a ello como a un trabajo de nueve a cinco; Jack sin embargo, cree que lo que hace es una forma de arte, y le duele tener que ceñirse a una visión de la música como un empleo en el que tiene que fichar. Esta rutina poco a poco los está destruyendo, y además está quedando desfasada ante un público que busca otras cosas. Cuando una de sus actuaciones es un rotundo fracaso, el gerente del local los despide con cajas destempladas, les paga apenas lo convenido, y les advierte de que no cuenten con actuar allí en el futuro, las dudas, el temor al fracaso definitivo, les lleva a pensar en contratar a una cantante que acompañe a sus pianos, y ante la inicial indiferencia de Jack, Michelle Pfeiffer será la elegida para llevar a los Baker boys al estrellato. Su voz (interpretaciones de las que Pfeiffer sale más que airosa) les abre de nuevo las puertas que se estaban cerrando, y el éxito servirá para acentuar las diferencias entre los hermanos, por un lado, y ella, consciente de que el resurgimiento del grupo se debe a su voz y a su cuerpo y por tanto aspirante a aumentar su papel en la toma de decisiones y en el reparto de beneficios, por otro, agravadas cuando Jack y ella comienzan un romance, que, además de establecer el segundo nivel dramático de la cinta, sirve de unión indefectible de la continuidad del grupo, de su éxito y de su seguridad económica, a las relaciones personales entre los tres, repletas de desencuentros, discusiones, tensiones y desilusiones.
La película es un drama romántico de los mejores y más redondos de los creados últimamente en Hollywood, y combina una hermosura formal con un tono agridulce, duro y sensual al mismo tiempo. El romanticismo no resulta azucarado en ningún momento; por el contrario, las reflexiones sobre las relaciones humanas entre adultos que se plantean son ricas y realistas, contradictorias e inciertas como en la vida, con un tono maduro y profundo muy alejado de las boberías almibaradas para adolescentes. Por otro lado, aunque Beau es más limitado, Jeff Bridges y, sobre todo, Michelle Pfeiffer están impresionantes. Ella adquirió un lugar entre las divas de Hollywood con este papel, arrasando en todos los premios habidos y por haber de aquel año (exceptuando el Premio de la Academia, que ganó Jessica Tandy por Paseando a Miss Daisy, de forma un tanto sorprendente).
Algunas estupendas frases de guión («no irás a enamorarte de mí ahora, ¿verdad?»), algunas escenas muy hermosas (la despedida final, las puestas en escena de las actuaciones, Pfeiffer retorciéndose sobre el piano) y un guión comedido, muy literario, espléndido, hacen de esta película algo más que un musical, y mucho más que un mero drama romántico. Una película deliciosa y amarga al mismo tiempo que explora la dificultad de las relaciones humanas a tres bandas.
Hola, que alegría ser el primero! Este film sin ser una obra maestra logra lo que bien dices en un momento del post que es escenas maravillosas. Saludos!
En efecto, la película flaquea en algunos puntos, pero tiene unas cuantas cosas que salvar, lo cual, tal como están los tiempos, no está nada mal.
Saludos.
A mi también me gustó bastante. Creo que has definido bastante bien las razones para que nos atrape esta película.
Un abrazo
No es una de mis películas de cabecera, pero cuando la reponen me gusta volver a verla. Siempre me deja un poso de reflexión y una mirada amable.
Abrazos
39, esta peli me fascina, es que Jeff Bridges me fascina, me parece un actorazo. En esta peli todo encaja, cosa complicada, la piezas van colocándose de la mano de ese dudo Michelle – Jeff y de la increible banda sonora. Me quedo con el final dentro de un todo imprescindible.
Un abrazo.
Pues sí, Sonia, es un actorazo, y además bastante apartado del show-business y de las gilipolleces que suele conllevar, así que mejor aún. Yo también me quedo con el final.
Abrazos.
Pues yo no la he visto y sé que es muy buena. Debería verla ya que es una historia de músicos y eso me queda cerca.
Lo intentaré.
