Diálogos de celuloide: La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a hot tin roof, Richard Brooks, 1958)

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-¿Sabes cómo me siento? Como una gata sobre un tejado de zinc caliente.

-Los gatos saltan de los tejados y no se hacen daño. Adelante. Salta.

-¿Saltar dónde?

-Búscate un amante.

-No merezco esto. No tengo ojos para ningún otro hombre. Incluso cuando los cierro te veo solo a ti.

(guion de James Poe y Richard Brooks a partir de la obra de Tennessee Williams)

 

Vidas de película – Judith Anderson

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Aquí tenemos nada menos que a toda una Dama del Imperio Británico, la australiana Judith Anderson, excelente actriz con una filmografía muy breve que, a pesar de ello, ha dejado una huella imborrable entre la prácticamente inagotable galería de estupendos secundarios de la historia del cine, especialmente en su periodo clásico.

Frances Margaret Anderson, nacida en Adelaida en 1897, disfruta de un merecido hueco en la memoria cinéfila gracias a su personaje, que le valió la candidatura al Oscar, en Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), en la que interpretaba a la célebre ama de llaves de Manderley. Pero el resto de su carrera, muy larga y preferentemente dedicada a las tablas, depara otros títulos muy estimables y siempre en personajes de gran peso, como sucede en Laura (Otto Preminger, 1944), El extraño amor de Martha Ivers (The strange love of Martha Ivers, Lewis Milestone, 1946), junto a Barbara Stanwyck, Van Heflin y un debutante Kirk Douglas, Memorias de una doncella (The dairy of a chambermaid, Jean Renoir, 1946), Las furias (The furies, Anthony Mann, 1950), Los diez mandamientos (The ten commandments, Cecil B. DeMille, 1956), La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a hot tin roof, Richard Brooks, 1958), en la que interpretaba un magnífico duelo con su «esposo» Burl Ives, o Un hombre llamado caballo (A man called horse, Elliot Silverstein, 1970).

Dedicada sobre todo al teatro y, ya en sus últimos años, a la televisión, apareciendo en varias series como Santa Bárbara, Judith Anderson falleció en enero de 1992 a los 94 años.

Vidas de película – Burl Ives

Grandísimo actor, este señor de presencia contundente y verbo rotundo llamado artísticamente Burl Ives, pero cuyo auténtico nombre era Burle Icle Ivanhoe Ives. Su fama se debe principalmente a dos películas, Horizontes de grandeza (The big country, 1958), excepcional western de William Wyler por el que obtuvo el premio Oscar al mejor actor de reparto, y, el mismo año, La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a hot tin roof), adaptación de la obra de Tennessee Williams llevada a cabo por Richard Brooks, en la que la envergadura de Ives cobraba especial importancia como padre de Paul Newman, suegro de Elizabeth Taylor y esposo de Judith Anderson.

Pero no queda ahí la cosa, porque además de otro buen puñado de películas como la dupla de Elia Kazan Al este del Edén (East of Eden, 1955), adaptación de John Steinbeck, y Un rostro entre la multitud (A face in the crowd, 1957), la intriga de espionaje dirigida por Carol Reed y escrita, a partir de su propia novela, por Graham Greene, Nuestro hombre en La Habana (Our man in Havana, 1959), protagonizada por Alec Guinness y Maureen O’Hara, o la obra de Sam Fuller Perro blanco (White dog, 1981), el amigo Ivanhoe Ives era un consumado intérprete e instrumentista de música folk americana, hasta el punto de que esta faceta fue precisamente la que le sirvió para llegar al cine a mediados de los años cuarenta, publicando varios discos y ofreciendo múltiples conciertos en una actividad que corrió paralela a su dedicación al cine.

De filmografía amplia pero poco llamativa al margen de los títulos expuestos, Burl Ives, que nació en Illinois en 1909, falleció en 1995. Su matrimonio con la directora de casting Dorothy Koster Paul no le propició mayor presencia en los repartos de más y mejores películas. Toda una lástima, vistas sus formidables cualidades en la interpretación de personajes de carácter fuerte, indómito, íntegro y un tanto inflexible.

Paul Newman se va…

El cine se queda sin sus ojos azules. Se va un grande.