Hollywood se aleja de Bush

Interesante artículo de Román Gubern publicado en El País el 14 de noviembre.

Hollywood fue siempre seguidista en relación con las consignas de la Casa Blanca, pues incluso cuando hizo películas progresistas durante la Depresión, las hizo siguiendo las directrices del New Deal de Roosevelt. En 1980 fue capaz de convertir a un actor tan mediocre como Ronald Reagan en presidente de la nación. No sólo eso, sino que Reagan rescató el título de una exitosa película de George Lucas, La guerra de las galaxias (1977), para bautizar una gigantesca fabulación bélico-espacial que tumbó financieramente a la Unión Soviética, que ya dedicaba la mayor parte del presupuesto nacional a gastos militares.
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Cine en serie – Star Wars

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MALDITO CINE (VIII)

En una entrevista con el célebre crítico norteamericano Leonard Maltin, George Lucas explicó detenidamente el proceso de gestación de la famosa trilogía galáctica que le hizo mundialmente famoso, e inmensamente rico. Lucas explica el origen de la historia, el desarrollo de la escritura del guión, y la configuración del tratamiento fílmico hasta constituir tres trilogías, es decir, nueve películas. Lo que no queda claro en la entrevista, por la vaguedad deliberada con la que Lucas responde a las preguntas del crítico, es por qué decidió comenzar su rodaje por el Episodio IV, y no por el principio. Lo que sí queda claro es que, el enorme éxito de esta película de 1977 (y el de Tiburón, de Steven Spielberg, de un año antes) dio inicio, para quien escribe, al lento y progresivo declive del cine norteamericano hasta el casi completo desierto que vivimos hoy, y por ello, se ha ganado un puesto en esta sección.
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Música para una banda sonora vital – Grieg y Pachelbel

Dos piezas de clásica para amenizar el día. La primera, La muerte de Ase, vuelve a pertenecer a la epopeya sonora Peer Gynt del compositor noruego Edvard Grieg, del que ya pusimos dos piezas tiempo atrás pertenecientes a la misma obra, En la cueva del rey de la montaña y La danza de Anitra. Cinematográficamente suele utilizarse en escenas de funerales o velatorios, de forma muy apropiada, y también en escenas de muerte y de desolación interior, como por ejemplo en Para que no me olvides, de Patricia Ferreira (2005). En segundo lugar, el famosísimo, el mega-hit de la clásica, el Canon de Johann Pachelbel, banda sonora recordada de Gente corriente, de Robert Redford (1980), y también de Volver a empezar, de José Luis Garci (1982), si bien en una versión que suena diferente a la que suele escucharse, a un ritmo más acelerado, vertiginoso, y con voz.

La tienda de los horrores – Los tres amigos

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En Estados Unidos existe un club de fans de esta película, por llamarla de alguna forma, de John Landis, clásico director de comedias americanas, a veces con resultados más que notables como The blues brothers, Desmadre a la americana o Un hombre lobo americano en Londres, y que por lo general suele ofrecer subproductos de humor de trazo grueso, poca inteligencia y chabacanería a mansalva. En este caso, situado más o menos en mitad de su escalafón de calidad, Landis sirvió más bien a los intereses de uno de los protagonistas, el más que dudoso cómico Steve Martin (cuyas mejores interpretaciones, al igual que sucede con Billy Crystal , suelen ser presentado las ceremonias de los premios de la Academia), ya que el proyecto fue producido por él y colaboró en el guión. Así que no es de extrañar el resultado final.
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Cortometraje – Bendito Machine, de Jossie Malis

Una de las principales cosas que tengo que agradecerle a este mundillo de los blogs, ante el que tan reacio me sentí al principio, es que además de servirme para conocer a gente (en su mayoría) estupenda, es la posibilidad de aprender y de conocer millones de cosas (en especial, grandes dosis de excelente poesía) de las que jamás hubiera tenido noticia de haberme ceñido a los medios de (des)información habituales. En ocasiones, amables camaradas de blogosfera se permiten regalarme verdaderos tesoros desconocidos para mí y que contribuyen a mi fascinación por la gente que lucha por crear, por soñar, por ilusionarse e ilusionar a los demás (con lo mal que está el mundo, añadiría, o quizás precisamente por eso) con sus creaciones, y también a conservar un cierto grado de esperanza en el género humano (sentimiento del que no suelo andar muy sobrado). Guardando los oportunos agradecimientos y reconocimientos a todos los que han contribuido a esta mi particular reconciliación con mis semejantes para futuras efemérides a conmemorar (si llego), en esta ocasión nos hacemos eco de una pequeña maravilla que nos ha llegado a través de Pat, mantenedora del estupendo blog repleto de hermosas historias Toditoslosdías, y que tan amablemente nos ha puesto tras la pista del autor del que hoy hablamos.

