Todos tenemos un amigo o conocemos a alguien como Nacho (Eduard Fernández), una de esas personas (en su mayoría hombres) que viven la vida como un carrusel que camina vertiginosamente cuesta abajo, o como un coche que circula a toda velocidad por un callejón sin salida, al final del que únicamente aguarda un muro con el que chocar. Intentan sustraerse a su destino a base de verborrea, mentiras, medias verdades, compadreo, falsa camaradería, abuso de confianza e innatas dotes de seducción. Y no son pocos los que consiguen sortear las dificultades, los que logran arrojarse en marcha de ese vehículo que va camino del desastre antes del estropicio final y consiguen caer de pie, con el ánimo y al aprecio de mucha de su gente intactos. Nacho es un veterinario, casado con la hija del propietario de la ganadería de toros de lidia en la que trabaja. Rodeado en ambos extremos, el familiar y el laboral, por las mismas personas, cobijado bajo su ala económica y profesional, se siente encerrado, sometido, prisionero de una estabilidad asfixiante, falsa, hipócrita. Una vida agotada. Cegado por la frustración, se deja convencer por su amante (Michelle Jenner), becaria en su explotación, para sustraer cinco toros y venderlos ilegalmente al otro lado de la frontera portuguesa. Por supuesto, la buena suerte no es un todo absoluto, y la aventura acaba mal: Nacho pierde los toros y el dinero que iba a cobrar por ellos, con el que pensaba cubrir algunas deudas cuantiosas, acuciantes, y bastante serias. El ecosistema habitual de Nacho es la hipocresía, la mentira, la falsedad, el gran teatro del mundo, y a él recurre para salir del atolladero. Comienza una carrera loca por la supervivencia en la que tienen un papel primordial las mujeres de su vida, su esposa y su amante, las que lo han abocado a la ruina personal, moral y económica, y también su madre, su cuñada, su exnovia y su psicóloga.
La película se construye por encuentros. Nacho se cita una a una con todas esas mujeres, en una variedad de escenarios no demasiado amplia: todo termina reconduciéndose a su precario hogar, que él mismo no duda en manipular, alterar e incluso maltratar para que sirva a sus fines, a las distintas máscaras que desea exhibir ante sus visitantes. El desarrollo de la trama es un festival para los actores, con tomas largas que permiten tanto la improvisación como el regodeo en un texto a menudo excesivo en cantidad (en particular para una película tan breve, de apenas 90 minutos), pero sobre todo que los personajes crezcan, que los intérpretes interaccionen y desarrollen una química que funciona admirablemente, en particular en cuanto a los polos de atracción y odio que Nacho despierta en todas ellas y a los picos de tensión en su relación, el acopio de momentos en los que Nacho ha mentido, traicionado, defraudado o hartado a todas ellas en el pasado. Eduard Fernández realiza una interpretación superlativa como el mentiroso compulsivo y manipulador obsesivo que intenta desmontar de forma igualmente deshonesta las trampas que él mismo ha ido cerrando en torno a su vida, pero eso no eclipsa en ningún caso a sus compañeras de reparto, todas magníficas (Michelle Jenner, Nathalie Poza, Petra Martínez, María Morales,Marta Larralde y Lucía Quintana). Continuar leyendo «Un «ocho y medio» ibérico: Todas las mujeres (Mariano Barroso, 2013)»