Cine de verano: Entreacto (Entr’acte, René Clair, 1924)

Mítico cortometraje, entre dadaísta y surrealista, dirigido por René Clair, en el que participan, delante y/o detrás de la cámara, grandes nombres como Francis Picabia, coautor del guion, Marcel Duchamp, Man Ray, Erik Satie y Darius Milhaud. Una sucesión de imágenes, en apariencia inconexas e incoherentes, con momentos sorprendentes e hilarantes.

Mis escenas favoritas: La vía láctea (La Voie lactée, Luis Buñuel, 1969)

 

Obra inmensa, inagotable, del maestro aragonés Luis Buñuel, sátira del catolicismo y sus herejías, extremadamente bien documentada y absolutamente verídica, que, como es habitual en el genio de Calanda, combina con agudeza e inteligencia la crítica feroz e incisiva con el conocimiento profundo y el riguroso respeto cultural al objeto de sus dardos.

 

Mis escenas favoritas: El discreto encanto de la burguesía (Le Charme discret de la bourgeoisie, Luis Buñuel, 1972)

Uno de los fragmentos más conocidos de esta obra maestra (otra más) del aragonés Luis Buñuel. En ella se concitan algunos de sus temas y obsesiones más personales (homenaje al Tenorio incluido), más a menudo tratados en sus películas, junto con alguno de sus sueños más repetidos (el encontrarse ante el inmenso auditorio de un teatro y desconocer el papel que debe representar).

Mis escenas favoritas: El fantasma de la libertad (Le Fantôme de la liberté, Luis Buñuel, 1974)

Comer a escondidas y defecar en público y en compañía. Inversión de términos, subversión de conceptos. Cada cosa es lo que es y su contrario. Puro surrealismo tan tarde como a mediados de los años setenta del pasado siglo, quizá haya sido Luis Buñuel el surrealista más consecuente, coherente y tenaz en sus postulados de entre todos los miembros de aquella escuela. Tan divertida como reveladora, tan contestataria e inconformista como lúcida, puro retrato de nuestra realidad decadente.

Mis escenas favoritas – Viridiana

Aragón es tierra de genios: de genio, de ingenio y, a veces, de mal genio. El bueno de don Luis. Poco más puede añadirse a este momento. Sólo, por si alguien no ha reparado jamás en ello, cosa improbable, la magnífica composición de La última cena con un ciego, para más inri (nunca mejor dicho), sentado en el puesto correspondiente a Jesús. Para quitarse el sombrero ante la genialidad del cineasta aragonés, alguien de quien el director Alex de la Iglesia, cuya obra no transcurre precisamente por los derroteros del calandino (ya quisiera él, De la Iglesia, digo), dijo hace poco que no debería ni aparecer en las listas de los mejores cineastas de la historia por trascender mucho más allá del simple cine, por ser su obra un arte total, global, superlativo, sublime, que excede a lo meramente cinematográfico. Y por más que le pesara a don Luis, que nunca quiso ver demasiada cercanía entre su cine y la obra de otro genio, sordo y aragonés, cuánto del maestro Francisco de Goya hay en estos fragmentos… Y también, cuánto de la tradición de la picaresca española.

Luis Buñuel – La edad de oro

Para Ángel Petisme, y gracias a su Buñuel del desierto

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Tras Un perro andaluz, cortometraje con el que Buñuel y Dalí escandalizaron al público y deleitaron a los intelectuales franceses, un noble francés algo dado a la extravagancia, el vizconde de Noailles, se ofreció al genio aragonés para financiarles su siguiente proyecto. La película, aunque oficialmente en los créditos cuente con la colaboración de Salvador Dalí, es en realidad producto exclusivo de Luis Buñuel, dado que el pintor catalán se desmarcó del proyecto.

Luis Buñuel crea una película que es una mera acumulación de episodios, que se abre con un documental de 1912 al que el director añade un comentario científico y que trata de los escorpiones, todo un símil de lo que pretende con su cine (la cola del escorpión sirve hábilmente de referente comparativo tanto para lo que es su intención a la hora de rodar películas como expresión de lo que para Buñuel es también la naturaleza humana, la capacidad para aguijonear conciencias, y también para ser aguijoneado). En otro episodio un grupo de bandidos intenta huir del refugio en el que se encuentran, mientras un grupo de obispos están realizando una serie de extraños rituales en una playa (lo raro no es que los obispos hagan rituales raros, sino que los hagan en una playa, o en una manifestación, añadiría uno) quedando reducidos a meros esqueletos con mitra y todo. Continuar leyendo «Luis Buñuel – La edad de oro»

Un genio del cine se da a conocer: Un perro andaluz

Una navaja secciona un ojo. Como dijo Jean Vigo, «¿acaso eso es más terrible y aterrador que una nube tapando la luna llena?». Quizá no, pero sí es más perturbador para eso que se remueve bajo nuestra capa de racionalidad y que algunos llaman subconsciente e inconsciente. Catalogada durante muchos años como una mera colección de fotogramas que hacen una apología del surrealismo, de forma inconexa, incongruente, azarosa, en realidad el maestro de Calanda Luis Buñuel respeta, en esta cinta realizada junto a Salvador Dalí, que supone su fantástica irrupción en el séptimo arte, el principio de continuidad en una película que es un icono cinematográfico de primer orden gracias a sus poderosas imágenes, no sólo la del ojo: un caballo muerto sobre un piano, una mano invadida por las hormigas, y muchas otras, suponiendo un claro ejercicio de diálogo entre nuestra consciencia, nuestra racionalidad cotidiana y lo más profundo y perturbador de nuestro subconsciente, aquello de nosotros que nos aterraría a nosotros mismos.
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