El artista (calificativo no excesivo en ningún caso) no es otro que Jossie Malis, al que confieso que no conocía, lamentablemente, hasta que Pat sugirió una visita a sus imprescindibles (de verdad) webs, Zumbakamera y Bendito Machine (incluidas entre los enlaces de este blog), en las que el propio Jossie se define como «realizador, animador, ilustrador», que «vive en Barcelona, donde intenta trabajar en todo lo anterior y convertirse en un mago cocinero». En la web puede comprobarse la gran calidad de sus trabajos como animador e ilustrador y el alto grado de aceptación logrado en festivales de Europa, Estados Unidos o Iberoamérica, que incluye diversos galardones obtenidos en certámenes de prestigio. Para muestra, un botón, su espléndido corto Bendito Machine, premio Aniboom 2006, todo un derroche de imaginación y un ejercicio de perfección técnica no exento de mensaje y profundidad en su planteamiento.

Buen cine en la España franquista: Crimen de doble filo

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Aunque a la televisión pública española le guste reducir la filmografía nacional bajo la dictadura de Franco a las consabidas recetas apologéticas del «glorioso» movimiento-cruzada, ya fuera en forma de folclore más rancio o en su habitual expresión de niños prodigio repelentes, o con productos concebidos para el lucimiento del cantante o grupo musical casposo de turno, en un constante derroche de pasteleo, almíbar y cursilería gazmoña de tres al cuarto, la verdad es que durante la época más oscura de la cinematografía, y también de la vida reciente, española, se produjeron igualmente cintas de calidad cuyas líneas temáticas y argumentales distaban mucho de la habitual retahíla de flamenco, coplas, dúos dinámicos, marisoles y joselitos. Los ejemplos, aunque menos de los que debieran haber sido y casi perdidos entre tanta patraña cinematográfica, son numerosos. Uno de ellos es Crimen de doble filo (1964), del cineasta aragonés José Luis Borau (Zaragoza, 1929).
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Mis escenas favoritas – Cinema paradiso

Por si alguien no ha visto la película de Giuseppe Tornatore (caso que tiene delito), Salvatore, el hombre maduro que se apresta a ver una película, es un director de cine cuya pasión por el séptimo arte nació en su pueblo de Sicilia gracias al proyeccionista (de nombre Alfredo) del Cinema Paradiso, la sala de cine del pueblo, el cual además era el encargado de eliminar bajo las instrucciones del párroco, censor oficioso de la localidad, los pasajes «pecaminosos» que los plácidos habitantes del pueblo no debían ver por su alto contenido licencioso, cortes que son la herencia que Alfredo deja a su añorado pupilo cuando deja esta vida para irse para siempre al Olimpo de celuloide. Un diez para la música del maestro Morricone.

Esta escena nos sirve también como forma de agradecimiento sincero a todos aquellos que han hecho superar a esta humilde escalera las 50.000 visitas, especialmente a quienes nos obsequian con sus comentarios, y a quienes, aunque no comentan, sabemos que diariamente, o casi, se dejan caer por aquí y comparten con nosotros este mundo de hermosas mentiras que es el cine. Millones de besos para todos.

Cine en serie – Boinas verdes

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MALDITO CINE (VII)

Lamentablemente, cuando un régimen dictatorial o un gobierno dudosamente democrático en su actuación pretenden utilizar el cine como instrumento de propaganda a fin de que el público simpatice con determinados planteamientos y acciones políticas gracias a su identificación con los personajes, nunca faltan profesionales del medio que sirvan de buen grado dichos intereses por absoluto convencimiento de estar haciendo lo correcto, bien por pertenecer a ese grupo de «estómagos agradecidos» que existe en cualquier régimen, o bien por falta de capacidad de raciocinio. Este es el caso de The green berets (1968), dirigida por John Wayne y Ray Kellogg.
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Música para una banda sonora vital – No sos vos, soy yo

Tenemos la suerte de que desde Argentina, además de un buen puñado de gente estupenda, nos han llegado a España algunas excelentes películas en las últimas décadas. Quizá, para mí, ese no sea el caso de la cinta de Juan Taratuto, de 2004, No sos vos, soy yo, que pertenece a ese género denominado comedia romántica que tanto se nos atraganta a quienes somos algo más que escépticos ante eso que llaman amor. Diego Peretti, cómico de éxito en aquel país, calificado de forma un tanto arriesgada como el «Woody Allen porteño» (arriesgada y bastante absurda), interpreta a Javier, un médico treintañero que está a la espera de cancelar todos sus asuntos en Argentina para volar a Miami junto a su mujer. Sin embargo, ésta le telefonea para decirle que allí se ha enamorado de otro, y que ya no le espera. Javier se hundirá en la desesperación, en el psicoanálisis, exprimirá a sus amigos, y finalmente, haciendo caso a ese viejo axioma de «si te sientes solo, cómprate un perro», se hace con un chucho (más humano que los humanos de la película, por cierto, como suele pasar también en la vida) que le abrirá una luz de esperanza en el mundo de soledad y dolor por una traición en que su mujer le dejó.

La película tiene algunos momentos hilarantes muy conseguidos, y retrata con sencillez y realismo un caso bastante aproximado a alguno que todos conocemos. Con todo, a mí personalmente el resultado me deja un poco frío. Una de las sorpresas más agradables fue encontrarme con Crímenes perfectos, la canción de ese genio llamado Andrés Calamaro, perteneciente a su excelente disco Alta suciedad, y que aquí está interpretada en directo (no sé si tenía buen día) junto a esa leyenda del rock, ese viejo joven guitarrista inmune al paso del tiempo que se llama Ariel Rot.