Música para una banda sonora vital: The Way You Look Tonight

The Way You Look Tonight es una canción de Dorothy Fields y Jerome Kern compuesta para la película En alas de la danza (Swing Time, George Stevens, 1936), en la que era interpretada por Fred Astaire. Desde entonces ha aparecido en decenas de películas (de Alfred Hitchcock, Woody Allen o Kenneth Branagh, entre otros), y sin duda es uno de los más importantes clásicos de la música popular americana y ha sido grabada por Frank Sinatra, Tony Bennett, Michael Bublé, Rod Stewart y muchos otros.

 

Entre el terror y la autoparodia (I): La mosca (The fly, 1958)

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Treinta años antes de que David Cronenberg filmara la que para muchos sigue siendo una de sus más importantes piezas de culto, protagonizada por Jeff Goldblum y Geena Davis, el alemán Kurt Neumann rodó en Estados Unidos la versión original, uno de los más llamativos títulos del cine de terror y ciencia ficción de la llamada serie B, que generó un par de secuelas (una de ellas británica) además de alguna que otra parodia (nuevamente británica, aunque con tintes hispanos; su título español es, precisamente, La mosca hispánica, y se sitúa en Menorca) antes de su revitalización ochentera por parte del afamado director canadiense. Sin embargo, en el producto original no son pocos los elementos que permiten pensar que alguna intención satírica con el género, una clara vocación paródica, existía ya en el guión de James Clavell y en su traslación a imágenes por Neumann. La película atesora otro «mérito»: en una historia que versa sobre un científico loco cuyos temerarios experimentos provocan consecuencias funestas, y contando con Vincent Price en el reparto, llama la atención que no sea éste el protagonista del film, sino que, muy al contrario, su personaje sea amable, considerado y positivo.

La mosca (The fly, 1958) alterna las claves del cine de terror, de la ciencia ficción y de la intriga policial. Así, precisamente, es como se abre el film: un operario de una empresa de electrónica descubre en una prensa hidráulica el cadáver salvajemente apisonado del que parece ser uno de los dueños, André Delambre (David Hedison, que firma en la película como Al Hedison), y a su esposa, Helene (Patricia Owens), huyendo del lugar de los hechos en actitud culpable . Su hermano y copropietario, François (Vincent Price), identifica sin ninguna duda el cadáver, cuya cabeza y brazo derecho han sido prensados, gracias a una larga cicatriz en la pierna. Sin embargo, algunas cosas no encajan: el experto manejo de la máquina no parece fácilmente atribuible a Helene; además, cuando François acompaña al inpector Charas (Herbert Marshall) al laboratorio de André, encuentran completamente destrozados aparatos y maquinaria por valor de varios miles de dólares como resultado, al parecer, de misteriosas investigaciones de extraño objeto, quizá relacionadas con lo que es campo habitual de los trabajos de la empresa, los encargos del Ministerio del Aire. En todo caso, pronto Helene es acusada del asesinato, hecho que daña especialmente a François, enamorado de ella desde hace mucho tiempo, aunque más parece preocuparle la aparente deriva de la mujer hacia la locura: su humor y su estado de ánimo presentan radicales altibajos, y parece estar obsesionada con una mosca de cabeza blanca y una pata delantera de rara morfología que vuela a sus anchas por la casa… Entre la espada y la pared, Helene relata a la policía cómo empezó todo, y así François llega a tener conocimiento de las «exóticas» ocupaciones científicas de su hermano…