Hola,
Pasaba para hacer sonar mis tacones.
Besos.
Bueno, Entrenómadas, sin prisas. La película está bien y tal, pero no es una obra capital de visionado imprescindible, o al menos, a mí no me parece para tanto. Pero no chirría, y eso ya es muy de agradecer, sobre todo en estos tiempos.
Besos
Nosotras mismas, vuestro sonido siempre es bienvenido.
Besos
Ah, ya me habían dicho que era buena pero no he tenido oportunidad de verla aún. Lo enmendaré, claro que sí.
(..ay esa Pfeiffer que os trae locuelos a todos…)
No está mal, la película, digo. No está mal, la Pfeiffer, digo. A mí me gusta más que comer con los dedos…
Besos
No, pues ya está, ya no le cambió cuando la vuelvan a pasar; es que mi problemiera eso: lo almibarado, lo excesivamente dulce que hastia…..
abrazos!!
Bueno, tengo que reconocer que ese tipo de números musicales, pianistas de hotel, canción ligera y tal no me convence, Es lo que menos me gusta.
Abrazos
es una de las pelis de mi vida….fantastica!!…abrazos.
Vaya, Fernando, ya te imagino emulando a los pianistas tableando con los dedos en la mesa (y haciendo el playback de las canciones…). Me alegro de haberte acertado.
Un abrazo.
Ya creo que sabes que me gustó la peli. Y mucho, aunque no sea una imprenscindible, evidentemente. Pero pasas un muy buen rato sin que la película sea tonta para nada. Me gusta que se parta de gente frustrada, que permanece bastante incrédula toda la película. Y el Jeff, ejem, con permiso de la Pfeiffer, a la que reconozco espectacular en esta película y en otras, pues eso, está enorme, en todos los aspectos. Gracias por el post. Yo seguiré pidiendo, a ver si van cayendo. Besos, besos
Vi esta película y me gustó mucho. Michell Pfeifer espectacular.
Bss.
Pide, pide, Luisa, mientras no sea Harry Potter… Son todos perdedores, Jeff quizá más que ninguno, y sí, el mozo está muy bien en la peli.
Besos.
Ay, Mónica, espectacular como mínimo…
Besos
De mayor quiero ser como la Pfeifer en esta película.
Besos.
Adoro esta película. Me recuerda a mi padre, que me inculcó su pasión por la música (en especial el jazz, blues y swing) desde cría. Por lo menos la vimos juntos un millón de veces. Gracias por traerme tan buen recuerdo.
Un abrazo
Lucía, yo no. Pero te entiendo.
Besos.
Mónica, cuánto me alegra que digas eso.
Besos.
Llego tarde, pero a mi todavía me canta en el piano. ¿Alguna vez tuviste una mujer dándote su vida?, quizás no saberlo ver es lo que nos pierde a los mediocres. Abrazos.
Eryx Bronte, hijo, qué reflexión más profunda, me lo voy a tener que pensar… Creo que me lo pierdo.
Un abrazo.
Ja, ja, ja, sería largo de contar, es una de las historias de mi vida, pero yo no me quede con el perro. Abrazos.
Bueno, eso suena prometedor. Tendrás que hacer una película con esa historia. Un abrazo.
es una de las mejores peliculas de fines de los 80 .
Estoy, no me importa confesarlo, enamorada de esta película. Cómo contar tanto con tan poco. La prefiero a «Los puentes de Madison» en cuanto a romance, y sobre todo la prefiero a cualquier otro musical. Y es que el jazz y el blues son mis géneros musicales predilectos. Cómo aunar en una misma película sensualidad y amargura. El momento piano de Pfeiffer o la secuencia entre Jeff y Beau discutiendo hasta llegar a la pelea me sobrecogen siempre, claro está de distinta manera.Como alguien dijo en una ocasión, triunfal cine sobre perdedores.Creo que sigue siendo una gran desconocida para el público.
Saludos!!
Efectivamente, Miriam. Deberías dejarte caer por aquí más a menudo… 😉
Saludos