Cine de verano: La millonaria (The Millionairess, Anthony Asquith, 1960)

Muy irregular comedia, escrita por Wolf Mankowitz y Riccardo Aragno a partir de la obra teatral de George Bernard Shaw, en la que una joven italiana, rica y de buena posición (Sophia Loren), derrocha maridos y dinero en toda clase de lujos. Su materialista visión del mundo y del amor cambia radicalmente cuando conozca al doctor indio Ahmed el Kabir (Peter Sellers), que atiende a las clases más desfavorecidas de Londres en una clínica de los barrios bajos. Algunos momentos inspirados de comedia se combinan con no poca cursilería romántica y varios gags que ya no funcionaban cuando fueron concebidos y ejecutados, pero que el paso del tiempo ha vuelto por completo obsoletos. Dos notas de interés predominante: el abogado que interpreta Alastair Sim, el mejor personaje de la película y el que más humor negro destila, y, en la versión doblada al castellano, el hallazgo de la voz de Alfredo Landa en boca de un personaje secundario.

Palabra de Vivien Leigh

-Mis padres eran franceses e irlandeses y nuestra familia tiene incluso sangre española, y yo amo a los Estados Unidos y me considero parte estadounidense.

-El individuo es simplemente un intérprete de lo que el dramaturgo piensa, y por lo tanto, cuanto mayor sea el dramaturgo, más satisfactorio es actuar en las obras.

-Cuando entro al teatro, siento una sensación de seguridad. Me encanta la audiencia. Me encanta la gente, y actúo porque me gusta tratar de dar placer a la gente.

-Eva Perón fue una persona afortunada. Murió a los 32 años. Yo ya tengo 45.

-[George Bernard] Shaw es como un tren. Uno solo dice las palabras y se sienta en su lugar. Pero Shakespeare es como bañarse en el mar, uno nada donde quiera.

-Yo no soy una estrella de cine, soy una actriz. Ser una estrella de cine es una vida falsa, vivida por valores falsos y publicidad.

-A veces temo la verdad de las líneas que digo. Pero ese temor no se debe mostrar.

-La gente piensa que si pareces bastante razonable no puedes actuar, y como solo me importa actuar, creo que la belleza puede ser una gran desventaja.

-¿Recuerdas ese fragmento en el que Scarlett expresa su felicidad de que su madre esté muerta, para que no pueda ver lo mala que Scarlett se ha vuelto? Bueno, esa soy yo.

-La comedia es mucho más difícil que la tragedia, y un entrenamiento mucho mejor. Es mucho más fácil hacer llorar a la gente que hacerla reír.

Cleopatras de película en La Torre de Babel de Aragón Radio

Elizabeth Taylor in 'Cleopatra', 1963. Queen of the Nile? She ...

Para abrir temporada, última entrega de la temporada pasada de mi sección de cine en el programa La Torre de Babel, de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, en este caso dedicada las más célebres encarnaciones en la pantalla de Cleopatra VII, reina de Egipto: Theda Bara, Claudette Colbert, Vivien Leigh, Elizabeth Taylor, Hildegarde Neil…

(desde el minuto 15, aproximadamente)

La comedia de la revolución: El discípulo del diablo (The Devil’s disciple, Guy Hamilton, 1959)

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De todas las películas coprotagonizadas por Kirk Douglas y Burt Lancaster, esta de Guy Hamilton (en codirección no acreditada con Alexander Mackendrick) es sin duda la más extraña y la menos vista. Basada en una celebrada obra de George Bernard Shaw situada en unos sucesos ocurridos en 1777, durante la revolución norteamericana que desembocó en la independencia de los Estados Unidos, en esta ocasión al dúo protagonista se unen una incorporación de lujo, Laurence Olivier, y un secundario impagable, Harry Andrews. El resultado, que no llega por poco a los ochenta minutos de duración, resulta un tanto estrafalario y desconcertante, mezcla de tonos y estilos, de géneros y propósitos. No es una comedia pura ni teatro filmado, ni un drama sobre un triángulo amoroso ni una crónica familiar, ni una parodia de las guerras ni un fresco histórico, ni una crítica a las revoluciones ni un análisis sobre el compromiso con unas ideas y el sentido del deber… Es, o lo pretende, todo eso a la vez, y al mismo tiempo, como es lógico, termina por no ser nada de nada.

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Difícilmente caben tantas y tan variopintas cosas en tan poco metraje. Por lo pronto, nos encontramos en algún lugar de New Hampshire en los primeros tiempos de la Revolución Americana, cuando los colonos todavía sufrían grandes reveses a manos de las tropas profesionales británicas y la ayuda de Francia y España aún no había empezado a decantar la balanza hacia el lado rebelde. Por el momento, la acción de los británicos es tanto o más policial que militar. Cuando detectan un grupo rebelde, lo combaten en escaramuzas. Cuando detienen a algún elemento levantisco, sobre todo si se trata de algún ciudadano relevante, lo ahorcan. En esas andan las escasas tropas del general Burgoyne (Olivier), militar estirando y socarrón, que además de mostrarse cruel y expeditivo con los colonos, no se corta en manifestar con toda la flema y la ironía tópicas en los británicos todo su escepticismo sobre la guerra, el imperio o incluso la Corona. Su contrapunto es el mayor Swindon (Andrews), al que desquicia y domina por igual, y que de buena gana daría un escarmiento generalizado y violento a todos los colonos posibles. Con unos efectivos de unos cinco mil hombres, Burgoyne intenta pacificar el lugar antes de partir hacia Albany y reunirse con el grueso del ejército británico que va hacia una de las primeras grandes batallas frente a los independentistas americanos.

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Por otro lado está el reverendo Anderson (Burt Lancaster), que forma parte de la comunidad pasivamente leal a Gran Bretaña, que asiste como mera espectadora a los acontecimientos, pero que, como guardián espiritual de la comunidad, no puede tolerar ciertos comportamientos de la autoridad militar para con sus feligreses. Continuar leyendo «La comedia de la revolución: El discípulo del diablo (The Devil’s disciple, Guy Hamilton, 1959)»