La película, por tanto, supone una parábola de los peligros del culto a la ciencia desprovista de ética. Aunque la finalidad de los experimentos de André (recreados con efectos especiales más voluntariosos que efectivos, pero poseedores de indudable encanto), la teletransportación de objetos con el fin de propiciar el justo, rápido y barato reparto de bienes y riqueza a cualquier lugar del mundo sin necesidad de medios de transporte, simplemente por desintegración y reintegración de sus átomos, resulta más que loable, lo que se censura es la ambición humana por convertirse en dios, por pretender rediseñar las leyes de funcionamiento de la naturaleza a la medida del hombre, señalando además el peligro que supone la caída de la tecnología en malas manos que puedan pervertir su finalidad original, y el riesgo de su exposición a la arbitrariedad del azar, como así sucede. Porque cuando los exitosos intentos de André por fin llegan y es necesario hacer pruebas con seres vivos, ya sea un gato o un simpático ratoncito, algo empieza a fallar. Y no digamos ya cuando una simple mosca se cuela en la cabina de teletransportación… La cinta salta así de la intriga policial al género de la ciencia ficción, subsección «científico loco». Pero cuando todo falla, cuando Helene encuentra cerrado el laboratorio y su marido sólo insiste en comunicarse con ella a través de notas, sabe que algo va terriblemente mal, y cuando todo sale a la luz (un momento cumbre de todo el cine de terror de la serie B que conserva aún hoy toda su repugnancia, no tanto por su puesta en escena -ampliamente superada en asquerosidad por la versión más moderna- sino por su capacidad evocadora), la película entra directamente en las demarcaciones del cine de terror. Continuar leyendo «Entre el terror y la autoparodia (I): La mosca (The fly, 1958)»

Diálogos de celuloide – Perdición

NEFF: Quisiera saber qué hay grabado ahí.

PHYLLIS: Mi nombre.

NEFF: ¿Cuál?

PHYLLIS: Phyllis.

NEFF: Phyllis, ¿eh? Creo que me gusta.

PHYLLIS: Pero no del todo, ¿eh?

NEFF: Suelo pensar las cosas antes de decidirme.

PHYLLIS: Señor Neff, ¿por qué no viene mañana noche a eso de las ocho y media? Estará aquí.

NEFF: ¿Quién?

PHYLLIS: Mi marido. Tiene usted interés en hablar con él, ¿no?

NEFF: Así era, pero… Se me están pasando las ganas, créame.

PHYLLIS: En este estado hay un límite de velocidad: 70 km/h.

NEFF: ¿Y a cuál iba, agente?

PHYLLIS: Yo diría que a 140 km/h.

NEFF: Pues bájese de la moto y póngame una multa.

PHYLLIS: Mejor dejarlo en advertencia por esta vez.

NEFF: ¿Y si no da resultado?

PHYLLIS: Le daré con una regla en los nudillos.

NEFF: ¿Y si me echo a llorar y pongo la cabeza en su hombro?

PHYLLIS: ¿Y por qué no intenta ponerla en el de mi marido?

NEFF: Se acabó…

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NEFF: Pensé de repente que todo acabaría mal. Parece absurdo, Keyes, pero así fue. No oía mis propios pasos. Eran los de un hombre muerto.

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KEYES: Un crimen nunca es perfecto. Se descubre tarde o temprano. Y cuando intervienen dos personas, más bien temprano […]. Y eso no es como subir juntos a un tranvía del que cada uno puede apearse cuando quiera. Tienen que seguir juntos hasta el final. Y es un viaje de ida tan solo, porque el final de la línea es el cementerio.

Double indemnity. Billy Wilder (1944).

Cine en fotos – Perdición

Aprovechamos esta fotografía del final alternativo de Perdición desechado en última instancia por Billy Wilder para invitar a nuestros queridos escalones a una nueva sesión del ciclo Libros Filmados, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores en colaboración con la FNAC Zaragoza-Plaza de España.

En esta ocasión se proyectará la obra maestra Perdición (Double indemnity, Billy Wilder, 1944), cumbre del cine negro basada en la novela de James M. Cain, con guión de Raymond Chandler y fotografía de John F. Seitz, que marcaron las principales notas narrativas y estéticas del género. Una de las mejores películas de todos los tiempos que para, por ejemplo, Woody Allen, constituye la mejor cinta rodada jamás.

II Ciclo Libros Filmados, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores y FNAC Zaragoza-Plaza de España.

2ª Sesión, martes 22 de marzo de 2011: Perdición, de Billy Wilder (1944)

– 18:00 horas: proyección (duración aproximada, 106 minutos)
– en torno a las 20:00 horas: coloquio con Miguel Ángel Yusta, Estela Alcay y un servidor